En este capítulo, Cervantes no deja de jugar con el lenguaje, como en el resto de la obra.
“No se curó el arriero destas razones (y fuera mejor que se curara, porque fuera curarse en salud; antes trabando de las correas, las arrojó gran trecho de sí”
Cervantes utiliza el verbo curar en los dos sentidos que tenía anteriormente. Utilizaba la palabra curar con el sentido de prestar atención que ya era un uso arcaico en aquella época y con el sentido de sanar.
Cuando don Quijote dice:
“Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallo pecho se le ofrece: no me desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo.”
se sitúa en la tradición del amor cortés. El caballero amante sirve a la mujer amada, que es la señora guía y protectora del caballero.
Cervantes, en este tercer capítulo, cuenta la humorística manera que tuvo don Quijote de armarse caballero.
La importancia fundamental de este capítulo, es que don Quijote es armado caballero. Esta era una cuestión que tenía preocupado a don Quijote desde que salió de su casa, ya que este sabía que si no era armado caballero no podía ejercer la caballería de manera legítima. De esta manera, su preocupación queda solventada.
En la Edad Media, esta ceremonia era muy solemne y había que estar preparado tanto física como mentalmente para desempeñar las funciones de caballero. La ceremonia se consideraba un paso de la juventud a la madurez y se le daba un significado religioso. Por eso, don Quijote buscaba la iglesia del castillo para velar sus armas.
Don Quijote, a pesar de su edad, se sentía preparado y dispuesto para armarse caballero porque, además, en los libros de caballerías había encontrado personajes que habían sido armados caballeros a una edad avanzada, rozando prácticamente la vejez.
El problema de la ceremonia es que, el que le arma caballero, el ventero era un bellaco que no tenía poder para llevar a cabo la ceremonia armar y, además, el armado caballero, don Quijote, es un loco.
En la venta tanto el ventero como las dos rameras no intentan traer a don Quijote a la realidad sino que le siguen la corriente y se hacen pasar por caballero y doncellas.
Don Quijote había decidido, en el capítulo anterior, salir de su propia realidad para vivir otra vida con más emoción y aventura que la suya propia. En el caso del ventero y las rameras , no quieren traer a la realidad a don Quijote porque sus vidas también son aburridas y esto es una oportunidad para reírse y hacer algo diferente.
Asimismo, el ventero, como su padrino, le da una serie de consejos, que más tarde le moverán a buscarse un escudero. Asimismo, le cuenta sus aventuras como pícaro transformándolas en aventuras caballerescas y realizando un paseo por toda la geografía picaresca de la España de la época. Aquí, queda patente los conocimientos que sobre libros de caballerías tenía el ventero.
Como ya hemos dicho, tanto el ventero como las dos rameras, siguen la corriente a don Quijote en su locura pero también encontramos que, más adelante, es el narrador el que le sigue la corriente de forma humorística.
“Advertido y medroso desto el castellano, trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas, y, leyendo en su manual –como que decía alguna devota oración–, en mitad de la leyenda alzó la mano y diole sobre el cuello un buen golpe, y tras él, con su mesma espada un gentil espaldarazo –siempre murmurando entre dientes, como que rezaba–”
Como el padrino de la ceremonia podríamos decir que es un pícaro, esta resulta humorística.
La primera parte de la ceremonia se realiza en el corral a la luz de la luna y ante el jolgorio de todos los huéspedes de la venta, que se convierte en una escena de entremés donde además no faltarán las pedradas y los golpes. Finalmente, y a causa del revuelo, el ventero se ve en la obligación de acortar la ceremonia que la limita a la pescozada y el espaldarazo. A esto viene a añadirse la intervención de las dos rameras en la ceremonia, quitándole toda seriedad al acto.
A causa de la invalidez de la ceremonia y de la locura de don Quijote este no podrá ser realmente un caballero aunque él, que se encuentra en su mundo de irrealidad, se siente absolutamente competente para realizar sus funciones como tal.
El capítulo cuarto comienza con: “La del alba”. En este comienzo se sobreentiende la palabra hora (la hora del alba), palabra con la que termina el capítulo anterior:
“le dejó ir a la buena hora.”
Esta relación entre la última palabra del capítulo anterior y el comienzo del siguiente, parece que podría demostrar que Cervantes no se había planteado, en principio, el escribir una novela de las dimensiones del Quijote. Podría tratarse, de una novela corta sin capítulos, como las novelas ejemplares, en la que la posterior división en capítulos habría podido causar estas relaciones sintácticas entre el final de un capítulo y el comienzo del otro. Aunque algunos críticos piensan que esto es un recurso para darle fluidez a la obra y no producir un corte entre capítulos.
Aquí, don Quijote está pensando en la recomendación que le había dado su padrino de armas, cuando le recomendó que sería de gran interés tener un escudero. Don Quijote hace la primera alusión a Sancho, pero sin mencionar su nombre.
“Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recibir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería.”
En este capítulo se desarrolla la característica que va asociada a los caballeros y a la idea de la caballería de don Quijote, su sentido de la justicia. Esto se realiza a través del incidente del apaleamiento de Andrés, donde encontramos una de las pocas ocasiones en la que realmente aparece este intento de justicia social y, además, no sólo la idea de justicia, sino también la satisfacción del propósito cumplido.
El Quijote se veía como un libro cómico, porque las acciones de los hombres no se juzgaban por su intención sino por su resultado.
En esta aventura tenemos dos factores para analizar. ¿Es justo que don Quijote le hiciera pagar al labrador el dinero que debía a Andrés? Lo que no era correcto es que Andrés estuviera atado a un árbol y le estuvieran apaleado sin poderse defender. El problema de la justicia es si, realmente, Andrés era culpable o no de lo que se le acusaba.
Como vemos la acción de don Quijote es satisfactoria para él, pero no para Andrés. Este resulta peor parado a consecuencia de la intervención de don Quijote. Esto en la época resultaba cómico y hoy en día lo veríamos como el resultado de una acción ingenua.
Sin duda, en este capítulo, don Quijote queda consagrado como Caballero, aunque el resultado no fuera el ideal. El tiene la potestad de actuar como justiciero sin tener la ley en consideración.
Cervantes no olvida aquí tampoco, jugar con el lenguaje :
“–Bien está todo eso –replicó don Quijote–; pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado; que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagaste, vos le habéis rompido el de su cuerpo; y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado.”
En esta aventura, don Quijote vuelve otra vez al amor cortés. Vuelve a colocar a su amada en lo más alto. Dulcinea es un cúmulo de perfecciones.
“–Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de La Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.”
Cuando don Quijote menciona, defendiendo a Dulcinea, el ámbar y la algalia se refiere a unos ungüentos utilizados en la fabricación de perfumes. En ese mismo párrafo hace referencia a los husos de Guadarrama que eran famosos por su calidad y estaban fabricados en madera de haya que nunca se torcía.
“no le mana, digo eso que decís sino ámbar y algalia entre algodones y no es tuerta ni corcovada, sino más derecha que un huso de Guadarrama.”
Otra característica del lenguaje de Cervantes, que observamos en este fragmento, es el uso de palabras del juego de cartas. Envidar el resto es apostar todo a una sola carta. En este caso se refiere a descargar toda su cólera sobre don Quijote.
“Dábanle voces sus amos que no le diese tanto y que le dejase; pero estaba ya el mozo picado y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera…”
Don Quijote lleva su locura hasta otro plano. Encontrándose apaleado y sin poderse mover, ya no sólo se siente don Quijote sino cualquier otro caballero andante reconocido. En un momento, se cree Valdovinos, Abindarráez y Reinaldos de Montalbán. Menéndez Pidal centra mucho su atención en el cariz que toma la locura de don Quijote en este capítulo y hablaba de ello, en un discurso, que leyó en 1920 en el Ateneo de Madrid, titulado “Un aspecto de la elaboración del Quijote” y que posteriormente quedó recogido en el libro De Cervantes y Lope de Vega.
Al principio de este capítulo, don Quijote parece estar decidiendo por que parcela de su locura se decide.
“Viendo, pues que en efecto no podía menearse, acordó de acogerse a su ordinario remedio , que era pensar en algún paso de sus logros y trújole su locura a la memoria aquel de Valdovinos y del marqués de Mantua, cuando Carloto le dejó herido en la montaña…”
Siempre que no le gusta su vida o la situación en la que se encuentra, don Quijote, busca una salida satisfactoria en los libros de caballerías. Estos resultan para él un manual de como debe comportarse en su nueva y más excitante vida.
Además, un poco más adelante incluye unos versos de un romance en el que se cuentan acciones caballerescas del Marqués de Mantua y su sobrino Valdovinos.
_ ¿Dónde estás, señora mía,
que no te duele mi mal?
O no lo sabes, señora,
o eres falsa y desleal.
A lo largo del Quijote, vemos que el nombre real de este hidalgo cambia varias veces. En este capítulo, aparece como Quijana. En el primer capítulo, ya nos decían que podía ser Quijana, Quejan o Quesada. Esto puede ser una intención de Cervantes de darle un sentido libre. De la misma forma, que no se acuerda del lugar de la Mancha donde vivía el hidalgo, tampoco lo sujeta a ningún árbol genealógico.
Dentro de este mismo capítulo, en un momento en el que don Quijote iba sobre su borrico tan quebrantado que apenas se sostenía en él, olvida la historia de Valdovinos y se convierte en el moro Abindarráez, cuando el Alcaide de Antequera, Rodrigo de Narváez, le prendió y llevó cautivo, en la novela morisca El Abencerraje y la hermosa Josefa.
Avanzando un poco más en la lectura, don Quijote vuelve a dar un giro a su locura y cuando el labrador le dice:
“–Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo de Narváez , no el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Valdovinos, no Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana”
Don Quijote responde:
“–yo sé quién soy –respondió don Quijote–, y sé que puedo ser no sólo los que he dicho sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por ´si hicieron, se aventajarán las mías.”
El sabe, quizá, realmente quien es, pero quiere ser otra cosa y quiere otra vida y se siente capaz de alcanzar las más grandes hazañas.
En cuanto al lenguaje, se siguen utilizando algunos arcaísmos como malferido o feridas, que ya eran arcaicas en aquel momento pero se utilizan de forma burlesca siguiente el lenguaje utilizado por don Quijote.
“-Abran vuestras mercedes al señor Valdovinos y al señor marqués de Mantua, que viene malferido, y al señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera”
“–Ténganse todos, que vengo malferido por la culpa de mi caballo. Llévenme a mi lecho y llámense, si fuera posible, a la sabia Urganda, que cure y cate mis feridas.”
También el narrador entra en el juego del lenguaje arcaizante y dice:
“Lleváronle luego a la cama, y, catándole las feridas, no le hallaron ninguna.”
Cuando el ama menciona a “Hurganda” hace una deformación humorística del nombre de Urganda que era la maga amiga de Amadís y que don Quijote había pedido que la llamaran para curar sus heridas.
Terminando ya la aventura de la primera salida del Quijote, termina la influencia del Entremés de los romances, anónimo y del siglo XVI, en el que un labrador, Bartolo, quería imitar a los héroes del Romancero y sale en busca de aventuras hasta que termina apaleado.
Los seis primeros capítulos de la primera parte del Quijote, podrían ser una novela independiente con trama propia y conclusión pero veremos que después tendrá secuelas que irán formando la novela en su totalidad.
A lo largo del capítulo y con la excusa de revisar la biblioteca de Alonso Quijano, se hace un repaso a la literatura de la época.
En un principio sólo se habla de las novelas de caballerías como única lectura del Quijote, pero aquí se amplía a otros géneros: la novela pastoril, la poesía heroica, y la lírica amorosa.
Además, Cervantes aprovecha para hace una crítica a algunas traducciones de obras en verso.
En este capítulo, vemos que la librería de don Quijote era extensa, más de cien volúmenes, y que muchos de ellos eran obras recientes del momento. Lo que sí vemos, es que la biblioteca era poco variada en cuanto a su temática. Alonso Quijano no parecía mostrarse interesado por los libros de picaresca, ni por los libros de historia, ni cancioneros o romanceros.
La sobrina es la que denuncia la situación y como si fuera un tribunal inquisitorial, el cura y el barbero, pero particularmente el cura es el que decide los libros que se salvan y los que se queman. Todo el proceso se llevará a cabo de una manera burlesca.
Finalmente, tampoco son tan duros en la condena de los libros. de los veintinueve títulos que se le presentan solo condena a trece y absuelve a otros trece incluidos tres libros de caballerías (el Amadís, el Palmerín y el Tirante). Además salvan tres de pastores (la Diana enamorada de Gil Polo, El pastor de Fílida y Los diez libros de fortuna de amor). También salvan siete de poesía entre los que se encuentra La Galatea del propio Cervantes.
Este juicio sobre los libros de la época, vas más allá de lo que se atrevió a hacer la inquisición que no se decidió a prohibir los libros de caballerías. Tampoco los censores reales pudieron impedir su exportación a América.
A través de las opiniones y críticas que realiza el cura sobre los libros de don Quijote, Cervantes aprovecha a expresar sus opiniones sobre la literatura de la época, aunque no podemos identificar en su totalidad dichas opiniones con las de Cervantes y tampoco podemos confundir al autor con el personaje. Lo que sí queda patente en este y otros capítulos es la importancia que tienen los libros dentro del Quijote.
Finalmente, deberíamos hacer una mención sobre la importancia de la inclusión de La Galatea dentro de las obras que forman la biblioteca de don Quijote, así como de su autor, Cervantes. El cura es el que introduce a Cervantes en la obra y dice que es su amigo convirtiendo así al autor en un personaje real y de ficción al mismo tiempo y consiguiendo, de esta manera, darle a la obra sensación de realidad.
Con este capítulo se da por finalizada la primera parte del Quijote, aunque realmente la salida termina en el capítulo anterior.