1 de diciembre de 2016

Capítulos del 7 al 13

Capítulo séptimo

Comienza la segunda salida de don Quijote. No existe una interrupción entre el último capítulo de la primera salida y el primero de la segunda. La historia va fluyendo como algo continuo.

El cura y el barbero continúan con el escrutinio de los libros hasta que don Quijote comienza a dar voces llevado por un sueño de caballero.

Al comienzo de este capítulo, los de la casa, ya dan por hecha su locura y entran en su juego. Esto se constata en el momento en el que le dicen a don Quijote que la habitación ha sido tapiada por un mago, como si esto fuera lo más normal del mundo. Lo curioso de esto es que le queman los libros para que olvide sus fantasías pero ellos las fomentan entrando en su ficción.

En el título de este capítulo, “De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha”, es llamado caballero porque ya ha sido armado como tal, aunque dicha investidura fuera fallida por no tener los requisitos requeridos para tal fin.

En este capítulo, el escrutinio de libros queda interrumpido y el torneo soñado por don Quijote También. 

Aquí, la locura don Quijote sufre una transformación. Hasta el momento, el caballero había confundido su fantasía con la historia real pero en este momento pasa a confundir el sueño con la vigilia.  Esta vez, sueña que es Reinaldos de Montalbán. Don Quijote en esta escena se siente Reinaldos luchando contra Orlando por el amor de Angélica (poema caballeresco Orlando enamorado, de M. Boiardo)

A continuación, se terminarán de quemar todos los libros de mano del ama, que termina con los que quedaban, sin escrutinio alguno. De esta manera, parece que se quemaron algunos que debieron quedar. 

Más tarde, deciden tapiar la habitación donde estaban los libros. Así, don Quijote no podría volver a leer ningún libro pero, en este momento, tampoco le hace falta. Los tiene todos en la imaginación. Además,  el vive dentro de una aventura de ficción, en una novela de caballerías, que no es una sola, sino la síntesis de muchas de las que había leído. 

La desaparición de la biblioteca se le atribuye a un mago y don Quijote automáticamente piensa en el mago Frestón.

“–Así es –dijo don Quijote–; que ése es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero a quien él favorece, y le tengo de vencer, sin que él lo pueda estorbar y por esto procura hacerme todos los sinsabores que puede; y mándole yo que mal podrá él contradecir ni evitar lo que por el cielo está ordenado.”

Según dice Torrente Ballester: “Con la ficción del sabio Muñatón en boca de la sobrina, los demás personajes empiezan a entrar en el juego de don Quijote, quien, a su vez, encuentra empleado aquí el recurso de los encantadores, que él manejará “como una maza apabullante” para explicar las metamorfosis de la realidad”

Es en este punto de la novela, en la introducción de Sancho en la trama y en la decisión de realizar una nueva salida, donde algunos críticos piensan, que Cervantes dio el paso de la novela corta que tenía pensado escribir a la novela extensa. Otros piensan, que siempre tuvo en mente escribir una novela larga. 

El contraste entre la primera salida y la segunda, está en que esta salida se realiza de una forma mucho más tranquila. Don Quijote haciendo caso al ventero, realiza la segunda salida, en la compañía de su escudero, Sancho Panza y también reúne algún dinero para su viaje. En este momento, no anticipa ningún rasgo de lo que será el personaje de Sancho. En un primer momento, Este se presenta como un personaje simple y pegado a la realidad, aunque en el diálogo final ya asomará un rasgo de agudeza burlesca. 

“Dio luego don Quijote orden en buscar dineros, y, vendiendo una cosa, y empeñando otra, y malbaratándolas todas, llegó una razonable cantidad, Acomodóse asimesmo de una rodela, que pidió prestada a un su amigo, y , pertrechando su rota celada lo mejor que pudo, avisó a su escudero Sancho del día y de la hora que pensaba ponerse en camino, para que él se acomodase de lo que viese que más le era menester. Sobre todo le encargó que llevase alforjas; e dijo que sí llevaría, y que ansimesmo pensaba llevar un asno que tenía muy bueno, porque él no estaba duecho a andar mucho a pie.”

En este capítulo, podemos ver la polionomasia que se le aplica también a la mujer de Sancho que a lo largo de la novela aparecerá como Juana Gutierrez, Juana Panza, Teresa Panza y Teresa Cascajo.

Con la aparición de Sancho, comenzará el diálogo, que ya se había dado en el prólogo con el amigo imaginario y también con el ventero que le arma caballero. Desde el momento que aparece Sancho, cambia el rumbo de la estructura de la novela y se hace frecuentemente dialogada. El diálogo entre don Quijote y Sancho es uno de los rasgos técnico-estilísticos más importantes de la obra.


Capítulo octavo

Nada más empezar el capítulo octavo, comienza la famosa aventura de los molinos de viento. En esta aventura se enfrenta el héroe, en una batalla desigual, contra la fuerza bruta de unos gigantes que representan la personificación del mal. Sin mediar palabra, el héroe se enfrenta a ellos, no tiene duda de que representan al mal y se lanza sin miedo de forma justiciera contra ellos. Ese era uno de los objetivos principales del caballero don Quijote, combatir el mal. 

La estructura de la escena es a tres bandas, por una parte esta el héroe que quiere vencer al mal, por otra parte tenemos al escudero, Sancho, con su visión realista y por último están los gigantes o molinos. 

Después de haber pasado a la acción y haber salido don Quijote malparado, caballero y escudero comentan la acción. En ese diálogo cada uno opina sobre lo acontecido se reafirma en su posición y ve la situación según su manera de ver la vida. Este perspectivismo será una constante en toda la novela. Constantemente, asistiremos a los diálogos entre don Quijote y Sancho donde aparecerán las dos diferentes posturas ante la realidad.  Cervantes parece querer mostrar que ante un mismo hecho siempre habrá visiones distintas.

Se han hecho muchas interpretaciones sobre esta aventura. Algunos han reseñado la fuerza de voluntad del débil contra el fuerte. Otra interpretación, subraya la trascendencia que puede tener, el correr un riesgo desmesurado al servicio de un idealismo.  Asimismo, algunos lectores del Quijote han interpretado esta aventura con la que, según ellos, Cervantes quiso hacernos ver la importancia prioritaria de la motivación sobre el cálculo que se pueda hacer del posible resultado.

Tras esta aventura, vemos que don Quijote se sobrepone a su fracaso, pues no reconoce su error. Lo prioritario para él sigue siendo terminar con el mal del mundo y el orgullo de poder ofrecérselo a su amada Dulcinea.

“No fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. 

Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo: 

–Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino…”


Siguiendo con la lectura, encontramos la ya anunciada aventura de Puerto Lápice. Es una aventura de carácter novelesco, casi podríamos decir que con esos personajes podría escribirse una historia mucho más amplia. Personajes como la dama que viaja en el coche con destino a Sevilla, donde piensa embarcar para las Indias y su marido vizcaíno que ocupará un puesto de gobierno, son personajes que podrían evolucionar.  

Cervantes retrata aquí al vizcaíno cómico con su manera de hablar castellano, que se había convertido en un tópico literario de la época. 

A diferencia de la aventura de los molinos, la de Puerto Lápice tiene un contexto histórico.  

Al comienzo de esta aventura, Cervantes utiliza la hipérbole exagerando así el tamaño de los animales en los que venían montados dos frailes de la orden de San Benito.

“Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios: que no eran más pequeñas dos mulas en que venían.”

La escena podría ser cinematográfica y resulta muy moderna. Suceden dos hechos simultáneos. Los mozos apaleando a Sancho y don Quijote hablando con la dama que viaja en el carruaje. 

“Los mozos, que no sabían de burlas, ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de allí, hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y dieron con él en el suelo, y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo, sin aliento ni sentido.”

Al final del capítulo, hay una inesperada interrupción de la narración que le da suspense a la historia y muestra que la obra esta llena de dinamismo.
En este parte del capítulo, se hace mención a un segundo narrador. Sabemos que el primer narrador es Cide Hamete Benengeli pero el segundo narrador podría ser Cervantes. Este juego de narradores muestra, también, el carácter irónico de la obra. El carácter irónico lo encontramos, asimismo, cuando se refiere a esta aventura como una apacible historia. 

“Bien es verdad que el segundo autor desta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, no que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de La Mancha, que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famosos caballero tratasen; y así, con esta imaginación no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda parte.”



Capítulo noveno

 Como ya hemos dicho, al final del capítulo anterior, aparece un segundo narrador que podemos identificarlo con Cervantes. Con esto, se hace patente, que el autor deseaba aparecer en la obra, como el auténtico escritor de la misma, aunque en ocasiones desaparezca, tapado por otros supuestos autores.

Aquí aparece también, el primer anotador de su obra. Debemos apuntar la ironía del nombre del primer cronista de las aventuras de don Quijote, Cide Hamete Benengeli. Cide es la traducción de señor, Hamete podría tomarse como una deformación de Hamed (el que alaba) y Benengeli es una deformación humorística de la palabra berenjena, todo ello tomado del árabe.

La estructura narrativa del Quijote es compleja porque además del primer cronista árabe, ya mencionado, está el traductor morisco y en tercer lugar Cervantes. Este quedaría como segundo autor que escribe la obra que el traductor le proporciona del autor árabe. De esta forma, Cervantes se siente libre para realizar los comentarios que le parezcan oportunos. 

Cervantes comenta la posible o no veracidad de los hechos narrados. El autor árabe es un historiador pero como árabe puede ser mentiroso y, además, Cervantes está escuchando la historia de boca de un traductor que no sabe hasta que punto es fiable.

Este capítulo supone un paréntesis en la dinámica de la narración hasta que, al final del mismo, se narra la historia ocurrida entre don Quijote y el vizcaíno. 

El autor, Aquí, introduce al propio autor como personaje y nos lo muestra paseando por una calle de tiendas de Toledo. Asimismo, aprovecha el paréntesis para hablar sobre la obra que está leyendo y comentar que esta es cercana e interesante.

También, Cervantes aprovechará para hacer una parodia de los libros de caballerías, utilizando recursos utilizados en muchas de estas obras. Un ejemplo de esto es que, el Quijote, lo va a encontrar en una tienda de Toledo, en un manuscrito escrito en árabe por lo que va a necesitar un traductor. 

En el prólogo del Amadís de Gaula Montalvo dice: “que por gran dicha paresció en una tumba de piedra que debajo de la tierra en una ermita, cerca de Constantinopla, fue hallada, y traído por un húngaro mercadero a estas partes de España, en letra y pergamino tan antiguo, que con mucho trabajo se pudo leer por aquellos que la lengua sabían.”

El manuscrito del Quijote llevaba un título concreto “Historia de don Quijote de la Mancha”, que no coincide con el de Cervantes, con lo que queda clara la autoría de dicho manuscrito independiente de su obra.

Cervantes crea en este capítulo el inicio de la novela moderna. No sólo crea una historia, sino que nos cuenta como la crea.  

A partir de este momento, el narrador no va a cambiar. Ya se da por hecho que la historia sale del manuscrito escrito por el historiador árabe, traducido por el morisco y editado y comentado por Cervantes.

Es de suponer, que el manuscrito encontrado por Cervantes en Toledo, contaba toda la historia narrada hasta el momento o incluso algo más. Quizá algo más de la vida de Alonso Quijano, pero esto nunca llegaremos a saberlo porque Cervantes retoma la historia donde la dejó, en la aventura con el vizcaíno.



Capítulo décimo

“De lo que más le avino a don Quijote con el vizcaíno, y del peligro en que se vio con una turba de yangüese”

Este título resulta ser un despropósito. Cuando llegamos a este capítulo la aventura con el vizcaíno ya ha finalizado y la aventura con los yangüeses aun no comenzará hasta el capítulo XV.

Por primera vez, vemos un tranquilo diálogo entre don Quijote y Sancho, en el que queda expresada con mayor claridad la personalidad de Sancho. El diálogo, que va a constituir uno de los principales elementos de la novela, conseguirá que puedan sentirse acogidos el uno por el otro en las aventuras y desdichas que les ocurrirán a los dos. Este recurso, evita tener que utilizar un narrador omnisciente.

Al terminar la aventura, Sancho solicita a su señor que le de la ínsula prometida. De esta forma, la ínsula pasará a ser la excusa para que Sancho permanezca al lado de don Quijote.

Aquí, Cervantes menciona también el Bálsamo de Fierabrás. Fierabrás era un personaje de las leyendas carolingias que poseía un bálsamo milagroso capaz de curarlo todo y que se suponía que procedía del bálsamo utilizado para embalsamar a Cristo. 

“Si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás, que con sola una gota se ahorraran tiempo y medicinas. –¿Qué redoma y qué bálsamo es ése? –dijo Sancho Panza. 
–Es un bálsamo –respondió don Quijote– de quien tengo la receta en la memoria, con el cual no hay que tener temor a la muerte, ni hay pensar morir de ferida alguna.”

Asimismo, habla también del yelmo de Mambrino, al que se le suponía poderes mágicos. El que lo llevara estaría protegido. En este pasaje hace alusión al Orlando Furioso de Ariosto, en el que Reinaldos de Montalbán, protegido por el yelmo de Mambrino, que él había ganado, protegía su vida y terminó con la vida de Dardinel de Almonte, que en la obra no se sabe si Cervantes o don Quijote lo confunde con otro personaje de la obra de Ariosto, llamado Sacripante.

Avanzando en la lectura, hay una referencia a un episodio de Orlando enamorado de Boiardo, en el que un ejército de más de dos millones de soldados sitió el castillo de Albraca, en Asia, donde el rey de Catay había encerrado a su hija Angélica.

“–Engañaste en eso  –dijo don Quijote–; porque no habremos estado dos horas por estas encrucijadas, cuando veamos más armados que los que vinieron sobre Albraca, a la conquista de Angélica la Bella.”

A continuación, alude  a Soliadisa, nombre de una princesa del libro de caballerías Clamades y Clarmonda, pero cambia el nombre de la princesa y con él se refiere a Sobradisa que era un reino, que junto a Dinamarca formaban el mapa imaginario de Amadís de Gaula.

“–Ya te he dicho, Sancho, que no te dé eso cuidado alguno; que cuando faltare ínsula, ahí está el reino de Dinamarca o el de Soliadisa, que vendrán como anillo al dedo, y más que por ser en tierra firma, te debes más alegra.”

En este capítulo, Cervantes vuelve a recordar los romances cuando habla de la dura vida del Marqués de Mantua tras la muerte de Valdovinos, personajes que ya habían aparecido en la primera salida. 

Cervantes introduce, aquí también, un elemento de humanidad en el héroe, que en otros libros de caballerías no lo encontrábamos. Hablan de las necesidades de comer y de otros menesteres naturales, dándole a la ficción una perspectiva de realidad. 

“Pero dejemos esto para su tiempo, y mira si traes algo en esas alforjas que comamos, porque vamos luego en busca de algún castillo donde alojemos esta noche y hagamos el bálsamo que te he dicho; porque yo te voto a Dios que me va doliendo mucho la oreja.”

“ Y aunque se deja entender que no podían pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales, porque, en efecto, eran hombres como nosotros, hase de entender también que andando lo más del tiempo de su vida por las forestas y despoblados, y sin cocinero, que su más ordinaria comida sería de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me ofreces.”

En el capítulo, encontramos, también, un malentendido lingüístico. Sancho entiende mal la palabra homicidios, ya que en aquella época era una palabra culta y el la desconocía y la confunde con omecillos, que era un término popular que significaba riñas o rencores.



Capítulo undécimo 

Lo más relevante, aquí, es el discurso que hace don Quijote sobre la Edad de Oro.  La contemplación de un mundo apacible y el sabor de las bellotas transportarán a don Quijote a un mundo de otros tiempos, en el que la vida era distinta. 

Asimismo, se considera de interés la canción que canta Antonio acompañándose de un rabel. Este canta un romance muy al gusto de la época. Además, esta perfectamente adecuado al mundo de los pastores, con un lenguaje popular.

En sus últimos versos, este romance, tiene alguna inspiración religiosa. la expresión Lazadas de sirgo es una metáfora sobre el matrimonio y el cuello en la gamella exactamente lo mismo.

“Coyundas tiene la Iglesia
que son lazadas de sirgo,
pon tú el cuello en la gamella,
verás como pongo el mío.


En este capítulo, Cervantes coloca el escenario en el que se va a desarrollar la historia que nos contará en los cuatro siguientes. Estos cuatro capítulos formarán la primera novelita que encontramos intercalada dentro del Quijote

Don Quijote se encuentra cómodo entre los cabreros y acepta su realidad que la acomoda a su fantasía de caballero andante, sin ningún problema.

En este capítulo no existe acción, ni ninguna aventura que narrar, pero esto lo suple Cervantes con el dinamismo del discurso.

El capítulo comienza y finaliza con dos diálogos entre caballero y escudero. 

Queda patente, aquí también, las dos perspectivas de la vida de los dos protagonistas de la historia. Sancho más práctico en cuanto a sus necesidades y don Quijote, mucho más romántico.




Capítulo duodécimo

Cervantes introduce el primer relato del Quijote, el relato de Grisóstomo y Marcela. Se piensa que quizá podría haber pensado en intercalar relatos para entretener al lector. En la primera parte del Quijote tenemos muchos relatos intercalados. En la segunda parte, la de 1615, Cervantes ya sabía que su libro tenía éxito sin necesidad de intercalar otros relatos y estos aparecen, en esta segunda parte, en mucha menor cuantía.

Cervantes introduce el relato, de tal forma que Pedro, un cabrero, es el que cuenta, a don Quijote y al lector, la historia del pastor fallecido y su amor por Marcela. Todos los cabreros y la gente del pueblo conocían la historia pero no don Quijote. 

La historia de Grisóstomo y Marcela se divide en tres partes. En la primera, un mozo que abastece a los cabreros es el que les lleva la noticia de la muerte de Grisóstomo. Este relato comienza in media res. En la segunda parte, Pedro, el cabrero pone tanto a don Quijote como a los lectores, al corriente de la historia. La tercera parte es en la que se narran las consecuencias de la historia de amor pero completamente introducidas en el presente. 

La narración comienza contando una historia en pasado pero se enlaza con el presente, de tal forma que queda integrada en la historia principal, la del caballero don Quijote. De esta manera, consigue la unión de dos planos de la narración. En un primer momento don Quijote no es más que el auditorio de un relato para pasar, en la conclusión de la historia, a formar parte de la misma, dándole, de esta manera, una verosimilitud a la historia.

Durante la narración de la historia, don Quijote interrumpirá en distintos momentos a Pedro, para corregirle algunos vocablos mal empleados.

“–Principalmente, decían que sabía la ciencia de las estrellas, y de lo que pasan, allá en el cielo, el sol y la luna, porque puntualmente nos decía el cris del sol y de la luna.
–Eclipse se llama, amigo, que no cris, el escurecerse esos dos luminares mayores –dijo don Quijote.”

“Asimesmo adevinaba cuándo había de ser al año abundante o estil.
–Estéril queréis decir, amigo –dijo don Quijote.”

Sin darnos cuenta el cabrero en este relato pasará de una narración plagada de vulgarismos rústicos, propios de un cabrero, a epítetos y cultismos hacia el final de la misma, lo que nos introduce en el mundo pastoril renacentista.

“Cuál hay que pasa todas las horas de la noche sentado al pie de alguna encina o peñasco, y allí, sin plegar los llorosos ojos, embebecido y transportado en sus pensamientos, le halló el sol a la mañana, y cuál hay que , sin dar vado ni tregua a sus suspiros, en mitad del ardor de la más enfadosa siesta del verano, tendido sobre la ardiente arena, envía sus quejar al piadoso cielo.”



Capítulo decimotercero

Termina la historia de Marcela y Grisóstomo. En el capítulo anterior es Pedro el que cuenta tanto a don Quijote como al lector la historia de estos dos pastores. En este capítulo la historia continúa pero en la realidad presente. Don Quijote y otros pastores van caminando y charlando hasta el lugar donde Grisóstomo había dejado dicho que quería que le enterraran. Los que en el capítulo anterior formaban parte de los que escuchaban el relato, pasan a ser parte del mismo, los que representaban el papel de emisor y receptor, en este capítulo, pasan a ser actores y espectadores directos del desenlace de dicha historia.

La noche y el descanso son los elementos que utiliza Cervantes para rompen la situación que pasa de relato a vida real.

En su caminar hasta el lugar del entierro, se irá juntando cada vez más gente a la comitiva y de ella sobresale Vivaldo que actúa, en este caso, como interlocutor de don Quijote, volviendo a la aventura principal del caballero y trayendo, de nuevo, la locura de don Quijote al primer plano.

La voz de Vivalvo es la única que se oirá después del panegírico que hace Ambrosio por su amigo muerto.  Aquí el personaje demuestra su cultura y sus conocimientos sobre la retórica y será capaz de percibir en dicho panegírico tanto el elogio al amigo muerto como el reproche hacia Marcela.

Esta narración empezaba como un cuento y terminará con Ambrosio como acusador de Marcela.

Cervantes realiza una descripción del atuendo de luto típico de los pastores.

“vestidos con pellicos negros y coronadas las cabezas con guirnaldas de ciprés y de amarga adelfa. Traían cada uno un bastón de acebo en la mano.”

En la conversación entre don Quijote y Vivaldo, este último demuestra sus conocimientos de los libros de caballerías y sobre las normas de los caballeros andantes, llegando en alguna ocasión a corregir a don Quijote. 

En este capítulo, se hace referencia también al legendario rey Arturo de Gales que dio lugar a la leyenda de la Tabla Redonda, que dio lugar a una orden de caballería fundada en la corte de este rey, en la que había personajes como Lanzarote del Lago y la reina Ginebra.

Asimismo, se menciona a la dueña Quintañona que aparece como medianera de los amores adúlteros de Lanzarote y Ginebra y que pertenece al romancero castellano.

Además, don Quijote habla de Amadís de Gaula y todas las novelas de caballerías que se iniciaron en este libro. A continuación apareció el Esplandián que es hijo de Amadís, así como Amadís de Grecia que era el nieto.

“Pues desde entonces de mano en mano, fue aquella orden de caballería extendiéndose y dilatándose por muchas y diversas partes del mundo, y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadís de Gaula, con todos sus hijos y nietos.