D. H. Lawrence
Conocemos a D. H. Lawrence, principalmente, por sus novelas como Mujeres enamoradas, El arco iris, El amante de Lady Chatterley, etc; Pero este autor británico, también dedicó una parte importante de su vida literaria a la literatura de viajes, y de una manera sobresaliente.
Italia ofreció a Lawrence una serie de ventajas que no pudo encontrar en otros lugares. En especial, el sol, tan importante para su salud. Pero no solo esto, Lawrence buscaba el encuentro con el mundo antiguo y como otros escritores de la época, buscaba un paraíso que no hubiera sido transformado por la industrialización.
Escribió tres libros sobre Italia: Twinlight in Italy, Cerdeña y el mar y Sketches of Etruscan Places.
Lawrence escribía con gusto sobre lugares absolutamente opuestos, tanto en paisaje como en hábitos y costumbres, a los británicos.
A través de sus libros de viajes, no solo sobre Italia, sino algunos otros como: El oficial prusiano y otras historias, Canguro y La serpiente emplumada, Lawrence trata un tema que le era de vital importancia, el internacionalismo, el gusto por lo inusual y lo diferente. Este tema poco usual en la época de Lawrence, le acercará a su contemporáneo, el autor norteamericano Henry James. Este como Lawrence será también ciudadano del mundo e igualmente lo plasmo en sus obras. Asimismo, este autor vivió en Italia y le dedicó varias de sus obras.
Cerdeña y el mar refleja el disgusto del autor frente a una época marcada por las consecuencias de la industrialización y de la Primera Guerra Mundial.
D.H. Lawrence viajó a lo largo de una semana por la isla de Cerdeña con Frieda, su mujer, en enero del año 1921, sólo nueve años antes de su muerte por tuberculosis en Francia. El libro Cerdeña y el mar fue escrito en unas pocas semanas y publicado originalmente el mismo año.
La razón del viaje a Cerdeña fue visitar la isla pensando en un posible traslado de residencia, pero si Sicilia le resultaba ya insoportable, Cerdeña le pareció imposible para vivir.
Lawrence quería escapar, aunque sólo fuera por unos días, de Taormina y del Etna. Esta escapada le servirá para encontrar, en Cerdeña, la mirada rural, pura y despreocupada que no encontró en otros lugares de una Europa azotada por las Guerras.
Europa se encontraba en un momento difícil, en un período de entreguerras. El autor quiere huir de este ambiente y, sobretodo, el viaje de Lawrence, como ocurre casi siempre, es una huída de si mismo. En Cerdeña encuentra ese lugar alejado de una enfermiza sociedad, pero al mismo tiempo, en algunos momentos, excesivamente salvaje.
Asimismo, este viaje le sirvió a Lawrence para escribir un libro de viajes donde pinta, como con su pincel, el paisaje de los lugares que visitan. Pero el autor no pinta sólo el paisaje sino también el alma de los habitantes de la isla y su espíritu y, sobre todo, en este viaje se da cuenta de que el viaje lo cambia a uno por dentro y lo pone cara a cara con su propio espíritu.
Cerdeña y el mar se caracteriza, especialmente, por una minuciosa descripción de los paisajes, presentándolos de una manera absolutamente pictórica, en los que presenta toda su atención a los más nimios detalles de la luz y el color.
El autor, en esta obra, relata de manera ágil y atractiva no sólo la vida en la isla, sus gentes y costumbres sino su propio estado de ánimo, reflejado en su capacidad para disfrutar de cada momento, independientemente de que este se presente propicio o no para el disfrute. Lawrence muestra sus estados tanto de euforia como de tristeza, así como sus ideas políticas y sus prejuicios.
En Cerdeña y el mar el autor recoge todas las impresiones que dicha isla le causó. Toma Palermo como punto de partida, siciliano, para este viaje pasando a la isla vecina y sumergiéndose en el más auténtico mediterráneo italiano: Cagliari, Nuoro o Sorgono. A través de sus detalladas descripciones nos transporta a una Italia aislada y salvaje.
No debemos perder de vista, que el autor presenta la isla, como un lugar fuera de la civilización con los inconvenientes que esto ofrece. Los transportes funcionan de forma anárquica y las comidas resultan parcas y en muchos casos incomestibles, asimismo, los lugares en los que se alojan los presenta como sucios y mal atendidos.
En Cerdeña Lawrence encuentra al mismo tiempo el Infierno y el Paraíso, el lugar donde se pueden encontrar los paisajes más hermosos al lado de las más grandes inmundicias. Este es un lugar en donde los trenes circulan a velocidad de tartana, sin tiempo ni horario fijo. Se trata de un lugar en el que el tiempo y la historia parecen haberse detenido. Un lugar aislado, en el que los acontecimientos históricos parecen no tener ninguna influencia. Cerdeña, a ojos de Lawrence, es un lugar encerrado en una burbuja, el mar mediterráneo que lo aísla del resto del mundo.
En Cerdeña y el mar y como en casi todas sus obras, el autor no describe sólo el paisaje y sus gentes de forma abstracta, sino que observa las relaciones humanas. Lawrence tuvo una difícil relación con su madre, así como con su primera mujer. En la mayoría de las obras que escribió tiene como uno de sus temas principales el de las relaciones humanas y como deberían ser estas.
En la obra de Lawrence predomina el instinto frente a la razón. La pasión y la espontaneidad frente a los convencionalismos y lo intelectual. Por eso la forma de escribir de Lawrence resulta torrencial, no solo en su forma sino en su fondo. Esta fue la razón por la que en su época resulto obsceno, no porque realmente lo fuera sino porque imprimió tactilidad y carnalidad tanto a sus descripciones físicas como espirituales.
Además, en su escritura encontramos, también, la torrencialidad en su forma cambiante de ánimo y por lo tanto de expresar lo que ve. Pasa de la exaltación de la alegría al más tremendo abismo en un sólo párrafo. Su obra está llena de vitalidad y cromatismo.
El libro se desarrolla de forma lineal en apenas una semana y en su viaje le acompaña su mujer, Frida. Podemos decir que ellos mismos, el paisaje y las gentes con las que se van encontrando, son los protagonistas de este viaje.
Según nos cuentan sus biógrafos Lawrence hizo casi siempre en su vida lo que quiso y vivió donde más le gustó, cerca del sol, a pesar de su corta vida.
Desgraciadamente, el protagonista de su “último viaje” en El barco de la muerte, su última obra, fue él mismo, donde dice:
» Construye pues el barco de la muerte ya que debes emprender el más largo viaje, el del olvido. Y muere la muerte, la larga y dolorosa muerte que yace entre el viejo y el nuevo ser, ya han caído nuestros cuerpos malheridos, ya nuestras almas rezuman por la herida de la cruel contusión, ya el oscuro e insondable océano del fin penetra por las grietas de nuestras heridas, ya está sobre nosotros la inundación. Oh, construye tu barco de la muerte, tu pequeña arca y cárgala de comida, de pequeños pasteles y de vino para la oscura travesía por el olvido. Despedazado muere el cuerpo, y el alma tímida ya pierde pie cuando sube la tenebrosa marejada, estamos muriendo, muriendo, todos morimos y nada detendrá la marejada mortal dentro nuestro y pronto inundará el mundo, el mundo exterior. Muriendo estamos, muriendo, en pedazos se mueren los cuerpos y nos abandona la fortaleza, y se agazapa nuestra alma desnuda en la negra lluvia por encima de la inundación, acurrucándose en las últimas ramas del árbol de nuestra vida. Estamos muriendo, muriendo, y entonces ahora lo único que podemos hacer es disponernos a morir y construir el barco de la muerte que lleve al alma en su largo viaje, un barco pequeño, con remos y alimentos y platillos y todos los avíos de la muerte para portar el alma en el más largo viaje. Bota ya el pequeño barco, ahora que muere el cuerpo y que departe la vida, bótalo, la frágil alma en la frágil nave del coraje, el arca de la fe con su provisión de alimentos y de pequeñas cacerolas y mudas de ropa, sobre la negra superficie del diluvio sobre las aguas del fin, sobre la mar de la muerte, dónde aún navegamos oscuramente porque no podemos gobernarla, no tenemos puerto, no hay puerto, no hay dónde ir solo las oscuridad que se cierne cada vez más negra, más negra en el mudo y callado diluvio, oscuridad sobre oscuridad, arriba y abajo y a los lados absolutamente oscura y entonces ya no hay más dirección. Y el barco de muerte está allí, no obstante se ha ido, no se le ve porque no hay forma de verlo. ¡Se ha ido! ¡Se ha ido! Y no obstante aún está en alguna parte. ¡En ninguna parte!. (…) «