1 de mayo de 2017

Capítulos del 24 al 27

Capítulo vigésimo cuarto

 La historia de Cardenio que aparece inacabada en este capítulo es el segundo de los relatos intercalados de la obra. 

El relato de esta historia queda interrumpido porque Cardenio habla de la reina Madásima, personaje de Amadís de Gaula y don Quijote no puede evitar salir en su defensa. Este defiende con el mismo ardor a los personajes de los libros de caballerías que a las personas reales. 

En cuanto el Quijote oyó mencionar los libros de caballerías no pudo callar:

“–Con que me dijera vuestra merced, al principio de su historia, que su merced de la señora Luscinda era aficionada a libros de caballerías, no fuera menester otra exageración para darme a entender la alteza de su entendimiento; porque no le tuviera tan bueno como vos señor le habéis pintado, si careciera del gusto de tan sabrosa leyenda: Así que para conmigo, no es menester gastar más palabras en declararme su hermosura, valor y entendimiento; que, con sólo haber entendido su afición la confirmo por la más hermosa y más discreta mujer del mundo.”

Cardenio había advertido que si alguien interrumpía su relato el dejaría la historia en el lugar de dicha interrupción, como así será.

Además, Cardenio interviene de nuevo y dice: 

“ –No se me puede quitar del pensamiento ni habrá quien me lo quite en el mundo, ni quien me dé a entender otra cosa, y sería un majadero el que lo contrario entendiese o creyese sino que aquel ballaconazo del maestro Elisabat estaba amancebado con la reina Madásima.”

A esto don Quijote responde con cólera:

 “–Eso no, ¡voto tal! –respondió con mucha cólera don Quijote, y arrojóle, como tenía de costumbre–; y ésa es una muy gran malicia, o bellaquería, por mejor decir: La reina Madásima fue muy principal señora…”.

En este capítulo Cervantes hace una distinción entre el amor carnal o apetito erótico y el amor verdadero. El primero está encarnado por don Fernando, amigo de Cardenio y segundo hijo de un poderoso conde. Fernando es un hombre frívolo y mujeriego. Este seduce a una bella labradora prometiéndole casarse con ella y después de conseguirla huirá a casa de Cardenio para olvidar aquel capricho y poner tierra de por medio. 

Asimismo, Fernando le pide a Cardenio que le hable de Luscinda. Cardenio le cuenta sobre las cualidades de esta y sobre su hermosura, incluso le dejará verla. 

Cuando Fernando ve a aquella hermosa dama se encenderá su apetito carnal de nuevo. 

Cardenio notando este apetito en Fernando empezará a sentir celos de este.

Cardenio encarna el amor puro y sincero, que defiende por encima de todo a su dama y la respeta.

El relato quedará aquí interrumpido y no sólo interrumpido, sino que se monta una terrible trifulca en la que don Quijote, Sancho y el cabrero saldrán los tres malparados, al encenderse la locura de Cardenio.

Don Quijote comprende que esto ha sido un arrebato de locura y querrá encontrar a Cardenio para que le cuente el final de la historia.

La obra de don Quijote es una obra dinámica y fluida. A esto contribuyen los diálogos para esto Cervantes utiliza constantes encadenamientos entre pregunta y respuesta. La respuesta de don Quijote utiliza en sus primeras palabras los mismos términos que su interlocutor utiliza en su intervención anterior. Esto produce una sensación de fluidez. 

Además, al dinamismo de la obra contribuyen la acumulación de verbos. Vemos, también, que Cervantes utiliza un mismo verbo en distintos tiempos para enfatizar lo que se quiere decir:

“El Caballero del Bosque, que de tal manera oyó hablar al de la Triste Figura, no hacía sino mirarle, u remirarle, y tornarle a mirar de arriba abajo; y después que lo hubo bien mirado, le dijo…”

En este episodio vemos también que Cardenio utiliza la  misma razón que Sancho había utilizado anteriormente para interrumpir una narración. Este recurso le da a la obra una sensación de continuidad estructural.



Capítulo vigésimo quinto

En el título de este capítulo se hace mención a Beltenebros que es el nombre que adopta Amadís de Gaula durante su penitencia en la Peña del Pobre y que se lo puso aconsejado por el ermitaño que vivía allí. El significado de esta palabra es Bel Ténébreux que deriva del francés.

Este capítulo es un receso en la sucesión de aventuras de la obra y podríamos decir que casi hace una función de distribuidor de las mismas. En el aparecen alusiones a episodios pasados y anticipos a episodios futuros, aunque realmente el capítulo está centrado en la penitencia del caballero.

Don Quijote se dispone a hacer penitencia una costumbre muy frecuente entre los caballeros y que él tantas veces había leído en los libros de caballerías.

Asimismo, Sancho ruega a don Quijote que le levante el castigo de silencio que le había impuesto desde la aventura de los batanes. 

Aquí también comenzará el uso constante de refranes por parte de Sancho:

“Muchos piensan que hay tocinos y no hay siquiera las estacas de donde estos cuelgan.”

“Poner puertas al campo.”

“Digan, que de Dios dijeron.”

Don Quijote decide hacer penitencia en la Sierra impulsado por la actitud de Cardenio. En un principio duda si tomar la actitud de Roldán o de Amadís, decantándose finalmente por la de este último, con lo que queda mucho más definida la personalidad que él quiere adquirir.

Como nos dice Riquer, la penitencia en los caballeros era algo frecuente desde Li chevaliers au lion de Chrétien de Troyes de finales del siglo XII y Tristán de Leonís, Lisuarte de Grecia, el caballero del Febo y Rosicler entre otros.

Es verdad, que la inspiración más próxima es Cardenio con su penitencia pero no es menos cierto que toma como modelo a otros caballeros de la literatura que tomaron la misma actitud.

En una Lúcida conversación con Sancho, este se asombra de conocer la auténtica identidad de Dulcinea, Aldonza Lorenzo. Al revelar el nombre de su amada don Quijote la hace vulnerable y Sancho queda sorprendido de que esa dama fuera digna de la admiración y amor de don Quijote, pero este de una forma bastante cuerda reconoce que no le importa como es Dulcinea en realidad porque él en su imaginación la tiene guardada como la desea y para él en su imaginación vale tanto como cualquier dama noble.

Aquí Sancho muestra también su escepticismo a aceptar la bacía de barbero como el yelmo de Mambrino y don Quijote mostrará su idea del perspectivismo, diciendo que lo que a unos les parece una cosa a otros les parecerá otra.

En este episodio, Sancho adapta también algunos nombres a su lenguaje vulgar convirtiendo a Madásima en Magimasa y Elisabat en aquel abad de la misma manera que anteriormente había convertido a Esopo en Guisopete. Esto muestra el contraste lingüístico que existe entre el habla de Sancho que además estará, como ya hemos mencionado anteriormente, llena de refranes y expresiones vulgares con el de don Quijote y su utilización de palabras caballerescas que en muchas ocasiones son arcaicas.

Además, don Quijote revela su intención de convertir su vida en arte. Quiere imitar a Amadís que es un producto de lo artístico. Don Quijote quiere convertir su conducta en la imitación de una obra de arte y diserta sobre esto delante del pobre Sancho que está muerto de hambre, cansancio y miedo y con ganas de volver a su casa. La escena resulta cómica por el contraste que se produce entre los dos personajes.

Don Quijote va a realizar esta penitencia por voluntad propia y por coherencia con la vida que ha decidido seguir pero sin ninguna coherencia con el hilo argumental de la historia. No hay en este caso una relación de causa y efecto. Realmente no llegamos a saber el motivo por el que don Quijote decide hacer la penitencia, más allá de la voluntad del personaje y enmarcada en un contexto que en muchas ocasiones resulta un sin sentido para Sancho y una coherencia con su vida de caballero para don Quijote.

En el capítulo encontramos también una parte del texto escrita entre corchetes y en letra cursiva. Es la narración del robo del rucio de Sancho. El texto está también escrito por Cervantes pero se sabe que lo intercaló el impresor en la segunda edición de 1605 en el capítulo XXIII. En la edición de Hartzenbusch del XIX intercaló el texto en el capítulo XXV, corrigiendo así algunas incoherencias temporales. 

De lo que no se tiene constancia es de si Cervantes contemplaba la posibilidad de incluir este texto en la obra o no. Cervantes realizó múltiples cambios en la obra, cambiando algunos episodios de sitio, lo que podía producir alguna incoherencia. Por lo tanto, el mencionado texto se incluyo en este capítulo, simplemente por no crear problemas en la coherencia textual.



Capítulo vigésimo sexto


El capítulo comienza con don Quijote reflexionando sobre el caballero al que le gustaría emular. Roldán o Amadís. El caballero parece tenderse hacia Amadís.

“…y allí torno a pensar lo que otras muchas veces había pensado, sin haberse jamás resuelto en ello y era que cuál sería mejor y le estaría más a cuento: imitar a Roldán en las locuras desaforadas que hizo, o Amadís en las malencónicas…”

Después de esto se dispone a rezar pero no tenía rosario. Aquí se produce una hipérbole y una ironía sarcástica de las que esta llena la obra. El caballero se dispone a rezar y debe rezar un millón de avemarías y en esta ocasión lo hace tomando una tira de las faldas de la camisa, que no sabemos en que estado estaría y haciendo 12 nudos para componer un rosario improvisado. 

“Mas ya sé que lo más que él hizo fue rezar y encomendarse a Dios; pero, ¿qué haré de rosario, que no le tengo? En esto le vino al pensamiento cómo le haría, y fue que rasgó una gran tira de las faldas de la camisa, que andaban colgando, y diole once ñudos , el uno más gordo que los demás , y esto le sirvió de rosario el tiempo que allí estuvo, donde rezó un millón de avemarías.”

En el capítulo se intercalan tres pares de quintillas. La primera parece tener cierta seriedad pero en la segunda va tomando un tono cómico.

Aquí se producen dos historias que Cervantes nos las quiere presentar en un tiempo simultáneo. Don Quijote se queda en Sierra Morena haciendo su penitencia mientras Sancho emprende su viaje.

“ y será bien dejalle envuelto entre sus suspiros y versos por contar lo que le avino a Sancho panza en su mandadería.”

En el viaje de Sancho continúan las hipérboles humorísticas cuando Sancho se arranca las barbas y cuando compara a los pollinos con castillos.

“Cuando Sancho vio que no hallaba el libro, fuésele parando mortal el rostro; y tornándose a tentar todo el cuerpo muy apriesa, tornó a echar de ver que no le hallaba, y, sin más ni más, se echó entrambos puños a las barbas, y se arrancó la mitad dellas, y luego, apriesa y sin cesar, se dio media docena de puñadas en el rostro y en las narices, que se las bañó todas en sangre. Visto lo cual por el cura y el barbero, le dijeron que qué le había sucedido, que tan mal se paraba.”

En este capítulo se produce el encuentro de Sancho con el barbero y el cura que habían conocido en la venta en la que Sancho había sido manteado.

La comicidad continúa cuando Sancho comienza a recordar la carta de don Quijote a Dulcinea. Lo que recuerda Sancho, no la carta de don Quijote, está lleno de distorsiones idiomáticas y expresiones rústicas. Creando un episodio de gran comicidad.

“Alta y sobajada (sobada, manoseada) señora.
–No diría –dijo el barbero– sobajada, sino sobrehumana o soberana señora”

“Luego, si mal no me acuerdo, proseguía…, si mal no me acuerdo: “El llego y falto de sueó, y el ferido besa a vuestr merced las anos, ingrata y muy desconocida hermosa”, y no sé qué decía de salud y de enfermedad que le enviaba, y por aquí iba escurriendo, hasta que acababa en “Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura”.”

Según dice Salinas, Sancho es un mensajero absurdo, un mensajero que no lleva nada , un sin mensaje. Y en el torpe recuerdo de Sancho, la carta es el esperpento de la de don Quijote.

En este episodio, Sancho sufre en importante proceso de quijotización que se utiliza como recurso de comicidad así como expresiones como arzobispo andante o sin ínsulos ni ínsulas. 

“Dijo también cómo su señor, en trayendo que le trujese buen despacho de la señora Dulcinea del Toboso, se había se poner en camino a procurar cómo ser emperador, o, por lo menos, monarca, que así lo tenían concertado entre los dos; y era cosa muy fácil venir a serlo, según era el valor de su persona y la fuerza de su brazo; y que en siéndolo, le había de casar a él, porque ya sería viudo, que no podía ser menos, y le había de dar por mujer a una doncella de la emperatriz, heredera de un rico y grande estado de tierra firme, sin ínsulos ni ínsulas, que ya no las quería.” 

“Decía esto Sancho con tanto reposo, limpiándose de cuando en cuando las narices, y con tan poco juicio, que los dos se admiraron de nuevo, considerando cuán vehemente había sido la locura de don Quijote, pues había llevado tras sí el juicio de aquel pobre hombre”

El plan del cura y el barbero para sacar a don Quijote de Sierra Morena está lleno de arcaísmos lo que significa que la historia se encuadra en la misma que la de don Quijote, es su mundo y es el mundo en el que se meten los que quieren sacarle de su lugar de penitencia.

“…y que así irían adonde don Quijote estaba, fingiendo ser ella una doncella afligida y menesterosa, y le pediría un don, el cual él no podría dejársele otorgar, como valeroso caballero andante, Y que el don que le pensaba pedir era que se viniese con ella donde ella le llevase, a desfacelle un agravio que un mal caballero le tenía fecho…”



Capítulo vigésimo séptimo



En este capítulo Sancho encuentra al cura y al barbero en las inmediaciones de la venta de Juan Palomeque, donde él había sido manteado. Esta venta será un espacio fundamental en la narración.  En ella estuvieron don Quijote y Sancho, al lado de la misma pasará Sancho de camino al Toboso donde se encontrará con el cura y el barbero y más adelante veremos como vuelven a pasar con don Quijote en su regreso y más adelante pasarán de nuevo.

La venta tiene en la primera parte del Quijote la misma función que realizará el castillo de los duques en la segunda parte.

 El cura y el barbero acompañarán a Sancho y entrarán en Sierra Morena en la zona indicada por este, con el fin de encontrar a don Quijote y poner en marcha la simulación que habían preparado para sacarle de aquella situación. Esta simulación preparada por el cura y el barbero irá cambiando sobre la marcha. El primer cambio será el de los papeles a seguir, haciendo referencia el cura, de forma irónica,  a la dignidad de su cargo eclesiástico.

De la misma forma que en la aventura de los batanes se le daba a la historia un halo de misterio, aquí sucede lo mismo cuando comienza a oírse la voz cantando de Cardenio, que en un principio no se sabe de quien es. 

Pero cuando acceden a la zona de Sierra Morena indicada por Sancho, lo primero que encuentran es a Cardenio que termina de contar su historia de la que Sancho ya les había hablado. 

Cardenio narra como a consecuencia de la indecisión de los dos enamorados la historia termina en desgracia, ya que su enamorada termina casándose con don Fernando, amigo de Cardenio que con la excusa de ayudarle le había traicionado. 

Aquí Cervantes critica a las personas indecisas. Alude en este momento a la base de toda la historia. Don Quijote fue decidido y cambio una vida que no le gustaba por otra que le apasionaba. Cardenio, sin embargo, no consiguió casarse con su enamorada a causa de su indecisión.

Cuando Cardenio habla de la traición que sufre por parte de su amigo don Fernando nombra una lista de traidores de la historia.

habla de Mario que fue un cónsul romano; Catilina, fue un conocido conspirador político en Roma, contra el que Cicerón dirigió sus Catilinarias; Sila, cónsul romano que se vengó cuando Mario asesinó a sus amigos; Galalón, uno de los doce Pares de Francia y legendario traidor en Ronces Valles; Vellido Dolfos, caballero de Zamora que mató a traición al rey Sancho III de Castilla; el conde don Julián, gobernador de Ceuta, que según la leyenda, ayudó a los moros a entrar en la Península Ibérica y Judas Iscariote, que traicionó a Cristo. 
En este capítulo se habla también del matrimonio disoluble ya que Luscinda se había casado con don Fernando contra su voluntad y esto lo afirma el papel que ella había escrito y donde declaraba haber elegido como esposo a Cardenio. El contenido de este papel se conocerá en el capítulo siguiente. 

Al final de este capítulo, concluye la narración de Cardenio, que había quedado interrumpida en al capítulo veinticuatro. Aunque esta se irá complementando en capítulos posteriores.

Cuando concluye el capítulo se utiliza el mismo recurso de la voz que cuando el cura y el barbero encuentran a Cardenio. Se escuchan unos lamentos que dejan la historia en suspenso y le vuelven a dar un halo misterioso que en el siguiente capítulo quedará resuelto.

Asimismo, se volverá a citar al historiador Cide Hamete Benengeli.

“Aquí dio fin Cardenio a su larga plática y tan desdichada como amorosa historia; y al tiempo que el cura se precenía para decirle algunas razones de consuelo le suspendió una voz que llegó a sus oídos, que en lastimados acentos oyeron que decía lo que se dirá en la cuarta parte desta narración, que en este punto dio fin a la tercera el sabio y atentado (prudente) historiador Cide Hamete Benengeli.”