10 de julio de 2014

«Paraíso inhabitado» – Breve apunte

                                       Paraíso inhabitado
Paraíso inhabitado” es la historia de una niña, Adriana, perteneciente a una familia acomodada, durante los años de la Segunda República.  La historia está narrada de forma realista pero en esa realidad se va entremezclando la fantasía. Adriana camina siempre entre la pérdida de las ilusiones y los sueños de la infancia, entre la cruda realidad y la fantasía como medio para la supervivencia. 

Ana María Matute sufrió una profunda depresión que le mantuvo alejada de la escritura durante casi dos décadas. La depresión le fue muy difícil de superar. En 1983 interrumpió su silencio con “Sólo un pie descalzo” que ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. 

Paraíso inhabitado es una obra que pertenece a la segunda época de Ana María Matute como escritora. Son muchos los ingredientes de esta obra que recuerdan  a “Primera memoria”, su gran novela de la primera época, anterior a la depresión, escrita en 1960, que contiene claros tintes autobiográficos. La novela “Primera memoria” trata sobre el mundo de la guerra vivido indirectamente por unos adolescentes, pero esta historia quedaba reducida a un ámbito realista. 

Durante su depresión, Ana María Matute comenzó a escribir “Olvidado rey Gudú”. Esta novela supuso la salida de ese ámbito realista y la entrada en el mundo de la fantasía que ya nunca abandonó.  “Paraíso inhabitado” podría ser considerada como la unión entre los dos mundos: el real de “Primera memoria”  pero mezclado con todos los ingredientes de la fantasía de “Olvidado rey Gudú”,.

Adriana crea un mundo de ilusión que intenta mantener como si se tratara de una coraza ante los desagradables acontecimientos que le rodean tanto en su entorno familiar como socialmente. Quizá, este caminar entre realidad y la fantasía como forma de autodefensa tiene que ver con las vivencias de la infancia y la vida en general de Ana María Matute.

Esa dualidad entre realidad y ficción encuentra uno de sus símbolos en el cuento del Rey Cuervo. El último capítulo de este cuento, Adriana lo intuye pero nunca lo llega a leer. Incluso cuando al final de la historia la madre de Gavrila le regala el libro del Rey Cuervo, como recuerdo, el último capítulo no está.

Ana María Matute acuñó un nombre para los escritores de esta época que tuvieron la experiencia de vivir una guerra civil pero desde la perspectiva de un niño casi adolescente. 

El nombre que acuñó Ana María Matute para esta generación fue la de los “jóvenes asombrados”.

Como le sucede a Adriana en esta historia probablemente, nadie les cuenta como es la realidad.

En el caso de Adriana, como en el de Ana María y en el de, seguramente, otros muchos niños de la época, es una niña extremadamente sensible y observadora. Se da cuenta de que en la sociedad que le rodea está pasando algo terrible pero quiere y no quiere saber. Tiene miedo. Se refugia en su mundo.

Adriana necesitaba protección. Apoyo y comprensión. En su casa no encuentra este apoyo más que en la Tata María y algo más en la Tata Isabel.

Su madre debido a su situación personal no puede, no sabe o no se siente con fuerzas para atenderle como ella necesita.

En esa situación encuentra un amigo, Gavrila, que pasara no solo a ser un amigo sino mucho más, su primer amor, su siamés.

Gavrila tendrá su función en la historia y cuando desaparece el dolor de Adriana será enorme pero ella le tendrá dentro y esto le ha hecho cambiar. Tiene otra fuerza interior, otra seguridad. 

Ya en la primera página de la obra aparece el unicornio, la pequeña Adriana nos cuenta cómo vio correr al unicornio… hasta que desapareció por una de las esquinas del marco. 

En el último párrafo de la novela, Adriana hablando con su tía Eduarda le pregunta si alguna vez volverá a ver al unicornio. La respuesta será: “Los unicornios nunca vuelven”.

Durante toda la novela Adriana, que no encuentra su paraíso,  necesitará la ayuda de protectores como la Tata María e Isabel, personas bondadosas como Teo, cómplices  con más experiencia como la tía Eduarda y un príncipe como Gavrila.  

También necesitará, para poder vivir fuera del paraíso, fantasías como el unicornio, las sombras del patio, la alfombra de rombos azules y marrones , el teatrillo de Gavrila, aprender a volar para poder olvidarse de aquellas piedras que le pesaban en el estómago y que se las producían los gigantes, Sant Maur, las profesoras… porque el mundo mágico se podrá superponer a la realidad, gracias a la magia infantil de una mirada pura llena de esperanza e ilusión.

No podemos decir que para Ana María Matute la fantasía sea un medio para conseguir algo sino un fin en si mismo. 

Encontramos pocas personas como ella que no quieren  abandonar el paraíso aunque sean conscientes de la realidad. 

Esta fantasía no tiene nada que ver con conjuros, magos ni utopias ideológicas. El paraíso para ella no es de naturaleza fantástica porque es realmente la fantasía. Ana María cree en el paraíso porque tiene fantasía y tiene fantasía porque cree en el paraíso.

El unicornio vive en el paraíso que Adriana no puede habitar porque los gigantes no se lo permiten.

Tiene que vivir en sociedad y actuar como la sociedad espera de ella y aunque Adriana se resiste a seguir los dictados de esta tampoco podrá alcanzar su paraíso.

El libro esta contado con un lenguaje sencillo lleno de naturalidad, bajo la mirada de alguien que sigue conservando la fantasía y que se niega rotundamente a perderla, es decir el libro se escribe desde el punto de vista de una persona adulta, pero con la visión limpia y aun llena de ilusiones de un  niño que ve el mundo real, que le asusta, pero que vive en él de una manera valiente arropando a la fantasía que siente como necesaria.

Esta obra tiene un estilo tan simple y puro que asombra, las palabras fluyen de forma natural, sin ninguna ampulosidad. 

La obra está llena de poesía cada una de sus frases nos transmite un mensaje desde una perspectiva, la perspectiva de Ana Maria Matute, desde un mundo simultáneamente adulto e infantil. El texto ofrece mensajes de amor y muerte, de amparo y desamparo, de compañía y soledad. 

Finalmente encontramos un mensaje de esperanza cuando Adriana dice: “siempre te esperaré”, aunque ella es consciente de que los unicornios, como le dice su tía Eduarda, cuando se van no vuelven.

¿Quizá el unicornio no se fue del todo? ¿Esperará el unicornio a Adriana en su paraíso? ¿Encontrará finalmente Adriana su paraíso?

Probablemente el paraíso no es algo al margen de la realidad sino que es ese “cuarto oscuro” donde algunos consiguen guarecerse al abrigo del frío exterior y tomar aliento para poder continuar en la batalla de la realidad. 

(Pilar Aguilar)