El paseo – Breve apunte

31 de marzo de 2016


Algunas veces encontramos por casualidad algún libro que realmente merece la pena leer de un escritor al que no se le ha dado la relevancia que merece. Este es el caso de Robert Walser.


En esta pequeña obra literaria, el narrador, cuenta un paseo por la ciudad donde vive.  Al mismo tiempo que pasea nos cuenta lo que ve  y va haciendo consideraciones personales de lo que ve. Como declara el propio narrador en las primeras lineas de la obra:


“Declaro que una hermosa mañana, ya no sé exactamente a qué hora, como me vino en gana dar un paseo, me planté el sombrero en la cabeza, abandoné el cuarto de los escritos o de los espíritus, y bajé la escalera para salir a buen paso a la calle”


Asimismo, también al terminar su paseo dice:


“Había caído la tarde, y llegué, por un bello y tranquilo camino o senda lateral que discurría entre árboles, al lago y aquí terminó el paseo. En un bosquecillo de alisos. Al borde del agua, estaba reunida una clase de niños y niñas, y el señor cura o maestro impartía en mitad de la vespertina Naturaleza ciencias naturales y doctrina contemplativa (…). Ahora veía en espíritu a ese hombre cansado, y me sentí débil. Sentí la necesidad de tumbarme en algún sitio, y como había cerca un lugar amigable y recogido a la orilla, me acomodé , agotado com estaba en cierta medida, en el blando suelo bajo las ingenuas ramas de un árbol (…).  Así pues todo, todo, toda esta rica vida, los amables y sentenciosos colore, este encanto, esta alegría y este placer de vivir, todas estas humanas importancias, familia, amigo y amante, esta clara y tierna luz llena de bellas y divinas imágenes, las casas paternas y maternas y los dulces u suaves caminos perecerán un día y morirán, el alto sol, la luna los corazones y los ojos de los hombes. Pensé largo tiempo en ello, y pedí perdón en silencia a las personas a las que quizá pude haber hecho daño (…) hasta que volví a pensar en la muchacha, tan hermosa y llena de juvenil frescura, (…) Quizá hubiera podido convencerla a tiempo de que tenía buenas intenciones, de que su querida persona me era importante, y de que por muchos hermosos motivos quería hacerla feliz, y con ello a mí mismo; pero no me esforcé más, ella partió (…). Me había levantado para irme a casa; porque ya era tarde y todo estaba oscuro.”


Walser escribe este paseo con un lenguaje sencillo, libre de ampulosidades, cuidado, lleno de lirismo, que fluye fácilmente, como un río tranquilo que nunca  deja de fluir.


La narración, apenas contiene acción pero esta trancurre en lo que dura realmente el paseo. Desde que el personaje sale de casa por la mañana hasta el atardecer. 


El paseo del narrador resulta relajado y relajante para el lector sin perder cierta tensión debida a la abundancia de las observaciones. El poeta, que cuenta su paseo por las calles de alguna ciudad tranquila, posiblemente de Suiza, donde vivía Robert Walser, lo observa todo desde el punto de vista del poeta y pone su lupa sobre aquellas cosas que le llaman la atención o le inducen a alguna reflexión. 


El mismo narrador nos hace saber en que estado de ánimo se encontraba cuando salió a pasear.


“Hasta donde puedo acordarme hoy, cuando escribo todo esto, me encontraba, al salir a la calle abierta, luminosa y alegre, en un estado de ánimo romántico-extravagante”


No podemos clasificar El paseo como una novela corta. Esta pequeña obra de la literatura es una reflexión que realiza un poeta que sale a pasear y en su paseo observa tanto las cosas bellas de la vida como las absurdas y superficiales así como las, a veces, sin sentido, convenciones sociales.


La narración está en primera persona por el único personaje relevante de la obra y transmite tal sensación de realidad, que realmente no sabemos si coincide narrador y autor, dada la coincidencia de profesiones de los dos y también la coincidencia en sus pensamientos sobre la literatura y en particular la poesía y el poeta.


Un ejemplo de esto es un cartel que observa el paseante en una hospedería:


“Un caballero de mejor condición es para nosotros sólo aquel que se imagina muchas vanidades y necedades y, ante todo, es capaz de imaginar que su nariz es mejor que cualquier otra buena y razonable nariz humana. La conducta de un caballero de mejor condición expresa claramente este peculiar presupuesto, y en eso confiamos. Quien sólo sea bueno recto y honrado, y no tenga ninguna otra ventaja importante, por favor que no se nos acerque; porque no nos parece ser un caballero refinado y mejor. Tenemos la más afinada comprensión para la selección de tan solo los más refinados y puramente mejores caballeros. Advertimos enseguida en el paso, el tono, la forma de conversar, el rostro, los movimientos y singularmente en la vestimenta, el sombrero, el bastón, la flor en el ojal, que existe o no, sin un caballero se cuenta entre los de mejor condición o no”


“El poeta no escribe para tales gentes, como el músico no hace música para ellos y el pintor no pinta para ellos. En conjunto, la continua necesidad de goce y prueba de cosas siempre nuevas se me antoja un rasgo de pequeñez, falta de vida interior, alejamiento de la Naturaleza y mediana o defectuosa capacidad de comprensión.”


“Es a los niños pequeños a los que siempre hay que mostrarles algo nuevo y distinto para que no estén descontentos. El escritor serio no se siente llamado a acumular material, ser pronto servidor de nerviosa codicia, y consecuentemente no teme algunas naturales repeticiones, aunque por supuesto se esfuerce siempre en prevenir con celo que no haya demasiadas similitudes.”


La narración está, principalmente, cargada de ironía, aunque desprende un claro sentimiento melancólico.


El autor no hace sólo comentarios del paisaje sino también de las personas con las que se cruza o aquellas con las que entabla algún contacto.  


Walser escribe siempre en tono irónico, nunca desde la amargura de las penurias que pasa un escritor a lo largo de su vida. 


El autor sentía pasión por la escritura y realiza comentarios sobre la gente insensible o superficial, aunque reconoce, no sin ironía, las dificultades para vivir de las letras y la desconfianza que produce esta profesión en los demás, en cuanto a su solvencia, en todos los sentidos.


Se dice que Robert Walser no corregía nunca lo que había escrito. Dicen que cuando escribía no solía levantar el lápiz del papel. Con esa forma ininterrumpida de escribir nos transmite la sensación de fluir. Su escritura es como una serie encadenada de oraciones que de una te llevara a la otra sin poder parar. 
Esto también transmite la sensación de que Walser en esta obra va dejando como las piedrecitas del cuento, una asociación de ideas y de estados de ánimo que fluían sin parar y que al final del paseo le ayudan a parar y regresar al pasado tanto en sus pensamientos como en su paseo con su vuelta a casa. 

Robert Walser murió en 1956, el día de Navidad, mientras daba uno de sus frecuentes paseos. El que la muerte le sorprendiera en mitad de uno de sus paseos, hace que su muerte se produzca dentro de su cotidianidad, como si se tratara de una más de las muchas aventuras que le sucedieron a lo largo de su vida durante sus paseos.