Pedro Páramo – Juan Rulfo

24 de noviembre de 2014



 
 Pedro Páramo es una obra que ha hecho pasar a su autor a la historia de la literatura. Creo que esta es una idea que suscribirían la mayoría de los críticos y autores literarios. 

Podemos decir que Pedro Páramo es una novela, aunque cargada de lenguaje poético. Además, la narración está llena de diálogos, con lo que, finalmente, encontramos más diálogo que narración. Quizá fuera esto lo que facilitó su adaptación al cine.
La obra, trata diversos temas como la soledad, la muerte, la injusticia, la violencia, pero su tema principal son las ilusiones frustradas, una concepción desesperada de la vida.
Asimismo, se centra en temas típicos mejicanos como la búsqueda del padre, el sentimiento de hostilidad de la vida, el fatalismo, la necesidad de fantasía para alejarse de la realidad y una especial relación entre la vida y la muerte provocadas por la influencia de las religiones aztecas mezcladas con tradiciones cristianas. Pero de lo local trascenderá a lo universal. Juan Rulfo será capaz de convertir los temas locales, por su tratamiento, en temas universales.
En cuanto al lenguaje de la obra, tendremos que decir que es un lenguaje muy cuidado, elegido con esmero y extremadamente sobrio. Se mezclan raíces populares con lenguaje literario. La obra está llena de giros mejicanos y algunos vulgarismos como: nomás, semos, pos etc, con los que consigue transmitirnos la fuerza de la realidad.  


También encontramos en muchos pasajes un lenguaje poético, que llega a su máximo esplendor en el monólogo de Susana San Juan: “Mi cuerpo se sentía a gusto sobre el calor de la arena. Tenía los ojos cerrados, los brazos abiertos, desdobladas las piernas a la brisa del mar. Y el mar allí enfrente, lejano dejando apenas restos de espuma en mis pies al subir de su marea…” “…Era temprano, El mar corría y bajaba en olas. Se desprendía de su espuma y se iba, limpio, con su agua verde, en ondas calladas…”

Uno de los elementos más sorprendentes de esta obra es su estructura. La obra está sustentada en una estructura aparentemente desestructurada, pero donde realmente se asienta todo su desarrollo.
A pesar de esta ruptura, de tiempo y espacio, la obra relata algunos hechos históricos que nos situarán en el último tercio del siglo XIX y el primero del XX. El autor hace referencias a la revolución mejicana iniciada en 1910 y la insurrección de los cristeros que sucedió entre 1926 y 1928.

Asimismo, el personaje de Pedro Páramo encarna a todos los caciques mejicanos de la época y Comala representa a todos los áridos pueblos que se fueron quedando deshabitados a causa de las duras condiciones de vida. 
Como ya hemos dicho, se produce una ruptura del tiempo y el espacio tradicionales, pero en realidad, obedece a que la obra está asentada sobre tres planos distintos, dos expresos y otro prácticamente omitido pero que el lector llega a sentir.
En un principio, tenemos una pequeña imagen del plano de la realidad llegando a Comala: “Después de trastumbar los cerros, bajamos cada vez más. Habíamos dejado el aire caliente de allá arriba y nos íbamos hundiendo en el puro calor sin aire. Todo parecía estar como en espera de algo.  – Hace calor aquí – dije. Si, y esto no es nada – me contesto el otro- . Cálmese. Ya lo sentirá más fuerte cuando lleguemos a Comala. Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija”. Este plano de la realidad que apenas está expresado, pero que percibimos claramente, es de un pueblo abandonado, árido y seco imposible de habitar.
Es Abundio, el que introduce a Juan Preciado en Comala como si fuera Caronte, que le lleva al otro lado de la vida. Juan Preciado al llegar a Comala no puede soportar la soledad, el calor y la angustia que le produce todo lo que allí ve y fallece.
Los dos planos expresos son: un mundo de ánimas donde las almas se mueven y sobre todo hablan del pasado el presente y el futuro, sin tener en cuenta ni el tiempo ni el espacio, aunque siempre en el mundo cerrado de Comala. En este plano el autor da mayor relevancia a la palabra y a las voces que al movimiento. Constantemente se hoyen voces que quieren expresar algo, que les traen historias del pasado, que les causan sensaciones…

En este plano Comala aparece como una antesala del infierno de ahí viene su nombre, «comal» placa de barro que se coloca contra el fuego para después utilizarlo como cocina. En este mundo todos son ánimas, aunque durante toda la obra, no tenemos muy claro quien está vivo y quien no.

El protagonista de este plano es Juan Preciado hijo de Pedro Páramo y Dolores Preciado. Llega al pueblo buscando a su padre como había prometido a su madre en su lecho de muerte.  
Ya en este comienzo de la obra podemos vislumbrar la sensibilidad y la categoría de su autor: «Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo”. 
 El tercer plano de la historia está en el pasado. Su protagonista es Pedro Páramo y está narrado en tercera persona. La historia nos cuenta cómo era Comala cuando estaba habitado y Pedro Páramo era el cacique del pueblo rodeado de muerte y violencia. Este sólo tendrá una ilusión, materializada en su amor por Susana San Juan. Pedro Páramo ama a Susana durante toda su vida pero es un amor que no se podrá realizar de forma satisfactoria, porque Susana enloquece. 
Además de los tres planos en los que se desarrolla la obra, también serán tres los hijos de Pedro Páramo que se nos presentan a lo largo de la narración. 
El primer hijo será Abundio, que nos presenta la Comala real, aunque el también está muerto y sirve para introducir a Juan Preciado en Comala. 
El segundo será Juan Preciado que en un principio aparece como protagonista colocado en el plano de la realidad y que pasará, después, a pertenecer al mundo de las ánimas, donde charla con su compañera de tumba y a través de los cuales podremos conocer las historias de Comala y Pedro Páramo. 
El tercer hijo será Miguel. Este será el único de los tres que no tuvo madre conocida, que vivió con su padre y gozó de su cariño hasta su muerte accidental.
Lo poco de la realidad que podemos leer expresamente en la obra y el mundo de las ánimas, está narrado en primera persona por Juan Preciado. El mundo del pasado de Comala, cuando era un pueblo con vida, está narrado en tercera persona. 
La narración está dividida en 70 fragmentos. En los fragmentos 29 y 30 encontramos una pequeña estructura semejante a una tragedia griega. Hay un coro de voces femeninas lejanas: «Mi novia me dio un pañuelo con orillas de llorar… En falsete. Como si fueran mujeres las que cantaran”.
Al mismo tiempo, Juan Prieto se debate entre el mundo real y el fantasmagórico: «Pensé regresar. Sentí allá arriba la huella por donde había venido, como una herida abierta entre la negrura de los cerros. Entonces alguien me toco en los hombros. ¿Qué hace usted aquí?  Vine a buscar…- y ya iba a decir a quien, cuando me detuve-: vine a buscar a mi padre. ¿Y porqué no entra?…«
En ese mismo fragmento hay también un estribillo que podría repetirse durante toda la obra:
– “Me han pasado tantas cosas, que mejor quisiera dormir.
– Nosotros ya estábamos dormidos.
– Durmamos, pues
”.
Otro de los elementos integrantes de la obra que resulta sorprendente, es la narración de Juan Preciado de su propia muerte: «No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que salía de mi boca, deteniéndolo con las manos antes de que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para siempre”.
Juan Preciado encarna la tradición del niño abandonado que busca a su padre. En esta búsqueda encontrará la muerte. 


Llegando a Comala Juan Preciado siente que llega hasta la puerta del infierno, lo que representa el fracaso de toda ilusión en el ser humanó igual que les sucede a otros personajes de la obra: «Es curioso, Dorotea, cómo no alcancé a ver ni el cielo. Al menos, quizá, debe ser el mismo que aquella conoció. -No lo sé, Juan Preciado. Hacía tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo… Además, le perdí todo mi interés desde que el padre Rentería me aseguró que jamás conocería la gloria. Que ni siquiera de lejos la vería… Fue cosa de mis pecados; pero él no debía habérmelo dicho. Ya de por sí la vida se lleva con trabajos. Lo único que la hace a una mover los pies es la esperanza de que al morir la lleven a una de un lugar a otro; pero cuando a una le cierran una puerta y la que queda abierta es nomás la del Infierno, más vale no haber nacido… El Cielo para mí, Juan Preciado, está aquí, donde estoy ahora…«

Incluso Pedro Páramo que encarna a un cacique frío y violento, pierde la última ilusión que tenía en la vida al perder a Susana y se ve abocado a la soledad y a la desesperanza y se dejará morir.
Curiosamente la narración resultará circular, Abundio que introdujo a Juan Preciado en Comala aparecerá también cercano a la muerte de Pedro Páramo, como si de nuevo apareciera Caronte para acompañarle a la otra vida: «Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras«.      
Pilar Aguilar