Pío Baroja Nació en San Sebastián en 1872, pero vivió en Madrid prácticamente toda su vida, aunque estuvo siempre orgulloso de su ascendencia vasca.
Eran tres hermanos: Darío, que murió joven; Ricardo, que fue también escritor pero sobre todo pintor; y Pío, el novelista por excelencia. Era el menor de los tres hermanos. Más adelante y con mucha diferencia de años, nació Carmen, la única chica y con la que Pío mantuvo una relación más estrecha, podríamos decir casi imprescindible para él.
El padre de Baroja, Serafín, era ingeniero de minas, lo que llevó a la familia a continuos cambios de residencia. Esto resultó una ventaja para Pío que tuvo la oportunidad de conocer distintos lugares de España en profundidad, especialmente, Madrid al que se sentía muy unido, después del País Vasco.
Debido a los cambios de residencia de la familia, Baroja estudió la escuela primaria en San Sebastián, continuando sus estudios en Pamplona, Madrid y finalmente en Valencia, donde terminó la carrera de Medicina, doctorándose posteriormente en Madrid.
Al terminar sus estudios, Baroja se trasladó a Cestona, en el País Vasco, donde consiguió una plaza de médico. No tardó en darse cuenta de que no había nacido para la medicina. Ejerció su profesión durante muy poco tiempo y se centró posteriormente en la literatura, casi como única dedicación.
Se trasladó a San Sebastián, donde estaba instalada su familia y permaneció allí durante algún tiempo. Más tarde se trasladó a Madrid, donde se encontraba su hermano Ricardo que trabajaba en un negocio de panadería, de una tía suya, que se había quedado viuda.
Ricardo no quería hacerse cargo de la panadería por más tiempo y a Pío le pareció una estupenda oportunidad para instalarse en la capital. Al poco tiempo de haberse hecho cargo de la panadería, comenzó a colaborar en periódicos y revistas.
En 1900, publicó su primera obra Vidas sombrías, una colección de cuentos que le sirvió para darse a conocer. Esta obra resultó un éxito e incluso suscitó los elogios de otros escritores como Azorín, Galdós y sobre todo Unamuno.
Desde ese momento, Baroja fue apartándose del negocio de panadería hasta abandonarlo definitivamente.
Baroja tuvo dos grandes aficiones: los viajes y la literatura. Comenzó conociendo la España de su tiempo, gracias a los cambios de residencia que tuvo que realizar con sus padres y más adelante viajó por España por afición, acompañado unas veces por sus hermanos Carmen y Ricardo y otras con amigos; Maeztu, Azorín y con Ortega y Gasset, en su coche.
Baroja fue uno de los escritores que mejor conocía la situación de la España de su tiempo y de esto dejó constancia en sus novelas.
Durante la Guerra Civil se refugió en París, donde pasó una larga temporada. También estuvo en Londres y viajó por Suiza, Alemania, Bélgica, Noruega, Holanda e Italia.
En cualquier caso, podemos decir que su residencia habitual fue Madrid, y después Vera de Bidasoa, donde compró Itzea, la casa en donde la familia Baroja pasaba los veranos.
Baroja apenas dejó de escribir durante toda su vida, así que es uno de los escritores más prolíficos de su generación.
Entre sus mejores obras están Vidas sombrías, publicada en 1900; Inventos y mixtificación de Silvestre Paradox, de 1901,; Camino de perfección (1902).
A continuación debemos mencionar El mayorazgo de Labraz (1903), escrita con recuerdos de su época vivida en Cestona.
No debemos pasar por alto la trilogía que siguió a estas novelas «La lucha por la vida», formada por: La busca, Mala hierba y Aurora roja. Esta trilogía apareció primeramente como un folletín y en ella aparece el ambiente de los barrios bajos de Madrid.
Baroja tenía en mucha estima dos de sus obras centradas en la tierra vasca: Zalacaín el Aventurero y Las inquietudes de Shanti Andía.
La obra más extensa de Baroja será Las memorias de un hombre de acción, novela que publicó entre los años 1912 y 1934. Esta obra está formada por veintidós volúmenes y el protagonista es Eugenio de Aviraneta, personaje que tuvo alguna importancia en los hechos políticos de su tiempo.
Además, Baroja escribió algunos ensayos: Juventud, egolatría (1917); Las horas solitarias y La caverna del humorismo (1918). Estas fueron las obras preferidas de Ortega y Gasset.
Al final de su vida, publicó sus Memorias. Estas constituyen un documento fidedigno de su vida, pero sobre todo de la vida de su tiempo.
En 1935 fue admitido como miembro de la Academia de la Lengua.
Baroja está considerado uno de los máximos representantes de la novela de la llamada Generación del 98.
El escritor tenía un carácter serio e incluso podríamos decir poco sociable pero con un punto de ternura melancólica.
Se puede considerar a Baroja como un escritor modernista, en cuanto que recoge en sus obras la angustia y la desesperación que el modernismo tomó del romanticismo, así como las descripciones impresionistas que con unas pocas pinceladas consigue plasmar los ambientes y la psicología de los personajes, a diferencia de los escritores realistas que profundizaban en la descripción de la realidad y en el carácter de los personajes.
En su obra reflejó un pesimismo radical sobre la condición humana:
“No hay fuente limpia sin que los hombres metan allá sus patas y la ensucien. Está en su naturaleza”
(El árbol de la ciencia, sexta parte, La experiencia de Madrid, capítulo VII)