Don Quijote de la Mancha / Don Quijote segunda parte

Don Quijote de la Mancha – Capítulos 6 al 12 de la segunda parte

19 de abril de 2020

Capítulo sexto
La sobrina y el ama de don Quijote se dan cuenta de que amo y escudero quieren volver a salir por tercera vez en busca de aventuras. En un principio intentan impedírselo, pero no lo conseguirán.
Este capítulo contrasta con el anterior de tono jocoso. Aquí el tono es serio y a veces solemne.
Los dos capítulos se desarrollan de forma simultánea. Mientras Sancho habla con su mujer, don Quijote habla con su sobrina y el ama.
En tanto que Sancho Panza y su mujer Teresa Cascajo pasaron la impertinente referida plática, no estaba ociosas la sobrina y el ama de don Quijote, que por mil señales iban coligiendo que su tío y señor quería desgarrarse la vez tercera, y volver al ejercicio de su, para ellas, mal andante caballería; procuraban por todas las vías posibles apartarle de tan mal pensamiento, pero todo era predicar en desierto y majar en hierro frío.
El ama le pregunta por los caballeros cortesanos y le dice que él podría ser uno de ellos para no tener que andar por esos peligrosos caminos por los que anda don Quijote. Pero este hará una diferenciación muy clara entre caballeros cortesanos y caballeros andantes.
Para don Quijote, los caballeros andantes son los verdaderos caballeros, aventajando a los cortesanos en valor y generosidad. De esta forma, don Quijote expresa su voluntad de tomar a estos últimos como modelo y conseguir ser un buen caballero andante.
La sobrina le rebatirá sus argumentos. Ella piensa que sus aventuras son infames y que la inquisición debería marcarles de alguna manera para que todo el mundo pudiera ver lo que son.
–¡Ah, señor mío! –dijo a esta sazón la sobrina–. Advierta vuestra merced que todo eso que dice de los caballeros andantes es fábula y mentira, y sus historias, ya que no las quemasen, merecían que a cada una se le echase un sanbenito o alguna señal en que fuese conocida por infame y por gastadora de las buenas costumbres.
Francisco Rico ve en la visión de la sobrina un fondo erasmista, enemigo de los libros de entretenimiento y en especial de las novelas caballerescas, las cuales, por su intrínseca mendacidad, corrompen las buenas costumbre y desacreditan los relatos de auténticas hazañas heroicas.
Asimismo, Francisco Rico dice que tras la divulgación de la Poética de Aristóteles en la segunda mitad del siglo XVI, esta condena se había extendido también al aspecto artístico de los libros de caballerías, ya que la inverosimilitud de sus relatos los privaba, en opinión de muchos, de dignidad estética. 
A las acusaciones de la sobrina don Quijote dice que muchos caballeros andantes la habrían castigado. 
–Por el Dios que me sustenta –dijo don Quijote–, que si no fueras mi sobrina derechamente, como hija de mi misma hermana, que había de hacer un tal castigo en ti, por la blasfemia que has dicho, que sonara por todo el mundo. ¿Cómo que es posible que una rapaza que apenas sabe menear doce palillos de randas se atreva a poner lengua y a censurar las historias de los caballeros andantes?
La sobrina lamenta que no vea que es viejo y pobre para ser caballero. A don Quijote lo único que le importa es las buenas obras y de justicia que podrá realizar siendo caballero.
Además, le recuerda a la sobrina el derecho de toda persona a evolucionar y no quedarse encasillada, en lo que por nacimiento le ha tocado en suerte. Esto se los explica con cuatro linajes.
Mirad, amigas: a cuatro suertes de linajes, y estadme atentas, se pueden reducir todos los que hay en el mundo, que son éstas: unos, que tuvieron principios humildes y se fueron extendiendo y dilatando hasta llegar a una suma grandeza; otros, que tuvieron principios grandes, y los fueron conservando y los conservan y mantienen en el ser que comenzaron; otros, que aunque tuvieron principios grandes acabaron en punta, como pirámide, habiendo diminuido y aniquilado su principio hasta parar en nonada, como lo es la punta de la pirámide, que respecto de su basa o asiento no es nada; otros hay, y éstos son los más, que ni tuvieron principio bueno ni razonable medio, y así tendrán el fin, sin nombre, como el linaje de la gente plebeya y ordinaria.
Cervantes vuelve a sacar, en este capítulo, el discurso sobre las armas y las letras y él se confiesa mucho más atraído por las armas que por las letras.
Dos caminos hay, hijas, por donde pueden ir los hombres a llegar a ser ricos y honrados; el uno es el de las letras, otro, el de las armas. Yo tengo más armas que letras, y nací, según me inclino a las armas, debajo de la influencia del planeta Marte, así, que casi me es forzoso seguir por su camino, y por él tengo que ir a pesar de todo el mundo, y será en balde cansaros en persuadirme a que no quiera yo lo que los cielos quieren, la fortuna ordena y la razón pide, y, sobre todo, mi voluntad desea; pues con saber, como sé, los innumerables trabajos que son anejos al andante caballería, sé también los infinitos bienes que se alcanzan con ella.
Don Quijote se siente llamado para esta labor y no traicionará a su destino.
Aquí, en el discurso sobre su destino, don Quijote parece un hombre absolutamente cuerdo, sino fuera porque el elemento que desencadena su discurso está basado en su fantasía de ser un caballero andante.
Capítulo séptimo
En este capítulo tienen lugar tres diálogos. Dos intentan persuadir a don Quijote para no salir buscando aventuras y en el tercero hablan don Quijote y Sancho como amo y escudero.
Cuando don Quijote se encierra con Sancho, el ama sale en busca de Sansón Carrasco, de tal forma que las dos situaciones suceden de manera simultánea.
Apenas vio el ama que Sancho Panza se encerraba con su señor, cuando dio en la cuenta de sus tratos, y, imaginando que de aquella consulta había de salir la resolución de su tercera salida, y tomando su manto, toda llena de congoja y pesadumbre se fue a buscar al bachiller Sansón Carrasco, pareciéndole que por ser bien hablado y amigo fresco de su señor, le podría persuadir a que dejase tan desvariado propósito.
En el primer diálogo el ama va en busca de Carrasco por sus dotes de persuasión y su retórica, aprendida en Salamanca. Este tranquiliza al ama y la envía de vuelta a casa, prometiéndole que pondrá remedio a las intenciones de don Quijote.
Aquí, el autor interrumpe el relato, cuando empieza a contar que Sansón Carrasco fue a hablar con el cura, creando un clima de suspense que retomará ocho capítulos después. 
Y con esto, se fue el ama, y el bachiller fue luego a buscar al cuar, a comunicar con él lo que se dirá a su tiempo.
En el segundo diálogo, Sancho le cuenta como ha convencido a su mujer para que le deje salir con don Quijote como escudero. Además, de corregir a Sancho con su lenguaje, don Quijote le habla a Sancho de las cualidades de un buen escudero. 
Las correcciones que hace don Quijote a Sancho reflejan, como siempre, el contraste entre dos lenguajes de dos mundos distintos. Don Quijote se presenta como defensor del buen hablar. Hablar bien era, en el siglo XVI, un valor social nuevo.
Esto como consecuencia de la petición de un salario por parte de Sancho. Don Quijote se niega a ello y le llama avaricioso.
Así que, Sancho mío, volveos a vuestra casa, y declarad a vuestra Teresa mi intención, y si ella gustare y vos gustáredes de estar a merced conmigo, bene quidem, y si no, tan amigos como de antes; que si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas. Y advertid, hijo, que vale más buena esperanza que ruin posesión, y buena queja que mala paga. Hablo de esta manera, Sancho, por daros a entender que también como vos sé yo arrojar refranes como llovidos. Y, finalmente, quiero decir, y os digo, que si no queréis venir a merced conmigo y correr la suerte que yo corriere, que Dios quede con vos y os haga un santo; que a mí no me faltarán escuderos más obedientes, más solícitos, y no tan empachados ni tan habladores como vos.
La respuesta a esta petición es este discurso sobre las virtudes que tienen que tener los buenos escuderos. Sancho se queda desalentado ante la reacción de don Quijote.
En ese momento, comienza el tercer diálogo, con la aparición en la escena de la sobrina y Sansón Carrasco. Este último anima a don Quijote a salir de nuevo en busca de aventuras para buscar la justicia y ayudar a los que lo necesiten. Aquí, utiliza Carrasco una acumulación de sinónimos con intención cómica y además, mezcla la segunda y la tercera persona en el tratamiento que da a don Quijote llamándolo vuestra merced y su grandeza y después, tu magnificencia.
¡Ea, señor don Quijote mío, hermoso y bravo, antes hoy que mañana se ponga vuestra merced y su grandeza en camino, y si alguna cosa faltare para ponerle en ejecución, aquí estoy yo para suplirla con mi persona y hacienda, y si fuere necesidad servir a tu magnificencia de escudero, lo tendrá a felicísima ventura!
Finalmente, Sancho accede a salir con él y culpa a su mujer de su anterior petición.
…ya que Sancho no se digna de venir conmigo. –Sí digno –respondió Sancho, enternecido y llenos de lágrimas los ojos, y prosiguió–: No se dirá por mí, señor mío, el pan comido y la compañía deshecha; sí, que no vengo yo de alguna alcurnia desagradecida; que ya sabe todo el mundo, y especialmente mi pueblo, quién fueron los Panzas, de quien yo deciendo, y más, que tengo conocido y caldo por muchas buenas obras, y por más buenas palabras, el deseo que vuestra merced tiene de hacerme merced; y si me he puesto en cuentas de tanto más cuanto acerca de mi salario, ha  sido por complacer a mi mujer…
Don Quijote, Sancho y Carrasco acuerdan que la salida tendrá lugar de allí a tres días para poder prepararlo todo.
Llegado el momento, amo y escudero emprenden el viaje hacia el Toboso, bien provistos de alimentos y dinero, como le había aconsejado el ventero a don Quijote en su primera salida. 
Capítulo octavo
Este es el capítulo donde don Quijote y Sancho se ponen nuevamente en marcha. Han tardado, en esta segunda parte, ocho capítulos en los que han tenido tranquilos diálogos y otros no tan tranquilos, especialmente por parte de la sobrina y el ama de don Quijote.
Reaparece Cide Hamete Benengeli, al comienzo de este capítulo y dice a los lectores:
¡Bendito sea el poderoso Alá!, dice Hamete Benegeli al comienzo deste octavo capítulo. ¡Bendito sea Alá!, repite tres veces y dice que da estas bendiciones por ver que tiene ya en campaña a don Quijote y a Sancho, y que los lectores de su agradable historia pueden hacer cuenta que desde este punto comienzan las hazañas y donaires de don Quijote y de su escudero
Con el recurso de la aparición de Hamete Benengeli, Cervantes consigue ahondar en la sensación de estar viendo las aventuras en directo a medida que van sucediendo. 
Además, con este recurso también deja patente, que no se trata de una historia inventada por este escritor árabe, sino que se están contando al lector las aventuras reales de el caballero y su escudero. Por este motivo Hamete Benengeli se alegra tanto de tener nuevas aventuras que contar.
…persuádeles que se les olviden las pasadas caballerías del Ingenioso Hidalgo, y pongan los ojos en las que están por venir, que desde agora en el camino del Toboso comienzan, como las otras comenzaron en los campos de Montiel…
Esta salida, no tiene nada que ver con las anteriores, que se realizaron en la total clandestinidad. Esto demuestra la aceptación de su trastorno. Aquí, les da tiempo a preparar su salida y salen, incluso acompañados, durante una cierta distancia, por Sansón Carrasco. Esta salida es también distinta, porque aunque no conocemos lo que han decidido el cura y el bachiller, pero sí sabemos que entre Sansón Carrasco y el cura han urdido un plan para llevar definitivamente a casa a don Quijote, una vez aceptada su locura.
El primer objetivo será el Toboso para que don Quijote pueda ver a Dulcinea y despedirse de ella, aunque esto él no lo contempla.
Dulcinea ahora ya no tiene nada que ver con Aldonza Lorenzo, siendo esta el origen de su existencia. Don Quijote ya no reconoce la existencia de Aldonza y sí la de Dulcinea. 
Tengo por dificultoso que vuestra merced pueda hablarla ni verse con ella, en parte, a lo menos, que pueda recebir su bendición, si ya no se las echa desde las bardas del corral , por donde yo la vi la vez primera, cuando le llevé la carta donde iban las nuevas de las sandeces y locuras que vuestra merced quedaba haciendo en el corazón de Sierra Morena.
–¿Bardas de corral se te antojaron aquéllas, Sancho –dijo don Quijote–, adonde o por donde viste aquella jamás bastantemente alabada gentileza y hermosura? No debían de ser sino galerías , o corredores, o lonjas, o como las llaman, de ricos y reales palacios.
Llama la atención, que el ritmo de esta segunda parte es mucho más lento. Han tardado ocho capítulos en salir y ahora llegan al Toboso, de noche.



Capítulo noveno
En varias ocasiones, comienza Cervantes un capítulo con un verso. Aquí, empieza con un octosílabo que es el primer verso del Romance del Conde Claros. 
Don Quijote y Sancho empiezan a buscar la casa de Dulcienea. Don Quijote está convencido de que la casa tiene que ser un palacio o alcázar. De esta forma, iba buscando un edificio grande y van a dar con la iglesia del pueblo.
Guió don Quijote, y habiendo andado como docientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo:
–Con la iglesia hemos dado, Sancho.
Esta expresión, tantas veces malinterpretada, como una expresión de anticlericalismo, se ha popularizado como: Con la iglesia hemos topado. Pero realmente, es la expresión que dice una persona cuando en una situación normal se encuentra con el edificio de la iglesia del pueblo.
Don Quijote quiere mantener a Dulcinea como su bella dama y está dispuesto a todo. Cuando Sancho le dice que cuando la vio no pudo ver su belleza, no quiere creerle. En la primera parte, en el capítulo veinticinco, don Quijote afirmó que se enamoró de su belleza cuando la vio, y aquí dice que nunca la había visto, que se había enamorado de ella de oídas. Está claro, que don Quijote quiere mantener su juego.
–Tú me harás desesperar, Sancho –dijo don Quijote–. Ven acá, hereje: ¿no te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin para Dulcinea, ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta?
Queda patente, en este capítulo, la mayor lentitud de la segunda parte. Don Quijote y Sancho tardan todo un día y parte de la noche para llegar al Toboso, que en la primera parte parecía mucho más cercano. Esto da pie a tranquilas conversaciones y diálogos entre don Quijote y Sancho.
Don Quijote muestra cierta prisa por ver a Dulcinea, pero Sancho le acaba convenciendo y tranquilamente don Quijote no tiene problema en hacer caso a Sancho y esperar con calma, que este encuentre a Dulcinea.
…el consejo que ahora me has dado le apetezco y recibo de bonísima gana. Ven, hijo, y vamos a buscar donde me embosque; que tú volverás, como dices, a buscar, a ver y hablar a mi señora, de cuya discreción y cortesía espero más que milagrosos favores.
En este caso, Sancho no solo quería ser razonable, sino que prioritariamente quería que don Quijote no se enterara de que la respuesta que le había llevado a Sierra Morena era falsa.

Capítulo décimo
El capítulo comienza nuevamente mencionando al autor de la historia, que no es Cervantes, sino Hamete Benengeli. 
El autor dice que los lectores no iban a poder creer lo que cuanta aquí de don Quijote, porque su locura llega al límite de lo creíble.
Llegando el autor desta grande historia a contar lo que en este capítulo cuenta, dice que quisiera pasarle en silencio, temeroso de que no había de ser creído; porque las locuras de don Quijote llegaron aquí al término y raya de las mayores que pueden imaginarse y aun pasaron dos tiros de ballesta más allá de las mayores. Finalmente, aunque con este miedo y recelo, las escribió de la misma manera que él las hizo, sin añadir ni quitar a la historia un átomo de la verdad, sin añadir ni quitar a la historia un átomo de la verdad…
Sancho consigue sin problema su propósito de marcharse solo hacia el Toboso, buscando una solución que arregle el problema de Dulcinea.
Aquí queda patente el mayor protagonismo de Sancho en esta segunda parte, así como su inteligencia para manejar a don Quijote. 
El problema es que don Quijote también ha cambiado y ahora es más consciente de la realidad, con lo que no es tan fácil que vea una cosa por otra.
…yéndonos con Sancho Panza, que no menos confuso y pensativo se apartó de su señor que él quedaba; y tanto, que apenas hubo salido del bosque, cuando, volviendo la cabeza y viendo que don Quijote no parecía, se apeó del jumento, y sentándose al pie de un árbol comenzó a hablar consigo mesmo…
El lector se encuentra con este soliloquio, en el que Sancho intenta buscar una solución al problema y, aunque asustado, se muestra más seguro de sí mismo y de encontrar una solución.
Este soliloquio pasó consigo Sancho, y lo que sacó dél fue que volvió a decirse: –Ahora bien: todas las cosas tiene remedio, si no es la muerte, debajo de cuyo yugo hemos de pasar todos, mal que nos pese, al acabar de la vida. Este mi amo, por mil señales, he visto que es un loco de atar, y aun también yo no le quedo en zaga, pues soy más mentecato que él, pues le sigo y le sirvo, si es verdadero el refrán que dice: “Dime con quién andas, decirte he quién eres”. 
…no será muy difícil hacerle creer que una labradora, la primera que me topare por aquí, es la señora Dulcinea; y cuando él no lo crea juraré yo, y si él jurare tornaré yo a jurar, y si porfiare, porfiaré yo más, y de manera que tengo de tener la mía siempre sobre el hito, venga lo que viniere, Quizá con esta porfía acabará con él que no me envíe otra vez a semejantes mensajerías, viendo cuán mal recado le traigo dellas, o quizá, pensará, como yo imagino, que algún mal encantador de estos que él dice que le quiere mal la habrá mudado la figura por hacerle mal daño.
Existe una novedad en la manera de ver las cosas de don Quijote. Ahora, no quiere ver gigantes donde hay molinos, sino que en el caso de Dulcinea ve a una labradora. Es Sancho el que le confunde explicándole como va vestida, con grandes lujos, y el caballo que monta, además, de hablarle de su hermosura.
Está claro que don Quijote ha visto la realidad. Anteriormente, esto ya había pasado, en la primera parte, cuando los dos huéspedes de la venta querían irse sin pagar, pero no con a intensidad y la continuidad de este momento.
Pero dime, Sancho: aquella que a mí me pareció albarda, que tú aderezaste, ¿era silla rasa o sillón?
–No era –respondió Sancho– sino silla a la jineta, con una cubierta de campo que vale la mitad de un reino, según es de rica.
–Y ¡que no viese yo todo eso, Sancho! –dijo don Quijote–. Ahora torno a decir y diré mil veces, que soy el más desdichado de los hombres. 
Sancho, viendo que su amo cree que él ha visto a Dulcinea con todos sus aderezos, se relaja y se ríe interiormente de don Quijote.
Harto tenía que hacer el socarrón de Sancho en disimular la risa, oyendo las sandeces de su amo, tan delicadamente engañado.
Finalmente, amo y escudero pondrán rumbo hacia Zaragoza. Pero nos anticipan, que sucederán cosas que cambiarán sus planes.
Capítulo décimo primero
Desde el capítulo anterior, el lector siente compasión por don Quijote. El no poder ver a Dulcinea, como él cree que es, le deja abatido y le deprime. 
Sancho Panza toma por primera vez una postura casi protectora y paternalista con don Quijote. Sancho le anima y le dice que un auténtico caballero no puede dejarse vencer.
De su embelesamiento le volvió Sancho Panza, diciéndole: –Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias; vuestra merced se reporte, y vuelva en sí, y coja las riendas a Rocinante, y avive y despierte, y muestre aquella gallardía que conviene que tengan los caballeros andantes. 
Este capítulo, se desarrolla durante la semana de las fiestas del Corpus Christi. En la que, en aquella época, se llamaba la octava del Corpus. Era el momento en el que las compañías teatrales, tras haber actuado en las procesiones de las capitales de provincia, interpretaban los autos sacramentales en los pueblos de la comarca. Lo que describen de la carreta y los actores que se encuentran en el camino, se ajusta a la realidad.
Venía la carreta descubierta al cielo abierto, sin toldo ni zarzo. La primera figura que se ofreció a los ojos de don Quijote fue la de la misma Muerte con rostro humano; junto a ella venía un ángel con unas grandes y pintadas alas; al un lado estaba un emperador con una corona, al parecer de oro, en la cabeza; a los pies de la Muerte estaba el dios que llaman Cupido, sin venda en los ojos, pero con su arco, carcaj y saetas. Venía también un caballero armado de punta en blanco, excepto que no traía morrión, no celada, sino un sombrero lleno de plumas de diversas colores; con éstas venían otras personas de diferentes trajes y rostros.
Es real que existió un autor llamado Andrés de Angulo, “el Malo”. Su compañía teatral era una de las más famosas de la época. La pieza teatral que los actores comentan a don Quijote y Sancho, Las Cortes de la Muerte, se identifica con una de las obras de Lope de Vega. El vestuario que llevan los actores se ajusta a las recomendaciones del libreto. 
El hombre que aparece al lado de la carreta, tocando unos cascabeles y con un palo con tres vejigas de vaca, era un personaje típico de las fiestas del Corpus, representaba a la locura. Salía en procesión detrás de las carretas y asustaba con su palo a los espectadores. Según la zona de España, se le conocía con distintos nombres como botarga, mojarrilla, o moharracho. 
Toda esta narración costumbrista, no se incluye en la obra por casualidad. Este auto, barroco, de Lope de Vega, escenifica las antiguas danzas medievales de la Muerte. Representa el encuentro entre el Hombre y las figuras del Diableo, el Tiempo, la Locura y la Muerte. El Hombre sometido a un juicio solo se salvará renegando de su vida loca. Así que, no es una mera descripción costumbrista, sino que se ajusta perfectamente al objetivo de esta segunda parte de la obra. Es el último viaje del caballero. Este ve la realidad mucho mas clara que en la primera parte y asoman los presagios de muerte.
Los cómicos con las ropas que corresponden a los personajes que están representando. Es la ficción dentro de la ficción. Ahora, don Quijote los ve como son en realidad. Don Quijote y Sancho comentan sobre la vida como si está fuera realmente una comedia.
En la imagen que presenta Cervantes están: don Quijote disfrazado de caballero, que será un loco disfrazado de caballero y un actor disfrazado de loco, el bojiganga. Rocinante huye asustado y cae con don Quijote al suelo. Sancho quiere auxiliar a don Quijote y cae también. El bojiganga repetirá lo que hacen ellos, con los mismos gestos, como si se tratara de un espejo deformado.
Incluso, en esta situación, que don Quijote se siente despechado y con ganas de ajustar cuentas, se vuelve razonable y hace caso a Sancho, lo que hubiera sido impensable en la primera parte de la obra. Intenta que sea Sancho el que se venge, pero sin mucha convicción. 
–Ahora sí –dijo don Quijote– has dado, Sancho, en el punto que puede y deba mudarme de mi ya determinado intento. Yo no puedo ni debo sacar la espada, com otras veces muchas te he dicho, contra quien no fuere armado caballero. A ti, Sancho, toca, si quieres tomar la venganza del agravio que a tu rucio se le ha hecho; que yo desde aquí te ayudaré con voces y advertimientos saludables.


Capítulo décimo segundo

En este capítulo, don Quijote se encuentra con otro caballero, el caballero del Bosque. Se puede sospechar que esto es algo premeditado y planeado por Sansón Carrasco para sacar a don Quijote de la locura. 
Estos piensan que lo mejor no es llevarle la contraria como hicieron en la primera parte de la obra, sino que lo mejor es enfrentarle con su propia ficción para que este regrese a su pueblo. El lector comprobará más adelante el éxito o fracaso de la operación.
El juego de espejos, es un juego que va a permanecer y desarrollarse a lo largo de toda la segunda parte. Ya en el capítulo anterior, el lector vio como los cómicos de la carreta representaban personajes que como aquí dice don Quijote son fiel espejo de la realidad.
…poniéndonos un espejo a cada paso delante, donde se veen al vivo las acciones dela vida humana, y ninguna comparación hay que más al vivo nos represente lo que somos u lo que habemos de ser como la comedia y los comediantes. Si no, dime: ¿no has visto tú representar alguna comedia adonde se introducen reyes, emperadores y pontífices, caballeros, damas y otros diversos personajes? Uno hace el rufián, otro el embustero, éste el mercader, aquél el soldado, otro el simple discreto, otro el enamorado simple; y acabada la comedia y desnudándose de los vestidos della, quedan todos los recitantes iguales.
–Pues lo mesmo  –dijo don Quijote– acontece en la comedia y trato deste mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices, y, finalmente, todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura.
En la explicación que da Sancho sobre el ajedrez se muestra inteligente y casi cultivado..
…mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio, y en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.
Esto es producto de la influencia de la quijotización como él mismo expresa.
–Cada día, Sancho –dijo don Quijote–, te vas haciendo menos simple y más discreto. –Sí, que algo se me ha de pegar de la discreción de vuestra merced –respondió Sancho–
A pesar de que don Quijote, en esta segunda parte, es más consciente de la realidad, sigue jugando a ser el perfecto caballero andante.
No quitó la silla a Rociannate, por ser expreso mandamiento de su señor que en el tiempo que anduviesen en campaña, o no durmiesen debajo de techado, no desaliñase a Rocinante: antigua usanza establecida y guardada de los andantes caballeros, quitar el freno y colgarle del arzón de la silla; pero ¿quitar la silla al caballo?, ¡guarda!…
Más adelante Cervantes escribe una expresión que muestra al lector la complicación narrativa que deseaba darle a su obra.
Digo que dicen que dejó el autor escrito…
Aquí se ve el juego del perspectivismo que encierra la obra. Cervantes dice “Digo” en primera persona, a continuación utiliza el plural de la tercera persona, “dicen” e incluye, asimismo, al supuesto autor de la obra.
Desde el momento en el que don Quijote se encuentra con el caballero del Bosque, todo girará en torno al amor y la caballería. Volverá a estar presente el encantamiento de don Quijote que no pudo ver, ni hablar con su amada Dulcinea. 
El encontrarse con un igual, que está en parecidas circunstancias, hace que don Quijote se reafirme en su posición, pero también, que se sienta acompañado en su desgracia.  
Además, el verse, repentinamente, imbricado en la aventura del otro caballero, le obliga a reflexionar sobre su historia y sobre su ser como caballero andante.