Los restos del día – Breve apunte

6 de noviembre de 2017



Kazuo Ishiguro publicó en 1989 su tercera novela: Los restos del día. Una novela muy británica, pero curiosamente escrita por un Japonés, aunque residente en las Islas Británicas desde los seis años. 

Ishiguro estaba bien considerado en los círculos literarios. Su nombre integraba la ya famosa lista de la generación Granta junto a figuras como Ian McEwan, Salman Rushdi, Martin Amis y Julian Barnes entre otros, pero fue esta tercera novela la que le catapulto a la primera línea  de las letras británicas y de la literatura mundial, con la que obtuvo el prestigioso Booker Prize. Además, gracias a su novela Los restos del día le nombraron Oficial de la Orden del Imperio Británico.

La novela está dedicada a la memoria de mistress Leonore Marshall, poetisa, novelista y activista americana nacida el 7 de septiembre de 1899 en Nueva York y fallecida el 23 de septiembre de 1971 en Doylestow,  Pensilvania, por la que Ishiguro sentía gran admiración. Desde 1975, se otorga anualmente el Premio “Leonore Marshall” de Poesía, al mejor libro de poemas escrito por un ciudadano norteamericano y publicado en el año anterior en los Estados Unidos.

Los restos del día es una novela costumbrista de la Inglaterra de la primera mitad del siglo XX, con un trasfondo político. En ella se narra la trastienda de la Segunda Guerra Mundial a través de Lord Darlington y el papel que tomará como simpatizante del Tercer Reich. 

Por aquel entonces, se celebró en esta mansión una reunión extraoficial de personalidades influyentes con el fin de intentar que se mitigasen algunos aspectos del Tratado de Versalles. 

En Darlington Hall se tomarán decisiones importantes y acudirán a las reuniones, que allí tienen lugar, figuras políticas de primer nivel.

Asimismo, se trata de una novela romántica. Existe una clara tensión amorosa entre la ex ama de llaves, a quien Stevens irá a visitar en su viaje, con la esperanza de recuperarla para la casa y tal vez algo más que no se dice de forma expresa, pero se intuye..

La novela está estructurada en ocho partes:

1- Prólogo: julio de 1956 –  Darlington Hall
2- Primer día por la noche –  Salisbury
3- Segundo día por la mañana –  Salisbury
4- Segundo día por la tarde –  Mortimer’s Pond, Dorset
5- Tercer día por la mañana –  Taunton, Somerset
6- Tercer día por la tarde –  Moscombe, cerca de Tavistock, Devon
7- Cuarto día por la tarde –  Little Compton, Cornualles
8- Sexto día por la tarde –  Weymouth

La historia comienza en el año 1956, en Inglaterra. Cuando mister Farraday,  nuevo dueño de Darlington Hall tras la muerte de Lord Darlington,  le sugiere a Stevens que podría tomarse unas vacaciones, mientras él está ausente en su país, Los Estados Unidos, y para esto le ofrece su Ford y pagarle la gasolina. 

Como Stevens no está acostumbrado a pensar en sí mismo, ni en cuestiones que no tengan que ver con el trabajo, se siente desconcertado ante la propuesta de mister Farraday. Sin embargo, no le desagrada la idea del viaje. De esta forma, sería posible que pudiera ir a visitar a miss Kenton. Después de la adquisición de Darlington Hall, por parte de mister Farraday,  la servidumbre estaba compuesta de sólo cuatro personas: demasiado poco servicio para tanto trabajo.

“Cada vez parece más probable que haga una excursión que desde hace unos días me ronda por la cabeza. La haré yo solo, en el cómodo Ford de mister Farraday. Según he planeado, me permitirá llegar hasta el oeste del país a través de los más bellos paisajes de Inglaterra y seguramente me mantendrá alejado de Darlington Hall durante al menos cinco o seis días.”

Stevens piensa en visitar miss Kenton ante la posibilidad de que ella pudiera decidir volver a Darlington Hall. Stevens mantiene alguna esperanza de que esto sea así, debido a una carta en la que miss Kenton expresa su melancolía por los años vividos allí. El mayordomo, en la carta, cree ver la infelicidad actual de miss Kenton, aunque finalmente esto no será así.

Stevens es un mayordomo que ha estado toda su vida trabajando al servicio de otros sin tomarse ni un día de descanso. Es la primera vez que se ve en la situación de poderse tomar unas vacaciones que finalmente realizará. Estas serán para Stevens un viaje de descubrimiento del paisaje inglés y de personas que conocerá en las distintas zonas de Inglaterra por las que tendrá que pasar hasta llegar a Cornualles.

Stevens será en este viaje un viejo sirviente en busca de un destino propio. Stevens intentará ocultar sus sentimientos a todas las personas con las que entablará una relación, durante esta experiencia, e incluso a sí mismo.

Casi toda la trama está formada por los recuerdos vividos en Darlington Hall cuando Lord Darlington vivía y la casa recibía personajes decisivos para la política de la primera mitad del siglo XX.

Ishiguro se sirve para la redacción de su novela del uso de flashbacks, así como constantes comentarios directamente dirigidos al lector:

“Espero que no estén pensando que soy excesivamente engreído”

“Quizá les sorprenda que una deficiencia que resultaba tan evidente se me escapara durante tiempo tiempo”

En esta obra podemos apreciar como era la vida en una mansión de la primera parte del siglo XX en Inglaterra. Nos muestra la rutina y la estructura del servicio de una casa de la posición de Darlington Hall y de las relaciones de Lord Darlington. Por la novela pasan un gran número de personajes secundarios para la obra, pero fundamentales en la historia política de la época. 

La novela está narrada en primera persona por Stevens el mayordomo, aunque su peculiaridad es que el lector sabe lo que Stevens siente y piensa, incluso aunque el mismo parece no saberlo. El autor consigue que el lector sepa más del narrador, que el propio narrador.

En esta novela, como en toda su obra, Ishiguro hace un extraordinario ejercicio de contención de sentimientos y de pensamiento.  Nada se expresará de forma explícita aunque el autor conseguirá que todo quede claro. Ishiguro es capaz de transmitir grandes emociones sin decir nada sobre sentimientos. La novela está llena de sutilezas y de cosas que se dicen sin decir.

Sólo casi al final de la obra, Stevens revela, de una manera muy sutil, sus sentimientos ante miss Kenton, ex ama de llaves  de Darlington Hall a quien en su viaje, aunque será un ligero destello que quedará apagado cuando ella le dice que ya es demasiado tarde. 

Al final del libro, Stevens se refugiará en el cumplimiento de su deber y decide mejorar la adecuación de su comportamiento al de su nuevo señor, mister Farraday.

En la obra, el autor describe la sociedad inglesa de los años cincuenta. Una sociedad muy estructurada con una diferencia de clases perfectamente definida. 

Según contó Kazuo Ishiguro a la revista Paris Review, la obra se fraguó a consecuencia de una broma que hicieron el y su mujer a un periodista que fue a entrevistarlo después de su primera novela Pálida luz en las colinas. 

Su mujer le propuso que sería divertido que se hiciera pasar por su mayordomo cuando el periodista llegara a su casa para entrevistarlo. A partir de esta broma, Ishiguro empezó a darle vueltas y a querer profundizar en la idea del mayordomo británico. 

Esto sería, en realidad,  una alegoría sobre la negación de la propia identidad, vivir la vida para servir a otros sin tener que tomar grandes decisiones y hacer el papel de observador de las grandes decisiones de otros sin tener en ellas ninguna responsabilidad, ni querer tomar conciencia de ello. 

Un ejemplo de esto podría ser el despido de las sirvientas judías. Esta decisión trastorna a miss Kenton, sin embargo Stevens acatará sin dudar la decisión por que así se lo ha ordenado su señor. No quiere tomar conciencia de dicha decisión solo acatarla. Stevens está seguro de que su señor hará lo más conveniente en cualquier situación.

Uno de los temas principales de la novela será la idea equivocada de la fidelidad. La fidelidad le lleva a Stevens a reprimir sus deseos, a negar sus propios sentimientos. Lo profesional estará siempre por encima de lo afectivo. 

Otro de los temas que surge con insistencia en la novela es la idea de la dignidad. Según la opinión de Stevens, no hay cualidad más importante para un buen mayordomo que la dignidad. Aunque al intentar describirla no queda muy claro el concepto. Intentará describir el término a través de dos anécdotas relacionadas con su padre. En la primera un mayordomo se ve en la obligación de matar a un tigre que había aparecido debajo de una mesa y borrar toda huella del suceso para que su amo no sufra molestias y lo hace, aparentemente, con la misma tranquilidad como si hubiera matado a una mosca. También, narra una historia vivida por su padre que se vio en la tesitura de tener que poner en su sitio a dos amigos borrachos de su señor porque estaban riéndose del amo. Lo más cruel de esta historia es que la dignidad no consiste en reaccionar cuando alguien se ríe de uno mismo, sino cuando lo hace de su señor.

Por lo que la dignidad consiste en la contención, anular el ego y controlar los sentimientos. Hay que ser minucioso en el cumplimiento de las labores diarias de su profesión, el objetivo de lograr la perfección en su labor.

El tema de la soledad, también está en esta obra. Volver a ver a miss Kenton, enfrenta a Stevens con su soledad. Ella ha formado una familia y tiene una vida propia. Está esperando su primer nieto y eso la llena de ilusión. Además le transmite a Stevens que aunque, realmente, hubiera preferido casarse con él, con el tiempo, ha aprendido a querer a su marido y a vuelto a casa para continuar su vida junto a él. 

Cuando miss Kenton reconoce abiertamente que hubiera gustado casarse con él, por primera vez en la novela, Stevens dice:

“Creo que no respondí inmediatamente. No me resultó fácil digerir aquellas palabras. Además, como supondrán ustedes, suscitaron en mí cierta amargura. En realidad, ¿por Qué no admitirlo?, sentí que se me partía el corazón.”

En esta frase encontramos una cierta luz de esperanza, aparece un pequeño despertar hacia una vida individual. Parece comenzar una vida en la que el también tiene su espacio, pero al no encontrar la respuesta deseada, Stevens vuelve a encerrarse en sí mismo y vuelve a refugiarse en su trabajo. 

Stevens reconoce que el pasado que ya no existe y debe adaptarse al nuevo señor con unas nuevas formas. Intentará entender el lenguaje de las bromas que utiliza el nuevo señor de Darlington Hall. 

El mundo que él amaba y en donde se sentía seguro desapareció con la muerte de Lord Darlington. 

El viaje finalmente no servirá para encontrar una vida propia, pero sí para aceptar la realidad y el deseo de adaptarse a ella como una ilusión para llenar el futuro. Seguirá siendo el mayordomo perfecto

“Cuando mañana regrese a Darlington Hall, considerando que mister Farraday aún estará ausente otra semana, empezaré a ejercitarme de nuevo con más ánimo. Así cuando mi patrón vuelva espero poder darle una grata sorpresa”.

Lo realmente importante en esta novela no está en lo que Stevens piensa y dice, sino en lo que oculta, en lo que no dice, y en las emociones que reprime constantemente.