7 de julio de 2017

¿Quién es Pío Baroja?

Pío Baroja Nació en San Sebastián en 1872, pero vivió en Madrid prácticamente toda su vida, aunque estuvo siempre orgulloso de su ascendencia vasca. 

Eran tres hermanos: Darío, que murió joven; Ricardo, que fue también escritor pero sobre todo pintor; y Pío, el novelista por excelencia. Era el menor de los tres hermanos. Más adelante y con mucha diferencia de años, nació Carmen, la única chica y con la que Pío mantuvo una relación más estrecha, podríamos decir casi imprescindible para él. 

El padre de Baroja, Serafín, era ingeniero de minas, lo que llevó a la familia a continuos cambios de residencia. Esto resultó una ventaja para Pío que tuvo la oportunidad de conocer distintos lugares de España en profundidad, especialmente, Madrid al que se sentía muy unido, después del País Vasco.

Debido a los cambios de residencia de la familia, Baroja estudió la escuela primaria en San Sebastián, continuando sus estudios en Pamplona, Madrid y finalmente en Valencia, donde terminó la carrera de Medicina, doctorándose posteriormente en Madrid. 

Al terminar sus estudios, Baroja se trasladó a Cestona, en el País Vasco, donde consiguió una plaza de médico. No tardó en darse cuenta de que no había nacido para la medicina. Ejerció su profesión durante muy poco tiempo y se centró posteriormente en la literatura, casi como única dedicación. 

Se trasladó a San Sebastián, donde estaba instalada su familia y permaneció allí durante algún tiempo. Más tarde se trasladó a Madrid, donde se encontraba su hermano Ricardo que trabajaba en un negocio de panadería, de una tía suya, que se había quedado viuda. 

Ricardo no quería hacerse cargo de la panadería por más tiempo y a Pío le pareció una estupenda oportunidad para instalarse en la capital. Al poco tiempo de haberse hecho cargo de la panadería, comenzó a colaborar en periódicos y revistas. 

En 1900, publicó su primera obra Vidas sombrías, una colección de cuentos que le sirvió para darse a conocer. Esta obra resultó un éxito e incluso suscitó los elogios de otros escritores como Azorín, Galdós y sobre todo Unamuno.

Desde ese momento, Baroja fue apartándose del negocio de panadería hasta abandonarlo definitivamente.

Baroja tuvo dos grandes aficiones: los viajes y la literatura. Comenzó conociendo la España de su tiempo, gracias a los cambios de residencia que tuvo que realizar con sus padres y más adelante viajó por España por afición, acompañado unas veces por sus hermanos Carmen y Ricardo y otras con amigos; Maeztu, Azorín y con Ortega y Gasset, en su coche.

Baroja fue uno de los escritores que mejor conocía la situación de la España de su tiempo y de esto dejó constancia en sus novelas.  

Durante la Guerra Civil se refugió en París, donde pasó una larga temporada. También estuvo en Londres y viajó por Suiza, Alemania, Bélgica, Noruega, Holanda e Italia. 

En cualquier caso, podemos decir que su residencia habitual fue Madrid, y después Vera de Bidasoa, donde compró Itzea, la casa en donde la familia Baroja pasaba los veranos.

Baroja apenas dejó de escribir durante toda su vida, así que es uno de los escritores más prolíficos de su generación. 

Entre sus mejores obras están Vidas sombrías, publicada en 1900; Inventos y mixtificación de Silvestre Paradox, de 1901,; Camino de perfección (1902). 
A continuación debemos mencionar El mayorazgo de Labraz (1903), escrita con recuerdos de su época vivida en Cestona.
No debemos pasar por alto la trilogía que siguió a estas novelas «La lucha por la vida», formada por: La busca, Mala hierba y Aurora roja. Esta trilogía apareció primeramente como un folletín y en ella aparece el ambiente de los barrios bajos de Madrid. 

Baroja tenía en mucha estima dos de sus obras centradas en la tierra vasca: Zalacaín el Aventurero y Las inquietudes de Shanti Andía.

La obra más extensa de Baroja será Las memorias de un hombre de acción, novela que publicó entre los años 1912 y 1934. Esta obra está formada por veintidós volúmenes y el protagonista es Eugenio de Aviraneta, personaje que tuvo alguna importancia en los hechos políticos de su tiempo.

Además, Baroja escribió algunos ensayos: Juventud, egolatría (1917); Las horas solitarias y La caverna del humorismo (1918). Estas fueron las obras preferidas de Ortega y Gasset. 

Al final de su vida, publicó sus Memorias. Estas constituyen un documento fidedigno de su vida, pero sobre todo de la vida de su tiempo.

En 1935 fue admitido como miembro de la Academia de la Lengua. 

Baroja está considerado uno de los máximos representantes de la novela de la llamada Generación del 98.

El escritor tenía un carácter serio e incluso podríamos decir poco sociable pero con un punto de ternura melancólica.

Se puede considerar a Baroja como un escritor modernista, en cuanto que recoge en sus obras la angustia y la desesperación que el modernismo tomó del romanticismo, así como las descripciones impresionistas que con unas pocas pinceladas consigue plasmar los ambientes y la psicología de los personajes, a diferencia de los escritores realistas que profundizaban en la descripción de la realidad y en el carácter de los personajes.

En su obra reflejó un pesimismo radical sobre la condición humana: 

“No hay fuente limpia sin que los hombres metan allá sus patas y la ensucien. Está en su naturaleza”

(El árbol de la ciencia, sexta parte, La experiencia de Madrid, capítulo VII)
6 de julio de 2017

La trilogía «La Raza» – Breve apunte


La trilogía “La Raza” está formada por tres interesantes novelas, a través de las cuales Baroja plasma su concepción del mundo. Las novelas aparecieron con el siguiente orden: La dama errante, en 1908; La ciudad de la Niebla, en 1909 y El árbol de la ciencia en 1911. Sin embargo, los hechos contados no siguen ese mismo orden. Por orden cronológico la primera sería El árbol de la ciencia, que es anterior y después en su orden de aparición: primero, La dama errante y después, La ciudad de la niebla.

La obra comienza con La dama errante que toma como punto de partida el atentado de la calle Mayor de Madrid contra los reyes de España el 31 de mayo de 1906. Este hecho impresionó especialmente a Baroja porque, realmente, había conoció a algunos de los implicados en el atentado.  

Los protagonistas de esta novela son el doctor Aracil y su hija María. Aracil había tenido, anteriromente, contacto con el terrorista catalán, Brull, no como terrorista, sino como anarquista. Después de cometer el atentado Brull buscará refugio en casa del doctor Aracil y esto lo comprometerá de tal manera que se verá obligado a esconderse y huir. Primero por España hasta Portugal y de allí a Inglaterra.

La novela se estructura en dos partes: la vida en Madrid y la huida. La vida en Madrid tiene un primer momento,  en el que Baroja narrará la vida del doctor y su hija María en Madrid, donde conoceremos a algunos de los personajes que después resultarán decisivos para el desarrollo de la trama, como Iturrioz, Venancio (tío de María) y el anarquista Nilo Brull, nombre con el que se puede identificar a Mateo Morral, el autor del atentado. 

A partir del momento del atentado, en el capítulo VIII, Un día terrible, la vida cambiará para el doctor Aracil y su hija. Ahí, comenzará su huída. En un primer momento, permanecerán escondidos en Madrid.

En el capítulo XIV es donde realmente empieza la segunda parte con el comienzo de la marcha hacía Portugal y finalmente a Londres. A través de este viaje, podremos observar una interesante galería de lugares y personajes de la España de la época.

La ciudad de la niebla, segunda novela de la trilogía, es la continuación cronológica de La dama errante. En esta novela, Baroja, retoma las andanzas del doctor Aracil y su hija María, esta vez en Londres. 

La novela está estructurada en dos partes: Los caminos tortuosos y Las desilusiones.
En Los caminos tortuosos, que consta de once capítulos, el autor narra como se instalan padre e hija en Londres, la vida que llevan allí, y como comienzan a aparecer las preocupaciones de María sobre el futuro de los dos en Inglaterra, sin unos ingresos para mantenerse. Ella, que es una chica con los pies en la tierra, piensa en ponerse a trabajar. 

Esta parte está narrada por María en primera persona y cuenta sus impresiones sobre la ciudad de Londres, así como la diversidad de tipos humanos que encuentran allí. 

El doctor Aracil no parece compartir las preocupaciones de su hija y pierde el tiempo coqueteando con la señora Rinaldi, una viuda sudamericana, con la que terminará casándose. María no está dispuesta a prescindir de su independencia y rechaza la oferta de su padre y su mujer para viajar con ellos a Sudamérica. Es ahí, donde María se desilusiona y cambia el concepto que tenía sobre su padre, sobre todo, cuando le ve casarse exclusivamente por dinero y que, además, es capaz de abandonarla en Londres.  

En un principio, María debe quedarse en un colegio, pero finalmente, no soportará su situación allí y decidirá abrirse camino ella sola, en la dura vida londinense. 

Esta segunda parte, que consta de dieciséis capítulos, está narrada en tercera persona. María desempeña diferentes ocupaciones para ganarse la vida y se interesará por los problemas de un grupo de anarquistas extranjeros. Entre ellos conocerá a un joven que terminará decepcionándola y sufrirá una amarga decepción amorosa. Desilusionada por  todo, decide regresar a España y llevar una vida más fácil. Se casará y se convertirá en una señora, ama de casa de su tiempo, con una de las pocas personas que no le habían decepcionado.

La tercera novela de la trilogía “La Raza” es El árbol de la ciencia. Esta es una de las novelas más conocidas de Baroja y también una de las más autobiográficas. Andrés Hurtado es un personaje muy representativo de las ideas y actitudes de los escritores del 98. Su identificación con el Pío Baroja real es importantísima. El autor plasmo en la novela y, en particular, en el protagonista mucho de él mismo. Incluso, podemos encontrar pasajes de El árbol de la ciencia en los que el autor ha sustituido la tercera persona por la primera  y los ha incorporado a sus memorias.

Por este motivo prestaremos a esta tercera novela de la trilogía una atención más detallada.

La obra se publicó en 1911 y era la preferida de su autor. En ella plasma de forma fiel su pesimismo y su concepción del hombre.

En la obra se presenta uno de los problemas que preocupaban más a Baroja: el conflicto entre el individuo y la sociedad. La sociedad coarta la libertad del hombre, su naturaleza y su espontaneidad.

Con su excelente prosa y sus descripciones a grandes pinceladas impresionistas, Baroja nos cuenta la historia de Andrés Hurtado, desde que era un estudiante hasta su muerte.

La trama es lineal y el autor no utiliza rupturas ni saltos en el tiempo, pero tiene una firme estructura. La obra está dividida en siete partes: La vida de un estudiante en Madrid, Las carnarias, Tristeza y dolores, Inquisiciones, La experiencia en el pueblo, La experiencia en Madrid y La experiencia del hijo.

Sin embargo, la trama está desarrollada en tres bloques. El primer bloque está compuesto por las tres primeras partes, donde se cuentan las experiencias de Andrés como estudiante y también su vida familiar en Madrid. La cuarta parte, Inquisiciones, se corresponde con un segundo bloque, fundamental, donde se expresa el pensamiento de Baroja, a través de la conversación de Andrés con su tío, Iturrioz. El tercer bloque está formado por las tres últimas partes, donde se cuenta la vida de Andrés como médico en Alcolea y en Madrid, su vida privada y el desenlace de la historia.

El tema fundamental de la novela es la falta de fe de Andrés Hurtado en la vida y en el hombre. A través de su trabajo, tiene la oportunidad de observar la naturaleza del ser humano. En todo lo que es natural y espontáneo en el hombre aparece la brutalidad. Por este motivo, Andrés, pudiendo haber vivido una buena vida, tiene una existencia dolorosa con un final dramático.

Otro tema importante viene indicado por el título. Es el enfrentamiento entre la naturaleza y la ciencia. Este título viene del pasaje bíblico del árbol de la vida y el árbol de la ciencia, del bien y del mal, procede del Génesis (2,9 y 17) «Yavé Dios, después de crear al hombre, lo coloca en el Edén, donde hay toda clase de árboles hermosos y entre ellos el de la vida, que da la inmortalidad y el de la ciencia, del bien y del mal, que proporcionaba la ciencia práctica de la vida y la felicidad terrenas, con la advertencia de que: “el día que de él comieres, ciertamente, morirás».

Pío Baroja siempre tuvo más fe en la ciencia que en la naturaleza, influido por el positivismo científico del siglo XIX y no quiere admitir que, como dice la Biblia, el árbol de la vida, sea grande y frondoso y conceda la inmortalidad, a diferencia del árbol de la ciencia que es un árbol con poca vida.

Esta idea del árbol de la vida y las tentaciones de la naturaleza humana la encontramos también en Las crónicas de Narnia en la primera parte, El sobrino del Mago, de C. S. Lewis.

Tampoco, podemos dejar de fijarnos en la crítica social que hace Baroja. El autor critica las instituciones públicas, el enchufismo, la falta de espíritu científico, las carencias en la educación, a los partidos políticos y al retraso, en general, de España. El autor habla también de la desidia de los pobres y la avaricia de los ricos y de la desmesurada influencia de la iglesia en la sociedad.

La diferencia entre El Árbol de la ciencia y, en general, de la obra de Baroja y la novela realista del diecinueve es la pincelada impresionista. Las obra de Baroja presentan un amplísimo número de personajes y ambientes en los que no se profundiza como en la novela realista, con la intención de mostrar un todo: una visión general.

Baroja no realiza un estudio profundo de la psicología de cada personaje, sino que trata a sus personajes como piezas imprescindibles de un engranaje total. Sus personajes no evolucionan. No podemos hablar de personajes redondos. Estos son planos porque representan un modo de ser y de actuar, un modo de estar instalado en la vida.

El narrador es omnisciente en tercera persona. Conoce todo a cerca de los personajes, sus acciones y sus pensamientos. Así que, el narrador no tiene límites y está situado en un plano extradiegético, es decir, fuera de la narración. 

La acción de la novela se desarrolla principalmente en Madrid, aunque tenemos pasajes que transcurren en Valencia y en Alcolea del Campo. Baroja va alternando los escenarios exteriores (plazas, calles, algún jardín o patio, etc.) con los interiores (habitaciones, aulas, tiendas, etc.).

El tiempo de la narración se corresponde con el tiempo vivido por Baroja. En la sexta parte, situada en el tercer bloque de la novela, cuando Andrés Hurtado regresa a Madrid, está sucediendo, en ese momento, el desastre del  98. 

El tiempo narrado no está explicitado, pero transcurre desde la época en la que el protagonista comienza sus estudios de medicina hasta que es un médico con cierta experiencia y más tarde decide abandonar el ejercicio de la medicina para dedicarse a la traducción y escritura de libros científicos.

La narración resulta fluida, debido a que los capítulos y los párrafos son  breves. Las descripciones de lugares  o personajes ocupan, generalmente, pocas líneas, como ya hemos dicho, con pinceladas impresionistas.

Hay que destacar la abundante utilización de diálogos que, salvo en las conversaciones con Iturrioz, también son breves. El autor se vale de este  recurso para establecer una constante dialéctica entre los personajes, lo que le da la oportunidad de expresar sus ideas.

El léxico de la novela es de registro culto, con la utilización de términos científicos como alveolo, hemoptisis, afasia, artrítico, bacilo… También,  encontramos palabras y expresiones de registro popular, dependiendo del nivel del hablante, como chatorrona, con el colmillo retorcido, etc. Incluso , también utiliza algunas expresiones valencianas como Chitano, Choriset, figues.

Uno de los elementos más relevantes de la obra es la ironía de Baroja que la encontramos en la novela desde la primera página:

“Por una de esas anomalías clásicas de España, aquellos estudiantes que esperaban en el patio de la Escuela de Arquitectura no eran arquitectos del porvenir, sino futuros médicos y farmacéuticos.”

“Ese paso del bachillerato al estudio de facultad siempre da al estudiante ciertas ilusiones, le hace creerse más hombre, que su vida ha de cambiar.”