Pedro Páramo es una obra que ha hecho pasar a su autor a la historia de la literatura. Creo que esta es una idea que suscribirían la mayoría de los críticos y autores literarios.
También encontramos en muchos pasajes un lenguaje poético, que llega a su máximo esplendor en el monólogo de Susana San Juan: “Mi cuerpo se sentía a gusto sobre el calor de la arena. Tenía los ojos cerrados, los brazos abiertos, desdobladas las piernas a la brisa del mar. Y el mar allí enfrente, lejano dejando apenas restos de espuma en mis pies al subir de su marea…” “…Era temprano, El mar corría y bajaba en olas. Se desprendía de su espuma y se iba, limpio, con su agua verde, en ondas calladas…”
Asimismo, el personaje de Pedro Páramo encarna a todos los caciques mejicanos de la época y Comala representa a todos los áridos pueblos que se fueron quedando deshabitados a causa de las duras condiciones de vida.
En este plano Comala aparece como una antesala del infierno de ahí viene su nombre, «comal» placa de barro que se coloca contra el fuego para después utilizarlo como cocina. En este mundo todos son ánimas, aunque durante toda la obra, no tenemos muy claro quien está vivo y quien no.
– Nosotros ya estábamos dormidos.
– Durmamos, pues”.
Llegando a Comala Juan Preciado siente que llega hasta la puerta del infierno, lo que representa el fracaso de toda ilusión en el ser humanó igual que les sucede a otros personajes de la obra: «Es curioso, Dorotea, cómo no alcancé a ver ni el cielo. Al menos, quizá, debe ser el mismo que aquella conoció. -No lo sé, Juan Preciado. Hacía tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo… Además, le perdí todo mi interés desde que el padre Rentería me aseguró que jamás conocería la gloria. Que ni siquiera de lejos la vería… Fue cosa de mis pecados; pero él no debía habérmelo dicho. Ya de por sí la vida se lleva con trabajos. Lo único que la hace a una mover los pies es la esperanza de que al morir la lleven a una de un lugar a otro; pero cuando a una le cierran una puerta y la que queda abierta es nomás la del Infierno, más vale no haber nacido… El Cielo para mí, Juan Preciado, está aquí, donde estoy ahora…«