Espero que estéis muy animadas con nuestro proyecto de lectura del Quijote. Imagino que habréis empezado o iréis a empezar por el prólogo. Si alguna de vosotras ha leído otras obras de la época verá que el prólogo del Quijote es absolutamente diferente a los que se escribían entonces, especialmente a los de Lope de Vega.
Era costumbre, en aquel momento, que los prólogos de las obras de cierta importancia incluyeran alabanzas a la obra y al autor, explicaciones sobre lo que se iba a leer y, además, una serie de citas clásicas y poemas escritos por personas de importancia tanto social como literaria, a modo de recomendación de la obra.
Sabemos que el prólogo del Quijote fue escrito en 1604, después de haber terminado de escribir el libro y por lo tanto de tener una visión de conjunto de lo que era el personaje y la novela.
Lo primero que llama la atención al comienzo del prólogo es su forma de dirigirse a quien lo está leyendo:
“Desocupado lector”
Según nos dice Francisco Rico: “El epíteto escoge un lector libre, libre en cuanto lector; pero no sólo: libre también de prejuicios preceptistas y de los cánones dominantes; un lector, digamos, no elitista, pero distinto “del antiguo legislador que llaman vulgo”
El primer elemento que diferencia al Quijote de los otros libros del momento, es que el prólogo está escrito por el mismo Cervantes y, además, incluye una conversación con un amigo imaginario. Con esta figura del amigo imaginario, Cervantes consigue dar importancia a la obra y hablar de su obra como escritor, pero con una velo de falsa modestia. Asimismo, por medio de este amigo imaginario, consigue transmitir al lector la intención de la novela.
En la primera parte del prólogo, Cervantes hace mención a la cárcel como el lugar donde empezó a fraguarse el personaje de don Quijote. No sabemos si se refiere a que Cervantes inició su obra durante su estancia en la cárcel de Sevilla en 1597 o habla de cárcel en sentido figurado, aludiendo a la falta de libertades en la sociedad de la época y se muestra también diferente a los otros autores ya que había fraguado su obra en una cárcel, lugar opuesto al locus amoenus, tópico literario de lugar placentero, donde escribían y se fraguaban las obras de otros afamados autores. Esta circunstancia se opone también al personaje creado. Un personaje humorístico y fantasioso.
Por este motivo y con la técnica de introducir un interlocutor, Cervantes da a su prólogo una estructura dialogada que le sirve para dar a entender que su personaje es ya conocido incluso antes de haberlo creado. Nos quiere producir la ilusión de que el Quijote es ya un personaje famoso, conocido por sus andanzas y que otros autores lo habían tomado como centro de sus crónicas.
“Aunque parezco padre, soy padrastro de don Quijote”.
Esto podría hacer referencia a que el autentico cronista de las andanzas de don Quijote era Cide Hamete Benegeli, un historiador árabe.
En el momento en el que Cervantes introduce al amigo imaginario en el texto, cambia del estilo indirecto al directo y centra el prólogo en sí mismo. Cervantes quiere reseñar que el es un escritor, aunque desde la publicación de la Galatea en 1585, veinte años antes, no había publicado nada. Cervantes tiene absoluta conciencia de su realidad como escritor. Cuando se publica la primera parte del Quijote, tenía 57 años.
Más adelante, Cervantes en su prólogo dice:
“En fin, señor y amigo mío –proseguí–, yo determino que el señor don Quijote se quede sepultado en sus archivos en La Mancha, hasta que el cielo de pare quien le adorne de tantas cosas como le faltan, porque yo me hallo incapaz de remediarlas, por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos.”
Aquí, Cervantes vuelve a hacer uso de la falsa modestia y por medio de la ironía quiere dejar patente la novedad de su obra frente a otras de otros autores de la época, especialmente las de Lope de Vega.
Cervantes crítica en el prólogo a algunos autores del momento, que introducían citas eruditas y poemas laudatorios. Estos autores querían ganarse un prestigio demostrando a sus lectores su altura y su profundidad cultural. Cervantes también utiliza estos elementos, pero siempre de forma irónica.
“De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué contar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del ABC, comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoilo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro.”
En este mismo sentido, se burla de la pedantería e introduce unas citas en latín:
“Non bene pro toto libertas venditur auro”/ ”No hay bastante oro para pagar la libertad”
“Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas, Regumque turres” / “La pálida muerte bate con igual pie las chozas de los pobres y las torres de los reyes”
“Donec eris felix, multos numerabis amicos, Tempora si fuerint nubila, solus eris” / “Mientras seas feliz tendrás muchos amigos; si los tiempos fueren difíciles, estarás solo”
La primera cita es de las fábulas esópicas del siglo XII, aunque Cervantes menciona a Horacio como autor de la misma. La segunda es de las Odas de Horacio del siglo I a. de C. y la tercera es una cita de Ovidio del siglo I a. de C., aunque Cervantes a modo de burla la atribuye a Catón.
Más adelante, continúa con su burla al citar datos conocidos por todos, como si fueran datos eruditos.
“El río Tajo fue así dicho por un rey de las Españas; tiene su nacimiento en tal lugar y muere en el mar Océano, besando los muros de la famosa ciudad de Lisboa, y es opinión que tiene las arenas de oro, etc.”
Y continua haciendo ironía al hablar del obispo de Mondoñedo, que escribe sobre rameras y además este utiliza profusamente la falsa erudición.
En el prólogo, Cervantes, también habla de los libros de caballerías. Siempre se ha dicho que el Quijote es un libro escrito para acabar con las novelas de este genero, pero realmente, era un género ya decadente, que había conocido su auge casi un siglo antes con la publicación del Amadís de Gaula en 1508.
Javier Marías defiende la tesis contraria: “¿No puede ser que en su Prólogo Cervantes mencione como su propósito aquello que puede resultar más ridículo, mas innecesario, más superfluo (luchar contra un enemigo ya derrotado), como una gran broma más, como una manera más de rebajar irónicamente la obra, del mismo modo en que califica su obra de “ajena de invención, menguada de estilo”, etc., lo opuesto a lo que el Quijote es?
Al final del prólogo, Cervantes parece haber terminado su diálogo con el amigo imaginario. Asimismo, parece haber superado sus miedos y aprensiones.
En ese momento, vuelve a dirigirse al lector, esta vez como “lector suave”, ofreciéndole la historia de don Quijote de la Mancha, que aparece aquí unido por primera vez al de Sancho, su escudero fiel. Dando ya, desde este momento, la idea de dualidad de la obra de la pareja que encarna dos formas de ser, en principio opuestas, el soñador y el realista.
Como dice Angel Basante:
“Este prólogo constituye una magistral combinación de ironía, reticencia y arrogancia. Destaca especialmente la invención del amigo imaginario, que desempeña varias funciones a la vez: hacer posible la reflexión sobre el prólogo mismo y sobre la obra desde perspectivas diferentes, criticar hábito literarios de la época, aludir con intención satírica a figuras consagradas (Lope de Vega) y resolver al mismo tiempo el problema de escribir el prólogo”
El prólogo, realmente, se va construyendo a los ojos del lector. Casi podemos ver paso a paso, en directo, las decisiones que va tomado el autor y como lo va construyendo.