El malogrado – Breve apunte

12 de abril de 2015

El malogrado es una novela escrita por Thomas Bernhard en 1983, casi al final de sus días.
Esta novela trata de temas ya recurrentes en la obra de Thomas Bernhard. En realidad, podríamos decir que en todas las obras de Thomas Bernhard está todo Thomas Bernhard. 
En esta novela el tema principal contempla los problemas de la vida del artista. ¿Tener un don puede ser una enfermedad?.  El que tiene un don extraordinario quiere alcanzar la perfección y para ello sufre y el que no lo tiene sufre porque otro sí lo tiene y envidia a la persona que sí lo tiene. 
El que tiene un don extraordinario enferma, precisamente, por tener ese don y el que no lo tiene enferma por no poder conseguir lo que quiere.
En esta novela el don lo tiene Glenn Gould que termina muriendo, por desgaste y extenuación, encima del piano.  Por otra parte, el malogrado, es decir, Wertheimer, termina suicidándose, precisamente, por no tener esa virtud y ser consciente de sus limitaciones.
La novela comenzará con la llegada del narrador a Austria para asistir al entierro y visitar el pabellón de caza de su amigo Wertheimer. El suicidio de Wertheimer es el punto de partida desde el que el narrador desarrollará un soliloquio en el que realizará una interesante y profunda reflexión sobre la vida y la muerte de las personas que dedican su vida al arte. 
¿Cómo se puede conservar la amistad  sin que surja la envidia entre dos compañeros, de los que uno es virtuoso y el otro no?. 
¿Cómo será el artista capaz de medir hasta donde puede llegar en su afán de superación por alcanzar la perfección en el arte?.
¿Cómo puede superar un artista el fracaso y encauzar o no la vida por otro camino?. “Si no hubiera conocido a Glenn Gould, probablemente no habría renunciado a tocar el piano y me habría convertido en un virtuoso del piano y quizá, incluso, en uno de los mejores virtuosos del piano del mundo, pensé en el mesón”, “ Glenn nos hizo imposible el virtuosismo pianístico ya en un momento en que los dos creíamos aún firmemente en nuestro virtuosismo pianístico”.
Otro factor importante sobre el que Bernhard reflexiona en esta obra es la relación con el público que mantiene el interprete de piano: “Por lo que a mí se refiere, toqué todavía una cuantas veces en Graz y Linz, y también una vez en Coblenza del Rhin, por mediación de una compañera de estudios, y lo dejé luego totalmente. No me producía ya placer tocar el piano, y no tenía la intención de tener que recibir toda la vida la aprobación del público que entretanto y, según me parecía de forma totalmente natural de la noche a la mañana, se me había vuelto completamente indiferente. 
A Wertheimer, sin embargo, ese público no le resultaba en absoluto indiferente Ppadecía una necesidad ininterrumpida de aprobación artística, al igual que también Glenn, y Glenn consiguió precisamente lo que Wertheimer sólo había soñado siempre, pensé”. “Durante años tocó para sí y, con ello, no consiguió sino más o menos, una mortificación musical, pensé”.
En cuanto a la forma esta obra, como en casi todos los textos de Bernhard, tiene la peculiaridad de estructurar sus textos utilizando el menor número de párrafos posibles que le imprimen una fluidez que de otra manera no sería posible.
Esta obra está escrita en cuatro párrafos. tres de estos párrafos están escritos, de forma breve, al inicio de la novela,  para ofrecer como pinceladas, una mínima información para centrar al lector en la historia. El resto de la obra lo conforma el cuarto párrafo, ocupando casi todo el texto. 
La obra está escrita en primera persona por un narrador que participa de la historia. En la obra se verbalizan los pensamientos del narrador  y para ello utiliza constantemente expresiones como: decía, pensé; dijo, pensé; me dije; etc. Estas expresiones las utiliza el narrador para proporcionar una intensidad y un ritmo al texto. 
En los momentos más intensos de su recuerdo por Wertheimer es cuando más frecuente se hace el uso, casi en cada oración, de las expresiones: decía, pensé, etc. Casi confiriéndole al texto un ritmo musical y un énfasis obsesivo. 
Los protagonistas son tres amigos: Glenn Gould, Wertheimer y el narrador, del que nunca llegaremos a saber su nombre. 
El autor diserta sobre las diferencias existente entre el abandono de la carrera pianística de Wertheimer y la del narrador: “En seguida, sin embargo, me dije a mí mismo un no decidido, porque yo odiaba desde el principio el virtuosismo con sus fenómenos concomitantes, odiaba sobre todo presentarme ente la multitud y odiaba más que nada los aplausos, no los soportaba; durante mucho tiempo no supe si no soportaba el aire viciado de las salas de conciertos o los aplausos o ninguna de las dos cosas, hasta que me resultó evidente que no podía soportar el virtuosismo en sí y, sobre todo, el virtuosismo pianístico”, “Yo mismo había intentado, ya pronto y mucho antes que Glenn Gould, tocar las Variaciones Goldberg, nunca había tenido miedo de ellas, a diferencia de Wertheimer, que, por decirlo así, había aplazado siempre para más adelante las Variaciones Goldberg, pensé, esa falta de coraje ante una obra tan inmensa como las Variaciones Goldberg no la había tenido yo nunca, jamas había sufrido por esa falta de coraje… Wertheimer fue siempre el tipo más pusilánime, totalmente inepto ya por esa razón agravante para esa carrera de virtuoso, y más aún con el piano para el que se necesita una intrepidez radical hacia todo y hacia todos, pensé.
El problema añadido que tenía Wertheimer era según el narrador, que a este le gustaba su propia infelicidad: “Posiblemente tengamos que partir de la base de que las que se llaman personas infelices no existen en absoluto, pensé, porque la verdad es que a la mayoría las hacemos infelices sólo porque les quitamos su infelicidad. Wertheimer tenía miedo de perder su infelicidad, y se mató por esa razón”. “En definitiva, estaba enamorado de su fracaso, si es que no chiflado incluso, pensé. Se había obstinado en ese fracaso hasta el fin. Realmente podía decir, en efecto, que sin duda era infeliz en su infelicidad, pero hubiera sido todavía más infeliz si de la noche a la mañana hubiera perdido su infelicidad, si se le hubiera privado de ella en un momento, lo que sería a su vez una prueba de que, en el fondo, no fue en absoluto infeliz, sino feliz, aunque sólo fuera a causa de su infelicidad y con ella, pensé”
El texto carece prácticamente de diálogos y si existen están expresados de forma indirecta introducidos por verbos de habla. Sólo, en algunas ocasiones esporádicas en las que el narrador habla con la patrona del mesón y también ya casi al final de la obra, cuando el narrador habla con Franz, el trabajador forestal del pabellón de caza de los Wertheimer.
En esta novela hay que destacar también, la mezcla de realidad y ficción, así como la utilización en historias ficticias de personajes reales como Glenn Gould o Horowitz e incluso podríamos incluir al propio Thomas Bernhard como personaje en esta ficción. En este caso podría confundirse con el narrador.

La historia que nos cuenta Bernhard sobre Glen Gold es absolutamente ficticia en cuanto a los datos históricos. 


Glenn Gold fue realmente un pianista canadiense que nació en Toronto el  25 de septiembre de 1932 y murió el 4 de octubre de 1982. Glenn Gould ha sido reconocido como uno de los mejores interpretes de las Variaciones Goldberg de Bach y de la obra para piano de Arnold Schönberg.

En relación a nuestra obra “El malogrado” podemos afirmar que Gould nunca estudió en el Mozarteum de Salzburgo. No tenemos ni siquiera constancia de que en algún momento de su vida visitara Austria. Incluso parece ser que no estaba de acuerdo con la concepción musical de Horowitz. 

Lo cierto es que Glenn Gold dedicó toda su vida al piano y que su único objetivo era superarse para intentar llegar a la perfección pero sin contar con el público. 

La realidad es que el público no le interesaba y para alcanzar esa perfección, utilizaba una sala de grabación donde podía grabar y comparar las obras que tocaba, naturalmente sin público.

Glenn Gold estudió toda su carrera musical en Canadá y su principal maestro fue Alberto Guerrero, profesor chileno afincado en Canadá. Con lo que no conoció, o al menos nunca fue alumno de Horowitz, que fue un pianista ruso-estadounidense que nació el 1 de octubre de 1903 y murió el 5 de noviembre de 1989, llegando a ser uno de los pianistas más importantes del siglo XX. Pero su técnica era para la concepción que tenía Gold de la técnica pianística demasiado clásica y exagerada, excesivamente teatralizada. 

Por otra parte, no sabemos si al mencionar a Wertheimer se estaba refiriendo a Max Wertheimer. Este fue un psicólogo alemán de origen checo y nacionalizado norteamericano que nació en Praga en abril de 1880 y falleció en Nueva York  en octubre de 1943. Wertheimer fue uno de los fundadores de la psicología de la Gestalt. 

Durante su juventud cursó estudios de violín, compuso música sinfónica y de cámara. Abandonó la música para realizar sus estudios de psicología en la Universidad de Berlín.

En su autobiografía “Mi vida en la música” Daniel Barenboin afirma no compartir la filosofía de Glenn Gould para quien la grabación es la única manera de producir música en el futuro. Baremboin define a su filosofía de la música como un naturalismo para el que la música es sinónimo de vida, y lo que la singulariza es el tiempo, y el tiempo es lo que se pierde y jamás vuelve. El tiempo es lo que se pretende expulsar de una sala de grabación. La música es tiempo y, por lo tanto no repetición, el metrónomo sólo repite la medida. A las notas las sigue el silencio sin el cual no existirían, y la duración del sonido es por eso intermitente, finita, mortal.