Don Quijote segunda parte
Pequeños comentarios
El Quijote de la segunda parte se edita en 1615. En líneas generales, sigue la misma estructura que la primera parte.
Cambia la dedicatoria del libro. La primera parte estaba dedicada al duque de Béjar y esta segunda la dedica al Conde de Lemos.
Además, cambia el título del libro. Probablemente este cambió se debió a que había aparecido publicado el año anterior una segunda parte del Quijote con el titulo de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, segunda parte; escrita por un tal Avellaneda.
La primera parte se titulaba El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha y la segunda El ingenioso caballero don Quijote de La Mancha. Este cambio tiene su razón en el cambio que se produce en la vida de don Quijote, ya que en la primera parte había sido armado caballero.
Al tratarse de una segunda parte, el autor quiso dejar claro, que él era el autor de la primera. De esta manera, se puede ver en la segunda parte que Cervantes escribió su nombre y a continuación, para despejar toda duda, indica: autor de la primera parte.
El nombre de Avellaneda, era un nombre falso y Cervantes lo sabía. Es casi seguro, que sabía de quién se trataba, pero no quiso nombrarlo por no darle publicidad. Se cree que el autor podría ser alguien cercano a Lope de Vega o incluso el propio Lope.
Prólogo
En esta segunda parte del Quijote, el lector se encontrará con personajes, que habían sido lectores de la primera.
Entre las dos partes del Quijote median diez años (1605 – 1615). El lector deberá tener en cuenta durante su lectura, que la primera parte había tenido un éxito arrollador y además que se había publicado una segunda parte “falsa” y que Cervantes no quería dejar pasar la oportunidad de despejar toda duda sobre su no autoría de esa segunda parte aparecida en 1614.
El prólogo del libro más que presentarse él como autor y presentar la obra, como era la costumbre habitual, lo utiliza para arremeter de una forma irónica, pero muy dura contra Avellaneda, autor de esa segunda parte “falsa”. Aquí, Cervantes responde a los insultos que le había dirigido Avellaneda en su obra. Le había llamado manco, viejo, etc.
Cervantes se defiende y después ataca y deja en ridículo a Avellaneda. Utiliza el recurso de explicar que no se va a decir lo que de esa manera sí se dice.
¡Válame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre o quier plebeyo, este prólogo, creyendo hallar en él venganzas riñas y vituperios del autor del segundo Don Quijote, digo, de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas y nació en Tarragona! Pues en verdad que no te he dar este contento, que puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla. Quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido; pero no me pasa por el pensamiento: castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá se lo haya.
Cervantes alude a la batalla de Lepanto con orgullo y habla de sus heridas y de su brazo maltrecho con satisfacción.
Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.
En el prólogo, alude directamente a Lope de Vega, pero no como autor del otro Quijote. Explica que fue nombrado ministro de la Inquisición, gracias a su vida virtuosa y que se hizo sacerdote en 1604. Esto lo narra con ironía, porque era bien sabido que Lope había llevado una vida licenciosa y no precisamente ordenada.
He sentido también que me llame invidioso, y que como a ignorante, me describa qué cosa sea la invidia; que, en realidad de verdad, de dos que hay, yo no conozco sino a la santa, a la noble y bienintencionada; y siendo esto así, como lo es, no tengo yo de perseguir a ningún sacerdote, y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio; y si él lo dijo por quien parece que lo dijo, engañóse de todo en todo; que del tal adoro el ingenio, admiro la obras, y la ocupación continua y virtuosa. Pero, en efecto, le agradezco a este señor autor el decir que mis novelas son más satíricas que ejemplares, pero que son buenas, y no lo pudieran ser si no tuvieran de todo.
Lo que sí queda claro en este prólogo es que Cervantes se había sentido profundamente ofendido con el autor de esa segunda parte del Quijote: con Avellaneda.
Dedicatoria
Esta segunda parte está dedicada a Don Pedro Fernández de Castro, séptimo conde de Lemos, Virrey de Nápoles y protector de Cervantes.
Además de esta segunda parte del Quijote, Cervantes le dedicó las Novelas ejemplares, el Persiles y Segismunda y las Ocho comedias y ocho entremeses.
La dedicatoria está llena de guasa. Además, cuenta con el respaldo de el arzobispo de Toledo y del Virrey de Nápoles. Esto anula social y literariamente al osado Avellaneda.
Cervantes, en tono jocoso, quiere mostrar su extensa fama, frente a la del impostor, Avellaneda.
Es mucha la priesa que de infinitas partes me dan a que le envíe para quitar el hámago la náusea que ha causado otro don Quijote, que con nombre de segunda parte se ha disfrazado y corrido por el orbe; y el que más ha mostrado desearle ha sido el grande emperador de la China, pues en lengua chinesca habrá un mes que me escribió una carta con un propio, pidiéndome, o, por mejor decir, suplicándome se le enviase, porque quería fundar un colegio donde se leyese la lengua castellana y quería que el libro que se leyese fuese el de la historia de don Quijote.
Capítulo primero
Aunque en esta segunda parte, no narra la historia del manuscrito encontrado, Cervantes comienza el primer capítulo, dando por hecho que el lector ya conoce a Cide Hamete Benengeli, que supuestamente era el autor del manuscrito arábigo, traducido al castellano y que Cervantes narra por medio de un narrador omnisciente al lector.
Cuenta Cide Hamete Benegeli en la segunda parte desta historia y tercera salida de don Quijote, que…
La segunda parte, comienza sin los acostumbrados poemas iniciales que siempre se escribían en todas las obras de la época. En la primera parte, Cervantes ya se había reído de esta costumbre, sustituyendo los supuestos poemas escritos por poetas de prestigio, por unos poemas escritos por él mismo.
Desde la publicación de la primera parte han transcurrido diez años, pero en la historia de don Quijote, supuestamente, ha transcurrido solo un mes. Así que, el cura y el barbero, solamente, hace un mes que lo habían visto y le habían dejado en su cama, después de la segunda salida.
El cura y el barbero intentan probar, con gran desconfianza, si don Quijote está cuerdo o no. Para ello entablan los tres una conversación, que prácticamente ocupa el resto del capítulo. Don Quijote se produce con mucha prudencia y se da perfecta cuenta de la situación.
Aparecen, en este capítulo, algunas pautas que se repetirán a lo largo de toda la segunda parte: más diálogo, mayor participación de don Quijote en situaciones de cordura y el ritmo de la acción es más tranquilo.
La conversación se desarrolla con toda normalidad hasta que el cura, a propósito, saca a colación un tema peligroso para don Quijote: los rumores de un ataque inminente por parte de los turcos. En ese momento, don Quijote expresa su deseo de poder aconsejar al rey.
Su Majestad ha hecho como prudentísimo guerrero en proveer sus estados con tiempo, porque no le halle desapercbido el enemigo, pero si se tomara mi consejo, aconsejárale yo que usara de una prevención, de la cual Su Majestad la hora de agora debe estar muy ajeno de pensar en ella.
Apenas oyó esto el cura, cuando dijo entre sí: –¡Dios te tenga de su mano , pobre don Quijote; que me parece que te despeñas de la alta cumbre de tu locura hasta el profundo abismo de tu simplicidad!
Ahí, se despierta su parte poco cuerda y opina sobre lo que se deba aconsejar al rey: acudir a la ayuda de todos los caballeros andantes del reino. El cura y el barbero comprueban que su locura permanece intacta.
¿Hay más sino mandar A su Majestad por público pregón que se junten en la corte para un día señalado todos los caballeros andantes que vagan por España, que aunque no viniesen sino media docena, tal podría venir entre ellos, que solo bastase a destruir toda la potestad del Turco?
En las obras del Siglo de Oro era muy frecuente que se contaran historias y especialmente historias de locos. Ya en la primera parte hemos asistido al recurso de introducir múltiples historias de diferente tipo en la trama principal. En este capítulo, es el barbero el que cuenta el cuento del loco de Sevilla, que tiene muchas similitudes con don Quijote. Al igual que este, el loco de Sevilla parece cuerdo hasta que le tocan el tema en el que se centra su locura. Este loco se creía Neptuno, dios de las aguas.
No tenga vuestra merced pena señor mío ni haga caso de lo que este loco ha dicho; que si él es Júpiter y no quisiere llover, yo, que soy Neptuno, el padre y el dios de las aguas, lloveré todas las veces que se me antojare y fuere menester.
Otro recurso literario que utiliza Cervantes con cierta frecuencia es la antítesis como vestido y desnudo, cuerdo y loco, estómagos vacíos y cerebros llenos.
En definitiva, el lector comprueba que vuelve a aparecer el tema de la locura de don Quijote, que toma por reales a todos los personajes de los libros de caballerías. Al mismo tiempo, muestra su cordura al sustentar su opinión sobre la existencia de los gigantes, en la autoridad de la Santa Escritura y en una prueba paleontológica.
Como el lector puede apreciar, esta segunda parte arranca con un Quijote más cuerdo, pero conservando el punto de locura sobre los personajes de los libros de Caballerías.
Segundo capítulo
Como en la primera parte del Quijote, Cervantes utiliza el recurso de encadenar los capítulos. En la situación exacta que termina el primera capítulo, comienza el segundo.
Este segundo capítulo, junto con el tercero y el cuarto, forman una unidad, con un coloquio y los tres mismos personajes. En este capítulo segundo, es verdad que no aparece al bachiller Sansón Carrasco, pero Sancho Panza lo introduce y va a buscarlo para que les de información.
Mas si vuestra merced quiere saber todo lo que hay acerca de las caloñas que le ponen, yo le traeré aquí luego al momento quien se las diga todas, sin que les falte una meaja, que anoche llegó el hijo de Bartolomé Carrasco, que viene de estudiar en Salamanca, hecho bachiller, y yéndole yo a dar la bienvenida me dijo que andaba ya en libros la historia de vuestra merced, con nombre de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha; y dice que me mientan a mí en ella con mi mesmo nombre de Sancho Panza, y a la señora Dulcinea del Toboso, con otras cosas que pasamos nosotros a solas, que me hice cruces de espantado cómo las pudo saber el historiador que las escribió.
Los tres capítulos se desarrollan en el mismo lugar y el diálogo nos retrotrae a la primera parte de la obra, recordando las aventuras del caballero y su escudero.
Don Quijote y Sancho recuerdan como salieron juntos de viaje y juntos corrieron las distintas aventuras que les tocó vivir. Ambos sufrieron las desventuras de los dos como si fueran en carne propia.
Sancho le informa a don Quijote de las opiniones de la gente sobre su figura y sus aventuras. Existen diversas opiniones, pero ninguna se ajusta a lo que don Quijote quiere oír.
Sancho le cuenta como algunos comentan que utiliza el tratamiento de “don” sin tener derecho a ello. En aquella época los hidalgos no tenían derecho a ese tratamiento. Asimismo, hablaban de lo ridículo de sus ropas y de su pobreza en el vestir.
Los hidalgos dicen que no conteniéndose vuestra merced en los límites de la hidalguía, se ha puesto don y se ha arremetido a caballero con cuatro cepas y dos yugadas de tierra y con un trapo atrás y otro adelante.
Aparece nuevamente Cide Hamete Benegeli como narrador de los hechos. A don Quijote le sorprende, pero le halaga, lo que le cuenta Sancho. Parece que sus aventuras están plasmadas en un libro, que mucha gente ya ha leído. El máximo halago que se le puede hacer a don Quijote es verse convertido en un personaje literario.
–Yo te aseguro, Sancho –dijo don Quijote–, que debe de ser algún sabio encantador el autor de nuestra historia; que a los tales no se les encubre nada de lo que quieren escribir.
–Y ¡cómo –dijo Sancho– si era sabio y encantador pues (según dice el bachiller Sansón Carrasco que así se llama el que dicho tengo) que el autor de la historia se llama Cide Hamete Berenjena.
Aquí se produce una prevaricación idiomática de las muchas que hace Sancho a lo largo de la historia. Confunde dos palabras de origen árabe. Nombra a Cide Hamete Berenjena, en vez de Cide Hamete Benengeli. Esto imprime a esta parte de la narración un aire jocoso.
En el capítulo dos, se produce también un desajuste cronológico. El lector sabe que solo hace un mes que terminó la primera parte, pero resulta que esta ya ha sido publicada y leída por miles de lectores.
Además, también quedará clara la quijotización de Sancho. Los dos quedan unidos por un mismo destino.
Finalmente, se puede decir que se trata de un capítulo introductorio y que nos sitúa para la entrada en escena de Sansón Carrasco y el diálogo que los tres entablarán en los dos siguiente capítulos.
Además quedará planteada la novedad de la situación que desea don Quijote en toda la segunda parte. Busca y encuentra los lectores de su primera parte. De esta manera, queda inmortalizado de manera literaria.
Capítulo tercero
Este le va a dar a conocer a don Quijote, cómo han sido publicadas sus aventuras, incluso en distintos países, y cuánta gente las ha leído ya. La obra había tenido una aceptación extraordinaria.
–Déme vuestra grandeza las manos, señor don Quijote d la Mancha; que por el hábito de San Pedro que visto aunque no tengo otras órdenes que las cuatro primeras, que es vuestra merced uno de los más famosos caballeros andantes que ha habido, no aun habrá, en toda la redondez de la tierra. Bien haya Cide Hamete Benengeli, que la historia de vuestras grandezas dejó escritas, y rebién haya el curioso que tuvo cuidado de hacerlas traducir de arábigo en nuestro vulgar castellano para universal entretenimiento de las gentes.
Cervantes se introduce nuevamente en la narración, porque él fue el que encontró realmente el manuscrito y lo hizo traducir.
Sansón Carrasco, le hace saber a don Quijote, que es famoso en el mundo entero.
Don Quijote desconfía del autor de la obra por ser moro. Pero Sansón Carrasco le tranquiliza.
–Si por buena fama y si por buen nombre va –dijo el bachiller–, solo vuestra merced lleva la palma a todos los caballeros andantes; porque el moro en su lengua y el cristiano en la suya tuvieron cuidado de pintarnos muy al vivo la gallardía de vuestra merced, al ánimo grande en acometer los peligros, la paciencia en las adversidades y el sufrimiento así en las desgracias como en las heridas, la honestidad y continencia en los amores tan platónicos de vuestra merced y de mi señora doña Dulcinea del Toboso.
Un elemento importantísimo que introduce Cervantes con la aparición de Sansón Carrasco, no es ya como en la primera parte, que de vez en cuando, aparezca Cervantes en su propia obra, sino que ahora los personajes de ficción don Quijote y Sancho al introducirlos en una ficción dentro de la ficción pasan a ser personas reales de los que se ha escrito una obra con sus aventuras. Aquí, en la obra, aparece un libro que se llama El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha.
En la primera parte ya se habían introducido algunos recursos de ficción para que los personajes parecieran más reales, pero la aparición de la obra, en la propia obra, es el recurso definitivo para conseguir el objetivo del autor.
Cervantes también consigue darle una sensación de inmediatez. El lector está leyendo la obra al mismo tiempo que está pasando. Es como si el lector asistiera desde un punto, como observador a lo que sucede en la trama.
La sensación del lector es de tal inmediatez que parece no existir el narrador. Podría ser una obra teatral.
Además, este recurso no va a valer solo para poner en la realidad a don Quijote y Sancho, sino que va a servir para que Cervantes haga apología de su obra y de su concepción de la narrativa.
Esto marca la diferencia también, entre la primera parte y la segunda. En la primera parte, el lector tiene la sensación de que el narrador cuanta hechos pasados y en esta segunda parte la sensación para el lector es de estar asistiendo a los hechos presentes según van discurriendo.
Sancho también tiene necesidad de cierto protagonismo y pregunta a Sansón Carrasco por su personaje. Introduciendo además, en ese momento uno de los habituales errores de lenguaje de Sancho
–Y de mí –dijo Sancho–; que también dicen que soy yo uno de los principales presonajes della. –Personajes, que no presonajes, Sancho amigo –dijo Sansón. –¿Otro reprochador de voquibles tenemos? –dijo Sancho –respondió el bachiller–, si no sois vos la segunda persona de la historia, y que hay tal que precia más oíros hablar a vos que al más pintado de toda ella, puesto que también hay quien diga que anduvistes demasiadamente de crédulo en creer que podía ser verdad el gobierno de aquella ínsula ofrecida por el señor don Quijote, que está presente.
Además, Sansón Carrasco aprovecha la situación y pide a Sancho que le explique dos sucesos que no quedaron claros en la primera parte y, aquí, este le contesta que primero va a comer y después volverá para aclarar lo que quiera pedirle. Con esto, Cervantes aprovecha, también, para volver a traer a la escena dos fallos que se habían producido en la primera parte.
Y algunos han puesto falta y dolo en la memoria del autor, pues se le olvida de contar quién fue el ladrón que hurtó el rucio a Sancho que allí no se declara y sólo se infiere de lo escrito que se le hurtaron, y de allí a poco le vemos a caballo sobre el mesmo jumento, sin haber parecido. también dice que se lo olvidó poner lo que Sancho hizo de aquellos cien escudos que halló en la maleta en Sierra Morena, que nunca más los nombra, y hay muchos que desean saber qué hizo dello o en qué los gastó, que es uno de los puntos sustanciales que faltan en la obra.
El capítulo termina con la vuelta de Sancho después de la comida y enlazará con el siguiente capítulo que realmente es donde dará las explicaciones pedidas.
Capítulo cuarto
Después de que Sancho regresa a casa de don Quijote, se pone a disposición de Sansón Carrasco para que le pregunte lo que desee.
La primera parte del Quijote se convierte aquí en un elemento más de esta segunda parte y se introduce con toda naturalidad. No aparece de forma forzada.
Sansón Carrasco pregunta a Sancho por los dos sucesos que en la primera parte causaban confusión en el lector.
Sancho aclara, en esta segunda parte, los dos sucesos de manera natural y sin causar ninguna duda al lector.
Así quedan redimidos dos fallos narrativos de la primera parte, sin asumir ninguna culpa, solamente se piensa que pudo ser el historiador o el impresor, quién causó la confusión.
–A eso –dijo Sancho–, no sé qué responder, sino que el historiador se engañó, o ya sería descuido del impresor. –Así es, sin duda –dijo Sansón–
–Yo tendré cuidado –dijo Carrasco– de acusar al autor de la historia que si otra vez la imprimieren no se le olvide esto que el buen Sancho ha dicho, que será realzarla un buen coto más de lo que ella se está.
En este capítulo, se empieza a vislumbrar la tercera salida. El Bachiller Sansón Carrasco les aconseja ir hacia Zaragoza, pero finalmente Cervantes alterará el itinerario y el objetivo no será Zaragoza, sino Barcelona.
No había bien acabado de decir estas razones Sancho, cuando llegaron a sus oídos relinchos de Rocinante; los cuales relinchos tomó don Quijote por felicísimo agüero, y determinó de hacer de allí a tres o cuatro días otra salida; y declarando su intento al bachiller, le pidió consejo por qué parte comenzaría su jornada; el cual le respondió que era su parecer que fuese al reino de Aragón, y a la ciudad de Zaragoza.
Cervantes no quiso seguir el itinerario de Zaragoza para poner distancia entre el Quijote de Avellaneda y su segunda parte.
En este punto hay un desajuste cronológico. Se supone que desde el final de la primera parte había transcurrido un mes. La segunda salida había finalizado en verano y ahora pretenden ir a Zaragoza para San Jorge, cuya festividad se celebra el 23 de abril.
…a la ciudad de Zaragoza, dadonde de allí a pocos días se habían de hacer unas solemnísimas justas por la fiesta de San Jorge…
Asimismo, en esta parte, Sancho vuelve a Quijotizarse, con el tema de la ínsula y su gobierno, en esto Sansón Carrasco le sigue la corriente. Además, vuelve a su utilización frecuente de refranes y a la defensa de la limpieza de sangre.
Casi al final del capítulo, hablan de los versos que van a escribir para hacer un acróstico con el nombre de Dulcinea del Toboso
Las coplas castellanas tenían veros octosílabos en oposición a los metros italianos introducidos en el siglos XVI, y décimas o redondillas eran entonces los diez versos octosílabos de dos estrofas llamadas redondillas. Hoy llamamos décima a la estrofa espinela, redondilla a la copla de cuatro versos y quintilla a la de cinco, en cambio en aquella época la quintilla era considerada como la redondilla.
Capítulo quinto
Este capítulo, trata del diálogo que mantienen Sancho y su mujer. La discusión comienza porque Sancho comunica a su mujer su intención de hacer una nueva salida con don Quijote. Teresa Panza está preocupada por el futuro de sus hijos y muy en particular por el de su hija. Sanchica tiene una edad en la que ya habría que pensar en casarla.
Sancho contagiado por las fantasías de don Quijote, sueña con el ascenso social, expresa su deseo de casar a su hija con alguien de la nobleza y Teresa, mucho más pegada a la realidad, desea casar a su hija con alguien de igual condición que ella.
En esta discusión se crea un contraste entre los elevados objetivos que tiene Sancho y que ha aprendido de su amo, la ambición desmedida y el afán de ascender en la escala social y los de Teresa Panza, que encarna la moderación y el sentido común, pegado a la realidad.
El habla de Teresa recuerda a como era Sancho cuando conoció a don Quijote. Esta cargada de refranes como viva la gallina, aunque sea con su pepita, apelativos populares como Juan Tocho y sufijos despectivos como condazo o caballerote. En contraste, está el habla de Sancho que toma el mismo papel que don Quijote, en relación con su mujer y habla de manera engolada y llena de cultismos, como mentecata e ignorante.
Cervantes, complica el problema de la autoría de la obra. Ya no es la obra escrita por Cide Hamete Benegeli, ni de Cervantes, que sería el transcriptor de ella, sino que es el traductor el que opina que este capítulo es apócrifo.
Llegando a escribir el traductor desta historia este quinto capítulo dice que le tiene por apócrifo, porque en él habla Sancho Panza con otro estilo del que se podía prometer de su corto ingenio y dice cosas tan sutiles, que no tiene por posible que él las supiese; pero que no quiso dejar de traducirlo, por cumplir con lo que a su oficio debía, y así, prosiguió diciendo: …
Precisamente, este argumento lo basa en el diálogo mantenido por Sancho y su mujer en el que cambia completamente el registro en el que habla Sancho. Tanto, que su mujer casi no lo entiende. Sancho pasa de hablar de forma coloquial a hablar como un letrado.
–Mirad, Sancho –replicó Teresa–; después que os hicistes miembro de caballero andante habláis de tan rodeada manera, que no hay quien os entienda.
Además, corrige los errores de habla que comete su mujer, exactamente igual que hace don Quijote con él y adopta una actitud de superioridad, equivalente a la que adopta también don Quijote con él. Esto demuestra la imparable quijotización de Sancho.
–Yo no os entiendo, marido –replicó Teresa–; haced lo que quisiéredes, y no me quebréis más la cabeza con vuestras arengas y retóricas. Y si estáis revuelto en hacer lo que decís.. –Resuelto has de decir, mujer –dijo Sancho–, y no revuelto.
Aunque, habría que decir, que la diferencia entre el amo y el escudero estriba en que don Quijote desea hacer justicia y el bien a la humanidad y el objetivo de Sancho es medrar y conseguir la consideración social.
Aquí, Sancho desoye las advertencias prudentes de su mujer exactamente igual que don Quijote desoyó las que le hizo Sancho con los molinos de viento o los rebaños de ovejas, de la primera parte.
Encontramos, en este punto, una reivindicación femenina muy moderna en Teresa frente al dominio absoluto del marido.
…pero otra vez os digo que hagáis lo que os diere gusto; que con esta carga nacemos las mujeres, de estar obedientes a sus maridos, aunque sean unos porros.
Finalmente, Sancho consigue infundir en Teresa cierta ilusión y esperanza, en cuanto a su ascenso social. Aunque, siempre con mucha prudencia y desconfianza y ridiculizando la vida de caballero de don Quijote.
Este capítulo está considerado una de las joyas del lenguaje coloquial de la literatura española.