Capítulo décimo tercero
El capítulo décimo tercero viene encadenado con el capítulo anterior. Comienzan los diálogos, aquí, de los dos escuderos.
Existe simultaneidad de tiempos, entre los diálogos de caballeros y escuderos, pero en la misma obra Cervantes dice que el autor cuenta primero el diálogo entre escuderos.
Divididos estaban caballeros y escuderos, éstos contándose sus vidas, y aquéllos sus amores; pero la historia cuenta primero el razonamiento de los mozos y luego prosigue el de los amos…
En este diálogo queda nuevamente clara la quijotización de Sancho. El escudero del Caballero del Bosque dice que las penurias que pasan los escuderos se compensaran con un premio y a esto responde Sancho:
–Yo –replico Sancho– ya he dicho a mi amo que me contento con el gobierno de alguna ínsula, y él es tan noble y tan liberal, que le le ha prometido muchas y diversas veces.
A continuación, Sancho deja claro que él, ni su amo tienen nada que ver con la iglesia. El escudero del Caballero del Bosque le dice que se conformará con un canonicato y Sancho responde:
–Debe de ser –dijo Sancho– su amo de vuesa merced caballero a lo eclesiástico, y podrá hacer esas mercedes a sus buenos escuderos, pero el mío es meramente lego, aunque yo me acuerdo cuando le querían aconsejar personas discretas aunque, a mi parecer mal intencionadas, que procurase ser arzobispo; pero él no quiso sino ser emperador, y yo estaba entonces temblando si le venía en voluntad de ser de la Iglesia, por no hallarme suficiente de tener beneficios por ella, porque le hago saber a vuesa merced que, aunque parezco hombre, soy una bestia para ser de la Iglesia.
En aquel momento, había muchos personajes reales y de ficción, que eran hombres de iglesia
El tono como el de casi toda la obra es irónico y burlesco. En la conversación que mantienen el Caballero del Bosque y don Quijote, el primero utiliza unas palabras malsonantes para referirse a la hija y la mujer de Sancho y aunque este intenta justificar su uso, diciendo que habitualmente se utilizan como halagos, Sancho no quiere saber nada al respecto.
–Partes son ésas –respondió el del Bosque no sólo para ser condesa, sino para ser ninfa del verde bosque. ¡Oh hideputa, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca!
A lo que respondió Sancho, algo mohíno: –Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios queriendo, mientras yo viviere. Y háblese más comedidamente; que para haberse criado vuesa merced entre caballeros andantes, que son la mesma cortesía, no me parecen muy concertadas esas palabras.
–¡Oh, qué mal se le entiende a vuesa merced –replicó el del Bosque– de achaque de alabanzas, señor escudero! ¿Cómo y no sabe que cuando algún caballero da una buena lanzada al toro en la plaza, o cuando alguna persona hace alguna cosa bien hacha, suele decir el vulgo: “¡Oh hideputa, puto, y qué bien que lo ha hecho!”?
En este capítulo Sancho muestra abiertamente al escudero del Caballero del bosque el cariño que le tiene a don Quijote. De momento su objetivo es Zaragoza y quizá después regresen a su pueblo. Aquí el escudero del Caballero del Bosque, va introduciendo en la conversación algunas palabras que intentan influir en Sancho para que regresen a su aldea.
Hasta que mi amo llegue a Zaragoza, le serviré, que después todos nos entenderemos.
Sancho reconoce abiertamente su cariño por don Quijote y reconoce tanto su locura, como su inocencia.
–Eso no es el mío –respondió Sancho–; digo, que no tiene nada de bellaco; antes tiene una alma como un cántaro; no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna: un niño le hará entender que es de noche en mitad del día, y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga
Al final del capítulo Sancho introduce un pequeño cuento sobre mojones de vino, para dejar patente que él es un hombre sencillo y que se aferra a las cosas materiales. Los dos escuderos beben tanto que al final se quedan dormidos.
Capítulo décimo cuarto
El capítulo empieza sorprendiendo al lector con el cambio de nombre del Caballero del Bosque por el de Caballero de la Selva.
Ente muchas razones que pasaron don Quijote y el Caballero de la Selva, dice la historia que el del Bosque dijo a don Quijote…
Incluso, en el mismo párrafo, se refiere a él de dos maneras distintas.
Este caballero se presenta y cuenta algunas confidencias de su vida a don Quijote.
Aquí, los que dialogan son los dos Caballeros. En el capítulo anterior dialogaban los escuderos, y supuestamente los dos diálogos son simultáneos.
Los caballeros hablan de sus damas, de su amor por ellas y de los encantamientos a los que se ven sometidos por culpa de sus enemigos.
El Caballero del Bosque, pretende que don Quijote piense que hablan de igual a igual, pero todo es producto de un plan urdido para hacer volver a don Quijote a su casa.
Esta Casildea, pues, que voy contando, pagó mis buenos pensamientos y comedidos deseos con hacerme ocupar, como su madrina a Hércules, en muchos y diversos peligros, prometiéndome al fin de cada uno que en el fin del otro llegaría el de mi esperanza; pero así se han ido eslabonando mis trabajos, que no tiene cuento, no yo sé cuál ha de ser el último que dé principio al cumplimiento de mis buenos deseos.
El Caballero del Bosque alardea de haber vencido a muchos caballeros, entre otros a don Quijote de La Mancha. Ante esta declaración don Quijote no sabe que pensar, si sentirse indignado por su mentira o perplejo y pensar que el Caballero del Bosque ha sido víctima de algún encantamiento.
–Sosegaos, señor caballero –dijo don Quijote–, y escuchad lo que decir os quiero. Habéis de saber que ese don Quijote que decís es el mayor amigo que en este mundo tengo, y tanto, que podré decir que le tengo en lugar de mi misma persona, y que por las señas que dél me habéis dado, tan puntuales y ciertas, no puedo pensar sino que sea el mismo, que habéis vencido. Por otra parte, veo con los ojos y toco con las manos no ser posible ser el mesmo, si ya no fuese que como él tiene muchos enemigos encantadores, especialmente uno que de ordinario le persigue, no haya alguno dellos tomado su figura para dejarse vencer, por defraudarle de la fama que sus altas caballerías le tienen granjeada u adquirida por todo lo descubierto de la tierra.
Cuando el Caballero del Bosque habla de Hércules, se refiere a que su madrastra, en la mitología, como le aborrecía, le preparó los doce trabajos que tuvo que afrontar y que fueron muy duros de superar.
En este capítulo, aparece de forma patente uno de los elementos fundamentales de la segunda parte. Hasta ahora, don Quijote se iba encontrando con la realidad en todas sus aventuras y él la iba transformando acomodándola a su locura o a como él quería que fuera la realidad, pero ahora es la realidad la que se le está presentando ya transformada. En esta segunda parte, don Quijote ve la realidad, pero quiere que sea así y duda, cuando se le presenta la transformación de esta, que es coincidente con su forma de locura anterior.
Cuando entra Sancho en escena, se entera de que él también tiene que entrar en combate y su respuesta está a la altura de las circunstancias para continuar con el tono burlesco.
Otro elemento, que se añade al tono burlesco de la acción, es la horripilante y enorme nariz del escudero del Caballero del Bosque y el miedo que le produce a Sancho.
En el camino dijo el del Bosque a Sancho:
–Ha de saber, hermano, que tienen por costumbre los peleantes de la Andalucía, cuando son padrinos de laguna pendencia, no estarse ociosos mano sobre mano en tanto que sus ahijados riñen. Dígolo porque esté advertido que mientras nuestros dueños riñeren, nosotros también hemos de pelear y hacernos astillas.
–Eso no –respondió Sancho–; no seré yo tan descortés ni tan desagradecido, que con quien he comido y he bebido trabe cuestión alguna, por mínima que sea; cuanto más que estando sin cólera y sin enojo, ¿quién diablos se ha de amañar a reñir a secas?
Este miedo hace que Sansón Carrasco piense que don Quijote está distraído, pero realmente al que le pilla distraído es a él y de manera absolutamente inesperada don Quijote vence el combate.
–La verdad que diga –respondió Sancho–, las desaforadas narices de aquel escudero me tienen atónito y lleno de espanto, y no me atrevo a estar junto a él. –Ellas son tales –dijo don Quijote–, que a no ser yo quien soy, también me asombraran, ay así ven; ayudarte he a subir donde dices.
En lo que se detuvo don Quijote en que Sancho subiese en el alcornoque, tomó el de los Espejos del campo lo que le pareció necesario, y creyendo que lo mismo habría hecho den Quijote, sin esperar son de trompeta ni otra señal que los avisase, volvió las riendas a su caballo –que no era más ligero ni de mejor parecer que Rocinante–, y a todo correr, que era un mediano trote, iba a encontrar a su enemigo; pero viéndole ocupado en la subida de Sancho, detuvo las riendas y paróse en la mitad de la carrera, […] Don Quijote, que le pareció que ya su enemigo venía volando, arrimó reciamente las espuelas a las trasijadas ijadas de Rocinante, y le hizo aguijar de manera que cuenta la historia que esta sola vez se conoció haber corrido algo, porque todas las demás siempre fueron trotes declarados, y con esta no vista furia llegó donde el de los Espejos estaba hincando a su caballo las espuelas hasta los botones, sin que le pudiese mover un solo dedo del lugar donde había hecho estanco de su carrera. […] Don Quijote, que no miraba en estos inconveniente a salvamano y sin peligro alguno encontró al de los Espejos, con tanta fuerza que mal de su grado le hizo venir al suelo por las ancas del caballo, dando tal caída que, sin mover pie ni mano, dio señales de que estaba muerto.
Resulta más importante lo que representa el encuentro con el Caballero del Bosque y el combate, que la propia victoria. Don Quijote está ya reflexionando sobre su situación. Le empieza a pesar su historia y su relación con Dulcinea. Aquí, el caballero del Bosque cambia a otro nombre, mucho más sugerente en esta historia, y pasará a llamarse el Caballero de los Espejos.
Al final del capítulo, vuelve a aparecer la intención malévola de los encantadores, que han convertido, a los ojos de don Quijote, al Caballero de los Espejos en Sansón Carrasco.
El plan, seguramente, consistía en que Sansón Carrasco vencería a don Quijote y este, desmoralizado y maltrecho, desearía volver a casa. Pero ironías del destino, esto no sucedió así.
En el capítulo, se repite varias veces una idea que nos lleva a pensar que el plan era real.
–Advertid, señor caballero, que la condición de nuestra batalla es que el vencido, como otra vez he dicho, ha de quedar a discreción del vencedor. –Ya la sé –respondió don Quijote–; con tal que lo que se le impusiere y mandare al vencido han de ser cosas que no salgan de los límites de la caballería.
La victoria de don Quijote sobre el Caballero de los Espejos, es el recurso que utiliza Cervantes para revitalizar al personaje, que ahora podrá emprender nuevas aventuras, en vez de dejarlo definitivamente derrotado, lo que hubiera facilitado su vuelta a casa, que era lo planeado por Sansón Carrasco, el cura y el barbero.
Viéndose don Quijote vencedor, el trabajo que le encomienda, como habían concertado antes del combate, es ir al Toboso y dar cuenta a Dulcinea de los que allí había pasado y que esta le encargue, al Caballero de los Espejos, el trabajo que desee. Posteriormente, El caballero de los Espejos, debería volver y darle cuenta a don Quijote lo que hubiera pasado en el Toboso.
Capítulo décimo quinto
El capítulo, comienza con un don Quijote renovado, con nuevas fuerzas para emprender las aventuras que el destino le depare.
En extremo contento, ufano y vanaglorioso iba don Quijote por haber alcanzado victoria de tan valiente caballero como él se imaginaba que era el de los Espejos…
Y quedaba a la espera de las noticias que del Toboso pudiera traerle el Caballero de los Espejos.
Aquí, por primera vez nos explican claramente, que las sospechas bien fundadas del lector, del plan urdido por el bachiller, el cura y el barbero, son ciertas.
Dice, pues, la historia que cuanto el bachiller Sansón Carrasco aconsejó a don Quijote que volviese a proseguir sus dejadas caballerías, fue por haber entrado primero en bureo con el cura y el barbero sobre qué medio se podría tomar para reducir a don Quijote a que se estuviese en su casa quieto y sosegado, sin que le alborotasen sus mal buscadas aventuras.
A la vista del texto de este capítulo, le queda claro al lector que Cervantes tenía perfectamente planeada esta segunda parte. Y además, se atan algunos cabos que pudieran haber quedado sueltos. Cervantes ha querido ir retrasando la información, pero el lector ha ido sospechando con distintos datos sueltos, cual era la situación real.
Es producto del virtuosismo narrativo de Cervantes, que no ha puesto al corriente al lector de la transformación que iba a sufrir el bachiller Sansón Carrasco, pero este tampoco se siente sorprendido.
A continuación, el capítulo narra el plan previsto.
…y que fuese pacto y concierto que el vencido quedase a merced del vencedor, y así vencido don Quijote, le había de mandar el bachiller caballero se volviese a su pueblo y casa, y no saliese della en dos años, o hasta tanto que por él le fuese mandado otra cosa; lo cual era claro que don Quijote vencido cumpliría indubitablemente, por no contravenir y faltar a las leyes de la caballería.
El plan se llevo a cabo como estaba pensado, pero como el lector ya sabe, este no salió como habían previsto.
–Por cierto, señor Sansón Carrasco, que tenemos nuestro merecido: con facilidad se piensa se acomete una empresa, pero con dificultad las más veces se sale della.
Seguidamente, encontramos una reflexión sobre la locura
Don Quijote loco, nosotros cuerdos, él se va sano y riendo, vuesa merced queda molido y triste. Sepamos, pues, ahora, ¿cuál es más loco: el que lo es por no poder menos, o el que lo es por su voluntad?
A lo que respondió Sansón: –La diferencia que hay entre esos dos locos es que el que lo es por fuerza lo será siempre, y el que lo es de grado lo dejará de ser cuando quisiere.
Ahora, Sansón Carrasco declara, que ya no le moverá la buena voluntad de llevar a don Quijote de vuelta a casa, sino la venganza. Aquí, hay un cambio de lo literario a lo humano, toda lo que de burlesco y divertido tenía el combate, se ha transformado en algo muy humano. Tras la perdida inesperada, las buenas intenciones se tornan en venganza.
…y no me llevará ahora a buscarle el deseo de que cobre su juicio, sino el de la venganza; que el dolor grande de mis costillas no me deja hacer más piadosos discursos.
Afortunadamente, el lector tardará en volver a saber del bachiller Sansón Carrasco.
Finalmente, Tomé Cecial decide volverse a su casa y Sansón Carrasco queda al cuidado de un algebrista (antiguo medico que curaba fracturas y dislocaciones de huesos), pensando en su venganza.
Desde el punto de vista narrativo la aventura de don Quijote con Sansón Carrasco , transformado en el Caballero de los Espejos, es ejemplo de la relación causal entre la parodia burlesca, lo grotesco y la ironía como principios y objetivos narrativos de Cervantes.
La secuencia pasa de la parodia del motivo del combate a lo burlesco y grotesco del tratamiento de la situación y finalmente y como consecuencia de lo ocurrido a la ironía final.
Este encuentro, de los dos caballeros, llega en un momento límite para don Quijote, que se encontraba deprimido y sin motivación para continuar su aventura. La afortunada victoria revitaliza al personaje y regenera la ficción.
Capítulo décimo sexto
Con la alegría, contento y ufanidad que se ha dicho seguía don Quijote su jornada, imaginándose por la pasada victoria ser el caballero andante más valiente que tenía en aquella edad el mundo.
Así comienza, con un don Quijote renovado, el décimo sexto capítulo. No quiere recordar ninguno de los episodios de los que salió trasquilado. Lo único que enturbia, en cierta medida, su felicidad es el encantamiento de su señora Dulcinea.
Finalmente, decía entre sí que di él hallara arte, modo o manera como desencantar a su señora Dulcinea, no invidiaria a la mayor ventura que alcanzó o pudo alcanzar el más venturosos caballero andante de los pasados siglos.
Don Quijote y Sancho van comentando la pasada aventura con el Caballero de los Espejos y su escudero. Don Quijote no puede creer que aquel, que quería combatir con él, fuera realmente el bachiller Sansón Carrasco.
–Y ¿crees tú, Sancho, por ventura, que el Caballero de los Espejos era el bachiller Carrasco, y su escudero Tomé Cecial tu compadre? –Entremos en razón, Sancho
–replicó don Quijote–. Ven acá: ¿en qué consideración puede caber que el bachiller Sansón Carrasco viniese como caballero andante, armado de armas ofensivas y defensivas, a pelear conmigo?
La única explicación lógica que encuentra don Quijote es la del encantamiento. No hay otra explicación posible para que un bachiller por Salamanca y además amigo pudiera tener ese comportamiento.
–Todo es artificio y traza –respondió don Quijote– de los malignos magos que me persiguen, los cuales, anteviendo que yo había de quedar vencedor en la contienda, se previnieron de que el caballero vencido mostrase el rostro de mi amigo el bachiller, porque la amistad que le tengo se pusiese entre los filos de mi espada y el rigor de mi brazo, y templase la justa ira de mi corazón, y desta manera quedase con vida el que con embelecos y falsías procuraba quitarme la mía.
Aquí, vuelve a quedar patente, que don Quijote, en esta segunda parte, ve la realidad, pero no encuentra explicación para todo aquello que se le pone delante y no tiene otra solución que explicarlo con los encantamientos.
Seguidamente, Sancho y don Quijote se encuentran con un hombre de buen aspecto vestido de verde. Este caballero recibe el nombre de Caballero del Verde Gabán, que lo iguala con don Quijote, aunque realmente no tendrá nada que ver.
Don Quijote se presenta y le da explicaciones de su particular aspecto. Él quiere seguir jugando a ser Caballero, pero sabe de su peculiar aspecto.
–Esta figura que vuesa merced en mí ha visto, por ser tan nueva y tan fuera de las que comúnmente se usan, no me maravillaría yo de que le hubiese maravillado; pero dejará vuesa merced de estarlo cuando le diga, como le digo, que soy caballero.
Y además, se justifica.
Quise resucitar la ya muerta andante caballería, y ha muchos días que, tropezando aquí, cayendo allí, despeñándome acá y levantándome acullá, he cumplido gran parte de mi deseo, socorriendo viudas, amparando doncellas y favoreciendo casadas, huérfanos y pupilos, propio y natural oficio de caballeros andantes, y así, por mis valerosas, muchas cristianas hazañas he merecido andar ya en estampa en casi todas o las más naciones del mundo.
Y también explica todos los libros que sobre él se han escrito, utilizando la hipérbole.
Treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia…
El de Verde, se muestra maravillado de que en el mundo aun existan caballeros dispuestos a rescatar doncellas y ayudar a viudas, etc. Y expresa la satisfacción de encontrar un caballero que ayude a olvidar las maldades que han realizado fingidos caballeros. Nótese, aquí, el tono burlesco.
Desta última razón de don Quijote tomó barruntos el caminante de que don Quijote debía de ser algún mentecato.
Este Caballero, don Diego de Miranda, el del Verde Gabán, ha dado lugar a muchas y diversas interpretaciones. Representa la antítesis de don Quijote. Tiene una vida equilibrada, una familia, un patrimonio, es un hombre acomodado y amante de su hogar. Así que, este servirá también de espejo de don Quijote, que le pone enfrente otra realidad.
La conversación que llevan a cabo ambos caballeros, más que una simple conversación, podríamos llamarlo un conflicto encubierto. En las historias de héroes era frecuente enfrentarlos con otras posibilidades de vida y tentándolos con la otra posibilidad.
Don Diego de Miranda es el modelo de hombre moderno, acomodado , de buenas costumbres, amante del hogar y de los amigos, culto, discreto, religioso, nuevo burgués, el primer burgués en la literatura española, en opinión de Casalduero.
Américo Castro lo ve como ejemplo del señor bien acomodado con la España de los cristianos viejos.
Percas de Ponseti lo considera una “desvirtuación del ideal caballeresco”
Don Quijote escucha con cierto pesar la descripción que don Diego hace de su vida, seguramente, sintiendo que podría haber sido la suya. Pero la descripción, que de su vida hace don Diego, resulta un poco sospechosa de vanidad y también el color de la ropa con la que se viste. En aquella época, el verde era el color de lo erótico y de los bufones, era un poco extravagante.
Las limitaciones de don Diego vienen dadas a continuación, cuando habla de su hijo y su dedicación por la poesía, como algo no satisfactorio. Ahí, entra don Quijote con su discurso en defensa de la poesía, superando a don Diego en conocimientos y sensibilidad para ella.
Capítulo décimo séptimo
A lo largo del camino don Quijote va encontrando distintas posibilidades de aventura. En este caso, se encuentra con un hombre que lleva dos leones africanos, en una jaula como regalo para el Rey de España. Esto es una oportunidad de aventura, que don Quijote no puede dejar pasar.
El del Verde Gabán, que esto oyó, tendió la vista por todas partes, y no descubrió otra cosa que un carro que hacia ellos venía, con dos o tres banderas pequeña, que le dieron a entender que el tal carro debía de traer moneda de Su Majestad, y así se lo dijo a don Quijote; pero él no le dio crédito, siempre creyendo y pensando que todo los que le sucediese habían de ser aventuras y más aventuras…
Es la oportunidad que tiene don Quijote para demostrarle al Caballero del Verde Gabán su valentía y el buen hacer de los caballeros andantes como él.
…y, así, respondió al hidalgo: –Hombre apercebido, medio combatido: no se pierde nada en que yo me apreciaba; que sé por experiencia que tengo enemigos visibles e invisibles, y no sé cuándo, ni adónde, ni en qué tiempo, ni en qué figuras me han de acometer. Y volviéndose a Sancho, le pidió la celada…
El león ha sido un animal, que ha dado lugar a multitud de historias, que han demostrado la valentía y nobleza de sus protagonistas.
Como nos hace saber Francisco Rico, Chrétien de Troyes escribió a finales del siglo XII Yvain, obra en la cual el protagonista es apodado el Caballero del León, debido a que siempre lo acompaña un león, con tanta fidelidad que incluso intenta suicidarse cuanto cree que Yvain ha muerto.
En el Palmerín de Olivia, el Primaleón, el Belianís de Grecia y en el Amadís de Gaula, entre muchas otra obras, el león figura como un medio de realzar el valor del héroe.
En este capítulo, don Quijote se va a querer enfrentar, de forma real, al león como si fuera una de esas historias literarias. Y en ese momento, cambiará su nombre de Caballero de la Triste Figura por el de Caballero de los Leones, para destacar la importancia de su valor en esta aventura, en esta nueva etapa de renovación de don Quijote, que tras vencer al Caballero de los Espejos, se ha reinventado.
Pero esta aventura, no tiene algunos de los rasgos de una auténtica aventura. Los leones estaban en una jaula, el encuentro con ellos era evitable, la llamada a la prudencia de sus acompañantes, la espera que se produce hasta que todo el mundo está a salvo, cambia la mítica aventura por un episodio poco mítico y muy real.
Como casi todo lo narrado en esta obra, esta aventura tiene también su parte paródica. Elementos paródicos son el asunto de los requesones en la celada, así como la indiferencia que muestra el león por don Quijote y por salir de la jaula.
…el cual, como no tuvo lugar de sacar los requesones, le fue forzoso dársela como estaba . Tomóla don Quijote, y sin que echase de ver los que dentro venía, con toda priesa se la encajó en la cabeza, y como los requesones se apretaron y exprimieron, comenzó a correr el suero por todo el rostro y barbas de don Quijote…
En este episodio, don Quijote no deja de ver la realidad, aunque después admita las posibles justificaciones de Sancho
–Por vida de mi señora Dulcinea del Toboso, que son requesones los que aquí me has puesto, traidor, bergante y mal mirado escudero.
–Así es verdad –respondió don Quijote–: cierra, amigo, la puerta, y dame por testimonio en la mejor forma que pudieres lo que aquí me has visto hacer; conviene a saber: como tú abriste al león, yo le esperé, él no salió, volvíle a esperar, volvió a no salir y volvióse a acostar.
Estos elementos paródicos no restan, por otra parte, el valor mostrado por don Quijote que lo reseña el leonero y que deja estupefacto al Caballero del Verde Gabán.
En este capítulo, tiene presencia también el autor de la obra.
Y es de saber que, el autor de esta verdadera historia exclama y dice: “¡Oh fuerte y sobre todo encarecimiento animoso don Quijote dela Mancha, espejo donde se pueden mirar todos los valientes del mundo, segundo y nuevo do Manuel de León, que fue gloria y honra de los españoles caballeros! ¿Con qué palabras contaré esta tan espantosa hazaña, o con qué razones la haré creíble a los siglos venideros, o qué alabanzas habrá que no te convengan y cuadren, aunque sean hipérboles sobre todos los hipérboles?
Realmente, esta es la primera aventura que emprende don Quijote desde que ve la realidad, aunque siga el juego del caballero andante y la realiza a pie, considerando, que tal vez Rocinante se espante al ver al león.
Quiere demostrarle al Caballero del Verde Gabán, que las aventuras que corren los caballeros andantes no son fingidas, sino muy reales.
Capítulo décimo octavo
Don Diego de Miranda, Caballero del Verde Gabán, invita a don Quijote y Sancho a su casa. Estos pasan allí cuatro días disfrutando de la amabilidad de la familia de don Diego y del descanso entre tanto ir y venir y tanta aventura.
Aquí don Quijote vuelve a presentarse.
–Recibid, señora, con vuestro sólito agrado al señor don Quijote de la Mancha, que es el que tenéis delante, andante caballero y el más valiente y el más discreto que tiene el mundo.
Nuevamente, el lector puede ver que se hace una alusión al autor y al traductor. En el original había una amplia descripción de la casa de don Diego, pero el traductor prefiere prescindir de los detalles superfluos.
Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintándonos en ellas lo que contiene una casa de un caballero labrador y rico; pero al traductor desta historia le pareció pasar estas y otra semejantes menudencias en silencio, porque no venían bien con el propósito principal de la historia, la cual más tiene su fuerza en la verdad que en las rías digresiones.
En este capítulo, vuelve a aparecer la polémica sobre la locura de don Quijote. Don Diego no sabe que pensar. Unas veces piensa que está muy cuerdo y otras que está completamente loco. Así que, este le pide a su hijo que hable con don Quijote y que le dé su opinión.
Don Diego se muestra muy prudente al pedir la opinión de su hijo y no se deja llevar por las primeras impresiones.
–No sé lo que te diga, hijo –respondió don Diego–; sólo te sabré decir que le he visto hacer cosas del mayor loco del mundo, y decir razones tan discretas, que borran y deshacen sus hechos; háblale tú, y toma el pulso a lo que sabe, y, pues eres discreto, juzga de su discreción o tontería lo que más puesto en razón estuviere; aunque, para decir verdad, antes le tengo por loco que por cuerdo.
Con esta introducción de la duda de don Diego y su hijo por la locura de don Quijote, se abre una polémica que durante años ha sido materia de discusión entre los estudiosos del Quijote: ¿loco o cuerdo?
Don Quijote aprovecha el diálogo con Lorenzo, hijo de don Diego, para hacer una crítica a las universidades de la época y la forma en la que se concedían los títulos y cargos.
…y si es que son de justa literaria, procure vuestra merced llevar el segundo premio, que el primero siempre se lleva el favor o la gran calidad de la persona, el segundo se le lleva
la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y el primero, a esta cuenta, será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades…
El hijo de don Diego, Lorenzo, lee a don Quijote dos poemas: una glosa y un soneto. Estos dos poemas están relacionados con la situación de una manera sutil.
Lorenzo le muestra su escepticismo a don Quijote, respecto a la existencia o no de la caballería andante. Frente a esto, y a diferencia de lo que se podía esperar, o de lo que don Quijote hubiera respondido en la primera parte de la obra, se muestra prudente y responde que han existido caballeros andantes y que sería bueno que volvieran a existir.
…lo que pienso hacer es el rogar al cielo le saque dél, y le dé a entender cuán provechosos y cuán necesarios fueron al mundo los caballeros andantes en los pasados siglos, y cuán útiles fueran en el presente si se usaran; pero triunfan ahora, por pecados de las gentes, la pereza, la ociosidad, la gula y el regalo.
Lorenzo no le lleva la contraria, pero en sus poemas dice cosas como:
Cosas imposibles pido, pues volver el tiempo a ser después que una vez ha sido, no hay en la tierra poder que a tanto se haya extendido. Corre el tiempo, vuela y va ligero, y no volverá, y erraría el que pidiese, o que el tiempo ya se fuese, o volviese el tiempo ya.
Esto se podría interpretar como la imposibilidad de poderse realizar lo que don Quijote dice y quiere ser.
El soneto no se refiere a la caballería andante sino al tema del amor y sus complicaciones, que será un tema que se desarrollará en los capítulos siguientes con las bodas de Camacho.
Lorenzo, después de escuchar las palabras de don Quijote da su dictamen a don Diego.
–No le sacarán del borrador de su locura cuantos médicos y buenos escribanos tiene el mundo: él es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos.
La mayor locura llegó cuando don Quijote se despide de Lorenzo para seguir su camino y le dice:
–No sé si he dicho a vuesa merced otra vez, y si lo he dicho lo vuelvo a decir, que cuanto vuesa merced quisiere ahorrar caminos y trabajos para llegar a la inaccesible cumbre del templo de la Fama, no tiene que hacer otra cosa sino dejar a una parte la senda de la poesía, algo estrecha, y tomar la estrechísima de la andante caballería, bastante para hacerle emperador en daca las pajas.
El capítulo termina con una expresión irónica del narrador, que habla de un castillo y de la señora del castillo. Don Quijote, en ningún momento, demuestra que haya confundido la casa de don Diego con un castillo, ni a su mujer con la señora del castillo.
Reiterándose los ofrecimientos y comedimientos, y con la buena licencia de la señora del castillo, don Quijote y Sancho, sobre Rocinante y el rucio, se partieron.
Capítulo décimo noveno
Este es un capitulo de transición. Aquí se empieza a vislumbrar uno de los episodios más célebres del Quijote. Es una aventura momentánea que interrumpe el desarrollo de su aventura como héroe.
Se continúa con la inclusión de novelas cortas en la trama principal, pero en esta segunda parte quedan perfectamente integradas en la trama principal.
En el camino, don Quijote y Sancho se encuentran con dos labradores y dos estudiantes. Aquí se puede observar la sociabilidad que existía en los caminos.
En esta segunda parte, don Quijote es más consciente de la realidad, y como todos se sorprenden al verle, como vestía y con su forma de hablar, vuelve a hacer su presentación.
…y para obligarlos, en breves razones les dijo quién era, y su oficio y profesión, que era de caballero andante que iba a buscar las aventuras por todas las partes del mundo. Díjoles que se llamaba de nombre propio don Quijote de la Mancha, y por el apelativo, del Caballero de los Leones. Todo esto para los labradores era hablarles en griego o en jerigonza, pero no par a los estudiantes, que luego entendieron la flaqueza del celebro de don Quijote; pero, con todo eso, le miraban con admiración y con respeto…
Cuando uno de los dos estudiantes cuenta que van hacia las bodas del rico Camacho y la bella Quiteria parece que Cervantes quiere introducir al lector en otra novelita pastoril, pero al contar el estudiante la situación real de la historia esta se torna más bien en la fábula de Píramo y Tisbe.
Es una historia de amores desdichados entre Quiteria y Basilio, vecino de esta, pero no tan rico como Camacho. Parece que esta relación está también destinada a un final trágico.
Después de conocer la historia don Quijote piensa que Basilio debería casarse con Quiteria.
–Por esa sola gracia –dijo a esta sazón don Quijote– merecía ese mancebo no sólo casarse con la hermosa Quiteria, sino con la mesma reina Ginebra, si fuera hoy viva, a pesar de Lanzarote y de todos aquellos que estorbarlo quisieran.
Y Sancho se ajusta a la opinión que él ya conocía de su mujer Teresa.
–¡A mi mujer con eso! –dijo Sancho Panza, que hasta entonces había ido callando y escuchando–, la cual no quiere sino que cada uno se case con su igual, ateniéndose al refrán que dicen: “Cada oveja con su pareja.” Lo que yo quisiera es que ese buen Basilio, que ya me lo voy aficionando, se casara con esa señor Quiteria; que buen siglo hayan y buen pos (iba a decir al revés) los que estorban que se casen los que bien se quieren.
Una confusión idiomática de Sancho produce una discusión. Los dos estudiantes se desafían y vence no el más fuerte, sino el que conoce el arte de manejar la espada. Con este asunto se pone de relieve un tema que viene ya desde la primera parte de la obra, en la que se demuestra la superioridad del arte frente a la naturaleza.
–Mirad, bachiller –respondió el licenciado–, vos estáis en la más errada opinión del mundo acerca de la destreza de la espada, teniéndola por vana.
–Par mí no es opinión, sino verdad asentada –replicó Corchuelo–; y si queréis que os lo muestre con la experiencia, espada traéis, comodidad hay, yo pulsos y fuerzas tengo, que acompañadas de i ánimo, que no es poco, os harán confesar que yo no me engaño.
…Finalmente, el licenciado le contó a estocadas todos los botones de una media sotanilla que traía vestida, haciéndole tiras los faldamentos, como colas de pulpo, derribóle el sombrero dos veces, y cansóle de manera que de despecho, cólera y rabia asió la espada por la empuñadura, y arrojóla por el aire con tanta fuerza, que uno de los labradores asistentes, que era escribano, que fue por ella, dio después por testimonio que la alongó de sí casi tres cuartos de legua; el cual testimonio sirve y ha servido para que se conozca y vea con toda verdad cómo la fuerza es vencida del arte.