La Cripta de los Capuchinos es una novela de Joseph Roth ambientada en el entorno de la Gran Guerra.
El autor narra una parte de la historia de la familia Trotta que en esta novela está representada por Francisco Fernando descendiente del héroe de la batalla de Solferino. Este antepasado salvó al emperador de una muerte segura y por sus méritos recibió el título de barón. A consecuencia de este acto heroico, los Trotta pasaron de ser agricultores eslovenos a nobles en la corte del emperador .
Francisco Fernando es un descendiente indirecto y lejano de aquel Trotta heroico, por lo que no siente el peso de la responsabilidad del título nobiliario, como les había sucedido a otros familiares suyos descendientes directos del héroe y de cuya historia tenemos noticia gracias a otra obra de Roth: La Marcha Radetzky.
La novela está dividida en dos partes claramente separadas en un antes y un después de la guerra. En la primera parte se adivina una cierta esperanza ante la guerra como revulsivo hacia un mundo mejor. Pero, en la segunda, el cambio da como resultado un mundo decadente sin perspectivas de solución.
En la primera parte Francisco Fernando, protagonista de esta historia, es un Joven despreocupado que vive de rentas gracias a la fortuna heredada de su padre. Está rodeado del ambiente aristocrático y adinerado de la Viena de los años previos a la Gran Guerra.
Un día entra en contacto con un primo suyo, Joseph Branco, campesino esloveno que viaja por todo el imperio vendiendo castañas. A través de este primo conocerá a un cochero Judío, Manes Reisiger.
Los tres hombres establecerán una curiosa amistad que llegará a ser tan importante como para que en el momento decisivo del comienzo de la guerra y al incorporarse a filas, Francisco Fernando prefiere solicitar el traslado al regimiento de Galitzia, en que han sido alistados sus dos amigos: su primo y Manes Reisiger, que continuar con su habitual circulo de amigos.
“En realidad mi intención era olvidar a Isabel, a mi madre y a mis amigos vieneses, y embarcarme, lo más rápidamente posible, en la primera estación camino de la muerte es decir, en el grupo de reserva de la zona Zloczow. Un afecto muy profundo me unía a mi primo Joseph Branco y a su amigo el cochero Manes Reisiger, y con la proximidad de la muerte mis sentimientos se volvían más puros y honrados; era lo mismo que sucede a veces ante una enfermedad grave cuando, de repente, nuestro conocimiento se have más agudo y nuestras perspectivas más lúcidas, de forma que, a pesar del miedo la angustia, y el agobiante presentimiento del dolor, experimentamos una orgullosa satisfacción: la de haber conocido por fin la felicidad que se experimenta mediante el sufrimiento y la serenidad del que sabe por adelantado el precio de esa felicidad”.
Tras aquella sensación de ociosa decadencia, Francisco Fernando cree poder encontrar en el aquel cambio, por duro que resulte, la felicidad.
“No sabíamos si presentíamos la muerte o esperábamos la vida. Para mí y para la gente como yo, fueron aquéllas las hora más intensas de nuestra vida”
En realidad, en esta obra no encontramos ningún capítulo bélico. ya que lo que podría haber sido narración bélica termina de una manera rápida con los tres amigos apresados por los rusos y trasladados a Siberia. Allí será donde los tres amigos se separarán, Branco y Reisiger vuelven a su patria huyendo de los rusos y Trotta volverá a Viena en 1918 dónde piensa recuperar su vida. Es en este punto donde comienza la segunda parte de la novela.
Roth en ningún momento narra la crudeza de la guerra. No es una novela de acciones bélicas. Es una novela de sentimientos, de desorientación y desolación ante la decadencia del imperio.
En la segunda parte de la novela, Trotta regresa de la guerra a una Viena decadente en la que se encuentra absolutamente desorientado. Aunque a su regreso aun conserva alguna esperanza de poder desarrollar una vida que finalmente no llegará.
“Todavía no había sentido el miedo a la nueva vida que me esperaba. Como se dice ahora: todavía no la había asumido. Estaba más ocupado con los pequeños asuntos cotidianos que tenía que resolver y me salían al paso en cierto modo era como un hombre que se ve ante una escalera muy empinada que está obligado a subir y cuyo primer peldaño es el más peligroso.”
Incluso la relación con Isabel, que se convierte en su esposa en el momento en el que Francisco Fernando debe marcharse a la guerra, da un giro total.
Antes de la guerra el amor por Isabel era un amor platónico para Francisco Fernando. Cuando termina la guerra querrá recuperar su vida y realizar una vida familiar con su mujer que en un primer momento resultará imposible. Isabel se encontrará inmersa en una difícil relación, llena de contradicciones, con una diseñadora. Su suegro había emprendido un “extraño” negocio de diseño junto a su hija.
“Yo era un extraño, peor todavía que un extraño, porque la estancia me era muy familiar, el empapelado de la pared era amigo mío, y también la ventana, el techo ennegrecido por el humo de los cigarros, la gran estufa verde de azulejos y el florero de la loza ribeteado de azul con las flores marchitas que estaba en el alféizar de la ventana; pero me servían extraños y con extraños estaba sentado a la mesa. No entendía su conversación.”
Más adelante verá realizado su deseo de vivir con su mujer, pero en aquel mundo decadente finalmente esta relación será también imposible.
La novela está llena de melancolía de un mundo en descomposición que se vuelve más acusada según avanza la narración, para desembocar finalmente en una melancolía de un mundo desaparecido. Los personajes, particularmente, los de clase social elevada se encuentran absolutamente desorientados y no les queda más opción que resignarse y adaptarse a los nuevos tiempos.
Joseph Roth conforma su narración de la historia de la familia Trotta, tanto en La marcha Radetzky, como en La Cripta de los Capuchinos, paralelamente a la historia del esplendor y decadencia del emperador. Nos cuenta del devenir de la historia con la ayuda de la familia Trotta, de sus sucesivas generaciones. Los Trotta comienzan su declive con la Primera Guerra Mundial, al igual que el emperador Francisco José y terminan con el último Trotta cuando el imperio se desmorona.
Por esto no podemos decir que La Cripta de los Capuchinos sea realmente una novela histórica, pero sí una novela testimonio de la historia, a través de unos personajes ficticios.
La novela está cargada además de ironía y sarcasmo. La obra contiene una nostalgia e idealización del mundo pasado.
Roth se nos muestra en esta obra como un fino observador de la realidad que le rodea y que plasma en su obra por medio de minuciosas descripciones.
Al final de la novela Roth quiere unir el símbolo real de la decadencia Austrohúngara, La Cripta de los Capuchinos de Viena, donde se encuentran enterados los emperadores, con el fin de la familia Trotta en la ficción.
Francisco Fernando Trotta, primo de Carl Joseph Trotta que termina también con el ciclo familiar en La marcha Radetzky, es el protagonista y narrador en primera persona de La Cripta de los Capuchinos.
“Yo iba por calles vacías con un pero extraño decidido a seguirme. ¿A dónde?, yo lo sabía menos que él.
La Cripta de los Capuchinos, donde reposaban mis emperadores en sarcófagos de piedra, estaba cerrada. El hermano capuchino me salió al encuentro y me preguntó: –¿Qué desea usted? –Quiero visitar la tumba de mi emperador Francisco José –le contesté. –¡Que Dios le bendiga! –dijo el hermano bendiciéndome con su crucifijo.”
“Y ahora, ¿a dónde puedo ir yo, un Trotta?”.
(Pilar Aguilar)