Thomas Mann nació en Lübeck el 6 de junio de 1875, en el seno de una familia de comerciantes adinerados. Su padre era alemán y su madre de ascendencia brasileña.
Por motivos laborales se trasladaron a vivir a Munich en 1891, donde terminó sus estudios con un aprovechamiento que no podríamos calificar precisamente de bueno.
Thomas Mann no obtuvo su bagaje cultural durante la etapa escolar. A lo largo de toda su vida adulta fue un autodidacta. En ese momento, sí podríamos decir que con un aprovechamiento excelente.
Si alguien le ayudó, en su camino hacia el conocimiento, fue su hermano Heinrich, también escritor, que en más de una ocasión le acompañó en sus viajes culturales, especialmente a Italia.
Thomas Mann comenzó escribiendo poesía, considerándose, más un poeta al estilo de Heine o Schiller, que un narrador. Pero lo primero que pudo publicar fue un relato titulado «El pequeño señor Friedemann» en la revista “Simplicissimus” donde entró a trabajar en el año 1900.
En uno de sus viajes a Italia, donde permaneció un año, empezó a escribir «Los Budenbrook» que finalmente se publicó en el año 1901, siendo la novela que le lanzaría a la fama.
A principios de 1904 conoció a Katia Pringsheim, hija de una familia de prestigiosos intelectuales de origen judío, con la que se casó y tuvo 6 hijos.
Durante la Primera Guerra Mundial apoyó el nacionalismo, lo que le llevó a enemistarse con su hermano Heinrich, que adoptó una postura totalmente contraria.
En 1922 Heinrich contrajo una grave enfermedad que puso en riesgo su vida lo que provocaría la reconciliación de los dos hermanos.
En 1924 publicó «La montaña mágica» y en 1929 le dieron el Nobel de literatura, principalmente por sus obras: «Los Budenbrook», «La montaña mágica» y una serie de relatos cortos.
Sus ideas políticas no fueron siempre coherentes. Apoyó ardientemente la República de Weimar y a sus líderes de ideología socialdemócrata, llegando incluso a aceptar algún cargo oficial como el de miembro del Consejo Censor Cinematográfico y posteriormente miembro de La Academia de las Artes de Prusia.
A diferencia de otros intelectuales con ideas conservadoras y nacionalistas, Thomas Mann se opuso al nazismo de principio a fin. Lo que le llevó a exiliarse primero a Suiza en 1933, después a Checoslovaquia, donde adquirió la nacionalidad checoslovaca en 1936 y finalmente a Estados Unidos tras haber conseguido un trabajo en la Universidad de Princeton.
En 1953, regresó a Suiza de forma definitiva y murió en Zürich en 1955 a consecuencia de una trombosis.
Una de sus principales preocupaciones fue la posición del artista en la sociedad, así como el desgaste que debía soportar en su intento de reproducir la belleza.
El tema de la muerte era también un tema muy presente en sus pensamientos. Producto, tal vez, de los suicidios de su padre, dos de sus hermanas y dos de sus hijos varones. Asimismo, la idea del tiempo, la enfermedad y la juventud frente a la vejez fueron temas de preocupación constante en su vida.
Sus hijos le calificaban como una persona terriblemente seria, lo que quizá, le convirtió en un padre excesivamente severo.
En cuanto al tema de la homosexualidad que siempre estuvo presente, uno de sus hijos declaró, que la homosexualidad de su padre siempre había sido platónica. Se casó con su madre y tuvo seis hijos, pero jamás miró a ninguna otra mujer.
Siempre fijaba su atención en los jovencitos, considerándolos modelo de belleza y admirándolos, aunque generalmente estos ni siquiera llegaban a enterarse.
Durante la República de Weimar, dado que el ambiente era mas permisivo, firmó un manifiesto a favor de la despenalización de la homosexualidad, aunque él nunca se reconoció como tal.
A los setenta y cinco años se enamoró de un joven camarero al que dedicó numerosas páginas de su diario, aunque este nunca lo supo. Thomas Mann quería ser un hombre de orden y de valores tradicionales.
Vivió convencido de su importancia en el mundo de la literatura y por eso destruyó la mayoría de sus poemas y escritos de juventud al considerarlos de poca o ninguna importancia.
Esto se puso claramente de relieve, cuando al morir dejó un legado de escritos y un diario que sólo podrían abrirse transcurridos veinte años de su muerte.
En esos escritos no se encontró nada de interés que aportar a su obra. Eran escritos sobre la parte más prosaica de su vida personal. Hablaba con frecuencia de sus problemas estomacales e intestinales, así como de algunos de sus enamoramientos en los que estaban implicados algunos jóvenes, aunque siempre de forma platónica.
En cuanto a su obra, hemos hablado ya de obras tan importantes como «Los Budenbrook» y «La montaña mágica » pero no podemos dejar de mencionar otras obras importantes como: «Tonio Kröger», «La muerte en Venecia», «Mario y el mago», «José y sus hermanos» o «Doctor Faustus» además de algunos ensayos sobre literatura y música, que era una de sus pasiones. Estos ensayos resultan bastante desconocidos en España, a pesar de que algunos de ellos se han publicado en distintas ocasiones.
En la actualidad, Thomas Mann está considerado un clásico de la literatura contemporánea.
(Pilar Aguilar)