Capítulo vigésimo octavo
Comienza la cuarta parte del Quijote. Estas cuatro partes son de extensión desigual y su estructura en partes no obedece a ninguna razón particular, ni por hilo argumental, ni por aventura o viaje.
Aquí, Dorotea cuenta ella misma los hechos en los que se ve involucrada. Esta es la tercera historia de amor que aparece introducida en la obra.
Cuando Cardenio oye contar la historia a Dorotea se siente perturbado y el cura y el barbero se dan cuenta de esto, aunque piensan que el motivo de su perturbación no tiene nada que ver con el motivo real.
Los hechos que cuenta Dorotea constituyen el relato complementario al que había narrado anteriormente Cardenio.
Dorotea aparece vestida de labrador lavándose los pies en un arroyo y sollozando por su triste destino.
El cura y el barbero le ruegan que les cuente lo que le pasa y de esta forma ella comienza su relato en primera persona.
Al comienzo de la historia, a través de la voz de Dorotea, Cervantes muestra algunas de las características de la sociedad de la época.
“Deste señor son vasallos mis padres, humildes en linaje, pero tan ricos, que si los bienes de su naturaleza igualaran a los de su fortuna, ni ellos tuvieran más que desea ni yo temiera verme en la desdicha en que me vio; porque quizá nace mi poca ventura de la que no tuvieron ellos en no haber nacido ilustres. Bien es verdad que no son tan bajos que puedan afrentarse de su estado, no tan altos que a mí me quiten la imaginación que tengo de que de su humildad viene mi desgracia. Ellos, en fin, son labradores, gente llana, sin mezcla de alguna raza mal sonante y como suele decirse, cristianos viejos ranciosos, pero tan ricos, que su riqueza y magnifico trato les va poco a poco adquiriendo nombre de hidalgos y aun de caballeros.”
Dorotea habla de sus padres y de algunos elementos que en aquel momento resultaban fundamentales: el dinero, el linaje, la raza y la cuestión religiosa. Se tiene que tener en cuenta que la limpieza de sangre, por la que se distinguían las familias de cristianos viejos sin mezcla de sangre y las familias de cristianos nuevos o conversos, que eran descendientes de judíos o de musulmanes convertidos a la fe cristiana, era, en muchas ocasiones, decisiva.
La reacción que tiene Dorotea ante la adversidad amorosa es completamente distinta a la de Cardenio o a la de Luscinda.
Cardenio entra en desesperación y se muestra indeciso ante la adversidad. Además, deja pasar siempre las oportunidades que se le presentan. Luscinda se muestra pasiva ante la contrariedad. Pero, Dorotea va en busca del sinvergüenza de Felipe y al enterarse de la nulidad del matrimonio de este se retira a la sierra pero no con desesperanza, sino todo lo contrario. Dorotea huye para preparar su enfrentamiento con Fernando y se esconde presa de la vergüenza por la situación frente a sus padres.
Hay que reseñar el erotismo velado que encierra la escena de la aparición de Dorotea lavándose los pies. Además, la escena tiene también elementos de suspense y misterio. En un principio, sólo se oye su lamentosa voz. Después, aparece con su disfraz de labrador y finalmente, aparece la hermosura de sus pies con su fina y blanquísima piel, elemento por el que sus observadores se dan cuenta de que se trata de una mujer y no de un labrador.
“Traía ansimesmo unos calzones y polainas de paño pardo, y en la cabeza una montera parda. Tenía las polainas levantadas hasta la mitad de la pierna, que sin duda alguna, de blanco alabastro parecía. Acabóse de lavar los hermosos pies, y luego, con un paño de tocar, que sacó debajo de la montera, se los limpió; y al querer quitársele, alzó el rostro, y tuvieron lugar los que mirándole estaban de ver una hermosura incomparable, tal, que Cardenio dijo al cura, con voz baja:
–Ésta, ya que no es Luscinda, no es persona humana, sino divina.
El mozo se quitó la montera y, sacudiendo la cabeza a una y a otra parte, se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos, que pudieran los del sol tenerles envidia. Con esto conocieron que el que parecía labrador era mujer, y delicada, y aun la más hermosa que hasta entonces los ojos de los dos habían visto…”
Rodríguez Marín, escritor y experto en Cervantes, nacido en Osuna en 1855, afirma que Cardenio y su episodio estaban basados en un episodio real. Dorotea alude a Osuna, de donde toma el nombre la casa ducal de Osuna. Cardenio, en la obra de Cervantes, eran natural de Córdova y Osuna está a poca distancia de esta.
“–En esta Andalucía hay un lugar de quien toma título un duque, que le hace uno de los que llaman grandes en España. Éste tiene dos hijos: el mayor, heredero de su estado y, al parecer, de sus buenas costumbres, y el menor, no sé yo de qué sea heredero, sino de las traiciones de Vellido y de los embustes de Galón. Deste señor son vasallos mis padres…”
Dorotea en su discurso utiliza juegos de palabras como:
“Y como no siempre la fortuna con los trabajos da los remedios, no hallé derrumbadero ni barranco de donde despeñar y despenar al amo…”
“Apretóme más entre sus brazos, de los cuales jamás me había dejado. Y con esto, y con volverse a salir del aposento mi doncella, yo dejé de serlo y él acabó de ser traidor y fementido.”
Capítulo vigésimo noveno
El final del capítulo anterior se encadena con el principio de este, interrumpido exclusivamente por el título del capítulo. Esto favorece el dinamismo de la obra y su fluidez.
La narración de Dorotea viene a completar la de Cardenio, Luscinda y Fernándo y Dorotea. Esta novela amorosa se cuenta en siete fragmentos distintos intercalados en la narración del Quijote.
Con la historia de Dorotea comienza una nueva fase, ya no es don Quijote el que decide sus aventuras sino que las aventuras están pensadas por los otros. Como decía Unamuno aquí comienza la parte triste del Quijote.
Además, Dorotea realiza una actuación perfecta debido a su profundo conocimiento de los libros de caballerías. Ella había confesado al cura y a Cardenio que, algunas veces, le gustaba leer pero algún libro devoto. Ahora, revela que realmente le gustan y ha leído muchos libros de caballerías.
“A lo cual dijo Dorotea que ella había la doncella menesterosa mejor que el barbero, y más, que tenía allí vestidos con que hacerlo al natural, y que la dejasen el cargo de saber representar todo aquello que fuese menester parra llevar adelante su intento porque ella había leído muchos libros de caballerías y sabía bien el estilo que tenían las doncellas cuitadas cuando pedían sus dones a los andantes caballeros”
La historia amorosa de Dorotea, Fernando, Cardenio y Luscinda entra en este momento en relación con la historia principal de la obra, se conecta con las aventuras de don Quijote. Dorotea al hacerse pasar por una dama en apuros que pide ayuda a don Quijote pasa a ser parte de la trama principal.
En relación con el nombre que adquiere Dorotea, princesa Micomicona, podría tener un doble sentido. Primero, al pensar un nombre para Dorotea Cervantes pensó en un nombre digno de una novela de caballerías y buscó un nombre exótico. Además, Cervantes, probablemente, tuvo en cuenta que mico significa engañar y que Dorotea había sido engañada. Debido a esto, el nombre le ajusta perfectamente.
En realidad, el nombre reitera el engaño y debería significar doblemente engañada. Esto se ajusta a un suceso posterior en la trama.
El segundo sentido del nombre podría tomarse en su sentido de mico como mono y este como símbolo de la sensualidad.
Dorotea alaba a don Quijote por su valía como caballero y el contesta con falsa modestia diciendo que la adulación ofende a sus “castas orejas” y además se siente avergonzado de tener que confesar que fue él el que liberó a los galeotes, cosa que “no osaba decir”.
En todo el fragmento Dorotea adquiere el habla caballeresca y de igual manera se producen las respuestas de don Quijote. Esto aumenta la comicidad de la situación.
A partir de este momento, se desarrollará una ficción dentro de otra, con el fin de intentar sacar a don Quijote de Sierra Morena.
Don Quijote pone tres condiciones para ayudar a la dama, siguiendo el código de los caballeros: Rey, patria y dama.
“–Yo vos le otorgo y concedo –respondió don Quijote–, como no se haya de cumplir en daño o mengua de mi rey, de mi patria y de aquella que de mi corazón y libertad tiene la llave.”
El elemento religioso lo incluirá en oraciones posteriores.
“que con la ayuda de Dios y la de mi brazo, vos os veréis presto restituida en vuestro reino.”
“Vamos de aquí, en el nombre de Dios, a favorecer esta gran señora.”
En Este capítulo Sancho Panza será engañado. El engaño se produce con cierta facilidad ya que el cura y el barbero le habían tenido anteriormente al corriente de los planes de engaño para don Quijote y ahora se confía. Lo humorístico y poco verosímil es que Sancho crea verdadera una situación tan similar a la que habían preparado anteriormente para atraer a don Quijote fuera de la sierra.
“–Esta hermosa señora –respondió el cura–, Sancho hermano, es, como quien no dice nada, es la heredera por línea recta de varón del gran reino de Micomicón, la cual viene en busca de vuestro amo a pedirle un don, el cual, es que la deshaga un tuerto o agravio que un mal gigante le tiene fecho; y la fama que de buen caballero vuestro amo tiene por todo lo descubierto, de Guinea ha venido a buscarle la princesa.”
Asimismo, en este episodio podemos ver el interés que tenía Sancho por vivir una vida tranquila. Para esto, tenía que conseguir una buena situación económica. Aquí vemos la quijotización de Sancho que quiere creer en la historia de Micomicona. Se hace la ilusión de que va a poder traer esclavos negros a España para venderlos y de esta manera hacerse una buena posición económica.
“Con lo que quedó tan contento Sancho cuanto el cura admirado de su simplicidad, y de ver cuán encajados tenía en la fantasía los mesmos disparates que su amo, pues sin alguna duda se daba a entender que había de venir a ser emperador.”
“–¿Qué se me da a mí que mis vasallos sena negros? ¿Habrá más que cargar con ellos y traerlos a España, donde los podré vender, y adonde me los pagarán de contado, de cuyo dinero podré comprar algún título o algún oficio con que vivir descansado todos los días de mi vida?”
En la parte final del episodio, donde vemos la ¨caída de las barbas” del barbero, don Quijote finge creerse lo que le relatan pero se da perfecta cuenta del engaño. Nótese que en ningún momento habla de muelas sino de barbas. Al fingir don Quijote no enterarse de nada deja en evidencia la estupidez del cura, que resulta ser el engañador engañado.
Don Quijote dice:
“–¡Vive Dios, que es gran milagro éste! ¡Las barbas le ha derribado y arrancado del rostro, como si las quitaran a posta!
Al final del capítulo vuelve a aparecer la historia de los galeotes liberados por don Quijote y este empieza a darse cuenta de que aquella aventura le puede traer dificultades.
“Y es lo bueno que es pública fama por todos estos contornos que los que nos saltearon son de unos galeotes que dicen que liberó, casi en este memo sitio, un hombre tan valiente que a pesar del comisario y de las guardas, los soltó a todos; y, sin duda alguna, él debía de estar fuera de juicio, o debe de ser tan grande bellaco como ellos, o algún hombre sin alma y sin conciencia, pues quiso soltar al lobo entre las ovejas…”
“Habíales contado Sancho al cura y al barbero la aventura de los galeotes, que acabó su amo con tanta gloria suya, y por esto cargaba la mano el cura refiriéndola, por ver lo que hacía o decía don Quijote, al cual se le mudaba la color a cada palabra, y no osaba decir que él había sido el libertador de aquella buena gente.”
Capítulo Trigésimo
El capítulo comienza con la disparidad de criterios a cerca de la liberación de los galeotes.
En el capítulo anterior, este suceso se ha calificado de asalto al orden público. Pero, aquí, y desde el punto de vista del código caballeresco, don Quijote hizo lo que este código le pedía.
“–Pues mía fe, señor licenciado, el que hizo esa fazaña fue mi amo, y no porque yo no le dije antes y le avisé que mirase lo que hacía, y que era pecado darles libertad, porque todos iban allí por grandísimos bellacos.
–Majadero –dijo a esta sazón don Quijote–, a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera, o están en aquella angustia, por sus culpas o por sus gracias; sólo le toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas, y no en sus bellaquerías.”
Al principio, nos sorprende también su falta de tino al afirmar el valor de su espada cuando no la lleva. Él mismo, más adelante declarará que no puede usar la espada porque Ginés de Pasamonte se la quitó.
“y esto le haré conocer con mi espada, donde más largamente se contiene.”
Con un elemento lingüístico Cervantes enfatiza el juego de perspectivas que comienza con las distintas opiniones sobre la liberación de los galeotes. Este juego se ve reforzado con algunos elementos lingüísticos. Cuando habla del Yelmo de Mambrino que para don Quijote es Yelmo y para Sancho es bacía de barbero, cuando se sustituye por un pronombre Cervantes la sustituye por la y no por él.
“Y esto dijo afirmándose en los estribos y calándose el morrión, porque la bacía de barbero, que a su cuenta era el yelmo de Mambrino, llevaba colgado del arzón delantero, hasta adobarla del mal tratamiento que la hicieron los galeotes.”
Aparecen algunos errores geográficos por parte de Dorotea/Micomicona que habla de España como parte de La Mancha y otorga a Osuna un puerto de mar. Esto incrementa el sentido humorístico de la burlona escena.
“y yo he acertado en encomendarme al señor don Quijote, que él es por quien mi padre dijo, pues las señales del rostro vienen con las de la buena fama que este caballero tiene no sólo en España, pero en toda La Mancha, pues apenas me hube desembarcado en Osuna, cuando oí decir tantas hazañas suyas”
Asimismo, como en tantas otras ocasiones Sancho deforma el idioma llamando Pandahilado al gigante Pandafilando. La confusión puede venir de la evolución de la f arcaica a la h. Además, podría haber una relación entre “pando” , encorvado o lento, y “raspahilando”, corriendo, huyendo, en el habla rústica de la época. Además Pandafiando rima con Fernando y podría estar relacionado con “panda”, término emparentado con pandilla y “apandillar” que en germanía significaba hacer fullerías, torcerse o “apandar,” tomar algo para sí.
Debemos resaltar también, que al igual que en el episodio de los batanes, cuando don Quijote se enfada con Sancho le habla de vos y cuando se le pasa el enfado vuelve a hablarle de tú.
“–¿Pensáis –le dijo a cabo de rato–, villano ruin, que ha de haber lugar siempre para ponerme la mano en la horcajadura y que todo ha de ser errar vos y perdonaros yo?”
“Y ¿no sabéis vos, gañán, faquín, belitre…”
Pero a continuación:
“–Ahora te disculpo –dijo don Quijote–, y perdóname el enojo que te he dado; que los primeros movimientos no son en manos de los hombres.”
Casi al final del capítulo don Quijote, una vez reconciliado con Sancho, le inunda con una batería de preguntas sobre Dulcinea. Tanto en ese momento, como cuando está enfadado porque ha sentido que Sancho ofenda a Dulcinea, se pone de manifiesto el amor cortés.
“que si no fuese por el valor que ella infunde en mi brazo
Don Quijote también sufre una cierta sanchificación y en este caso es él el que recurre al uso del refrán.
“–Con todo eso –dijo don quijote–, mira, Sancho, lo que hablas, porque tantas veces va el cantarillo a la fuente…, y no digo más.”
Encontramos intercalado en el texto del capítulo la narración de la recuperación del Rucio escrito en cursiva. Este texto no aparece en la primera edición, pero sí en la segunda que también fue publicada en 1605.
Capítulo trigésimo primero
Aquí, toma relevancia la figura de Dulcinea del Toboso. Aumentando en este tema la ficción sobre la realidad. Dulcinea, realmente, no aparece, pero está presente en la mente de don Quijote y en la del lector, aunque este sabe, en todo momento, que lo que se cuenta de Dulcinea está en la mente de don Quijote pero no en la realidad.
Don Quijote pide a Sancho que le cuente como ha visto a Dulcinea y como ha reaccionado esta. Aunque es imposible que le haya dado tiempo a ir y volver, por eso le pregunta si ha ido y vuelto en volandas. A don Quijote no parece importarle que Sancho le mienta siempre que pueda amoldar las mentiras de Sancho a su ficción.
“¿Sabes de qué estoy maravillado, Sancho? De que me parece que fuiste y veniste por los aires, pues poco más de tres días has tardado en ir y venir desde aquí al Toboso, habiendo de aquí allá más de treinta leguas. Por lo cual me doy a entender que aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo, porque por fuerza le hay, y le ha de haber, so pena que yo no sería buen caballero andante, digo que este tal te debió de ayudar a caminar, sin que tú lo sintieses; que hay sabio déstos que coge a un caballero andante durmiendo en su cama, y sin saber cómo o en qué manera, amanece otro día más de mil leguas de donde anocheció.”
Don Quijote en cada pregunta incluye una respuesta que Sancho va desmontando transformando la imagen idealizada que imagina don Quijote en otra mucho más rústica.
“¿Y qué hacía aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautivo caballero.
–No la hallé –respondió Sancho– sino ahechando dos hanegas de trigo en un corral de su casa.
–Pues haz cuenta –dijo don Quijote– que los granos de aquel trigo eran granos de perlas, tocados de sus manos …”
Realmente, Sancho intenta rebajar la imagen de Dulcinea porque intenta que su amo acepte el matrimonio con Micomicona, ya que piensa que eso le traerá beneficios económicos. Aunque se tranquiliza cuando don Quijote le asegura que no tendrá que casarse con ella para conseguir dichos beneficios.
Sancho se inventa una historia para justificar ante don Quijote que realmente ha ido al Toboso y le ha dado la carta a Dulcinea. La historia que cuenta Sancho sobre esta, aunque realmente no la ha visto nunca, es la que parece real.
Don Quijote no quiere sacar a la luz la mentira de Sancho porque si esto se descubre se desmonta su ficción.
Cuando Sancho le dice que Dulcinea le pide que vaya a verla, él intenta cargarse de razones que justifiquen su falta de intención de ir a verla.
“Pero, dejando esto aparte, ¿qué te parece a ti que debo yo de hacer ahora cerca de lo que mi señora me manda que la vaya a ver? Que, aunque yo veo que estoy obligado a cumplir su mandamiento, véome también imposibilitado del don que he prometido a la princesa que con nosotros viene, y fuérzame la ley de caballería a cumplir mi palabra antes que mi gusto.”
Don Quijote practica el amor cortés. Este le explica a Sancho que en el amor cortés el amante es un vasallo de la dama y su obligación es servirla siempre y guardar silencio y secreto sobre los deseos de la amada.
“–Dígote, Sancho –dijo don Quijote, que estás en lo cierto, y que habré de tomar tu consejo en cuanto el ir antes con la princesa que a ver a Dulcinea. Y avísote que no digas nada a nadie, ni a los que con nosotros vienen, de lo que aquí hemos departido y tratado; que pues Dulcinea es tan recatada que no quiere que se sepan sus pensamientos, no será bien que yo, no otro por mí, los descubra.”
Sancho no entiende esta situación
“–Pues si eso es así –dijo Sancho–, ¿cómo hace vuestra merced que todos los que vence por su brazo se vayan a presentar ante mi señora Dulcinea, siendo esto firma de su nombre que la quiere bien y que es su enamorado?”
En este capítulo encontramos una contradicción: en el capítulo veinticinco Sancho dijo que conocía a Aldonza Lorenzo, dando algunos detalles de la dama y aquí se contradice dando a entender que jamás la había visto.
“Detúvose don Quijote, con no poco gusto de Sancho, que ya estaba cansado de mentir tanto y temía no le cogiese su amo a palabras; porque, puesto que él sabía que Dulcinea era una labradora del Toboso, no la había visto en su vida”
Cervantes es el primer autor que utiliza la reaparición de personajes, aunque fue Balzac el que se atribuyó la invención de este recurso.
Es el caso de Andrés, el joven que don Quijote creyó que había liberado de los azotes de su amo y también que este había saldado su deuda económica con el joven y esto, realmente, no había sido así.
Al enterarse don Quijote de que el joven no había cobrado su dinero y que su amo a palos lo había mandado la hospital se siente responsable y quiere ir en busca de este. Sancho le recuerda que tienen otras obligaciones que cumplir primero.
El capítulo está lleno de humor e ironía. Don Quijote cuenta ante los demás como había ayudado al joven hasta que se entera de cual había sido la realidad. Don Quijote siente aquí vergüenza lo mismo que le había sucedido en el capítulo de los batanes. Se siente ofendido por la ingratitud de Andrés.
“–Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi desgracia, que no será tanta, que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, a quién Dios maldiga, y a todos cuantos caballeros andantes han nacido en el mundo.
íbase a levantar don Quijote para castigalle, mas él se puso a correr de modo que ninguno se atrevió a seguille. Quedó corridísimo don Quijote del cuento de Andrés, y fue menester que los demás tuviesen mucha cuenta con no reírse, por no acaballe de correr del todo.
Capítulo trigésimo segundo
El capítulo comienza cuando todo el grupo, don Quijote y todos los que le acompañaban llegan de nuevo a la venta. Aquí comienza la segunda estancia de don Quijote y Sancho en la venta de Juan Palomeque.
Al principio del capítulo la ventera le exige al barbero la restitución de la cola de buey donde colgaba su marido el peine. Por la forma en que está expresado se producen unos equívocos picantes.
“–Para mi santiguada, que no se ha aún de aprovechar más de mi rabo para su barba, y que me ha de volver mi cola; que anda lo de mi marido por esos suelos, que es vergüenza ; digo, el peine, que solía yo colgar de mi buena cola.”
Al poco de llegar se suscita la discusión sobre las distintas actitudes y opiniones de varios de los personajes ante las novelas de caballerías.
El cura se muestra conforme hacia los posibles efectos negativos de la lectura de estas novelas de caballerías que cuentan muchas falacias contraponiéndolas a la veracidad de las biografías autenticas. Esto puede llevar al lector a grandes confusiones, como es el caso de don Quijote.
La novedad de esta discusión en la venta es que no sólo van a opinar personajes cultos sino también gente del pueblo como el ventero, su mujer, etc.
“–No sé yo cómo puede ser eso; que en verdad que, a lo que yo entiendo, no hay mejor letrado en le mundo, y que tengo ahí dos o tres dellos, con otros papeles, que verdaderamente me han dado la vida, no sólo a mí, sino a otros muchos. Porque cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí, las fiestas, muchos segadores, y siempre hay algunos que saben leer, el cual coge uno destos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quita mil canas; a lo menos, de mí sé decir que cuanto oyo decir aquellos furibundos y terribles golpes que los caballeros pegan que me toma ganan de hacer otro tanto, y que querría estar oyéndolos noches y días.”
El ventero disfruta de las novelas de caballerías identificándose, en cierto modo, con el caballero. A la ventera le sirven de distracción y a la hija le gustan las historias sentimentales que se narran en ellas.
El cura y el barbero hacen alusión a el escrutinio de libros efectuado en el capítulo seis. El ventero habla de quemar más libros, esto podría ser un descuido, ya que el debería desconocer este hecho y tal vez pueda ser una errata de “mis libros” en vez de “más libros”. También cabe la posibilidad de que imaginemos que el cura al explicar al ventero, en el capítulo veintisiete, el problema de la locura de don Quijote le contara lo que había pasado con los libros de este.
Cervantes plantea un tema importante. ¿Es bueno que la gente de toda condición lea aunque no sean lecturas cultas?
También llega a otra conclusión: según las opiniones vertidas por los distintos personajes en este capítulo, el gusto por las distintas facetas que ofrecen las novelas de caballerías no depende de la cultura del lector sino más bien de su sexo o edad.
Lo que también vemos es que esto personajes tienen muy claro lo que es realidad y lo que es ficción y disfrutan de la lectura de las novelas, como puro entretenimiento, sin que les produzca ningún trastorno.
Al final del capítulo los personajes quedan a la espera de escuchar la novela que algún huésped ha dejado olvidada en la venta: El curioso impertinente.