Don Quijote de la Mancha / Don Quijote primera parte

Capítulos del 14 al 19

22 de enero de 2017


Capítulo decimocuarto

En este capítulo se cuentan los versos desesperados del difunto y otros sucesos. Esta parte del Quijote comenzó siendo la narración de una trágica historia de amor, que después pasa a ser un proceso contra Marcela, ya que muchos de los asistentes al entierro de Grisóstomo la veían como culpable de su muerte.

Aquí, se establece un contraste entre el lenguaje rústico y popular de los pastores cabreros que pudimos leer en el capítulo undécimo y el tono culto y pastoril del romance que leemos en este capítulo.

La canción está estructurada según el patrón métrico petrarquista, que consta de ocho estancias de dieciséis endecasílabos cada una y termina con cinco versos con un apóstrofe del poeta.

Asimismo, en la canción aparecen figuras mitológicas como Tántalo, castigado a no poder beber, estando rodeado de agua, y a no poder comer, estando rodeado de ramas de frutales llenos de fruta. Además, aparece también Sísifo, condenado a subir una enorme piedra a la cima de una montaña, que no podía sujetar y cada vez que estaba a punto de llegar a la cima se deslizaba montaña abajo.  

Aparece, también, la figura de Ticio, condenado a que su buitre le urge en las entrañas, así como Egión, castigado a permanecer atado a una rueda que gira eternamente, etc.

Parece ser que Cervantes ya tenía esta canción escrita con anterioridad al Quijote y por eso se vio en la obligación de hacer algunas aclaraciones a las contradicciones que presenta en cuanto a la virtud de Marcela.

“-Para que, señor, os satisfagáis desa duda, es bien que sepáis que cuando este desdichado escribió esta canción estaba ausente de Marcela, de quien él se había ausentado por su voluntad, por ver si usaba con él la ausencia de sus ordinarios fueros; y como al enamorado ausente no hay cosa que no le fatigue ni temor que no le dé alcance, así le fatigaban a Grisóstomo los celos imaginados y las sospechas temidas como si fueran verdaderas. Y con esto queda en su punto la verdad que la fama pregona de la bondad de Marcela; la cual, fuera de ser cruel, y un poco arrogante, y un mucho desdeñosa, la mesma envidia ni debe ni puede ponerle falta alguna.”

Continuando con nuestra lectura, encontramos que Ambrosio hace referencia a una tradición germánica por la que el muerto, en presencia del culpable de su muerte, vuelve a sangrar de sus heridas. A continuación hace alusión a Nerón y el incendio de Roma y a Tulia, esposa de Tarquinio, que hizo matar a su padre para que su esposo pudiera reinar. Aunque Cervantes dice de Tulia que es hija y no esposa como era en realidad.

–Vienes a ver, por ventura, ¡oh fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida? ¿O vienes a ufanarte en las crueles hazañas de tu condición, o a ver desde esa altura, como otro despiadado Nerón, el incendio de su abrasada Roma, o pisar arrogante este desdichado cadáver, como la ingrata hija el de su padre Tarquinio?.”

El parlamento que hace Marcela después de la canción de Ambrosio, es un canto a la concepción platónica del amor y de los conceptos de honestidad y, sobretodo, de la libertad de la mujer para elegir a su esposo. Además, Marcela transmite la idea renacentista de la naturaleza y la vida campestre.

Tanto del discurso de Marcela, como el de don Quijote, así como el epitafio de Ambrosio, se contraponen al lenguaje rústico del relato narrado por Pedro. 

Con la disertación de Marcela, esta contesta de forma casi inmediata a los versos leídos de Grisóstomo y el episodio al final termina con la ficción bucólica para pasar a dar importancia a la libertad de la mujer y la libertad en el amor.

En este capítulo, se juzga de una forma encubierta cuestiones como el matrimonio, la virginidad, el papel de la mujer en la pareja, la elección de vivir en soledad, etc.

El episodio terminará con don Quijote haciendo de juez, absolviendo a Marcela de toda culpa en relación con la muerte de Grisóstomo. Aunque, al final queda la causa abierta con el epitafio que Ambrosio manda grabar sobre la tumba.

Yace aquí de un amador
el mísero cuerpo helado, 
que fue pastor de ganado, 
perdido por desamor.

Murió a manos del rigor
de una esquiva hermosa ingrata, 
con quien su imperio dilata
la tiranía de amor.



Capítulo decimoquinto 

Uno de los rasgos principales de este capítulo es el diálogo. Elemento que ya  hemos visto que está presente desde la aparición de Sancho en la novela.

Cuando se encuentran escudero y caballero, apaleados en el suelo sin poderse mover, lo que les consuela es hablar y hablan largo y tendido a lo largo de casi seis páginas.

El afecto entre don Quijote y Sancho comienza a fortalecerse. Sancho empieza aquí su lento proceso de quijotización. En el diálogo utilizara el arcaísmo ‘feridas’ y además querrá el bálsamo de “feo Blas”

“El primero que se sintió fue Sancho Panza; y hallándose junto a su señor, con voz enferma y lastimada, dijo: 
–¡Señor don Quijote! 
–¿Qué quieres, Sancho hermano? –respondió don Quijote con el mesmo tono afeminado y doliente que Sancho.
–Querría, si fuese posible –respondió Sancho Panza–, que vuestra merced me diese dos tragos de aquella bebida del feo Blas, si es que la tiene vuestra merced aquí a mano. Quizá será de provecho para los quebrantamientos de huesos como lo es para las feridas.”

Asimismo, don Quijote comienza de forma afectuosa a aleccionar a Sancho para que este pueda evolucionar.

“–Con todo eso, te hago saber, hermano Panza  –replicó don Quijote–, que  no hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma.”

“–Siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas, para dar remedio a ellas –dijo don Quijote–. “

“–las feridas que se reciben en las batallas antes dan honra que la quitan”

En este capítulo, también se hace patente el optimismo de don Quijote, que quiere transmitir a Sancho la idea de que aunque hayan sido apaleados no lo han sido por otros caballero con lo que no tienen que sentirse ofendidos por ello.

Porque quiero hacerte sabidor, Sancho, que no afrentan las heridas que se dan con los instrumentos que acaso se hallan en las manos, Y esto está en la ley de duelo escrito por palabras expresas; que si el zapatero da a otro con la horma que tiene en la mano, puesto que verdaderamente es de palo, no por eso se dirá que queda apaleado aquel a quien dio con ella. Digo esto porque no pienses que, puesto que quedamos desta pendencia molidos, quedamos afrentados, porque la armas que aquellos hombres traían, con que nos machacaron, no eran otras que sus estacas, y ninguno dellos, a lo que se me acuerda, tenía estoque, espada ni puñal.

Aquí aparecerá de nuevo Cide Hamete Benengeli. Cervantes volverá a utilizar este elemento para relatar los hechos escudándose detrás de este narrador.

“Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli que, así como don Quijote se despidió de sus huéspedes y de todos los que se hallaron al entierro del pastor Grisóstomo, él y su escudero entraron por el memos bosque donde vieron que se había entrado la pastora Marcela…”

También utiliza al narrador para hablar sobre el arte de la literatura y elogiar a los libros de caballerías, haciendo referencias a estos.

“Porque el valeroso Amadís de Gaula se vio en poder de su mortal enemigo Arcalaus el encantador, de quien se tiene por averiguado que le dio, teniéndole preso, más de docientos azotes con las riendas de su caballo, atado a una columna de un patio…”

“Y uno déstos fue Amadís, cuando, llamándose Beltenebros, se alojó en la Peña Pobre, ni sé si ocho años o ocho meses, que no estoy muy bien en la cuenta: basta que él estuvo allí haciendo penitencia por no sé qué sinsabor que le hizo la señora 
Oriana.”

Como consecuencia de esta aventura Rocinante se ve humanizado, incluso Sancho dice: 

“Mire vuestra merced si se puede levantar, y ayudaremos a Rocinante, aunque no lo merece, porque él fue la causa principal de todo este molimiento. Jamás tal creí de Rocinante, que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo, En fin, bien dicen que es menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que no hay cosa segura en esta vida.”

Cervantes había estructurado su obra en partes. La primera estaba formada por los capítulos iniciales hasta el capítulo noveno donde comienza la segunda parte, historia del vizcaíno. Entre el final de la aventura del vizcaíno y la de los yangüeses, Cervantes intercala el episodio de los cabreros. Esta historia rompía la continuidad del hilo narrativo. En la historia de los cabreros se hablaba del amor en un marco pastoril, el suicidio, la elección de la soledad, la independencia de la mujer, etc. En este capítulo decimoquinto Cervantes trata el amor caballeresco de una forma burlesca, comenzando el capítulo con Rocinante persiguiendo a las yeguas. Se trata del deseo animal, carnal.



Capítulo decimosexto

En este capítulo volvemos a ver a un don Quijote optimista que todo lo que ve le parece bello y bueno. Además, la dignidad es uno de los valores principales para él.

Convierte a Maritornes, muchacha ruda y casquivana en una bella princesa enamorada a la que no puede aceptar a causa de su amor y fidelidad hacia su Dulcinea.

“–Quisiera hallarme en términos, fermosa y alta señora, de poder pagar tamaña merced como la que con la vista de vuestra gran fermosura me habedes fecho; pero ha querido la fortuna, que no se cansa de perseguir a los buenos, ponerme en este lecho, donde yago tan molido y quebrantado, que, aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra, fuera imposible. Y más, que se añade a esta imposibilidad otra mayor, que es la prometida fe que tengo dada a la sin par Dulcinea del Toboso…”

Aquí vuelve a adaptar la realidad a su fantasía convirtiéndolo todo en un cuento maravilloso

“Esta maravillosa quietud, y los pensamientos que siempre nuestro caballero traía de los sucesos que a cada paso se cuentan en los libros autores de su desgracia, le trujo a la imaginación una de las extrañas locuras que buenamente imaginarse pueden; y fue que él se imaginó haber llegado a un famoso castillo –que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde alojaba–, y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido que aquella noche a futuro de sus padres, vendría a yacer con él una buena pieza; y teniendo toda esta quimera que él se había fabricado, por firme y valedera, se comenzó a acuitar y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso aunque la mesma reina Ginebra con su dama Quintañona se le pusiera delante.”

En este fragmento vemos también el cuidado con el que Cervantes prepara sus escenas: maravillosa quietud, famoso castillo, la hija del señor del castillo. Con estos elementos se desata su imaginación. Esto podría ser también una parodia de situaciones similares en las clásicas novelas de caballerías.

La escena en la que don Quijote tiene agarrada fuertemente a Maritornes es la expresión de deseo sexual más clara de toda la novela. Cervantes le da a la escena un tono burlesco de entremés con una serie de sucesos y personajes encadenados, en los que unos personajes se desean y se persiguen y apalean unos a otros, obteniendo así la escena una gran comicidad. 

En el capítulo anterior hablábamos ya de la quijotización de Sancho que aquí también se hace patente. Sancho habla de que hace un mes que salieron de su aldea cuando en realidad sólo han pasado tres días. También habla del tipo de caballero que es su señor y de las aventuras que tendrán que correr y los beneficios que sacarán de ellas. 

“–¿Cómo se llama este caballero? –preguntó la asturiana Maritornes.
–Don Quijote de la Mancha –respondió Sancho Panza–; y es caballero aventurero, y de los mejores y más fuertes que de luengos tiempos acá se ham visto en el mundo.”

“–Pues ¿cómo vos, siéndolo deste tan buen señor –dijo la ventera–, no tenéis, a lo que parece, siquiera algún condado?
–Aún es temprano –respondió Sancho–, porque no ha sino un mes que andamos buscando las aventuras, y hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo sea.”

En este fragmento además de la quijotización de Sancho, podemos observar un juego de palabras. Don Quijote y Sancho no han encontrado ninguna aventura real hasta el momento y tampoco han encontrado aún ningún suceso venturoso en el camino.


Capítulo decimoséptimo

En este capítulo don Quijote confecciona por primera vez el Bálsamo de Fierabrás.  Don Quijote trás vivir una noche desastrosa llena de incidentes de todo tipo, toma el bálsamo y después de vomitar y dormir durante tres horas, se despertará absolutamente restablecido. Sin embargo, al pobre Sancho no le sucede lo mismo. Los dos, caballero y escudero, llegan a la conclusión de que el bálsamo sólo funciona si el que lo toma ya ha sido armado caballero.

Los hechos ocurridos en este capítulo llevan a Sancho a una situación desastrosa; vapuleado, manteado y casi envenenado por el bálsamo de fierabrás. 

Cuando llegan a la venta, Sancho advierte a don Quijote de que el lugar en el que se quieren alojar no es un castillo como el caballero pretende sino una venta. Don Quijote no tiene en cuenta la advertencia de Sancho, pero cuando al final del capítulo se despide del ventero y este le hace saber que debe abonar la cuenta y que aquello es una venta, lo admite sin problema y declara haber estado engañado durante todo el tiempo que allí había permanecido. Así, podemos ver que don Quijote admite la realidad dependiendo de la autoridad que ejerza la persona que se comunique con él.

Esta diferencia entre fantasía y realidad se refleja en el lenguaje que utiliza don Quijote. Podemos tomar como ejemplo, cuando don Quijote se despide del ventero con la idea de que es el señor del castillo se dirige a él y le ofrece sus servicios como caballero, utilizando arcaísmos caballerescos. Pero, cuando el ventero le exige el pago de su estancia en la venta, don Quijote cambia su registro y se dirige al ventero con un lenguaje llano y corriente.

Aquí, termina la narración de la obra como pretexto para criticar otras obras, como los libros de caballerías y dará comienzo las aventuras del Quijote según la imaginación del propio autor que utiliza la figura de Quijote y Sancho para ejemplificar de forma cómica.

El lenguaje de Sancho, en proceso de quijotización, se va transformando y utiliza arcaísmos que le dan un tono más culto, un mayor contraste con la realidad (Maritormes tenía una fealdad real que contrasta con la hermosura imaginaria que le otorga don Quijote)  y al mismo tiempo aumentan su comicidad: 

“Pero dígame, señor, ¿cómo llama a ésta buena y rara aventura, habiendo quedado della cual quedamos? Aun vuestra merced menos mal, pues tuvo en sus manos aquella incomparable fermosura que ha dicho, pero yo ¿qué tuve sino los mayores porrazos que pienso recebir en toda mi vida?.”

En este mismo capítulo, aparece otro ejemplo de la quijotización de Sancho cuando le pide al cuadrillero los ingredientes para realizar el bálsamo de fierabrás y utiliza algún arcaísmo caballeresco: 

“–Señor, quien quiera que seáis, hacednos merced y beneficio de darnos un poco de romero, aceite, sal y vino, que es menester para curar uno de los mejores caballeros andantes que hay en la tierra, el cual yace en aquella cama malferido por las manos del encantado moro que está en esta venta.”

Así que el tono cómico, en ocasiones, arcaizante y la forma en que Sancho va adquiriendo algunos rasgos del habla de don Quijote en la conversación tanto entre Quijote y Sancho, así como con otros personajes que se encuentran en la venta, será uno de los rasgos más relevantes de este capítulo.


Capítulo decimoctavo

En este capítulo podemos observar el talento artístico de Cervantes que le concede a don Quijote el talento de describir a los ejércitos con todas sus armas y escudos llenos de fantasía y color.

La descripción es tan real y convincente que en un primer momento Sancho cree que es cierto lo que don Quijote le describe y piensa que es el que no ve la realidad.  Por otra parte, don Quijote ve la realidad cuando se ve derribado por los pastores. Aunque le dice a Sancho que si va detrás de los rebaños verá cómo se convierten en ejércitos, la realidad es que le entretiene para que en vez de ir detrás le ayude y se olvide del asunto.

Quijote y Sancho salen de nuevo a los caminos en busca de nuevas aventuras y por supuesto, es imposible no encontrarlas. A pesar de la recomendación de Sancho, que en un primer momento, después del manteo sufrido en la venta, pide a su caballero que retornen a la tranquilidad de su casa.

Don Quijote no quiere ver el mundo según su realidad, el quiere que el mundo sea otro, más emocionante y lleno de color. Por este motivo, no ve la realidad de los rebaños sino que prefiere seguir lo dictado en los libros de caballerías, que es mucho más emocionante. No se trata de alucinaciones consecuencia de su locura, sino de imaginación literaria. 

Cualquier asunto que encuentren en el camino, que a don Quijote le recuerde algún hecho literario de los libros de caballerías, hará que su imaginación comience a desbordarse. Cuando esto sucede no hay nadie que pueda quitarle de la cabeza su fantasía y esto Sancho lo conoce muy bien. 

Además, siempre hay alguna magia o fantasma que pueda justificar sus derrotas. Nunca admitirá su equivocación, incluso llega a decirle a Sancho que es él el que no ve la realidad cegado por su miedo, haciendo con esto alusión al perspectivismo, otro de los temas principales de la obra.

Como es posible que en esta aventura pudiera don Quijote describir con tanto detalle las armas y los escudos con todas sus formas y colores entre tanta polvareda.: 

“Pero estáme atento y mira, que te quiero dar cuenta de los caballeros más principales que en estos dos ejércitos vienen. Y para que mejor los veas y note, retirémonos a aquel altillo que allí se hace, de donde se deben de descubrir los dos ejércitos”.
Hiciéronlo ansí, y pusiéronse sobre una loma, desde la cual se vieran bien las dos manadas que a don Quijote se lo hicieron ejército, si las nubes de polvo que levantaban no les turbara y cegara la vista; pero, con todo esto, viendo en su imaginación lo que no veía ni había, con voz levantada comenzó a decir: …”

Sin embargo, Cervantes después de narrar un episodio lleno de fantasía siempre vuelve a la realidad más prosaica. En esta aventura de los rebaños el contraste es enorme. La narración de los ejércitos está llena de poesía y colorido pero al final del capítulo esta magia y fantasía desaparecen cuando don Quijote vomita como efecto del bálsamo y Sancho hace lo mismo, en su caso movido por el asco que le produce el vómito del caballero sobre sus propias barbas.

Para terminar el capítulo imprime al texto de un dulce patetismo entre Señor y escudero. Asimismo utiliza otro de sus tópicos: el caballero tiene que sufrir.



Capítulo decimonoveno 

En este capítulo aparece por primera vez don Quijote como el Caballero de la Triste Figura. Este apelativo es fruto de la admiración que siente Sancho por don Quijote. Don Quijote se sentirá muy satisfecho de este nombre que le introduce en la lista de famosos caballeros y que el propio don Quijote enumera. 

La tradición de otorgar un nombre al caballero se remonta al siglo XII en las novelas artúricas francesas de Chrétien de Troyes, que fueron el origen de la tradición literaria de los libros de caballerías en Europa.

En estos libros de caballeros se concedía un nombre al caballero una vez que este había llevado a cabo algunas aventuras con éxito. Este nombre que se le concedía al caballero funcionaba como una seña de identidad propia y pública. Es decir, les otorgaba la fama de caballero heroico conocido por sus hazañas. 

Cuando Sancho le otorga el título de Caballero de la Triste Figura, para don Quijote es un honor que se le concede tras la victoria con los encamisados.

Este sobrenombre remite al príncipe Deocliano, de la novela Don Clarián de Landanís de 1518, al que llaman el Caballero de la Triste Figura, debido al rostro de una doncella triste y llorosa que llevaba pintada en su escudo.

El título de Caballero de la Triste Figura es ambiguo en cuanto a su significado. La triste figura no sabemos si se refiere a un estado anímico o al aspecto de don Quijote, delgado, apaleado y con la falta de muelas que le había dejado la pedrada de los pastores en la anterior aventura. Así que este título que don Quijote siente como un honor lleva también una parte patética en cuanto a su aspecto y una parte cómica referida también a su aspecto así como a lo que representa.

Don Quijote acepta el título de Caballero de la Triste Figura como si en cierto modo reconociera la gran diferencia que había entre los grandes caballeros, héroes de los libros de caballería y él que a duras penas conseguía llevar a buen término alguna de sus aventuras.

El tratamiento del narrador en este capítulo es también interesante. El narrador aparece como un todopoderoso que puede hacer lo que quiera con los personajes. Los personajes terminarán diciendo lo que el narrador quiera. Al final de esta aventura Cervantes hace decir a Sancho cosas que realmente él quiere decir y don Quijote es consciente de este poder y achaca lo que le pasa a ese poder del narrador. Cervantes pone en boca de don Quijote que el autor hace decir a Sancho algo que en realidad es el propio autor el que lo quiere decir. 

En cuanto al lenguaje vemos que Sancho sigue confundiendo las palabras debido a su adaptación a la etimología de palabras populares. Sancho cambia el nombre de Mambrino por el de malandrín con su significado de bellaco. 

Aparece la expresión ‘modos hay de composición’ que se refiere a las bulas de composición que las concedía la iglesia a los que deseaban restituir bienes ajenos pero sin dueño conocido.

Una de las partes de esta aventura que también llama la atención es la conversación de don Quijote con el bachiller. Los grados universitarios de la época eran bachiller, licenciado y doctor. Alonso López, en un principio, se presenta como licenciado aunque más adelante se corrige y dice que es bachiller y don Quijote lo tratará como tal. Pero lo que más llama la atención y resulta incoherente en esta conversación es la coherencia, la agilidad, el ingenio y el humor que muestra el bachiller que con la pierna quebrada, como el dice, es capaz de seguir la conversación con don Quijote con toda tranquilidad.

La diferencia entre la aventura narrada en este capítulo y las anteriores es que realmente la escena parecía tener algo fantasmagórico e irreal no sólo producto de la imaginación de don Quijote. Esa procesión nocturna de encamisados con hachas encendidas en la soledad nocturna del bosque parecía, realmente, una imagen del otro mundo.  En esta aventura la realidad está a la misma altura que la imaginación de don Quijote. 

A consecuencia de la extraña realidad que se presenta ante sus ojos Sancho no discute con don Quijote intentándole convencer de la irrealidad de la aventura. Todo lo contrario, aquí el escudero siente una profunda admiración por su señor que sin pensarlo arremete contra aquello que realmente parecía algo maligno.

La aventura en el bosque con la comitiva nocturna tiene algo de  relato maravilloso, que son relatos breves de origen popular y en los que intervienen seres sobrenaturales y suceden situaciones mágicas.