25 de mayo de 2017

¿Quién es Javier Cercas?

Javier Cercas es un escritor español nacido en Ibahernando,  Cáceres, en 1962. Cercas es conocido tanto por sus novelas como por su labor periodística y de ensayo. 

Es hijo de un veterinario rural. En 1966, a los cuatro años de edad, se trasladó con su familia a Gerona. Hasta los quince años pasó todos los veranos en su pueblo natal, manteniendo con Ibahernando una estrecha relación que mantiene hasta la actualidad.

Durante su adolescencia se interesó en la literatura y el cine. Algunos miembros de su familia cercana, incluyendo a su padre, eran falangistas pero él comenzó a hacerse una opinión propia de la Guerra Civil Española leyendo mucho sobre el tema, al que le ha dedicado alguna de sus obras, así como a otros importantes pasajes de la historia de España.

Cercas estudió Filología Hispánica en Barcelona y en la actualidad ejerce la docencia en la Universidad de Gerona, donde enseña Literatura Española. También es un colaborador habitual del periódico El País.

Escribió su primer libro, una antología de cuentos, El móvil, en 1987. Sus primeras novelas fueron El inquilino publicada en 1989 y El vientre de la ballena en 1997, que obtuvieron una repercusión moderada.

El éxito le llegó con su obra Soldados de Salamina en 2001. Este éxito no fue sólo a nivel nacional sino también internacional. Con esta novela, Javier Cercas ganó premios tan importantes como el Salambó, el Ciutat de Barcelona, el Librero o el Grinzane Cavour. 

La novela fue adaptada al cine por David Trueba en 2003 y logró un gran éxito de crítica y ventas.

Tras este importante éxito, las siguientes novelas de Cercas han alcanzado el favor de la crítica y habría que destacar títulos como La velocidad de la luz o La verdad de Agamenón

Este autor ha realizado, al mismo tiempo, traducciones al español de literatura contemporánea catalana.

Javier Cercas publicó en 2009, Anatomía de un instante, una novela periodística, casi un ensayo, sobre el golpe de estado español del 23F, con el que alcanzó los primeros puestos de ventas en no-ficción durante meses. Esta obra fue premiada en 2010 con el Premio Nacional de Narrativa.

Se le han concedido tres premios al conjunto de su obra: el Premio Intenazionale del Salone del Libro de Torino, el Premio FriulAdria y el Prix Ulysse en Francia.

En 2017 ha publicado El monarca de las sombras, en la que retoma el motivo de la Guerra Civil y el personaje de Javier Cercas.

Javier Cercas es uno de los autores españoles más traducidos, ha sido publicado en 30 idiomas y ha sido ampliamente reconocido por la crítica en Francia, Inglaterra y Estados Unidos.
24 de mayo de 2017

Soldados de Salamina – Breve apunte

Soldados de Salamina es una obra del escritor español Javier Cercas. La obra se publicó en el año 2001 y fue el primer éxito editorial de la literatura española del siglo XXI. 

El título de la novela hace referencia a la batalla de Salamina como algo remoto, la misma sensación que a los españoles del siglo XXI les produce la Guerra Civil.

Esquilo, autor de la obra, Soldados de Salamina, prefirió llevar al teatro la amargura de la derrota de los persas más que la alegría de la victoria de los griegos. De este hecho podría partir la idea de Javier Cercas de presentar como héroe al derrotado y viejo Miralles que es un héroe olvidado, de uno de los acontecimientos más tristes de la Historia de España.
“Es curioso (o por lo menos me parece curiosos ahora): desde que el relato de Ferlosio despertara mi curiosidad nunca se me había ocurrido que alguno de los protagonistas de la historia pudiera estar todavía vivo, como si el hecho no hubiera ocurrido apenas sesenta años atrás, sino que fuera tan remoto como la batalla de Salamina.” pag. 41

Es una novela innovadora entre otros factores porque se encuentra en los límites entre la ficción y la realidad. 

Otro elemento innovador es la figura del autor-narrador integrada en el texto,  al menos con la implicación presentada por Cercas. No es que el personaje principal, Javier Cercas, sea exactamente la persona real Javier Cercas. No es el autor mismo, sino una representación lingüística con muchos puntos en común con el hombre de carne y hueso. Aunque su circunstancia vital no sea paralela a la del Javier Cercas real, que en este momento ni había perdido a su padre, ni le había abandonado su mujer, ni realmente había decidido abandonar la escritura.
Según declara el propio Javier Cercas, en la novela, el autor y el narrador tenían que llevar el mismo nombre porque si todo el mundo como Sánchez Mazas, los Figueras, Ferlosio, Trapiello, Bolaño, etc. aparecía con su nombre real, si el protagonista no fuera Javier Cercas, todo el mecanismo literario hubiera dejado de funcionar. 
La obra está estructurada en tres capítulos distintos:
La primera parte, «Los amigos del bosque», presenta al escritor y periodista Javier Cercas, personaje, en un momento poco favorable de su vida. Había muerto su padre hacía poco, su mujer le había abandonado y él había dejado de escribir. El protagonista, escritor fracasado, está buscando una historia que le ayude a salir de una mala situación económica y anímica. Javier Cercas encontrará la historia, que le llevará a investigar más allá de la primera narración que le ofrece Rafael Sánchez Ferlosio de la historia de su padre durante la Guerra Civil.
La segunda parte, “Soldados de Salamina”, es donde se desarrolla la historia que le lleva, tanto al autor como al personaje, a escribir el libro. Cercas narra los acontecimientos que le sucedieron a Sánchez Mazas al final de la Guerra Civil.
La tercera parte, «Cita en Stockton», es una nueva búsqueda de otra historia diferente pero que funcione como la pieza final y fundamental que le hace falta a Javier Cercas, personaje, para terminar su libro. 
En esta tercera parte Javier Cercas, escritor, plantea al lector una pregunta de la que no da respuesta. El autor plantea un problema que no resuelve, pero que abre vías de reflexión. Cada lector hará una lectura distinta dependiendo de su experiencia vital. La pregunta que plantea esta obra es: ¿Por qué decidió el miliciano republicano salvar a Sánchez Mazas? ¿Quién era aquel miliciano? Tal vez ahí se ve el sin sentido de la guerra, en las individualidades. Quizá Sanchez Mazas y el miliciano republicano no eran mas que dos hombres que se miran a los ojos y realmente no se odian. 
Otra pregunta es: ¿Por qué Javier Cercas, el personaje, escribe esta historia? 
Esta sería la pregunta real que nos plantea la obra y las anteriores serían las preguntas aparentes que suscitan la emocionante historia de Sánchez Mazas.
Como ya hemos dicho, la novela se desarrolla en tres capítulos, pero no son tres capítulos lineales, sino que el primero y el tercero forman un marco envolvente que arropa la narración del suceso, aparentemente, principal de la obra. Este marco aporta la posibilidad de analizar un acontecimiento olvidado, desde el presente. El marco permite envolver un hecho histórico con elementos procedentes de la actualidad. De esta manera, se puede revisar el pasado desde la intrahistoria, como decía Unamuno, es decir, desde la experiencia de lo vivido por la gente corriente, fuera del discurso académico. 
Aunque, realmente, el suceso de la Guerra Civil es la excusa para tratar los temas que realmente son los principales de la novela. 
Uno de los temas principales es el tratamiento del héroe moderno. Según Carlos Yushimito del Valle, escritor peruano, en un estudio sobre el tema dice:
«decide actuar motivado por sus propias convicciones y no condicionado en cambio por un grupo colectivo»
Javier Cercas propone con esta obra una forma de mirar aquel acontecimiento de la Guerra Civil, intentando ser lo más ecuánime posible. Pero según se avanza en la lectura de la obra y con la evolución del protagonista principal, Javier Cercas, se ve como este pasa de un simple interés por escribir una historia, a implicarse personalmente en la búsqueda de un héroe moderno, que finalmente, resultará  ser Miralles. Este es el elemento principal que le faltaba a la historia y sin el que el protagonista de la obra no hubiera sido capaz de terminarla porque no le encontraba el sentido que quería darle.  
En un principio, el personaje principal no es consciente de esta carencia, sabe que le falta algo a su historia pero no es capaz de encontrar ese elemento. Al libro le faltaba algo y ese algo era el por qué del comportamiento de ese soldado republicano, que no dispara ¿Qué pensó este cuando se encontró con Sánchez Mazas cara a cara y se miraron a los ojos?
Las referencias a Sánchez Mazas como provocador falangista con una oratoria incendiaria son, en cierto modo, una toma de partido y una actitud de reconocimiento hacia los héroes olvidados y desconocidos.
Otro de sus temas principales en esta obra es la búsqueda del padre. En la obra Javier Cercas, personaje, acaba de perder a su padre, y al final lo encuentra en la personaje de Miralles. 
El mismo Javier Cercas escribe:
“… al principio, Cercas ha perdido a su padre, y al final lo encuentra: quiero decir que encuentra a Miralles (el antiguo comunista superviviente a todas las batallas del que le habla Roberto Bolaño y sobre el que fábula con la posibilidad de que sea el miliciano que salvó la vida a Sánchez Mazas), que es una especie de padre simbólico o histórico, no sé, el caso es que encuentra a Miralles, y por eso, porque es el padre que perdió y ahora recupera se abraza a él. Estas simetrías son fruto de la manipulación de la realidad de la mentira, pero gracias a ellas, la novela deja de hablar de la España del año 1939 o de la Gerona del 2000, y pasa a hablar de lo que en realidad habla, y me importa. Porque la novela no habla, fundamentalmente de la Guerra Civil, aunque sea uno de sus temas y constituya un marco esencial. La novela, básicamente, habla de los héroes, de la posibilidad del heroísmo; habla de los muertos, y del hecho de que los muertos no están muertos del todo mientras haya alguien que los recuerde; habla de la búsqueda del padre, de Telémaco buscando a Ulises; habla de la inutilidad de la virtud y de la literatura como única forma de salvación personal…” (Diálogos de Salamina)
Aristóteles decía que la Poética es superior a la historia, porque, mientras la historia se ocupa de lo particular y concreto, de lo que atañe sólo a determinados hombres en determinadas circunstancias de tiempo y lugar, la literatura se ocupa de lo genera, de aquello que atañe a todos los hombres en cualquier época y circunstancia.
Por ese motivo, Javier Cercas, personaje, empieza viendo la historia como la narración de una situación remotamente acaecida durante una Guerra Civil que ya casi no se recuerda, de ahí su título, y sin embargo termina viéndolo como algo presente y actual, como algo que incumbe a todos.
También deberíamos mencionar la inclusión, en Soldados de Salamina, del artículo «Un secreto esencial», aparecido en El País en su edición para Cataluña de fecha 11 de marzo de 1999. 
Este artículo es la génesis del libro posterior y habla del paralelismo entre las historias de Antonio Machado y Rafael Sánchez Mazas, dos escritores colocados en los polos opuestos en la trágica historia de la Guerra Civil, ya que ambos escritores se colocaron en bandos opuestos y cuando Sánchez Mazas parece escapar milagrosamente de la muerte, Antonio Machado encuentra la muerte en el exilio, más o menos en la misma fecha, cuando ya había perdido la esperanza en la victoria de su bando. 
De esta manera, el artículo «Un secreto esencial» se convierte en el punto de partida de la investigación que realiza Javier Cercas, protagonista, partiendo de un artículo del Javier Cercas real. De esta manera el Javier Cercas real entra en el juego de paralelismos que utiliza en la novela como recurso.
El artículo está reproducido de forma completa a excepción de la primera palabra del texto. En Soldados de Salamina dice: «Se cumplen sesenta años de la muerte de Antonio Machado» y en el artículo original dice: «Acaban de cumplirse…» . Lo que le da al texto, con una pequeña modificación, una actualización temporal. 
En gran medida la oposición entre los dos escritores será el eje central de la novela. La exagerada polarización fue lo que llevó al país a la Guerra Civil. Estos dos escritores estaban enfrentados, sin embargo, esto podía ser  por motivos ajenos a ellos mismos.
El paralelismo entre Machado y Sánchez Mazas se convertirá en la novela en un paralelismo entre Sánchez Mazas y Miralles que acabará convirtiéndose en el héroe. 
Casualmente, Miralles es el único personaje totalmente imaginario de la novela. 
Realmente, existe un individuo que Bolaño presenta en su narración de un hombre que luchó en las dos guerras, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, pero que Javier Cercas, persona, transforma para que resulte la solución que buscaba para terminar su la novela.
En un  principio, Cercas real, nos presenta a Cercas personaje, como un periodista y escritor frustrado que quiere escribir y no puede y que busca una historia que encuentra y que al final la novela  le ayuda a encontrarse a sí mismo como escritor y que escribe Soldados de Salamina, el libro que estamos leyendo. Es el libro dentro de sí mismo. 
Javier Cercas, escritor real, utiliza el viaje como medio para que el protagonista, Javier Cercas encuentre su historia. En un principio viaja con Conchi a Cancún donde pone en claro sus ideas y donde decide empezar a escribir el libro. Al final de la novela, el protagonista, encontrará en el viaje a Dijon el final de su historia, la pieza clave que le faltaba a su libro.
En la novela aparece otro motivo de interés, que se repite en diversas ocasiones y que es un motivo musical: la canción Suspiros de España. La primera vez que Javier Cercas, personaje, oye la canción, la oye en la calle en Gerona interpretada por dos gitanillos, mientras esperaba a Figueras. 
“…me senté en la terraza. Nerviosamente miraba a un lado y a otro; mientras lo hacía aparecieron dos gitanos jóvenes –un hombre y una mujer–, con un teclado eléctrico, un micrófono y un altavoz, y se pusieron a tocar frente a la clientela. el hombre tocaba y la mujer cantaba. Tocaban, sobre todo, pasodobles: lo recuerdo muy Bien porque a Conchi le gustaban tanto los pasodobles que había intentado sin éxito que me inscribiera en un cursillo para aprender a bailarlos, y sobre todo porque fue la primera vez en mi vida que oí la letra de Suspiros de España, un pasodoble famosísimo del que yo ni siquiera sabía que tenía una letra.” (se incluye la letra en el texto, pag.47)
“Oyendo tocar y cantar a los gitanos pensé que ésa era la canción más triste del mundo; también, casi en secreto, que no me disgustaría bailarla algún día.” pag. 47
Esa misma canción la cantó y bailó el miliciano que salvó la vida de Sánchez Mazas, según el testimonio de Daniel Angelats.
“Pero me fijé en él, como todos mis compañeros, porque mientras nosotros paseábamos por el jardín él siempre estaba sentado en un banco y tarareando algo, canciones de moda y cosas así, y una tarde se levantó del banco y se puso a cantar Suspiros de España. ¿Lo has oído alguna vez? Claro, dijo Pere. Es el pasodoble favorito de Liliana dijo Sánchez Mazas. A mí me parece muy triste, pero a ella se le van los pies en cuanto oye cuatro notas. Lo hemos bailado tantas veces… Angelats vio que la brasa del cigarrillo de Sánchez Mazas enrojecía y se apagaba bruscamente, y luego oyó que su voz ronca y casi irónica se levantaba en un susurro y reconoció en el silencio de la moche la melodía y la letra del pasodoble, que le dieron unas ganas enormes de llorar porque le parecieron de golpe la letra y la música más tristes del mundo…” pag.119
“Que en vez de quedarse sentado en el banco, tarareando por lo bajo como siempre, aquella tarde se puso a cantar Suspiros de España en voz alta, y sonriendo y como dejándose arrastrar por una fuerza invisible se levantó y empezó a bailar por le jardín con los ojos cerrados, abrazando el fusil como si fuera una mujer…” pag. 120
Probablemente el mismo pasodoble era el que bailaba  Miralles en el camping con aquella mujer joven.
“Bolaño recordó entonces que una noche del último verano en que estuvo con Miralles, mientras hacía la primera ronda, ya de madrugada, oyó una música muy tenue que llegaba del extremo del camping, justo al lado de la valla que lo aislaba de un bosque de pinos. Más por curiosidad que para exigir que quitaran la música –sonaba tan baja que no podía estorbar el sueño de nadie–, se acercó sigilosamente y vio a una pareja bailando abrazada bajo la marquesina de una rulot. En la rulot reconoció la rulot de Miralles; la pareja, a Miralles y a Luz; en la música, un pasodoble muy triste y muy antiguo (o eso es lo que entonces le pareció a Bolaño) que muchas veces le había oído tararear entre dientes a Miralles.” pag. 160
Finalmente, este pasodoble podría ser la pieza clave para descubrir que Miralles podría ser el soldado que salvó la vida de Sánchez Mazas, aunque el no lo admitiera.
“–no le he contado una cosa –le dije a Miralles–, Sánchez Mazas conocía al soldado que le salvó. Una vez le vio bailando un pasodoble en el jardín del Collell. Solo. El pasodoble era Suspiros de España. –Miralles bajó de la acera y se arrimó al taxi, apoyó una mano grande en el cristal bajado. Yo estaba seguro de cuál iba a ser la respuesta, porque creía que Miralles no podía negarme la verdad. Casi como un ruego pregunté– : Era usted, ¿no?
Tras un instante de vacilación, Miralles sonrió ampliamente, afectuosamente, mostrando apenas su doble hilera de dientes desvencijados. Su respuesta fue:           –No”. pag. 202. 
David Trueba llevó la historia al cine. Si se quiere conocer algo más sobre esta adaptación y también los comentarios del propio autor sobre el libro se puede encontrar la obra Diálogos de Salamina editada por Luis Alegre. Trueba asegura que entendió el texto y lo orientó cinematográficamente cuando, después de varias lecturas, de documentarse exhaustivamente sobre los falangistas y la Guerra Civil, descubrió que el protagonista no era Sánchez Mazas, ni el heroico Miralles, el miliciano que le perdona la vida, sino la mirada del autor.
El escritor Mario Vargas Llosa ha dicho sobre esta novela: 

el libro es magnífico, en efecto, uno de los mejores que he leído en mucho tiempo y merecería tener innumerables lectores, en esta época en que se ha puesto de moda la literatura ligera, llamada de entretenimiento, porque así aquellos comprobarían que la literatura seria, la que se atreve a encarar los grandes temas y rehuye la facilidad, no tiene nada de aburrida, y, al contrario, es capaz también de encandilar a sus lectores, además de afectarlos de otras maneras.”

23 de mayo de 2017

Mi amigo Fernando Iwasaki me conminó a que leyera Soldados de Salamina, de Javier Cercas, y, como me fío de su gusto literario, le hice caso. He quedado feliz con su recomendación: el libro es magnífico, en efecto, uno de los mejores que he leído en mucho tiempo y merecería tener innumerables lectores, en esta época en que se ha puesto de moda la literatura ligera, llamada de entretenimiento, porque así aquellos comprobarían que la literatura seria, la que se atreve a encarar los grandes temas y rehuye la facilidad, no tiene nada de aburrida, y, al contrario, es capaz también de encandilar a sus lectores, además de afectarlos de otras maneras.

El narrador de Soldados de Salamina insiste mucho en que lo que cuenta no es una novela sino ‘una historia real’ y seguramente se lo cree, igual que muchos que han celebrado el libro como una rigurosa reconstrucción de un hecho fidedigno, ocurrido en las postrimerías de la guerra civil española, cuyo protagonista fue Rafael Sánchez Mazas, escritor y fascista, fundador de la Falange Española, íntimo amigo de José Antonio Primo de Rivera y futuro ministro en el primer gobierno de Franco. Pero esto no es cierto; si lo fuera, el libro no valdría más que por los datos que contiene y su existencia -su valor-, como en el caso de un reportaje periodístico, dependería por completo de una realidad ajena y exterior a él, que la investigación de que da cuenta el texto habría contribuido a esclarecer. La verdad es otra: Soldados de Salamina es más importante que Rafael Sánchez Mazas y el fusilamiento del que escapó de milagro (cráter de la historia), porque en sus páginas lo literario termina prevaleciendo sobre lo histórico, la invención y la palabra manipulando la memoria de lo vivido para construir otra historia, de estirpe esencialmente literaria, es decir ficticia.


La fantasía de un escritor no se vuelca siempre en lo anecdótico; a veces, como en este caso, se centra en la disposición de los materiales que constituyen el relato, en la manera de organizar el tiempo, el espacio, la revelación y la ocultación de los datos, las entradas y las salidas de los personajes. Aun cuando todo lo que Soldados de Salamina cuenta fuera verdad, y los protagonistas que en la historia aparecen hubieran sido en la realidad tal como allí se los describe, el libro no sería menos novelesco, fantasioso y creativo, debido a la astuta manera como está edificado, al sutil artificio de su construcción. Y, también, claro, a la fuerza persuasiva de su palabra, a la eficacia de su estilo, una realidad más consistente e imperecedera que la realidad histórica que finge evocar. Aunque sean muy distintos de contenido, a mí me ha recordado un libro que leí hace siglos, The Quest for Corvo, de A. J. A. Symons, en apariencia una biografía del interesante novelista británico autor de Adriano VII pero, en verdad, una detectivesca descripción de las mil y una aventuras que vivió el propio Symons para escribir su biografía. Como en aquella historia, en la de Javier Cercas la estrategia del narrador es más inusitada y fascinante que lo que aparenta narrar.

Los personajes de Soldados de Salamina y sus peripecias tienen una vida relevante por la destreza con que son evocados y comentados por el inteligente narrador, un narrador que se las arregla, a la vez que nos cuenta cómo Rafael Sánchez Mazas escapó dos veces de la muerte, primero del pelotón de fusilamiento y luego de un compasivo soldado republicano que le perdonó la vida, y cómo sobrevivió en los bosques de Cataluña gracias a la conmiseración de una familia campesina y a dos desertores, para contarnos cómo consiguió él contarnos esta historia, cómo nació la idea, qué problemas enfrentó mientras la escribía, qué ayudas tuvo, las depresiones que debió vencer, y la misteriosa manera como la tumultuosa vida real compareció para ayudarlo a llenar los blancos e inyectarle confianza cada vez que su empresa literaria parecía hacer agua. Siento mucho tener que afirmar que esta otra historia -la de las oscuras frustraciones, ambiciones y empeños de un joven escritor que, escribiendo estas páginas, luchaba a muerte contra la amenaza del fracaso de su vocación- es más rica y conmovedora que la del polígrafo falangista y sus desventuras en la guerra civil, y la que ha contagiado a esta última su vitalidad y poderío. Sin esta intrusión exhibicionista del propio narrador, relatando la desesperada apuesta que hace con este libro para resucitar una vocación que hasta ahora siente frustrada, los percances que hace sesenta años padeció Sánchez Mazas en el santuario del Collell y la comarca circundante tendrían escaso interés, no mayor que el de los miles y miles de episodios que atosigan las bibliotecas, ilustrando el caos, la crueldad, la estupidez, y a veces también la generosidad y el heroísmo -todo mezclado- que caracterizan todas las guerras. Lo que les imprime un carácter singular y apasionante es la obsesión que ellos inspiran al narrador y su voluntad de investigarlos y contarlos hasta su último resquicio, con un encarnizamiento de fanático. En verdad, lo que sin proponérselo nos cuenta Soldados de Salamina es la naturaleza de la vocación de un escritor, y cómo nace, deshaciendo y rehaciendo la realidad de lo vivido, la buena literatura.

Este libro, que se jacta tanto de no fantasear, de ceñirse a lo estrictamente comprobado, en verdad transpira literatura por todos sus poros. Los literatos ocupan en él un puesto clave, aunque no figuren en el libro como literatos, sino en forma de circunstanciales peones que, de manera casual, disparan en la mente del narrador la idea de contar esta historia, de hacerla avanzar, o la manera de cerrarla. La inicia Sánchez Ferlosio, revelándole el episodio del fusilamiento de su padre, y, cuando está detenida y a punto de naufragar, la relanza Roberto Bolaño, hablando a Javier Cercas del fabuloso Antoni Miralles, en quien aquél cree identificar, por un pálpito que todo su talento narrativo está a punto de convertir en verdad fehaciente en las últimas páginas del libro, al miliciano anónimo que perdonó la vida a Sánchez Mazas. Este dato escondido queda allí, flotando en el vacío, a ver si el lector se atreve a ir más allá de lo que fue el narrador, y decide que, efectivamente, la milagrosa coincidencia tuvo lugar, y fue Miralles, combatiente de mil batallas, miliciano republicano en España, héroe anónimo de la columna Leclerc en los desiertos africanos y compañero de la liberación en Francia, el oscuro soldadito que, en un gesto de humanidad, salvó la vida al señorito escribidor falangista convencido de que, a lo largo de la historia, siempre un pelotón de soldados ‘había salvado la civilización’.

Javier Cercas maneja con soltura los diálogos y sabe aligerar con chispazos de humor -atribuidos casi siempre a la deliciosa malhablada que se llama Conchi- las páginas excesivamente densas del relato. Pero no incurre nunca en la pirotecnia, en el mero efectismo. Y es capaz de reflexionar sobre asuntos peligrosamente truculentos, como el heroísmo, la moral de la historia, el bien y el mal en el contexto de una guerra civil, sin caer en el estereotipo ni la sensiblería, con una transparente claridad de ideas y una refrescante limpieza moral. Por eso, aunque las historias que nos cuenta su libro, deban más a la invención y a la magia verbal de que está hecha la buena literatura que a un rastreo de testimonios y datos verdaderos, Soldados de Salamina tiene sus raíces muy hundidas en una realidad histórica sin la cual esta hermosa ficción no hubiera sido posible.
La realidad que el libro saca a la luz y pone en primer plano, modelándola con formas de gran nitidez y emocionante autenticidad, es la de los pobres diablos que, a diferencia de los Rafael Sánchez Mazas de que está plagada la historia, no glorifican la guerra ni la proponen como panacea de las miserias sociales, ni creen que la verdad de la filosofía está en la boca de un fusil o en el ejercicio del terror, sino padecen en carne propia estos apocalipsis que otros, más cultos, más inteligentes y más poderosos que ellos, conciben, planifican y desatan, para materializar un sueño que, a la postre, resulta siempre un sueño infernal. El gran personaje del libro de Cercas, el más novelesco y el más logrado, no es el inteligente y culto Sánchez Mazas; es el pobre Miralles, guerrero de las buenas causas por pura casualidad, héroe sin quererlo ni saberlo, que, desfigurado por una mina después de pasarse media vida batallando, sobrevive como un discreto, invisible desgraciado, sin parientes, sin amigos, recluido en una residencia de ancianos de mala muerte, a donde va a sacudirlo de su inercia y su aburrida espera del fin, un novelista empeñado en ver épicas grandezas, gestos caballerescos -pura literatura- donde el viejo guerrero sólo recuerda rutina, hambre, inseguridad, y la imbécil vecindad de la muerte.

Luego de entrevistar a Miralles, en Dijon, el narrador regresa a Barcelona, y, en el tren, se siente primero eufórico porque esa entrevista le permitirá terminar su libro. Luego, recordando lo que acaba de oír y de ver, fantasea y llora, condolido hasta los huesos por la maldad, la estupidez y el absurdo que delata, en la vida de los humanos, la vida del pobre Miralles. Esta escena peligrosísima, donde el libro se acerca a las orillas mismas de la sensiblería, es en verdad el gran triunfo de Soldados de Salamina: una conclusión a la que da fuerza y legitimidad todo lo que hasta ahora el libro ha contado.

Quienes creían que la llamada literatura comprometida había muerto deben leerlo para saber qué viva está, qué original y enriquecedora es en manos de un novelista como Javier Cercas.

© Mario Vargas Llosa, 2001. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El País, SL, 2001.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de septiembre de 2001