Carmen Martín Gaite
¡Lee el libro y ven al encuentro!
Carmen Martín Gaite (Salamanca 1925 – Madrid 2000), salmantina de nacimiento aunque de padre madrileño y madre gallega, es una de las escritoras más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Novelista, ensayista, poeta, traductora, crítica literaria y guionista de televisión. Se licenció en Románicas en la Universidad de Salamanca y se doctoró en Madrid en 1972.
Se caso con el conocido escritor Rafael Sánchez Ferlosio, del que más tarde se separaría trás 17 años de matrimonio. Esta relación fue también importante para su carreta literaria, ya que de la mano de Sánchez Ferlosio entró en el círculo de los escritores más importantes de los 50.
Su editor Jorge Herralde recuerda cuando ella obtuvo aquel éxito con «Nubosidad variable»: «La convirtió en la reina de la feria”. Vivieron (ella, Josefina Aldecoa, Ana María Matute…) a la sombra de los hombres, pero al fin salieron de la penumbra, y ese libro, igual que su ensayo «Usos amorosos de la posguerra», hicieron que Carmen rompiera la barrera y se situara con su propia voz no sólo en las estanterías sino en las listas de los libros más vendidos.
Ha obtenido multitud de premios. El premio Café Gijón en 1957 por su obra “El balneario” y también en el ´57 le fue concedido el Premio Nadal por su novela “Entre visillos”. En 1978 obtuvo el Premio Nacional de Literatura con “El cuarto de atrás” y en 1988 se le concedió el Premio Príncipe de Asturias.
Ana María Martín Gaite, hermana de Carmen y su mejor amiga, con casi noventa años quiere convertir la casa donde ella vive en la actualidad y que fue anteriormente la casa a la que se retiró su padre y donde descansaba y pasaba sus vacaciones Carmen Martin Gaite, en el futuro centro de estudios de los autores de los ´50.
La casa se encuentra en el Boalo, pueblo situado a los pies de la sierra de Guadarrama. Hasta aquí se ha trasladado toda su biblioteca, sus muebles y objetos personales, desde su piso madrileño de la calle Doctor Esquerdo.
Parece ser, que en este momento, ya existe un organismo oficial que se ha interesado por este proyecto: la Universidad Autónoma de Madrid.
Ana María Martín Gaite ha declarado: “Yo entrego la casa, la finca, los libros, todo, siempre que haya una institución interesada. Es un proyecto que empieza de forma modesta con la celebración de un Congreso que quiere mantener una periodicidad anual. Podría hacerse, un año dedicado a Delibes, otro a Barral o Gil de Biedma, etc. a todos los de esa época, que fueron importantes».
El municipio del Boalo esta dispuesto a colaborar protegiendo y conservando la finca de 16.500 metros cuadrados (actualmente, suelo urbanizable) que será declarada Bien de Interés Cultural.
En la casa de El Boalo permanece la esencia de la autora de «Caperucita en Manhattan»: en sus libros, en sus numerosos detalles personales y cuadros, algunos pintados por su primer marido, el escritor Rafael Sánchez Ferlosio, y muchas fotografías personales, entre otras las de su hija Marta, “la Torci”, fallecida en plena juventud.
Carmen Martín Gaite era una mujer alegre y vivaracha. La amistad y la lealtad fueron una constante en su vida. Algo estrafalaria, incluso en su forma de vestir.
Actriz. Y cantante. Cantó con Chicho Sánchez Ferlosio en “La Manuela”, y también con su hermana y con todos los que se lo pidieron. Se subió al escenario con su amigo Amancio Prada. Él lo dice: «Le entusiasmaba la idea de pisar el escenario».
Borau la hizo actriz, en Celia: «ella estaba empeñada»; hicieron juntos el guión y el cineasta le dio el papel de Sor Gaitera.
Escribía siempre a mano, con pluma estilográfica, porque según decía no se reconocía en los textos que no estaban escritos con su letra menuda y muy regular.
En la actualidad, Carmen Martín Gaite se ha convertido en un clásico de la literatura española en las universidades de Estados Unidos. No hay persona que se licencie que no haya leído alguna de sus obras. Principalmente «El cuarto de atrás» y «Caperucita en Manhattan».
(Pilar Aguilar)
Caperucita en Manhattan es una novela que Carmen Martín Gaite escribió en el año 1990, que más que una novela podríamos llamarlo «un cuento largo» en el que se escenifica el cuento de Caperucita Roja en Nueva York y adaptado al mundo Martin Gaite.
En esta historia la autora trata sobre los temas más frecuentes en sus obras: la libertad, la soledad, la amistad, la confianza en los demás y la importancia de la lealtad en las relaciones personales. Todos estos temas vividos por Caperucita y en Nueva York.
Carmen Martín Gaite conocía al detalle el cuento de Caperucita porque había traducido y comentado los cuentos de Perrault y, por supuesto, conocía la versión de los hermanos Grimm mucho más edulcorada y que es la que ha llegado de forma mayoritaria hasta nuestros días.
Esta historia cumple a la perfección los requisitos básicos, que debe cumplir un cuento clásico de hadas: fantasía, superación, huida o viaje y alivio o felicidad. Además utiliza algunas técnicas básicas de los cuentos como la amplificación y la ironía.
Carmen Martín Gaite ha sabido colocar estratégicamente, varios puntos básicos, a lo largo de la historia, que nos recordarán la versión de los hermanos Grimm de Caperucita Roja.
La diferencia principal de la novela de Martín Gaite con el cuento tradicional, estriba en que la auténtica Caperucita Roja, no tiene una vida propia, está situada en el cuento sin espacio ni tiempo. Nuestra Caperucita tiene una vida propia al margen de su aventura. Tiene un nombre propio, Sara Allen, y una realidad geográfica. La Caperucita de los hermanos Grimm o de Perrault solo necesitaba un bosque, en cualquier sitio del mundo, para desarrollar su aventura, pero Sara Allen, vive en Brooklyn y su abuela en Moorningside. La aventura sucede en Manhattan, en sus calles, en sus cafés y en Central Park.
El libro está claramente dividido en dos partes. En la primera, se dedica a presentarnos y dar cuerpo a algunos de los personajes, así como a crear el espacio y el tiempo de la historia.
En esta primera parte, es cuando Sara cumple diez años. Y aquí veremos a la Sara más infantil, con muchas ilusiones, pero desde una perspectiva ingenua de niña de su edad que se refugia en la lectura como remedio para colmar parte de sus ilusiones.
La diferencia con el cuento tradicional es que para Sara lo tradicional es lo aburrido y lo monótono. Es aquí, donde ella ve, que no se encuentra la felicidad que ella busca. Lo tradicional y el miedo a lo desconocido, fuera de lo familiar y lo seguro, está representado por su madre cuya máxima aspiración es hacer una estupenda tarta de fresas y guardar la receta en secreto para que pase de generación en generación.
En contraposición a la figura de la madre, aparece la abuela, que es la que le da a Sara la idea de libertad, con una imagen estrafalaria que se sale de lo convencional.
Aurelio Roncali, figura idealizada por Sara, representará, para ella, aún niña e ingenua, lo misterioso y lo desconocido y esto será lo que estimulará su imaginación.
Otro factor de interés, en esta primera parte, que se repite en otras obras de Martín Gaite, es la aparición de un cuaderno de pastas duras. En este caso el cuaderno se lo regalará a Sara su padre y es donde ella escribe sus palabras inventadas que llamará «farfanías» y donde escribió su palabra «Miranfú» que acabo siendo su grito de libertad.
En la segunda parte de la historia, Sara se presentará mucho más madura, en algunas ocasiones casi podríamos decir adulta, a pesar de que la historia sucede en día y medio. En la primera parte Sara vive una vida normal de niña de su edad en el seno de una familia normal de clase media americana.
En un momento dado de la historia, Sara ve la ocasión de iniciar su viaje, su aventura hacia la madurez y la libertad. Aunque con miedo lo acomete con decisión. Tendrá una mano amiga que le guiará al principio de su viaje y que será la de Miss Lunatic, personaje que aportará el punto más importante de ficción, y que acabará siendo definitiva para el desenlace de la historia.
Nuestra Caperucita se sale del camino de la obediencia, pero esto no le traerá consecuencias negativas como a la Caperucita tradicional. ¿O tal vez sí?. Aparentemente le trae la madurez y la libertad. Miss Lunatic le ofrecerá la posibilidad de perder el miedo a la libertad. Le contará a Sara su secreto y hará con ella un pacto de sangre diciéndole: «A quién dices tu secreto das tu libertad».
En esta historia tenemos, por supuesto, al lobo. Representado por Mister Woolf. Aunque se nos presenta con palabras muy animales como: maleza, olfatear, al acecho etc, su mirada dice la historia «era de fiar» y su negocio se llamaba «Dulce Lobo». El lobo, conducido a casa de la abuela por Sara/Caperucita, traerá a su abuela, no la desgracia como en el cuento tradicional, sino la alegría y la felicidad.
Un punto importante para la reflexión nos lo da Carmen Martín Gaite con Miss Lunatic. Ella representa la libertad pero aunque es una persona a la que todo el mundo, que la conoce, quiere y desea hablar con ella, es marginal, vive fuera de la sociedad y sobre todo sola. Es una representación de la libertad bastante inquietante. ¿La libertad será acaso cuestión de fantasía o una locura?
El final, es un final abierto que podríamos llamar final feliz, pero… ¿Seguro qué es feliz?
Libertad ¿realidad?. Libertad ¿sueño?. Libertad ¿fantasía?. Libertad, ¿soledad?
El final queda muy abierto. Termina para Sara el cuento de Caperucita y comienza el de «Alicia en el País de las Maravillas», en el momento en el que se mete por la alcantarilla y espera llegar a su jardín de la felicidad…
(Pilar Aguilar)
Ni Benet, encumbrado entre la élite como el más singular de su generación y amadrinado por la escritora, ni Sánchez Ferlosio, su exmarido, han permanecido indemnes al paso del tiempo. “Ella es imprescindible. El cuarto de atrás es una novela canónica. Nadie puede doctorarse en Estados Unidos sin haberla leído, sin embargo ya casi nadie enseña a Benet ni El Jarama”, explica la catedrática de la Universidad de Delaware Joan L. Brown.
Y Brown no le dice por admiración —escribió en los setenta la primera tesis sobre Carmiña de su país— ni nostalgia —lo anterior, desde 1974, las convirtió en grandes amigas—. Esta catedrática ha dedicado dos estudios (1998 y 2008) a fijar el canon académico de la literatura española a partir de la investigación del programa de 56 universidades. Después de un complicado proceso de recopilación de datos, descubrió con placer el lugar que ocupaba su amiga escritora. Ni entre visillos, ni envuelta en nubosidad variable, Carmen Marín Gaite (Salamanca, 1925 – Madrid, 2000) presidía el frontispicio, a la cabeza de los programas de estudio.
Tal vez sea la secuencia lógica al fenómeno que se había fraguado en vida de aquella autora que en sus últimos años tenía aspecto de reina de las nieves. “EE UU le dio antes que España tres cosas muy importantes: la fama, el dinero y un cuarto propio para escribir”, sostiene Joan L. Brown. No solo el mundo académico se rindió a sus pies, también lo hizo la crítica, incluida la del The New York Times, que celebró sin remilgos El cuarto de atrás. “Los norteamericanos aficionados a lo ibérico han desarrollado una pasión excepcional por Carmen Martín Gaite y, quiéralo o no ella, también se ha convertido en una de las figuras más importantes en el terreno de los estudios feministas actuales”, escribió John W. Kronik, de la Universidad de Cornell, dos años antes de la muerte de la autora de Lo raro es vivir. Los trabajos no cesan. Roberta Johnson, de la Universidad de Kansas, se ha sumado recientemente con un estudio sobre los paralelismos entre dos obras que María Zambrano y Carmen Martín Gaite escribieron enfermas.
En 1980 la novelista había reflexionado: “Los críticos y estudiantes norteamericanos repartidos por las más distantes universidades le vienen dedicando a mi obra, a pesar de no estar aún traducida al inglés, una atención mucho más seria y rigurosa de la que ha merecido nunca entre mis compatriotas”. También ella experimentó la recurrente historia del profeta contra su tierra. Sin embargo, no cayó en el resquemor. Pasaba estancias en los campus americanos sin desarraigarse. “No tuvo el menor interés en convertirse en americana, tenía un gran sentido patriótico”, subraya Joan L. Brown.
Lo tuvo pese a que, durante años, pagó el peaje de tener aspiraciones en una sociedad nada tolerante hacia las mujeres que rompían lo convencional. “Había mucho machismo y mucho clasismo. Carmiña era feminista, no estaba bien considerada. Para mí fue un gran estímulo, yo estaba muy atrasada. El verano que compartimos fue muy importante porque me abrió cauces”, recuerda Ton Carandell, viuda de José Agustín Goytisolo, en referencia a unas vacaciones en Cataluña con la escritora y Sánchez Ferlosio.
Con el tiempo, Martín Gaite se convertiría en una de las más populares de la generación de los 50, como evidenciaban las colas que desfilaban ante ella en la Feria del Libro, y reconocidas (Nacional de Literatura y Príncipe de Asturias, entre otros). Y, a diferencia del olvido editorial que ha engullido a escritores fallecidos como Ignacio Aldecoa, ella sigue viva. “Acabó dando el salto de novelista buena a novelista popular, que la gente lee en el metro”, afirmó el catedrático de la Universidad de Zaragoza José-Carlos Mainer, en la conferencia que inauguró el congreso internacional Un lugar llamado Carmen Martín Gaite, organizado por la Universidad Autónoma. “No la considero una escritora olvidada, se me escapan las tesis que hay sobre ella. Lo que sí observo son ciertos prejuicios, como si fuera una autora para mujeres, y son erróneos, machistas y revelan el profundo desconocimiento de su obra”, observa el profesor de la Universidad Autónoma y codirector del congreso, José Teruel.
Tanto él como la italiana Maria Vittoria Calvi, editora de Cuadernos de todo, consideran que está pendiente el reconocimiento de su labor ensayística, que incluye más de una decena de títulos, algunos tan exitosos como Usos amorosos de la postguerra española (y su precedente sobre el XVIII) y otros tan documentados como El proceso de Macanaz. Historia de un empapelamiento. La publicación póstuma de Cuadernos de todo ha abierto un nuevo mundo a sus investigadores para indagar en la personalidad de Martín Gaite, alguien que se veía cabalgando perpetuamente entre el caos y el equilibrio. Se lo recordaba a sí misma con dos grandes fotografías de James Dean y Greta Garbo en su dormitorio. Queda la incógnita de si viajaban con ella a Estados Unidos, el país que antes la quiso. Un amor sorpresa. Algo diferente. ¡Miranfú!
Desde su casa de la sierra, Carmen Martín Gaite podía ver que las nieves daban un último suspiro sobre la cima de La Maliciosa, uno de los picos de la sierra que bordea El Boalo (Madrid), la localidad de 7.100 habitantes que su padre, un notario culto y feminista, eligió para jubilarse. Con el mismo granito de la finca que compró, se construyó una casa amplia, sólida y luminosa rodeada de fresnos. Las dos hermanas Martín Gaite, Ana María y Carmen, también se retiraron por temporadas a El Boalo, donde se ha ido concentrando el legado familiar. Tras el fallecimiento de la escritora en 2000, Ana María ofreció su archivo a la Universidad de Salamanca, donde Carmen estudió Filosofía y Letras. Pero no suscitó interés (“No lo quiso, no tenía sitio, ellos ya tienen a Unamuno”, ironiza Ana María), así que los documentos descansan hoy en el Archivo de Valladolid.
Antes de morir, Carmiña —su única hija, Marta, falleció joven— le encargó a su hermana que preservase la memoria. Ana María, de 88 años, tiene una voluntad tan granítica como su casa. Ha concentrado en El Boalo la biblioteca y los objetos que la autora de Irse de casa tenía en otros domicilios. Ahora confía en que alguna institución —la Universidad Autónoma ha mostrado interés— asuma su proyecto para transformar la residencia en un centro de estudios sobre la generación de los cincuenta, en la que se agrupó a autores dispares cuya infancia coincidió con la posguerra (Ferlosio, Laforet, Aldecoa, Benet, García Hortelano, Caballero Bonald, Goytisolo, Matute…). Nada mejor en un lugar consagrado a la esencia de una autora que exploró narrativa, novela y ensayo y que un día se preguntó: “¿Qué haré para escribir, para estrellar todo lo que me bulle? ¿Contra qué muro? ¿Dónde dejar la marca?”.