20 de septiembre de 2019

Don Quijote de la Mancha – Capítulos del 47 al 52 de la primera parte

Capítulo cuadragésimo séptimo

En este capítulo, se narra el traslado de don Quijote hacia su casa, dentro de una jaula. Parece una manera poco digna de trasladar a una persona. El cura y el barbero que son los que finalmente se hacen cargo de él mantienen el tono burlón, pero lo hacen también por su bien. Es la única manera posible que han pensado que podía dar resultado para llevarlo directamente hasta su casa.

Después de algunos momentos muy lúcidos, que don Quijote tiene en la venta, como en el momento, en el que dos viajeros quieren marcharse sin pagar y don Quijote se da cuenta de que no son caballeros, pero no sabemos como, con buenas razones, consigue que estos paguen su factura antes de marcharse. 

Asimismo, en el capítulo anterior, se produce un momento de tensión entre todos los personajes, debido a todas las tramas abiertas, que habían quedado sin solucionar, y don Quijote, con un discurso lleno de cordura, convence a todas las partes para que arreglen los problemas de manera razonada y sin violencia.

La locura de don Quijote, a lo largo de toda esta primera parte, aparece siempre, cuando los hechos tienen coherencia con lo que sería el modelo de un libro de caballerías. Si el suceso no se identifica con este modelo, don Quijote mantiene su cordura. Por este motivo, piensa que puede ser posible la profecía del mago que le promete esponsales con Dulcinea y una vida en familia con hijos. Lo único que le hace dudar del encantamiento es el hecho de que ningún otro caballero fuera trasladado por encantamiento de esa manera.

“Cuando don Quijote se vio de aquella manera enjaulado y encima del carro, dijo:
–Muchas y muy graves historias he yo leído de caballeros andantes, pero jamás he leído, ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven desta manera y con el espacio que prometen estos perezosos y tardíos animales; porque siempre los suelen llevar por los aires, con extraña ligereza, encerrados en alguna parda y escura nube, o en algún carro de fuego, o ya sobre algún hipogrifo o otra bestia semejante; pero que me lleven a mí agora sobre un carro de bueyes, ¡vive Dios que me pone en confusión! Pero quizá la caballería y los encantos destos nuestros tiempos deben de seguir otro camino que siguieron los antiguos.” 

Por si finalmente, don Quijote cambia de opinión, don Fernando, Cardenio y Sancho agilizan todo lo que pueden los preparativos de la marcha y en el último momento, la ventera, su hija y Maritornes salieron a despedirse, como si de damas del castillo se tratara y lloraron la marcha de don Quijote y el encantamiento, pero este responde:

“–No lloréis, mis buenas señoras, que todas estas desdichas son anexas a los que profesan lo que yo profeso, y si estas calamidades no me acontecieran no me tuviera yo por famoso caballero andante; porque a los caballeros de poco nombre y fama nunca les suceden semejantes casos, porque no hay en el mundo quien se acuerde dellos. A los valerosos sí, que tienen envidiosos de su virtud y valentía a muchos príncipes y a muchos otros caballeros, que procuran por malas vías destruir a los buenos.”
Por otra parte, el resto de los personajes también se despiden, prometiendo dar cuenta de sus destinos. En ese momento, llega el ventero y ofrece al cura unos papeles, diciéndole que los había encontrado en la misma manera que la Novela del curioso impertinente. El ventero no sabía leer, así que el cura tomo los papeles que llevaban el título de Novela de Rinconete y Cortadillo. 

Como tantas otras veces Cervantes hace un ejercicio de metaliteratura y además, de la aparición dentro del Quijote de títulos de otras obras suyas, que los personajes comentan. Asimismo, encontramos la crítica hacia otras obras.

Cuando ya están en marcha, el grupo que había salido de la venta con don Quijote se encuentran con seis o siete hombres que venían a caballo. Uno de ellos resultó ser canónigo de Toledo y el resto eran sus acompañantes. El canónigo se sorprende de ver así a don Quijote y piensa que es un delincuente, más aun porque iba acompañado de los cuadrilleros de la Santa Hermandad que llevaban su insignia.

El cura se adelanta al grupo y lleva con él al canónigo para explicarle la situación. Estos charlan animadamente sobre la locura de don Quijote y la literatura. El canónigo tiene una postura muy crítica hacia las novelas de caballerías, pero aunque es crítico, también dice que ha leído el principio de casi todas.

“–Verdaderamente, señor cura, yo hallo por mi cuenta que que son perjudiciales en la república estos que llaman libros de caballerías. Y aunque he leído, llevado de un ocioso y falso gusto, casi el principio de todos los más que hay impresos, jamás me he podido acomodar a leer ninguno del principio al cabo, porque me parece que, cuál más, cuál menos, todos ellos son una mesma cosa, y no tiene mas éste que aquél, ni estotro que el otro. Y según a mí me parece, este género de escritura y composición cae debajo de aquel de las fábulas que llaman milesias, que son cuentos disparatados, que atienden solamente a deleitar, y no a enseñar, al contrario de lo que hacen las fábulas apólogas, que deleitan y enseñan juntamente”

El cura escucha al canónigo atentamente y está de acuerdo con él, viendo que era un hombre sensato, le cuenta como habían censurado la biblioteca de don Quijote.

“y así, le dijo que, por ser él de su mesma opinión, y tener ojeriza a los libros de caballerías, había quemado todos los de don Quijote, que eran muchos, Y contóle el escrutinio que dellos había hecho , y los que había condenado al fuego y dejado con vida, de que no poco se rió el canónigo”

El canónigo se muestra contrario a estos libros no sólo por el mal que pueden producir, sino por su mala escritura. Dice que tiene una factura descuidada tanto en su escritura como en su composición. Además, habla de su falta de verosimilitud, por estar sus historias tan apartadas de la realidad. Asimismo, el canónigo quiere sentar las bases de las pautas que debe seguir toda obra novelesca. Cervantes habla, aquí, por boca del canónigo y dice que en la virtud de la obra novelesca “tanto la mentira es mejor cuanto más parece verdadera”

Tesis que Cervantes desarrollara en su “Viaje al Parnaso”.

Como ve el lector, finalmente, queda clara la crítica al género de las novelas de caballerías. Además, este es uno de los temas principales del libro.



Capítulo cuadragésimo octavo

Como el título del capítulo anuncia, aquí se continúa la crítica a los libros de caballerías.

“Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías, con otras cosas dignas de su ingenio.”

El canónigo admite tener escritas más de cien páginas de un libro de este género, pero no quiere continuarlo por tratarse de un libro que sería más leído por el vulgo que por los sabios y no parece estar interesado en ello.

A continuación, aprovecha el mismo discurso para comparar los libros de caballerías con las comedias del momento, que según dice también son seguidas con éxito por el populacho.

“Si éstas que ahora se usan, así las imaginadas como las de historia, todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza, y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto y las tiene y las aprueba, por buenas, estando tan lejos de serlo, y los autores que las componen y los actores que las representan dicen que así han de ser, porque así las quiere el vulgo, y no de otra manera, y que las que llevan traza y siguen la fábula como el arte pide no sirven sino para cuatro discretos que las entienden, y todos los demás se quedan ayunos de entender su artificio, y que a ellos les está mejor ganar de comer con los muchos, que no opinión con los pocos, de este modo vendrá a ser mi libro, al cabo de haberme quemado las cejas por guardar los preceptos referidos, y vendré a ser el sastre del cantillo. Y aunque algunas veces he procurado persuadir a los actores que se engañan en tener la opinión que tienen, y que más gente atraerá y más fama cobrarán representando comedias que sigan el arte que no con las disparatadas, ya están tan asidos e incorporados en su parecer, que no hay razón ni evidencia que de él los saque”

Cervantes hace una crítica sobre la comedia de la época y aprovecha para criticar entre otros a Lope de Vega y dice que la culpa no la tiene el público, que ve lo que le dan. Si al público se le ofrece algo de calidad, lo verá y además, mejorará su formación. Si al público se le dan cosas sin calidad, embrutecido se quedará.

“Así que no está la falta en el vulgo, que pide disparates, sino en aquéllos que no saben representar otra cosa. Si, que no fué disparate La ingratitud vengada, ni le tuvo La Numancia, ni se la halló en la de El mercader amante, ni menos en La enemiga favorable ni en otras algunas compuestas, para fama y renombre suyo y para ganancia de los que las han representado”

En resumen, aquí se muestra la postura de Cervantes ante la literatura de la época. Por un lado defiende el género narrativo en prosa, propio de los libros de caballerías españoles, sabiendo que no siguen la idea aristotélica de la narración. Por otra parte, defiende a ultranza la comedia renacentista frente a la tragicomedia de Lope de Vega, que se toma unas libertades en cuanto a la forma.

El canónigo expresa exactamente la idea de Cervantes, en cuanto a como debería de ser el género teatral. El canónigo habla de la obra Numancia de Cervantes como modelo de tragedia que sigue las normas, y que además gusta a todos. 

El cura propone que deberían existir unos censores que cuidaran lo que se puede y no representar en público.

Para terminar el capítulo, todos deciden descansar. En ese momento Sancho aprovechará para acercarse a don Quijote e intentar convencerle de que no está encantado, pero esto será casi imposible. Don Quijote tendrá respuestas para todo.




Capítulo cuadragésimo noveno


En este capítulo, Sancho sigue con su idea de convencer a don Quijote de que el asunto del encantamiento es falso.
Le pone el ejemplo de otros caballeros encantados y le dice que durante el encantamiento ninguno tenía necesidad de comer, beber u otras necesidades, pero don Quijote comía, bebía y tenía otras necesidades.
A pesar de las razones de Sancho, don Quijote prefiere pensar que el suyo es un nuevo modo de encantamiento.  
Al principio del capítulo, en el diálogo entre escudero y caballero, el lector puede observar que se ha producido la quijotización de Sancho, que habla a don Quijote como si realmente fuera un caballero y don Quijote empieza a sanchificarse porque da algunas pinceladas de realidad a su conversación.
El diálogo es uno de los recursos imprescindibles del Quijote, no podría existir la obra sin el diálogo constante entre escudero y caballero.

Como escribe Avalle-Arce: 

“Una de las tantas maravillas que encierra el Quijote es la perfecta relación entre diálogo y narración” 

“Con una extraordinaria adaptación y aplicación del método socrático […] en forma dialéctica el escudero obliga en esta ocasión al caballero a admitir que no va encantado”

El diálogo se ha utilizado como recurso en distintas obras clásicas como por ejemplo en los diálogos de Platón. 

El cura y el canónigo van a dejar salir a don Quijote de la jaula, con la promesa de caballero de no apartarse de aquel lugar. Cuando don Quijote se ve en libertad, lo primero que hace es hablar con Rocinante y con esas palabras el canónigo queda convencido de su locura.

“–Aún espero en Dios y en su bendita Madre, flor y espejo de los caballos, que presto nos hemos de ver los dos cual deseamos: tú, con tu señor a cuestas, y yo, encima de ti, ejercitando el oficio para que Dios me echó al mundo”

El canónigo, que no puede dar crédito a la locura de don Quijote, le insta a que vuelva a la razón y se de cuenta de que todo aquello no puede ser cierto: es una cuestión de recuperar la dignidad.

“¡Ea, señor don Quijote, dúelase de sí mismo, y redúzgase al gremio de la discreción, y sepa usar de la mucha que el cielo fue servido de darle, empleando el felicísimo talento de su ingenio en otra lectura que redunde en aprovechamiento de su conciencia y en aumento de su honra! Y si todavía, llevado de su natural inclinación, quisiere leer libros de hazañas y de caballerías, lea en la Sacra Escritura el de los Jueces; que allí hallará verdades grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes.”

A continuación, el canónigo intenta hacerle a don Quijote la reflexión de que la culpa de su trastorno la tiene la lectura de libros de caballerías, que le han hecho perder la razón. Además, añade que estos libros no dicen más que mentiras y que sería mucho mejor que leyera libros de héroes históricos, cuyas hazañas sí son verdaderas y se ajustan a la realidad. 

El fragmento está lleno de ironía. Al hablar con tanto conocimiento de los libros de caballerías, se ve claro que el canónigo había disfrutado ampliamente de su lectura. Además, le recomienda leer libros de héroes auténticos que se ajusten a la realidad y cita algunos que de ninguna manera se ajustan a esta.

Después de escuchar las recomendaciones del canónigo, don Quijote hace un discurso en defensa de los libros de caballerías. 

En su discurso don Quijote hace una larga lista de héroes y hechos heroicos, que muchos de ellos son ciertos y otros pertenecen a leyendas e historias fabulosas. 

Ahí, es donde reside la confusión. Don Quijote no sabe distinguir la historia real de las historias fabulosa. Todas se mezclan entre sí.

El canónigo también cita como verdadero al héroe Bernardo del Carpio que, aunque hasta el siglo XVIII se pensó que había existido, ahora sabemos que es un personaje de ficción.

El canónigo intenta que don Quijote distinga entre realidad y ficción.

“–No puedo yo negar, señor don Quijote, que no sea verdad algo de lo que vuestra merced ha dicho, especialmente en lo que toca a los caballeros andantes españoles; y asimesmo quiero conceder que hubo doce Pares de Francia; pero no quiero creer que hicieron todas aquellas cosas que el arzobispo Turpin dellos escribe; porque la verdad dello es que fueron caballeros escogidos por los reyes de Francia, a quien llamaron pares por ser todos iguales en valor, en calidad y en valentía; a lo menos, si no lo eran, era razón que lo fuesen, y era como una religión de las que ahora se usan de Santiago o de Calatrava, que se presupone que los que la profesan han de ser, o deben ser, caballeros valerosos, valientes y bien nacidos; […]  –Todo puede ser –respondió el canónigo–, pero por las órdenes que recebí que no me acuerdo haberla visto. Mas puesto que conceda que está allí, no por eso me obligo a creer las historias de tantos Amadises, ni las de tanta turbamulta de caballeros como por ahí nos cuentan, no es razón que un hombre como vuestra merced, tan honrado y de tan buenas partes, y dotado de tan buen entendimiento se dé a entender que son verdaderas tantas y tan extrañas locuras como las que están escritas en los disparatados libros de caballerías.”

En este fragmento se habla de las ordenes de Santiago y de Calatrava. Estas son ordenes militares y religiosas fundadas en el siglo XII, como también es la de Alcántara, que la cita posteriormente.







Capítulo quincuagésimo 

Estamos llegando al final de la primera parte, y aunque Cervantes ha ido cerrando las tramas que estaban abiertas, comienza a insinuar también algunas historias que quedaran en suspenso, para que el lector se sienta atraído para seguir leyendo la segunda parte, que aparecerá en 1615.

El capítulo se desarrolla, en gran parte, con un diálogo entre don Quijote y el canónigo.  Estos discuten sobre la veracidad o falsedad de las historias y los héroes que aparecen en los libros de caballerías.

El canónigo intenta que don Quijote entienda que no todas las historias que se cuentan, y menos en este género de los libros de caballerías, son verdad.

Pero el canónigo no consigue nada. Don Quijote responde con gran elocuencia y con su fantasía. Este diálogo entre el canónigo y don Quijote no consigue nada nuevo: no hay solución.

Existe también una discusión estilística, donde don Quijote no aparece solo como lector de novelas de caballerías, sino también como escritor.

Don Quijote no solo hace un alegato, en cuanto a la veracidad de los libros de caballerías, sino argumenta que curan la melancolía y hacen disfrutar, por su cuidada estética 

“Aquí descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas, que líquidos cristales parecen, corren sobre menudas arenas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y puras perlas semejan; acuyá vee una artificiosa fuente de jaspe variado y de liso mármol compuesta; acá vee otra a lo brutesco adornada, adonde las menudas conchas de las almejas con las torcidas casas blancas y amarillas del caracol, puestas con orden desordenada, mezclados entre ellas pedazos de cristal luciente y de contrahechas esmeraldas, hacen una variada labor, de manera que el arte, imitando a la naturaleza, parece que allí la vence. Acullá de improviso se le descubre un fuerte castillo o vistoso alcázar, cuyas murallas son de macizo oro, las almenas de diamantes, las puertas de jacintos, finalmente, él es de tan admirable compostura, que con ser la materia de que está formado no menos que de diamantes, de carbuncos, de rubíes, de perlas, de oro y de esmeraldas, es de más estimación su hechura.”

A continuación, el lector encuentra una ironía muy cervantina. Después, de narrar don Quijote toda una historia de maravillas delicadas le pone al héroe, que se atrevió a lanzarse a las aguas bullentes del lago, un mondadientes en la boca después de comer.

“¿Y, después de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar a deshora por la puesta de la sala otra mucho mas hermosa doncella que ninguna de las primera, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero admiran a los leyentes que van leyendo su historia?”

También, en este capítulo, queda nuevamente constancia de la quijotización de Sancho

“–Trabaje vuestra merced, señor don Quijote, en darme ese condado tan prometido de vuestra merced, como de mí esperado, que yo le prometo que no me falte a mí habilidad para gobernarle; y cuando me faltare, yo he oído decir que hay hombres en el mundo que toman en arrendamiento los estados de los señores, y les dan un tanto cada año, y ellos se tienen cuidado del gobierno, y el señor se está a pierna tendida, gozando de la renta que le dan sin curarse de otra cosa; y así haré yo, y no repararé en tanto más cuanto, sino que luego me desistiré de todo, y me gozaré mi renta como un duque, y allá se lo hayan”

Un nuevo personaje se anuncia, sirviéndose Cervantes de un recurso utilizado en numerosas ocasiones: oímos primero una voz o un ruido y después descubrimos al personaje. 

“Y estando comiendo, a deshora oyeron un recio estruendo y un son de esquila, que por entre unas zarazas y espesas matas que allí junto estaban sonaba, y al mesmo instante vieron salir de entre aquellas malezas una hermosa cabra, toda la piel manchada de negro,  blanco y pardo. Tras ella venía un cabreo dándole voces, y diciéndole palabras a su uso, para que se detuviese, o al rebaño volviese.”

Interrumpe la relajada comida de los que estaban sentados en la hierba un cabrero que va persiguiendo una cabra. 

Esta aparición sirve para disponer al lector a leer la historia que va a contar el cabrero. Los allí presentes se prestan, con gusto, a escuchar esta historia.

Cervantes termina el capítulo, también, con el recurso numerosas veces utilizado de enlazar un capítulo con otro dejando la historia con dos puntos para ser comenzada en al capítulo siguiente.

“Parece que lo entendió la cabra, porque en sentándose su dueño, se tendió ella junto a él con mucho sosiego, y mirándole al rostro daba a entender que estaba atenta a lo que el cabrero iba diciendo; el cual comenzó su historia desta manera:”





Capítulo quincuagésimo primero

En este capítulo, el cabrero comienza a contar su historia. Esta historia, a diferencia de las otras que están insertadas en la trama principal, comienza de una manera casi precipitada. Cervantes no da al lector ningún dato antecedente. Así como otras historias se entrelazaban con la trama principal de una manera paulatina y suave, lo que le daba naturalidad al proceso, en este caso la historia comienza de manera casi repentina y corta las disertaciones filosóficas entre don Quijote y el canónigo sobre los cánones de la literatura y sobre la verdad y la realidad de los textos literarios.

En este caso ha sido un cabrero que corría detrás de una de sus cabras para que volviera al rebaño, el que ha interrumpido la conversación y se presta a contar una historia que todos van a escuchar gustosamente.

La historia tiene otra peculiaridad y es su brevedad.  El resto de cuentos insertados en la trama del Quijote se desarrollan a lo largo de varios capítulos. En este caso, realmente, la historia se resuelve en uno solo. Al final del capítulo cincuenta, anuncia la historia, y en el cincuenta y uno la cuenta, la termina y la soluciona al principio del cincuenta y dos, pero ya no es propiamente la historia, sino otras consideraciones que se hacen de la misma.

El cuento trata de la hermosa Leandra, sus enamorados y la mala cabeza que tuvo ella marchándose con quien no debía.

Eugenio, el cabrero y Anselmo, pastor de ovejas eran los dos pretendientes que tenía Leandra y que eran del gusto de su padre. Entre los dos que al padre le parecieron correctos por ser limpios de sangre, dio a su hija la libertad de escoger. Pero Leandra prefirió marcharse con el hijo de un labrador que, después de una larga ausencia como soldado, volvió al pueblo fanfarrón, bien vestido y con muchos aires de grandeza. Leandra se vio deslumbrada por su colorido y creyó todo lo que él le contó. La desgracia fue que, en cuanto comenzaron su viaje, él la desvalijó y la abandonó en una cueva, aunque afortunadamente para el padre, Leandra conservaba su virginidad.

La expresión “limpios de sangre” se refiere a que su sangre no estaba mezclada con sangre judía ni morisca, sino que eran descendientes de cristianos viejos. Hay que tener en cuenta, que hacía solamente un poco más de cien años que había caído el último estado musulmán de la península Ibérica, en 1492 el Reino nazarí de Granada, y quedaban en España muchos descendientes de moriscos y también de judíos.

Leandra fue encerrada en un convento. Los jóvenes que la habían pretendido, quedaron desolados y la mayoría se convirtieron en pastores de cabras y ovejas. Estos se fueron a un paraje idílico, bucólico, un valle que quedó convertido en una Arcadia.

“A imitación nuestra, otros muchos de los pretendientes de Leandra se han venido a estos ásperos montes usando el mismo ejercicio nuestro, y son tantos, que parece que este sitio se ha convertido en la pastoral Arcadia, según está colmo de pastores y de apriscos, y no hay parte en él donde no se oiga el nombre de la hermosa Leandra.”

Lo que comienza siendo una novela de corte Italiano con unas familias bien acomodadas, en un mismo pueblo y una hermosa dama con muchos pretendientes, termina siendo una novela pastoril, donde unos pastores lloran su amor y además con un lenguaje que no es propio de pastores por su registro culto.
“Tres leguas deste valle está una aldea que, aunque pequeña, es de las más ricas que hay en todos estos contornos, en la cual había un labrador muy honrado, y tanto, que aunque es anexo al ser rico el ser honrado, más lo era él por la virtud que tenía que por la riqueza que alcanzaba…”

Anselmo llora la ausencia de Leandra y Eugenio habla de la mala cabeza de las mujeres.

En este fragmente del capítulo se hacen las únicas consideraciones machistas de toda la obra que en muchos casos llama la atención por la libertad y consideración que concede a la mujer.

“El mismo día que pareció Leandra la desapareció su padre de nuestros ojos, y la llevó a encerrar en un monasterio de una villa que está aquí cerca, esperando que el tiempo gaste alguna parte de la mala opinión en que su hija se puso. Los pocos años de Leandra sirvieron de disculpa de su culpa, a lo menos con aquellos que no les iba algún interés en que ella fuese mala o buena; pero los que conocían su discreción y mucho entendimiento no atribuyeron a ignorancia su pecado, sino a su desenvoltura y a la natural inclinación de las mujeres, que, por la mayor parte suele ser destinada y mal compuesta.”

Eugenio hace un paralelismo entre la conducta caprichosa de su cabra, que es hembra y de las mujeres.

“Yo sigo otro camino más fácil, y a mi parecer el más acertado, que es decir mal de la ligereza de las mujeres, de su inconstancia, de su doble trato, de sus promesas muertas, de su fe rompida, y, finalmente, del poco discurso que tienen en saber colocar sus pensamientos e intenciones que tienen. Y ésta fue la ocasión, señores, de las palabras y razones que dije a esta cabra cuando aquí llegué; que por ser hembra la tengo en poco, aunque es la mejor de todo mi apero.”

El final de la historia queda en el aire y no sabemos que sucede finalmente con Leandra, ni lo que sucede con Anselmo y Eugenio.

Este cuento podría parecer paralelo al de Marcela y Grisóstomo, pero no lo es. En el anterior relato pastoril, Marcela rechaza a Grisóstomo porque ella no está enamorada. Es un canto a la libertad de la mujer que elige no casarse con Grisóstomo por que no lo quiere. 

Leandra es un caso muy distinto, es una mujer caprichosa que se deja deslumbras por los aires de grandeza y el oropel de Vicente de la Rosa y que finalmente se verá engañada por este.





Capítulo quincuagésimo segundo

En este capítulo, es el final de la primera parte de don Quijote publicada en 1605.

Cervantes deja algunos cabos sueltos que quedan en suspenso a la espera de una posible segunda parte.

En la primera parte del capítulo, se realizan unas consideraciones a la historia de Leandra contada por el cabrero, Eugenio, en el capítulo anterior.

El cuento que narra Eugenio, podríamos clasificarlo como pastoril y tiene una de las características principales de este genero: El lenguaje de los pastores no se ajusta a su condición, al ser mucho más culto de lo esperado.

“General gusto causó el cuento del cabrero a todos los que escuchado le habían; especialmente le recibió el canónigo, que con extraña curiosidad notó la manera con que le había contado, tan lejos de parecer rústico cabrero cuan cerca de mostrarse discreto cortesano; y así, dijo que había dicho muy bien el cura en decir que los montes criaban letrados.”

A continuación, don Quijote le hace a Eugenio un ofrecimiento que este acoge con asombro, especialmente por su aspecto y su forma de hablar.

Don Quijote vuelve a mostrarse como un caballero.

“–Por cierto, hermano cabrero, que si yo me hallara posibilitado de poder comenzar alguna aventura, que luego luego me pusiera en camino porque vos la tuviérades buena; que yo sacara del monesterio donde, sin duda alguna, debe de estar contra su voluntad, a Leandra, a pesar de la abadesa y de cuantos quisieran estorbarlo, y os la pusiera en vuestras manos, para que hiciérades della a toda vuestra voluntad y talante, guardando, pero, las leyes de la caballería, que mandan que a ninguna doncella se le sea fecho desaguisado alguno; aunque yo espero en Dios Nuestro Señor que no ha de poder tanto la fuerza de un encantador malicioso, que no pueda más la de otro encantador mejor intencionado, y para entonces os prometo mi favor y ayuda, como me obliga mi profesión, que no es otra si no es favorecer a los desvalidos y menesterosos.”

El cabrero se siente incomodado y se lanza contra don Quijote. Estos se enzarzan en una pelea a la que, finalmente, pondrá fin el sonido de una trompeta. 

Se trata del sonido de la trompeta que llevan unos diciplinantes que van en procesión con una imagen de la Virgen a la que imploran para que llueva.

Don Quijote se siente aludido por aquella situación, que no está interpretándola con realidad, sino con su imaginación de caballero. Don Quijote interpreta que la Virgen es una señora en apuros a la que se la están llevando unos enmascarados. Arremeterá contra este grupo y al final saldrá abatido de tal forma que Sancho piensa que su señor está muerto.

“–Agora, valerosa compañía, veredes cuánto importa que haya en el mundo caballeros que profesen la orden de la andante caballería; agora digo que veredes, en la libertad de aquella buena señora que allí va cautiva, si se han de estimar los caballeros andantes.
Y en diciendo esto, apretó los muslos a rocinante, porque espuelas no las tenía, y a todo galope, porque carrera tirada no se lee en toda esta verdadera historia que jamás la diese Rocinante, se fue a encontrar con los diciplinantes, bien que fueran el cura y el canónigo y el barbero a detenelle; mas no les fue posible, ni menos le detuvieron las voces que Sancho le daba…”

Mientras que los demás se divierten con la situación, Sancho sufre por su señor.

Sancho está tan agobiado que no se da cuenta de lo que dice y Cervantes para aumentar la comicidad del momento pone en boca de Sancho:

“¡Oh humilde con los soberbios y arrogante con los humildes”

En este fragmento, el único que llora la desgracia de don Quijote es su fiel amigo Sancho.  A Sancho no le divierte la pelea entre el cabrero y don Quijote y mucho menos el problema con los diciplinantes, que además casi termina en desgracia.

“–¿Adónde va, señor don Quijote? ¿Qué demonios lleva en el pecho, que le incitan a ir contra nuestra fe católica? Advierta, mal haya yo, que aquélla es procesión de diciplinantes, y que aquella señora que llevan sobre la peana es la imagen benditísima de la Virgen sin mancilla; mire, señor, lo que hace, que por esta vez se puede decir que no es lo que sabe.
Fatigóse en vano Sancho, porque su amo iba tan puesto en llegar a los ensabanados y en librar a la señora enlutada que no oyó palabra; y aunque la oyera, no volviera, si el rey se lo mandara.”

Cuando el grupo que iba con don Quijote se acerca al lugar del suceso, los dos curas, tanto el que iba con los diciplinantes como el que iba en el grupo de don Quijote, se reconocen y se explican mutuamente la situación. Tanto. por una parte, la locura de don Quijote, como por otra, el motivo de la procesión. Y finalmente, todo queda en paz.

Don Quijote en su jaula. Sancho junto con el cura y el barbero seguirán su camino. Los cuadrilleros y el canónigo se despedirán y los diciplinantes y el cura de aquella aldea volverán por donde vinieron.

Al llegar don Quijote y Sancho a su casa, la sobrina y el ama de este, saldrán a recibirles. A Sancho le espera su mujer, que en este momento la llaman Juana, pero que en la segunda parte se llamará Teresa.

Hay un diálogo entre Juana Panza y Sancho. Juana queda asombrada de la forma de hablar de su marido. 

“–dijo Panza–, y por agora estad contenta, que siendo dios servido de que otra vez salgamos en viaje a buscar aventura, vos me veréis presto conde, o gobernador de una ínsula, y no de las de por aquí, sino la mejor que pueda hallarse.
–Quiéralo así el cielo, marido mío; que bien lo habemos menester. Mas decidme: ¿Qué es eso de ínsulas, que no lo entiendo?
–No es la miel para la boca del asno –respondió Sancho–; a su tiempo lo verás, mujer y aun te admirarás de oírte llamar señoría de todos tus vasallos.
–¿Qué es lo que decís, Sancho, de señorías, ínsulas y vasallos? –respondió Jana Panza, [..] –No te acucies, Juana, por saber todo esto tan apriesa; basta que te digo verdad, y cose la boca.”

Finalmente, aparecerá en primer plano don Quijote, totalmente desorientado y tendido en su cama y el cura pidiendo al ama y a la sobrina que tengan cuidado con él y no le permitan volver a salir de viaje, una vez más.

Al final del capítulo, reaparece Cervantes, que dice que no ha encontrado ningún manuscrito auténtico con la tercera salida de don Quijote, aunque sí aparece en las memorias de la Mancha. Donde se narrará como don Quijote volvió a salir de viaje camino de Zaragoza.





Los últimos poemas que cierran la primera parte de la novela

Los poemas que cierran esta primera parte son burlescos. Sitúan una academia en Argamasilla con académicos

“el Monicongo, académico de la Argamasilla, a la sepultura de don Quijote”

“Del Paniaguado, académico de Argamasilla”

“Del Caprichoso, discretísimo académico de la Argamasilla, en loor de Rocinante, caballo de don Quijote de la Mancha.”

“Del Burlador, académico argamasillesco, a Sancho Panza”

“Del Cachidiablo, académico de la Argamasilla, en la sepultura de don Quijote”

“Del Tiquitoc, académico de la Argamasilla, en la sepultura de Dulcinea del Toboso”

Además, de tono burlesco, estos poemas tienen tono fantástico. No hay más que fijarse en los nombres de los académicos.

Se utiliza también el nombre se Sierra Negra por el de sierra Morena y en el mismo tono, se habla de Aranjuez, lugar en el que don Quijote jamás dijo que hubiera estado.

Estos poemas son epitafios, que pueden indicar el final de la novela, pero que en cuanto a los personajes no son adecuados porque ninguno de ellos fallece al terminar esta primera parte de la obra. Esto indica, que es probable, que Cervantes no tuviera en ese momento la intención clara de escribir una segunda parte.

Como dice Adrienne L. Martín:

“Al final de I, 52 el autor de la historia de don Quijote cuenta cómo el fin del héroe se narra en ciertos pergaminos contenidos en una caja de plomo que se había hallado en los cimientos derribados de una antigua ermita. Ya se ha indicado cómo Cervantes parodia aquí el extravagante descubrimiento de los apócrifos del Sacromonte unos quince años antes. Crea además un ambiente misterioso y exótico característico de los libros de caballerías, junto con una nota de engaño humorístico”

“Los absurdos epitafios satirizan la poesía de túmulo que se estilaba en la época y, sobre todo, la institución de la academia literaria española. Las sesiones académicas concluían con el vejamen, una composición burlesca en la cual se insultaba descaradamente a los miembros, con el propósito de hacer reír. En este caso, los ridículos académicos de la Argamasilla son vejadores que injurian impunemente a don Quijote y sus amigos. Mientras los versos preliminares se servían de la sátira para elogiar irónicamente a don Quijote y sus compañeros, los epitafios son abiertamente insultantes.”

“En última instancia, los epitafios son ejemplos perfectos de la poesía de ínfima categoría que puede esperarse de una academia radicada en la Argamasilla (de argamasa, con sus connotaciones de dureza, inflexibilidad e ignorancia) manchega. La primera parte de la novela termina, entonces, con otra burla manchega que pone en ridículo la noción de la Mancha como espacio académico y caballeresco.

10 de septiembre de 2019

Don Quijote de la Mancha – Captítulos del 42 al 46 de la primera parte

Capítulo cuadragésimo segundo

El cautivo ha terminado su relato y don Fernando expresa la satisfacción que realmente sienten todos ante la emocionante narración. 

“Todo es peregrino, y raro y lleno de accidentes que maravillan y suspenden a quien los oye. Y es de tal manera el gusto que hemos recibido en escuchalle, que aunque nos hallara el día de mañana entretenidos en el mesmo cuento, holgáramos que de nuevo se comenzara.”

Aquí, se quiere expresar tanto el gusto por escuchar la historia del cautivo, como lo que de novedoso tenía el relato escrito por Cervantes en el que se mezcla lo maravilloso con lo real o verosímil. 

“Estaba don Fernando diciendo estas palabras y el resto de los allí presentes, prestándose a ayudarles, cuando al poco llega la noche y entra en la venta un oidor.” 

Aquí, hay un desfase horario, porque cinco capítulos antes, en el capítulo treinta y siete, ya llegaba la noche cuando don Quijote pronunció su discurso de las armas y las letras. En ese momento, se disponían a cenar. 

Con la llegada del oidor, se reanuda la historia principal, cuando don Quijote le da la bienvenida al oidor (un juez). 

Don Quijote retoma aquí su idea de las armas y las letras.

“Seguramente puede vuestra merced entrar y espaciarse en este castillo, que aunque es estrecho y más acomodado no hay estrecheza ni incomodidad en el mundo que no dé lugar a las armas y a las letras, y más si las armas y letras traen por guía y adalid a la fermosura, como la traen las letras de vuestra merced en esta fermosa doncella, a quien deben no sólo abrirse y manifestarse los castillos, sino apartarse los riscos, y devidirse y abajarse las montañas para dalle acogida.” 

Don Quijote hace en este fragmento un resumen de la historia. Vuelve a la idea de que las letras traen riquezas y las armas pobreza. 

La anagnórisis (reconocimiento) no se da, en este fragmento, como en otros anteriores, en los que el reconocimiento era casi inmediato. Aquí, Cervantes lo desarrolla de forma más complicada, en un proceso que se asemeja a todos los vividos por el cautivo: largos y dificultosos.

Es necesaria la intervención del cura, que narra una historia al oidor, como si fuera propia, para que este vaya descubriendo que de quien le habla es de su hermano. En este momento, ponemos nombre al cautivo, Ruy Pérez de Viedma.

“Del mesmo nombre de vuestra merced, señor oidor, tuve yo una camarada en Constantinopla, donde estuve cautivo algunos años; la cual camarada era uno de los valientes soldados y capitanes que había en toda la infantería española. Pero tanto cuanto tenía de esforzado y valeroso tenía de desdichado. –Y ¿cómo se llamaba ese capitán, señor mío? –preguntó el oidor. –LLamábase –respondió el cura –Ruy Pérez de Viedma, y era natural de un lugar de las montañas de León…”

La idea de dos hermanos que se separan y después se reconocen tras haber vivido, particularmente el cautivo, una serie de peripecias y aventuras, apunta hacia la novela bizantina.

En este capitulo se descubre que los tres hermanos, realmente, no se habían dedicado de manera exacta a lo que el cautivo había narrado en su historia. Por lo que se puede ver, en su relato, el hermano segundo había tomado la opción de viajar a las Indias y el menor había seguido el camino de la iglesia. Pero, realmente, esto no fue así. El oidor cuenta que él es el hermano segundo y el hermano menor había viajado a Perú en busca de fortuna.

Cervantes, maestro de mantener la atención del lector, pasa al final de este capítulo, de lo novelesco bizantino con la trama de los dos hermanos a la introducción de un personaje nuevo, misterioso, que canta una bellísima canción y que desconocemos su identidad.

“–Quien no duerme, escuche; que oirán una voz de un mozo de mulas, que de tal manera canta, que encanta.”



Capítulo cuadragésimo tercero

Este capítulo, como el XVII y el XL, comienzan con una canción o poema que enlaza con el capítulo anterior, haciendo de la trama un continuo que fluye, consiguiendo también, mantener de un capítulo a otro la atención del lector.

La canción es una composición de cuatro sextetos lira de seis versos cada una. Este sexteto lira es una estrofa de seis versos heptasílabos y endecasílabos alternos, con una rima consonante, en la que riman el primero con el tercero, el segundo con el cuarto y el quinto con el sexto. A partir del romanticismo fueron posibles algunos cambios, en cuanto al esquema métrico de este tipo de composición.

Esta forma fue introducida en el siglo XVI por influencia de la literatura italiana. Fray Luis de León utilizó este tipo de composición, particularmente para sus traducciones de la obra de Horacio. Después del romanticismo este tipo de composición cayó en desuso.

En este capítulo, termina la historia del cautivo y entran en juego otros personajes, doña Clara y don Luis con una nueva trama que se introduce en la trama principal, que Cervantes tampoco deja de lado. 

Junto con la maravillosa canción y la historia que doña Clara cuenta a Dorotea, Cervantes entrelaza la mofa de Maritornes, la hija del ventero, a don Quijote.

Esta historia de don Quijote es, tal vez, una de las que mejor entrelazadas están de toda la primera parte, porque una trama se ve mezclada con la otra con toda naturalidad y verosimilitud.

La historia de doña Clara y don Luis se ve afectada, como tantas otras obras de esta época, por problemas generacionales y estamentales.

En este capítulo, se entremezclan dos tratamientos del amor. El amor serio y verdadero de doña Clara y don Luis, que se incluye dentro de la narración, con estilo cortesano sentimental, con un enamorado disfrazado y unas poesías líricas y el amor falso y caballeresco de don Quijote, que aúna las fantasías del caballero con las insensibles y malintencionadas doncellas, que Cervantes denomina semidoncellas.

Se puede contemplar una burla paródica, en la que don Quijote queda colgado por la muñeca, a consecuencia del intento de burla de Maritornes y la hija del ventero.

Además, en este capítulo, se hacen algunas alusiones interesantes como la alusión a la luna que en la obra de Horacio se llamaba la “diosa triforme” por las tres formas que puede adoptar la luna: llena, menguante y creciente. 

“Dame tú nuevas della, ¡oh luminaria de las tres caras!”

Asimismo, se hace alusión a la fábula mitológica de Apolo y Dafne, que ya había sido utilizada por otros grandes autores como el soneto XIII de Garcilaso de la Vega:
“A Dafne ya los brazos le crecían, 
y en luengos ramos vueltos se mostraba; 
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían…”

Cervantes escribe:

“Y tú, sol, que ya debes estar apriesa ensillando tus caballos, por madrugar y salir a ver a mi señora, así com la veas, suplícote que de mi parte la saludes; pero guárdate que al verla y saludarla no le des paz en el rostro, que tendré más celos de ti que tú los tuviste de aquella ligera ingrata que tanto te hizo sudar y correr por los llanos de Tesalia, o por dónde corriste entonces celosos y enamorado.”

Otra elemento mitológico es la introducción de Medusa.

“que yo os juro por aquella ausente enemiga dulce mía de dárosla en continente, si bien me pidiésedes una guedeja de los cabellos de medusa, que eran todos culebras, o y lo mesmos rayos del sol, encerrados en una redoma.”

Medusa era una de las tres gorgonas de la mitología griega, que tenía en vez de cabellos, serpientes y convertía en piedra al que la miraba.

Cervantes hace alusión, también, a otra obra literaria y menciona a Ligandeo, que era un sabio y cronista del Caballero de Febo; (obra de caballerías, español, escrita por Esteban Corvera y publicada en Barcelona en 1576) Alquife, esposo de Urganda era de Amadís de Grecia y Urganda era la maga amiga de Amadís de Gaula.

Cervantes menciona a Urganda, varias veces en el Quijote. Además de en este capítulo, Cervantes introduce a Urganda, la desconocida, en los poemas burlescos preliminares.

Aquí, Cervantes hace alusión, también, a lo sucedido en la venta en el capítulo XVI, dándole así a la obra verosimilitud y continuidad.

“A cuyas señas y voz volvió don Quijote la cabeza, y vio, a la luz de la luna, que entonces estaba en toda su claridad, cómo le llamaban del agujero que a él le pareció ventana, y aun con rejas doradas, como conviene que las tengan tan ricos castillos como él se imaginaba que era aquella venta; y luego en el instante se le representó en su loca imaginación que otra vez, como la pasada, la doncella fermosa, hija de la señora del castillo vencida de su amor, tornaba a solicitarle; y con este pensamiento…”




Capítulo cuadragésimo cuarto

En este capítulo los sucesos siguen ocurriendo en la venta. Unos personajes dejan de ser principales para dejar paso a otros que contarán una nueva historia. Al mismo tiempo, don Quijote sigue con sus peripecias.

La venta es, finalmente, como el escenario de un teatro, donde los personajes entran y salen de la escena y pasan de principales a secundarios y viceversa.

Don Quijote sigue atado por la muñeca y subido en Rocinante, a consecuencia de la jugarreta que había propiciado Maritornes.

“Maritornes, que ya había despertado a las mismas voces, imaginando lo que podía ser, se fue al pajar y desató, sin que nadie lo viese, el cabestro que a don Quijote sostenía y él dio luego en el suelo, a vista del ventero y de los caminantes, que, llegándose a él, le preguntaron qué tenía, que tales voces daba.”

Esta circunstancia, se mezcla con la llegada de los criados de don Luis y el suceso de los dos viajeros que pretendían marcharse de la venta sin pagar. Además, se añade la llegada del barbero al que don Quijote había arrebatado su bacía, creyendo que se trataba del yelmo de Mambrino.

Este capítulo tiene la peculiaridad de mezclar las tramas de forma simultánea. Repentinamente, se encuentran casi todos los personajes al mismo tiempo en la escena. Cervantes se vale del recurso de apartar a don Quijote del plano principal, haciendo que los criados de don Luis le ignoren, lo que supone una afrenta intolerable para un caballero como don Quijote, pero de esta manera se da paso al tema, que aquí se quiere destacar, que son los amores de doña Clara y don Luis.

Don Quijote queda momentáneamente fuera de la escena principal, pero no deja de aparecer alternativamente para que su presencia no desaparezca totalmente. Además, hay que tener en cuenta la llegada del barbero a la venta, lo que al final del capítulo vuelve a traer a don Quijote al primer plano, aunque realmente aquí la historia principal sean los amores juveniles.

En este capítulo, se acelera el ritmo narrativo de manera ostensible con respecto a los capítulos anteriores; donde don Quijote hace su discurso de la armas y las letras o cuando llega el oidor y se encuentra con su hermano, el cautivo, en la venta; en el que el ritmo era mucho más pausado y la cantidad de personajes en escena era bastante inferior.

Aquí, encontramos también, un tema, que es recurrente y principal en Cervantes: el tema de la libertad.

Como en otras ocasiones, don Luis, en este caso, se proclama libre para decidir su destino.

“y todos estamos aquí a vuestro servicio, más contentos de lo que imaginarse puede, por el buen despacho con que tornaremos, llevándoos a los ojos que tanto os quieren.
–Eso será como yo quisiere, o como el cielo lo ordenare –respondió don Luis”

Cervantes utiliza el suspense y deja la historia de don Luis y doña Clara en suspenso, cuando quedan a solas el oidor y don Luis, habiéndose reconocido como vecinos y, habiendo conseguido el oidor calmar a los criados del padre de don Luis. Cuando este se dispone a contar su historia, el autor introduce a los viajeros que querían marcharse sin pagar. El lector está ahora en esta historia, cuanto Cervantes se dirige directamente a él y le explica que van a volver a la historia anterior para ver lo que don Luis contó al oidor.

“Esto pasaba en la puerta de la venta, y en ella andaban las puñadas y mojicones muy en su punto, todo en daño del ventero y en rabia de Maritornes, la ventera y su hija , que se desesperaban de ver la cobardía de don Quijote, y de lo mal que lo pasaba su marido, señor y padre.

Pero dejémosle aquí, que no faltará quien le socorra; si no, sufra y calle el que se atreve a más de a lo que sus fuerzas le prometen, y volvámosnos atrás cincuenta pasos, a ver qué fue lo que don Luis respondió al oidor, que le dejamos aparte preguntándole la causa de su venida a pie y de tan vil traje vestido.”

Como en otras muchas novelas renacentistas los obstáculos que deben superar doña Clara y don Luis son generacionales y estamentales. Son demasiado jóvenes para quererse y además pertenecen a clases distintas: lo tienen todo en contra.

Volviendo a don Quijote, en esta capítulo, se da también una situación paradójica, que tiene que ver con su estado de locura. En el episodio de los viajeros, que quieren marcharse sin pagar, don Quijote ve con claridad y realidad que no se trata de caballeros y por tanto, aunque consigue el permiso de la princesa Micomicona, se niega a intervenir en el suceso, pero sigue viendo la venta como un castillo y al ventero como a un castellano. Aquí se ve claramente la dualidad de la locura de don Quijote que, a veces, se comporta con plena lucidez y otras veces, ve lo que él quiere ver. también encontramos una incoherencia narrativa, ya que don Quijote olvida todo el suceso de los cueros, el vino y los gigantes. Asimismo, resultará algo contradictorio el que don Quijote no quiera intervenir en el suceso, pero gracias a sus buenas artes finalmente todo se soluciona, no sabemos como.

Todo parece estar en orden porque además, el oidor a calmado a los criados y está hablando de forma razonable con don Luis, hasta que repentinamente aparece en escena, en la venta, el barbero al que don Quijote quitó la bacía, tomándola por el yelmo de Mambrino.

“Ya a esta sazón estaban en paz los huéspedes con el ventero, pues por persuación y buenas razones de don Quijote, más que por amenazas, le habían pagado todo lo que él quiso y los criados de don Luis aguardaban el fin de la plática del oidor y la resolución de su amo, cuando el demonio, que no duerme, ordenó que en aquel mesmo punto entró en la venta el barbero a quien don Quijote quitó el yelmo de Mambrino y Sancho Panza los aparejos del asno, que trocó con los del suyo” 

En este episodio veremos como Sancho Panza habla del baciyelmo, creando una palabra que le evita tomar partido entre la fantasía de don Quijote y la realidad.



Capítulo cuadragésimo quinto

Lo primero que el lector encuentra en este capítulo, es la pregunta que hace el barbero, que va a ser burlado. 

Cervantes encamina la narración hacia la resolución de los conflictos que se dan en la venta y a la salida de los personajes de la escena.

El autor reúne a todos los personajes que van a dar su opinión sobre la bacía y el yelmo, la albarda y el jaez y con este recurso se recuerdan todas las historias sucedidas en la venta.

La disputa entre don Quijote y el barbero se convierte en una disputa general entre todos los personajes, llena de burla e ironía.

Asimismo, se deja una puerta abierta a la esperanza para la solución del problema de doña Clara y don Luis.

Aquí, la narración ha dado un vuelco. Como todos los personajes ya conocen a don Quijote, se ponen de acuerdo para burlarse de él. Esto anticipará y preparará el carácter de la segunda parte.

El barbero exige que se le reconozca su razón por la experiencia y don Quijote, precisamente, por sus experiencias vividas en la venta, cree saber que la magia está presente y que allí pueden suceder cosas imprevisibles. Por eso, él también alude a su experiencia, pero no quiere comprometerse totalmente a reconocer su razón porque cabe la posibilidad de que por algún encantamiento las cosas no sean lo que parecen.

“–Por Dios, señores míos –dijo don Quijote–, que son tantas y tan extrañas las cosas que en este castillo, en dos veces que en él he alojado, me han sucedido, que no me atreva a decir afirmativamente ninguna cosa de lo que acerca de lo que en él se contiene se preguntare, porque imagino que cuanto en él se trata va por vía de encantamento”

Todo el capítulo tiene un tono de burla y complicidad entre los personajes que ya estaban en la venta y que conocían a don Quijote. Los que llegaron, en el último momento, no entendían porque en esa venta todo parecía ser lo contrario de lo que era.

“Para aquellos que la tenían del humor de don Quijote era todo esto materia de grandísima risa; pero para los que le ignoraban les parecía el mayor disparate del mundo, especialmente a los cuatro criados de don Luis, y a don Luis ni más ni menos, y a otros tres pasajeros que acaso habían llegado a la venta, que tenían parecer de ser cuadrilleros, como, en efecto, lo eran.”

El barbero, era el que estaba más atónito e indignado, porque él veía claramente que la bacía era bacía y no yelmo y la albarda no era jaez, frente a la opinión de la mayoría de las personas que estaban en la venta y que parecían haberse vuelto todas locas.

“Pero el que más se desesperaba era el barbero, cuya bacía allí delante de sus ojos se le había vuelto en yelmo de Mambrino, y cuya albarda pensaba sin duda alguna que se le había de volver en jaez rico de caballo; y los unos y los otros se reían de ver cómo andaba don Fernando tomando los votos de unos en otros, hablándolos al oído para que en secreto declarasen si era albarda o jaez aquella joya sobre quien tanto se había peleado. Y después que hubo tomado los votos de aquellos que a don Quijote conocían, dijo en alta voz:

–El caso es, buen hombre, que ya yo estoy cansado de tomar tantos pareceres, porque veo que a ninguno pregunto lo que deseo saber que no me diga que es disparate el decir que ésta sea albarda de jumento, sino jaez de caballo, y aun de caballo castizo; y así, habréis de tener paciencia, porque, a vuestro pesar y al de vuestro asno, éste es jaez y no albarda, y vos habéis alegado y probado muy mal de vuestra parte”

Para no cortar la trepidante narrativa que ya viene del capítulo anterior y que parecía calmarse, Cervantes introduce a los cuadrilleros de la Santa Hermandad y se arma una trifulca que curiosamente apacigua don Quijote con toda cordura.

“–Ténganse todos; todos envainen; todos e sosieguen; óiganme todos, si todos quieren quedar con vida.

A cuya gran voz todos se pararon, y él prosiguió, diciendo:

–¿No os dije yo, señores, que este castillo era encantado, y que alguna región de demonios debe de habitar en él? En confirmación de lo cual quiero que veáis por vuestros ojos cómo se ha pasado aquí y trasladado entre nosotros la discordia del campo de Agramante. Mirad cómo allí se pelea por la espada, aquí por el caballo, acullá por el águila, acá por el yelmo, y todos peleamos, y todos no nos entendemos. Venga, pues, vuestra merced, señor oidor, y vuestra merced, señor cura, y el uno sirva de rey Agramante, y el otro de rey Sobrino, y póngannos en paz, porque por Dios Todopoderoso que es gran bellaquería que tanta gente principal como aquí estamos se mate por causas tan livianas.”

En ese momento, en la venta se encuentran representados todos los estamentos sociales que existían en España. El cura, el noble, la justicia, los criados, etc.

En el discurso de don Quijote, que cierra el capítulo, se habla de temas serios, pero en un tono de broma que parece quitarle importancia. Se habla sobre el problema de la verdad y los puntos de vista. Asimismo, se habla de la sociedad de la época y de los conflictos estamentales. 



Capítulo cuadragésimo sexto

En este capítulo, se cierran algunas de las aventuras y sucesos que habían ocurrido durante los capítulos anteriores.

Aunque han sucedido muchas cosas, realmente toda la acción ha pasado en solo dos días.

El cura, don Fernando y el oidor van a ir cerrando los asuntos abiertos que producían discordia.

El primer asunto y más importante por su transcendencia judicial es el que afecta a don Quijote y a los cuadrilleros, representantes del poder judicial.

El cura consigue convencerles de la falta de culpa de don Quijote, debido a su estado de locura.

Además, los cuadrilleros ayudan al cura con la enemistad entre el barbero y Sancho Panza. El asunto del yelmo lo cierra el cura ofreciéndole una cantidad de dinero suficiente como para que este quedara contento.

“En efecto, tanto les supo el cura decir, y tantas locuras supo don Quijote hacer, que más locos fueran que no él los cuadrilleros si no conocieran la falta de don Quijote; y así, tuvieron por bien de apaciguarse, y aun de ser medianeros de hacer las paces entre el barbero y Sancho Panza, que todavía asistían con gran rancor a su pendencia. Finalmente, ellos, como miembros de justicia, mediaron la causa y fueron árbitros della, de tal modo, que ambas partes quedaron, si no del todo contentas, a lo menos en algo satisfechas, porque se trocaron las albardas, y no las cinchas y jáquimas. Y en lo que tocaba a lo del yelmo de Mambrino el cura, a socapa y sin que don Quijote lo entendiese le dio por la bacía ocho reales, y el barbero le hizo una cédula del recibo y de no llamarse a engaño por entonces, no por siempre jamás amén.”

Después de haber zanjado lo principal, quisieron cerrar también el problema de doña Clara y don Luis. Asimismo, zanjaron el problema de don Quijote y el ventero por los cueros y el vino y preparan la vuelta a casa de don Quijote, en una jaula que construyen a tal propósito. Convencen a don Quijote de que se trata de un encantamiento y que de esta manera le llevarán junto a Dulcinea con la que podrá contraer matrimonio.

El último suceso, que además es cómico, que ocurre en la venta, es el beso que se supone que Sancho ha visto que Dorotea le había dado a Fernando. El asunto se resolverá con un diálogo y con la intervención de Dorotea. En este fragmento se puede observar el magistral manejo que tiene Cervantes de todos los registros lingüísticos de la época.

En este capítulo, se cierra todo lo sucedido en la venta y comienza la transición hacia el final de la primera parte.

Don Quijote es llevado a su casa nuevamente, dentro de una jaula y engañado con una farsa.  Los otros personajes aparecen disfrazados para convencerle de que lo que le cuentan es real.

Como es tradición en los libros de caballerías, que están llenos de profecías, aquí, también hay una profecía: don Quijote se va a casar con Dulcinea y tendrá hijos.

Se termina para él el amor cortés y gracias a la magia, que hasta este momento le había resultado tan negativa, ahora le llevará hasta la felicidad.

Este paso del amor cortés al amor real es otra de las varias incoherencias que comete Cervantes al poner fin a todo el enredo que se había formado en la venta.

“Quedó don Quijote consolado con la escuchada profecía, porque luego coligió de todo en todo la significación de ella, y vio que le prometían el verse ayuntado en santo y debido matrimonio con su querida Dulcinea del Toboso, de cuyo felice vientre saldrían los cachorros, que eran sus hijos, para gloria perpetua de la Mancha; y creyendo esto bien y firmemente, alzó la voz, y dando un gran suspiro, dijo:

–¡Oh tú, quienquiera que seas, que tanto bien me has pronosticado! Ruégote que pidas de mi parte al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo, que no me deje perecer en esta prisión donde agora me llevan, hasta ver cumplidas tan alegres e incomparables promesas como son las que aquí se me han hecho; que como esto sea, tendré por gloria las penas de mi cárcel, y por alivio estas cadenas que me ciñen, y no por duro campo de batalla este lecho en que me acuestan, sino por cama blanda y tálamo dichoso.”




















7 de septiembre de 2019

Don Quijote de la Mancha – Capítulos del 37 al 41 de la primera partede la Mancha

La narrativa renacentista

Antes de acometer el comentario de los siguientes capítulos, quería haceros un recordatorio sobre los tipos de novela que encontraremos en la narrativa renacentista.

En este período de la literatura, se seguirán cultivando las novelas de caballerías. Estas son narraciones largas, donde un caballero valiente y heroico, casi rayando lo sobrehumano, supera con honor y dignidad una serie de aventuras que le harán digno del amor de su dama.  

El valor del caballero y su fe religiosa, gozaron de un importante éxito en el siglo XVI. Estas novelas se van distanciando de las novelas artúricas, que habían sido su origen, y va tomando fuerza el carácter cristiano del caballero. Asimismo, perderá fuerza, aunque no desaparecerá por completo, el componente mágico y fantástico de sus orígenes.

La obra más representativa de este subgénero narrativo es el Amadís de Gaula. Una narración de Garci Rodríguez de Montalvo, publicada en 1508. En cierto modo, Cervantes lo tomó como modelo para su Quijote, pero de una forma satírica.
Como ya hemos dicho, las novelas de caballerías eran un género heredado de la Edad Media. Pero en el renacimiento se practicarán también otros tipos de novela, propiamente renacentistas:

La novela pastoril

Este tipo de novela viene de la tradición clásica de la poesía bucólica, representada por Garcilaso de la Vega. Es una narración en la que los pastores cuentan, a través del diálogo, sus amores frustrados hacia unas pastoras idealizadas, en un paisaje también idealizado (locus amoenus), con un lenguaje elevado impropio de los pastores. 

Estas obras tenían influencia italiana, en particular de Sannazaro autor de La Arcadia,    publicada en 1504.

Fue un subgénero que tuvo mucho éxito en el renacimiento y era muy normal que en otro tipo de relatos, se incluyeran escenas pastoriles. En España, se escribieron tres obras de importancia de este subgénero que no se pueden dejar de mencionar:

– Jorge de Montemayor: Los siete libros de la Diana, publicada en 1559. 
– Gil Polo: Diana enamorada, publicada en 1564.
– Cervantes: La Galatea, publicada en 1585.
La novela Bizantina 

Esta novela es un subgénero narrativo, que había nacido en la antigüedad clásica, como ya sabemos en el renacimiento retornó el gusto por lo clásico.  Se trata de una narración en la que dos enamorados tienen que pasar difíciles aventuras para poder llegar a estar unidos. Esto lo conseguirán gracias a su perseverancia y a su fe religiosa. Por lo tanto, tenían una finalidad ejemplarizante.

La novela bizantina más destacada de la literatura española es La selva de aventuras, de Jerónimo Contreras, así como Los trabajos de Persiles y Segismunda, obra de Miguel de Cervantes publicada en 1617.
La novela morisca

Es un subgénero narrativo creado en España y propiciado por el contexto histórico. Son novelas de frontera cristiano-musulmana, ambientadas en escenarios nobles. En ellas se narran historias amorosas y militares entre moros y cristianos, durante el período de la Reconquista. Sus protagonistas rivalizan por mostrarse más dignos y honorables.

La novelas más importantes de este subgénero son: Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa de 1551, de autor anónimo e Historia de los amores de Ozmín y Daraja, narración que apareció introducida en el Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán.

Las novelas cortas o italianas 

Estas novelas son breves con origen en la literatura italiana, particularmente en la obra El Decamerón de Boccaccio. Este subgénero derivó en Cunetos y novelas cortas.

Las obras más destacadas son: El Patrañuelo, de Juan de Timoneda (colección de novelas cortas) y Sobremesa y alivio de caminantes (colección de cuentos) del mismo autor.

Dentro de la prosa del Renacimiento, no se puede olvidar la novela picaresca, de creación española. La obra que estrena el subgénero es el Lazarillo de Tormes (1554), de autor anónimo. Pero la novela que lo consolidó es Vida del Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán y publicada en 1559.




Capítulo trigésimo séptimo

Tras el desenmarañamiento de toda la trama amorosa entre Dorotea, Luscinda, Fernado y Cardenio, en este capítulo, prosigue la historia de la princesa Micomicona. Los personajes del enredo amoroso se ponen de acuerdo para que don Quijote consienta que le acompañen hasta su casa. De esta manera, una vez que han conseguido sacarlo de su retiro en Sierra Morena, pretenden conseguirlo. 

Asimismo, entra una nueva pareja en la historia: Zoraida y el cautivo, que anuncia el comienzo de una nueva historia. Zoraida lleva unas ropas extrañas que no definen claramente si se trata de una cristiana o no. 

Este capítulo es un espacio de transición entre el desenredo del lío amoroso de Dorotea, Fernando, Luscinda y Cardenio y la nueva historia que ya se vislumbra de Zoraida y el cautivo.

Además, aquí Cervantes hace un preámbulo al cuento del cautivo sobre las armas y las letras por medio de un discurso de don Quijote, como el que ya apareció en el capítulo  once, donde este hacía un discurso sobre la Edad de Oro, que precede a la historia de Marcela y Grisostomo.

Como siempre, la venta es el lugar donde se van cruzando los personajes, como si fuera el escenario de un teatro donde suceden todas las historias y unos personajes entran al primer plano y otros salen de él.

En la venta, todo se resuelve con los cambios de nombre, cambios de identidad y transformaciones en las que se mezcla la realidad con la ficción. Una de las transformaciones más simbólicas del capítulo es la transformación que se hace de la sangre del gigante en vino, o del vino en la sangre del gigante, dependiendo del punto de vista desde el que se mire.

“–Eso creo yo bien –respondió don Quijote–, porque he tenido con el gigante la más descomunal y desaforada batalla que pienso tener en todos los días de mi vida, y de un revés, ¡zas!, le derribé la cabeza en el suelo, y fue tanta la sangre que le salió que los arroyos corrían por la tierra como si fueran de agua”

Es muy significativa la pregunta retórica que hace don Quijote al principio de su discurso:

“¿Cuál de los vivientes habrá en el mundo que ahora por la puerta deste castillo entrara y de la suerte que estamos nos viere, que juzgue y crea que nosotros somos quien somos?

De todos los personajes del enredo amoroso, el único que sale perjudicado es Sancho, que al ver la realidad se da cuenta de que no podrá conseguir los bienes que creía que llegarían a ser suyos.

“–Bien puede vuestra merced, señor Triste Figura, dormir todo lo que quisiere, sin cuidado de matar a ningún gigante, ni de volver a la princesa su reino, que ya todo está hecho y concluido.”

Los amantes están los cuatro llenos de dicha y la ventera también por que sabe que todos los gastos de los desperfectos se le van a abonar.

El discurso de don Quijote es mucho más que una mera introducción del cuento de Zoraida y el cautivo. Se pone de relieve el espíritu evangélico de la milicia y también los trabajos y la parte ascética de la vida militar. Esta exaltación de armas y letras es una declaración de Cervantes de sus dos grandes ideales. Cervantes fue soldado en Lepanto y escritor universal.

El autor, además, trata aquí también el tema de la pobreza, que es un tema recurrente en su obra. No habla de capitanes y poetas, sino de soldados y escritores que pasan hambre. 

“acudir a los conventos a comer la sopa para pobres”

En la parte final de su discurso utiliza los símbolos de Sirtes, Scilas y Caribdis. que simbolizan todos los peligros que cualquiera se puede encontrar en el camino.

Sirtes como fondos marinos y arena que se mueve y cambia de lugar produciendo importantes cambios en las profundidades marinas y Scilas y Caribdis son dos peñascos situados a cada lado del estrecho de Mesina y que dificultan la navegación con terribles remolinos y otras alteraciones marinas y que dificultaron la vuelta a Itaca de Ulises.




Capítulo trigésimo octavo

Este capítulo que es el más breve de la primera parte, trata del discurso de don Quijote sobre las armas y las letras.

La primera parte del discurso está centrada en la finalidad del trabajo de las armas y el objetivo del trabajo de las letras. En la segunda parte, se centra más en destacar el mérito del trabajo del soldado y el letrado, aunque a la vista de su discurso don Quijote, encuentra mucho más sacrificado y honroso el trabajo de soldado, aunque con muchas menos posibilidades de conseguir con este trabajo una buena vida.

En este discurso hay mucha ironía y un trasfondo claramente autobiográfico.

Para poner en juego la ironía Cervantes utiliza la dilogía:

“Y a veces suele ser su desnudez tanta, que un coleto acuchillado le sirve de gala y de camisa, y en la mitad del invierno se suele reparar de las inclemencias del cielo…”

En este fragmento utiliza la palabra acuchillado para hablar tanto de la forma de las aberturas de su jubón, como de las cuchilladas que ha podido recibir en él.

Asimismo, Cervantes hace uso de la metáfora:

“lléguese un día de batalla, que allí le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, para curarle algún balazo, que quizá le habrá pasado las sienes, o le dejará estropeado de brazo o pierna…”

Con la expresión: “la borla en la cabeza” se refiere al vendaje que le pondrán cuando le hagan una herida que será el equivalente en honores a la borla que lucen los letrados cuando llegan a un grado académico superior.

También, es irónico cuando dice:

“Pero decidme, señores, si habéis mirado en ello: ¿cuán menos son los premiados por la guerra que los que han perecido en ella? Sin duda, habéis de responder, que no tienen comparación, no se pueden reducir a cuenta los muertos, y que se podrán contar los premiados vivos con tres letras de guarismo. Todo esto es al revés en los letrados, porque de faldas, que no quiero decir de mangas, todos tienen en qué entretenerse. Así que, aunque es mayor el trabajo del soldado, es mucho menos el premio. Pero a esto se puede responder que es más fácil premiar a dos mil letrados que a treinta mil soldados, porque a aquéllos se premian con darles oficios que por fuerza se han de dar a los de su profesión, y a éstos no se pueden premiar sino con la mesma hacienda del señor a quien sirven; y esta imposibilidad fortifica más la razón que tengo.”

Aquí, Cervantes, cuando dice con faldas, se refiere a las ganancias obtenidas de forma lícita y con mangas a sobornos con los que conseguir sustanciosos beneficios.

En este fragmento, también se aprecia su tendencia a considerar las armas como un trabajo de mayor dignidad y honradez.

La parte autobiográfica queda clara cuando habla de las armas y las heridas, recordando la herida que le había dejado mal herido y el brazo inutilizado de un arcabuzazo. 

“Aunque a mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme famoso y conocido por le valor de mi brazo y filos de mi espada, por todo lo descubierto de la tierra”

A pesar de esto, hay controversia entre los estudiosos del Quijote. Algunos consideran que Cervantes estaba a favor de las armas, en consonancia con su personajes y otros opinan que Cervantes era un pacifista que no estaba de acuerdo con don Quijote.  En el discurso se introduce la nueva idea de las armas de fuego, que en cierto modo termina con el discurso caballeresco.

Finalmente, en el capítulo se pasa de forma suave y paulatina del discurso de don Quijote a la solicitud de los asistentes a la reunión para que el cautivo cuente su historia.

De esta forma, el capítulo se convierte en una transición, que terminará definitivamente con los enredos amorosos anteriores y da paso a una nueva historia que se narrará en los siguientes capítulos.


Capítulo trigésimo noveno

La historia del cautivo es otra de las historias intercaladas en la trama principal del Quijote

En este capítulo, el cautivo cuenta como ha sido su vida. 

Los reunidos en la venta solicitan, en el capítulo anterior, encarecidamente al cautivo, que cuente su historia y él comienza casi de forma paralela a como comienza la obra de Cervantes Don Quijote de la Mancha “En un lugar de las montañas de León…” 

La historia del cautivo está narrada con un narrador protagonista, en primera persona. Es el propio cautivo, presente en la venta, el que cuenta a los demás sus peripecias. Además de las aventuras personales, hace una radiografía de la sociedad de la época y el marco histórico en el que se desenvuelve.

En cuanto a los personajes históricos, todos están documentados. 

Fernando Álvarez de Toledo fue el tercer duque de Alba y llegó a Bruselas en 1567, así que es fácil saber que el relato del cautivo se desarrolla hacia 1589. 

El cautivo menciona también a los condes de Eguemón y de Hornos, que realmente eran el conde de Egmont y el conde de Horn. Estos eran unos insurrectos que fueron decapitados en Bruselas en 1568.

Diego de Urbina fue un capitán del tercio de Miguel de Moncada. En la compañía de este capitán fue en la que Cervantes luchó en la batalla de Lepanto. 

El Uchalí fue un renegado nacido en Calabria que luchó también en la batalla de Lepanto y llegó a ser virrey de Argel. 

Juan Andrea de Oria, sobrino de el genovés Andrea Doria, luchó en la batalla de Lepanto,
como capitán de galeras bajo bandera española.

Selim II era un sultán turco que gobernó desde 1566 hasta su muerte en 1574. 

Cuanto Cervantes menciona a don Juan se refiere a Juan de Austria. 

Cheredín Barbarroja fue un marino que llegó a ser general de la armada y rey de Argel. 

Álvaro de Bazán fue el primer marqués de Santa Cruz y uno de los marinos españoles más importantes de su época.

Por su estructura y sus características, los estudiosos del Quijote piensan que la historia del cautivo pudo ser un relato independiente.

Este relato podría considerarse encuadrado dentro de los cuentos maravillosos: la historia de tres hijos a los que se les da un dinero y emprenden vidas distintas. Es un cuento que se nos hace conocido.

La historia parte de un refrán, recurso muy utilizado en el comienzo de la tradición oral y al mismo tiempo sirve de base de la estructura del relato.

El padre dice a los hijos:

“Iglesia, o mar, o casa real, como si más claramente dijera: Quien quisiere valer ay ser rico, siga o la Iglesia, o navegue, ejercitando el arte de la mercancía, o entre a servir a los reyes en sus casas; porque dicen: Más vale migaja de rey que merced de señor.”

Este cuento parece un ejemplo del discurso de don Quijote que en el capítulo anterior hablaba de las armas y las letras y el mayor provecho que se saca de las segundas frente a las primeras, aunque estas te proporcionen mayor honor.

En un momento el cuento, que comienza como tantos otros cuentos maravillosos, da un giro, cuando el cautivo comienza a narrar sus experiencias como soldado. Ahí, el cuento se convierte en una crónica de lo que fue la batalla de Lepanto y todo lo que de ella se puede extraer como autobiográfico de la vida de Cervantes.

El cuento hace su giro hacia la autobiografía del soldado al rededor de la línea 115 donde el cautivo comienza a narrar sus aventuras al embarcar en Alicante camino a Genova.

“ Embarquéme en Alicante, llegué con próspero viaje a Génova, fui a Milán, donde me acomodé de armas y de alunas galas de soldado, de donde quise ir a asentar mi plaza al Piamonte; y estando ya de camino para Alejandría de la Palla, tuve nuevas que el gran duque de Alba pasaba a Flandes. Mudé propósito, fuime con él, servíle an las jornadas que hizo, halléme en la muerte de los condes de Eguemón y de Hornos, alcancé a ser alférez de un famoso capitán de Guadalajara, llamado Diego de Urvina…”

Y a continuación, hacia la línea 190 aunque la narración sigue estando en primera persona y sigue siendo un relato autobiográfico, podemos apreciar un cierto cambio hacia la crónica de lo que allí sucedió.

“En efecto, el Uchalí se recogió a Modón , que es una isla que está junto a Navarino, y echando la gente en tierra, fortificó la boca del puerto y estúvose quedo hasta que el señor don Juan se volvió. En este viaje se tomó la galera que se llamaba La Presa, de quien era capitán un hijo de aquel famosos cosario Barbarroja…” 

Durante este relato, Cervantes hace una alabanza a la valentía y la dignidad de los soldados españoles, aunque también realiza una cierta crítica a los mandos militares que no supieron aprovechar la victoria de la batalla de Lepanto y perdieron la Goleta a la que un tal Pedro Aguilar escribe unos sonetos.

Hacia la línea 320, comienza a hablar de Pedro Aguilar, que es el único personaje del capítulo que no se ha documentado históricamente.

Centrando la atención en este personaje, el cautivo suspende la narración, momentáneamente, y deja al lector en suspenso esperando leer los sonetos escritos por este soldado.

“Entre los cristianos que en el fuerte se perdieron, fue uno llamado don Pedro de Aguilar, natural no sé de qué lugar del Andalucía, el cual había sido alférez en el fuerte, soldado de mucha cuenta y de raro entendimiento; especialmente tenía particular gracia en lo que llaman poesía. Dígolo porque su suerte le trujo a mi galera y a mi banco, y a ser esclavo de mi mesmo patrón; y antes que nos partiésemos de aquel puerto hizo este caballero dos sonetos a manera de epitafios, el uno d la Goleta y el otro al fuerte.”

De esta manera se pasará al capítulo siguiente.




Capítulo cuadragésimo

El capítulo se inicia con los dos sonetos compuestos por Pedro de Aguilar en homenaje a la Goleta y al fuerte. Con esto se cierra la crónica histórica y se abre la aventura amorosa del cautivo, que podríamos calificarla de novela bizantina.  

Los sonetos los recita don Fernando que resulta ser el hermano de Pedro de Aguilar. Esta coincidencia añade verosimilitud al relato del cautivo.

Los sonetos, con los que comienza el capítulo, no son un mero elemento para adornar el relato, sino que imprimen un carácter trágico que influye en toda la narración.

“Y esta vuestra mortal, triste caída 
entre el muro y el hierro, os va adquiriendo
fama que el mundo os da, y el cielo gloria”


“De entre esta tierra estéril, derribada, 
destos terrones por el suelo echados, 
las almas santas de tres mil soldados
subieron vivas a mejor morada,”


Además, en este punto de la narración hay algunos datos históricos que se alteran y no se pueden tomar como fiables. En concreto, la fecha de la muerte de Uchalí, que murió en 1587 y no a los pocos meses del suceso de la Goleta que se produjo en 1574.

Asimismo, el cautivo recuerda a un tal Saavedra. Con esto, se refiere al propio Cervantes y a sus cinco años de cautiverio en Argel, de 1575 a 1580, a sus intentos de fuga y las veces que el rey Hasán Bajá le perdonó la vida. Esta parte de la narración tiene estrecha relación con la obra de Cervantes Los baños de Argel.

Será sobre todo a partir de este momento que el relato, que ya no es fiable históricamente se torna en novela bizantina, en la que los enamorados vivirán mil aventuras hasta poder estar a salvo. 

La huída se preparará con la ayuda de un renegado y mucho dinero para comprar una barca y otras cosas necesarias.

También, se mezcla el tema religioso, que dará lugar a la huída del cautivo con Zoraida y otros hombres.

El relato llega un momento que se centra especialmente en Zoraida, como dama misteriosa y convertida al cristianismo por una criada que le hablaba de la Virgen y le enseñó a rezar.

Tanta era su fe, que fue capaz de traicionar a su padre, aunque no quisiera hacerle sufrir. Para hacerlo notar, Cervantes pone en boca de Zoraida la palabra árabe “marfuces” que significaba traidores. Con esto Cervantes quiere indicar que ella tiene los mismos prejuicios hacia los árabes que cualquier cristiano. 

Durante el relato, Cervantes añade palabras árabes y turcas que añaden multiculturalidad y colorido lingüístico.

Así en la carta que Zoraida escribe al cautivo dice:

“Mira tú si puedes hacer cómo nos vamos, y serás allá mi marido, si quisieres, y si no quisieres, no se me dará nada, que Lela Marién me dará con quien me case. Yo escribí esto; mira a quién lo das a leer: no te fíes de ningún moro, porque son todos marfuces.”

Incluso en esta historia de Zoraida, Cervantes sigue utilizando elementos de su propia vida. Esta podría identificarse con la hija de Agi Morato que era un renegado, que Cervantes conoció en su vida en Argel. Aunque la historia de Zoraida y Zahara no llevan el mismo rumbo, ni tienen el mismo final.

Todos estos elementos, tanto lo histórico como lo literario y lo autobiográfico, son los que conforman esta historia del cautivo, que como en toda la obra del Quijote se van mezclando los hechos reales con los imaginarios. 




Capítulo cuadragésimo primero

En este capítulo continúa y termina la aventura del cautivo. 

El cautivo narra a los presentes en la venta, todas las peripecias vividas hasta llegar hasta allí. Desde el encuentro con Zoraida en el jardín de casa de su padre, hasta el viaje en barco y finalmente la llegada a España, con todas las vicisitudes vividas durante el periplo.

Resulta muy teatral y casi operística la escena vivida en el jardín, cuando el padre sorprende a Zoraida en una actitud demasiado cercana al cautivo y esta finge haberse desmayado.

En esta escena del jardín aparece un elemento autobiográfico de la vida de Cervantes. 

“Respondíle que era esclavo de Arnaute Mamí (y esto porque sabía yo por muy cierto que era un grandísimo amigo suyo)”

Arnaute Mamí era el comandante de los corsarios que capturaron la galera donde iba Cervantes de regreso a España, desde su cautiverio.

Asimismo, Cervantes habla de la lengua, refiriéndose a la lengua franca. Esta era castellano, turco y árabe para que todos se entendieran. Cervantes quiere reflejar el ambiente que él mismo había vivido durante su cautiverio. 

También, se viven momentos intensos de dramatismo, cuando el padre descubre que su hija es complice de aquel aparente secuestro y robo. Incluso, el lector no sabrá de parte de quien ponerse.

Este episodio es uno de los más dramáticos del Quijote. 

“Viéndose, pues, Zoraida ya en la barca, y que queríamos dar los remos al agua, y viendo allí a su padre y a los demás moros que atados estaban, le dijo al renegado que me dijese la hiciese merced de soltar a aquellos moros y de dar libertad a su padre, porque antes se arrojaría en la mar que ver delante de sus ojos y por causa suya llevar cautivo a un padre que tanto la había querido.”

Zoraida queda como la “mala mujer cristiana” y como la redentora por la salvación del grupo de cristianos. Este fragmento muestra, en parte, el conflicto entre las dos culturas. Además, Cervantes quería mostrar también que la liberación del cautiverio no era cosa fácil. Hacían falta muchas peripecias, valor y dinero para poder escapar. 

Zoraida se ve obligada a traicionar a su padre y sufrir el dolor que esto le produce, por un interés más alto: lo hace por su fe.

En este fragmento Cervantes hace una alusión a la leyenda medieval, en la que don Rodrigo, último rey visigodo, deshonra a la hija del conde moro don Julián, que para vengarse ayudo a los árabes en su conquista de España.

Zoraida, en la elección de su destino adquiere una actitud quijotesca, pasando por encima de todas las dificultades con tal de conseguir su objetivo con gran fuerza y entusiasmo, aunque algunas veces también de forma dramática, como el secuestro de su padre.

“–¿Es verdad lo que este dice, hija?, dijo el moro. –Así es, respondió Zoraida. –¿Qué, en efecto –replicó el viejo–, tú eres cristiana, y la que ha puesto a su padre en poder de sus enemigos? A lo cual respondió Zoraida: –La que es cristiana, yo soy; pero no la que te ha puesto en este punto; porque nunca mi deseo se extendió a dejarte ni a hacerte mal, sino a hacerme bien. Y–¿qué bien es el que te has hecho, hija? –Eso –respondió ella– pregúntaselo tú a Lela Marién; que ella te lo sabrá decir mejor que no yo.”

Casi al final del capítulo, cuando se encuentran ya en tierra Española se produce una anagnórisis o reconocimiento. Este es uno de los rasgos típicos de la novela bizantina. 

“¡–Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena parte nos ha conducido! Porque, si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez Málaga; si ya los años de mi cautiverio no me han quitado de la memoria el acordarme que vos, señor, que no preguntáis quién somos, sois Pedro de Bustamante, tío Mío.”






10 de noviembre de 2017

Don Quijote de la Mancha – Capítulos 33 al 36 de la primera parte

Capítulo trigésimo tercero
El capítulo comienza con la lectura de la novela que alguien dejó abandonada en la venta.  Suponemos que aquí se hace una clara alusión a Cervantes. Creemos que fue Cervantes el que se dejó olvidado el manuscrito de la novela en la venta.
Esta novela está intercalada en el Quijote a lo largo de los capítulos treinta y tres, treinta y cuatro y treinta y cinco, que forman una unidad. 
Aunque, hemos visto ya, que en el Quijote hay otras obras intercaladas, esta es realmente la única absolutamente independiente de la trama principal. 
Las anteriores historias intercaladas, tenían algo que ver con los personajes del Quijote, estaban en el mismo mundo. Pero, el mundo del Curioso Impertinente es un mundo de novela independiente de la trama principal. Incluso, debemos advertir que don Quijote ni siquiera estaba sentado en la habitación escuchando la historia. Esta novela le es absolutamente ajena. El resto de personajes está asistiendo a la lectura del Curiosos Impertinente mientras don Quijote duerme.
La novela es de ambiente italiano, sucede en Florencia. En un principio el relato parece una novelita italiana que sigue la estructura de las obras de Bocaccio, característica del renacimiento muy del gusto de los lectores, con una infidelidad y un triángulo amoroso. En un principio parece tratarse de una recreación de el cuento de los dos amigos que aparece en el Decameron. Pero, a medida que se va desarrollando la historia la novelita se transforma y deja de tener el aire jocoso de las novelas de Bocaccio y se va transformando en algo nuevo que plantea un problema moral y necesita un tono trágico y serio. Este relato podría incluirse en las Novelas Ejemplares de Cervantes. 
Anselmo duda de la fortaleza moral de su esposa y le propone a su amigo Lotario tentarla. Efectivamente, después de mucha resistencia Camila cae en la trampa. Los amantes ocultan al esposo el resultado real de la prueba, pero Leonela, la criada, termina por contarle a Anselmo la verdad lo que desencadenará el final trágico de la obra.
Quizá Cervantes quería demostrar la debilidad de carácter de las mujeres. En esta novelita se pone de manifiesto la inferioridad moral del carácter de la mujer frente al hombre. Idea predominante en la época. 
Pero, si miramos la obra con más detenimiento, veremos que Cervantes descalifica en numerosas ocasiones la decisión de someter a Camila a aquella prueba de moral. 
Cervantes quiere demostrar que la perfección moral no existe y que la idea de Anselmo era una insensatez. No es más débil moralmente el hombre que la mujer. Lotario también cae en la trampa enamorándose de Camila. 
Finalmente, la única que resulta realmente responsable no es la mujer. Lotario también cae en la trampa. Camila cae en la tentación. pero tiene la fortaleza de carácter para querer mantener las cosas como están, de una forma razonable. Son los hombres insensatos los que acaban destrozando la historia de amor. A Anselmo se le califica de loco por su idea de la prueba moral y Lotario pierde los papeles al enamorarse da Camila. 
En definitiva, la locura de Anselmo consigue destrozar las vidas de tres personas. La ejemplarización que nos ofrece Cervantes en esta novela, no es tanto el problema del adulterio, ya que él piensa que hay que contar con la naturaleza humana y no se puede pedir la perfección, sino que condena la actitud de Anselmo, que por exigir de su mujer un ideal inalcanzable termina con la felicidad del matrimonio y de los amigos.
El discurso que hace Lotario cuando Anselmo le cuenta su propósito es un anticipo del Discurso de las armas y las letras que realizará don Quijote más adelante.
En el capítulo se hacen alusiones a otras obras literarias. Esto es un elemento frecuente a lo largo de toda la obra. Una de estas alusiones se da cuando Lotario cita una estrofa traducida por Cervantes del poema religioso Las lágrimas de San Pedro del poeta napolitano Luigi Tansillo.
En la novelita se alude, también, a dos episodios narrados por Ariosto en su Orlando Furioso, que cuentan la historia de un caballero que invita a cenar a Reinaldo de Montalbán y le propone beber de un vaso mágico que indica a los maridos si sus mujeres les han sido infieles. Reinaldo rechaza la invitación y el caballero llora porque el sí había constatado la infidelidad de su mujer.  Al día siguiente el barquero del río Po cuanta a Reinaldo la historia de un doctor llamado Anselmo, que había sido víctima de aquella prueba.
Asimismo, encontramos una alusión a la fábula mitológica en la que Júpiter, enamorado de Dánae, a la que su padre tenía encerrada en una torre, se transforma en lluvia de oro para que este pudiera disfrutarla.
Capítulo trigésimo cuarto
El capítulo comienza con la carta que Camila escribe a Anselmo pidiéndole que vuelva cuanto antes, sino ella se verá obligada a ir a casa de sus padres con el fin de preservar su honor.  De esta manera, Anselmo se da cuenta de que Lotario ha comenzado su estrategia y pide a Camila que permanezca en su casa a la que él regresará en breve.
Esta carta, en cierta manera, recuerda a la enviada en el capítulo veintisiete por Luscinda a Cardenio. 
Debemos fijarnos en la utilización de términos bélicos, en la carta. 
“Así como suele decirse que parece mal el ejército sin su general y el castillo sin su castellano…”
Más adelante, encontramos un soneto. Este soneto, con alguna modificación, aparecía ya en la comedia cervantina La casa de los celos. El tema del soneto es la queja del enamorado por la indiferencia de la amada. Este tema es muy frecuente en al lírica amorosa de la época. 
Aquí, encontramos también, juegos con letras muy característicos del momento. El juego de las cuatro eses: sabio, solo, solícito y secreto. Además, encontramos el juego con el abecedario. Este juego de ingenio del abecedario de amor era muy frecuente.
La inclusión de novelas dentro de las novelas es un recurso muy utilizado en la historia de la literatura. En este caso al tomar a Anselmo, Lotario, Camila y Leonela como personajes de ficción ayuda a dar un sentido de realidad a los personajes que están escuchando la historia y por tanto al Quijote. 
En este capítulo encontramos, también, alusiones a otras obras literarias:
Encontramos una alusión irónica a Penélope, personaje de la Odisea, esposa de Ulises, símbolo de la fidelidad conyugal.
Además, hace alusión a la leyenda de Lucrecia y Tarquino, que también llegan a un final trágico movido por asuntos amorosos.
El capítulo finaliza de una manera desconcertante. Parece el final de la historia pero quedan detalles abiertos que crean una sensación de suspense.
Capítulo trigésimo quinto
La lectura del Curioso Impertinente se ve interrumpida por la batalla que libra don Quijote con el gigante que persigue a la princesa Micomicona.
Todos los que estaban escuchando la novela se quedan con las ganas de conocer el final de esta, que se vislumbra trágico.
La historia principal del Quijote queda interrumpida por la historia de Dorotea y esta por la del Curioso Impertinente las acciones se van a ir cerrando en distinto orden. Primero se cierra la historia del Curiosos impertinente, después la de Dorotea y finalmente retomaremos la historia principal del Quijote. 
¿Por qué Cervantes introduce esta novelita en su trama principal? ¿Qué tiene que ver la novelita con la obra del Quijote?
Lo primero que debemos notar es que tanto el Quijote como el Curiosos Impertinente están protagonizadas por dos locos que buscan un ideal que no existe. Los dos personajes están tan dentro de su locura que pierden la noción de la realidad y en ocasiones la noción del orden en el mundo real.
La diferencia de las dos tramas y de los dos personajes principales estriba en que la locura de don Quijote no hace daño a nadie y tiene tintes cómicos, mientras que la locura de Anselmo tiene tintes trágicos y provoca una destrucción total de la situación.
La novelita queda también interrumpida por la aparición de don Quijote y Sancho y la lucha de este contra los cueros de vino que toma por el gigante que persigue a la princesa Micomicona, en la realidad Dorotea. Esto vuelve a traer a don Quijote al primer plano de la historia que lo había perdido, al dárselo a la trama del Curioso impertinente.
En esta lucha de don Quijote contra el gigante, ninguno de los elementos que aparecen son reales salvo la espada que hace el papel de conector entre la realidad y la ficción.
La sangre era vino, la camisa era la coraza, el gorro de dormir hace de yelmo, la manta de escudo y lo más sobresaliente es que los cueros de vino hacen de gigante, pero la espada hace de espada.
Aquí el proceso de quijotización de Sancho es muy relevante cuando este dice: 
“mirad si ha matado y salado ya mi amo al gigante! ¡Cierto es ello; mi condado está seguro y hecho a mi medida!.
Esta estructura no es casual, Cervantes ha querido que las historias que teníamos, en este momento sin resolver, lo hicieran de esta manera y con esta estructura pensada. Todo esto, para producir en el lector distintos sentimientos y sensaciones de realidad y ficción.
La historia que se cerrará primero será la del Curioso impertinente, después el enredo ente Dorotea, Fernado, Luscinda y Cardenio y no retomará la acción principal hasta el capítulo 44 de esta primera parte.
Algunos críticos han hablado de la pertinencia o no de intercalar esta novela en la obra. Hans-Jörg Neuscháfer dice que la historia del Curiosos impertinente podría ser un exemplum que completa y explica el sentido de la acción principal y del libro entero.
Como ya hemos dicho, lo primero que se cierra es la historia del curioso impertinente. El desenlace de la novelita traerá la desgracia para los tres personajes principales, causada por la curiosidad de Anselmo, que antes de morir reconoce su culpa y disculpa a Camila. Este final no es el habitual en las novelas de la época, donde una infidelidad se zanjaba con un duelo. 
Este final es muy similar al de la novela ejemplar de Cervantes El celoso extremeño.
Capítulo trigésimosexto
El epígrafe del capítulo no se corresponde con la realidad de los hechos que se narran en él. La batalla de los cueros no sucede en este capítulo sino en el anterior.
Aquí, conoceremos el desenlace de la historia de Cardenio en la venta Palomeque, que servirá de escenario a muchos de los sucesos ocurridos en esta primera parte del Quijote. En este escenario se resolverán los amores de varias parejas que quedarán en la historia del Quijote pero que no volverán a aparecer. 
En la venta están presentes Dorotea, Cardenio, Sancho Panza y el barbero. Más adelante llegarán nuevos personajes con los rostros cubiertos con antifaces negros, lo que creará una situación de suspense, que Cervantes ya ha utilizado anteriormente. 
Dorotea sufrirá un desmayo al reconocer a don Fernando y Cardenio reconocerá la voz de Luscinda. Dorotea realizará un discurso para don Fernando, en el que expresará su amor por encima de los problemas de honor, que se había producido en esta situación. Dorotea permanecerá arrodillada ante su señor, pero don Fernando la levantará y reconocerá su arrepentimiento: 
“Levantaos, señora mía; que no es justo que esté arrodillada a mis pies la que yo tengo en mi alma; y si hasta aquí no he dado muestras de lo que digo, quizá ha sido por orden del cielo, para que viendo yo en vos la fe con que me amáis, os sepa estimar en lo que merecéis. Lo que os ruego es que no me reprehendáis mi mal término y mi mucho descuido, pues la misma ocasión y fuerza que me movió para aceptaros por mía, esa misma me impelió para procurar no ser vuestro. Y que esto sea verdad, volved y mirad los ojos de la ya contenta Luscinda, y en ellos hallaréis disculpa de todos mis yerros; y pues ella halló y alcanzó lo que deseaba, y yo he hallado en vos lo que me cumple, viva ella segura y contenta luengos y felices años con su Cardenio, que yo rogaré al cielo que me los deje vivir con mi Dorotea”
Cervantes tiene en este capítulo dos de los varios descuidos que encontramos en la obra.  Uno de ellos es que Fernando y Cardenio ya se habían reconocido anteriormente al comienzo del capítulo, como también se habían reconocido Cardenio y Luscinda. El otro descuido es la ubicación de don Quijote en la venta. En el capítulo 32 se había dicho que don Quijote se había acostado, donde habían ocurrido los altercados con Maritornes, el arriero y Sancho (capítulo 16), pero esto ocurrió en el desván y Cardenio no subió a aquel aposento, sino que se quedó al lado del portal, porque, de otra forma, no podría explicarse que este estuviese tan cerca de los que hablaban en el portal:
“Oyó estas razones Cardenio bien clara y distintamente, como quien estaba tan junto de quien las decía, que sola la puerta del aposento de don Quijote estaba en medio”
Dorotea en su discurso hace mención, también, a la transmisión del linaje que, en este caso, según se establecía en las Partidas de Alfonso X el Sabio, en Castilla, por su tradición histórica, la nobleza del linaje no la transmitían las mujeres sino los varones.
“Y si te parece que has de aniquilar tu sangre por mezclarla con la mía, considera que pocas o ninguna nobleza hay en el mundo que no haya corrido por este camino, y que la que se toma de las mujeres no es la que hace al caso en las ilustres descendencias”
Toda esta situación se produce como si fuera una representación teatral ante un público compuesto por las demás personas que se hallaban en la venta, que además opinan sobre la situación. Aquí se produce una situación de anagnórisis, los protagonistas se reconocen y esto hace que la situación cambie.
“Pero a esta sazón acudieron los amigos de don Fernando, y el cura y el barbero, que a todo habían estado presentes, sin que faltase el bueno de Sancho Panza, y todos rodeaban a don Fernando, suplicándole tuviese por bien de mirar las lágrimas de Dorotea, y que siendo verdad, como sin duda ellos creían que lo era, lo que en sus razones había dicho que no permitiese quedase defraudada de sus tan justas esperanzas”
De esta forma concluirá la historia de Cardenio, Luscinda, Dorotea y Fernando, entre el llanto y la admiración de todos los que presenciaron la escena.
Luscinda y Cardenio se arrodillaran a los pies de don Fernando cumpliendo el ritual de Vasallaje. Los vasallos se arrodillan ante el caballero. De esta forma se cumple el amor cortés feudal. La historia termina con un final feliz muy al estilo de Cervantes.
Una vez finalizada la historia de Luscinda, Cardenio, Dorotea y Fernando, vuelve la realidad de la historia principal de la novela, lo que provoca una situación de tristeza, debida a que Sancho se da cuenta de que la historia de Micomicona se esfuma y sus aspiraciones con ella. 
“Hasta Sancho Panza lloraba, aunque después dijo que no lloraba él sino por ver que Dorotea no era, como él pensaba, la reina Micomicona, de quien él tantas mercedes esperaba.”

20 de julio de 2017

Capítulos del 28 al 32

Capítulo vigésimo octavo

Comienza la cuarta parte del Quijote. Estas cuatro partes son de extensión desigual y su estructura en partes no obedece a ninguna razón particular, ni por hilo argumental, ni por aventura o viaje.

Aquí, Dorotea cuenta ella misma los hechos en los que se ve involucrada. Esta es la tercera historia de amor que aparece introducida en la obra. 

Cuando Cardenio oye contar la historia a Dorotea se siente perturbado y el cura y el barbero se dan cuenta de esto, aunque piensan que el motivo de su perturbación no tiene nada que ver con el motivo real. 

Los hechos que cuenta Dorotea constituyen el relato complementario al que había narrado anteriormente Cardenio.

Dorotea aparece vestida de labrador lavándose los pies en un arroyo y sollozando por su triste destino.

El cura y el barbero le ruegan que les cuente lo que le pasa y de esta forma ella comienza su relato en primera persona.

Al comienzo de la historia, a través de la voz de Dorotea, Cervantes muestra algunas de las características de la sociedad de la época.

“Deste señor son vasallos mis padres, humildes en linaje, pero tan ricos, que si los bienes de su naturaleza igualaran a los de su fortuna, ni ellos tuvieran más que desea ni yo temiera verme en la desdicha en que me vio; porque quizá nace mi poca ventura de la que no tuvieron ellos en no haber nacido ilustres. Bien es verdad que no son tan bajos que puedan afrentarse de su estado, no tan altos que a mí me quiten la imaginación que tengo de que de su humildad viene mi desgracia. Ellos, en fin, son labradores, gente llana, sin mezcla de alguna raza mal sonante y como suele decirse, cristianos viejos ranciosos, pero tan ricos, que su riqueza y magnifico trato les va poco a poco adquiriendo nombre de hidalgos y aun de caballeros.” 

Dorotea habla de sus padres y de algunos elementos que en aquel momento resultaban fundamentales: el dinero, el linaje, la raza y la cuestión religiosa. Se tiene que tener en cuenta  que la limpieza de sangre, por la que se distinguían las familias de cristianos viejos sin mezcla de sangre y las familias de cristianos nuevos o conversos, que eran descendientes de judíos o de musulmanes convertidos a la fe cristiana, era, en muchas ocasiones, decisiva.

La reacción que tiene Dorotea ante la adversidad amorosa es completamente distinta a la de Cardenio o a la de Luscinda. 

Cardenio entra en desesperación y se muestra indeciso ante la adversidad. Además, deja pasar siempre las oportunidades que se le presentan. Luscinda se muestra pasiva ante la contrariedad. Pero, Dorotea va en busca del sinvergüenza de Felipe y al enterarse de la nulidad del matrimonio de este se retira a la sierra pero no con desesperanza, sino todo lo contrario. Dorotea huye para preparar su enfrentamiento con Fernando y se esconde presa de la vergüenza por la situación frente a sus padres.

Hay que reseñar el erotismo velado que encierra la escena de la aparición de Dorotea lavándose los pies. Además, la escena tiene también elementos de suspense y misterio. En un principio, sólo se oye su lamentosa voz. Después, aparece con su disfraz de labrador y finalmente, aparece la hermosura de sus pies con su fina y blanquísima piel, elemento por el que sus observadores se dan cuenta de que se trata de una mujer y no de un labrador. 

“Traía ansimesmo unos calzones y polainas de paño pardo, y en la cabeza una montera parda. Tenía las polainas levantadas hasta la mitad de la pierna, que sin duda alguna, de blanco alabastro parecía. Acabóse de lavar los hermosos pies, y luego, con un paño de tocar, que sacó debajo de la montera, se los limpió; y al querer quitársele, alzó el rostro, y tuvieron lugar los que mirándole estaban de ver una hermosura incomparable, tal, que Cardenio dijo al cura, con voz baja: 
–Ésta, ya que no es Luscinda, no es persona humana, sino divina. 
El mozo se quitó la montera y, sacudiendo la cabeza a una y a otra parte, se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos, que pudieran los del sol tenerles envidia. Con esto conocieron que el que parecía labrador era mujer, y delicada, y aun la más hermosa que hasta entonces los ojos de los dos habían visto…”

Rodríguez Marín, escritor y experto en Cervantes, nacido en Osuna en 1855, afirma que Cardenio y su episodio estaban basados en un episodio real. Dorotea alude a Osuna, de donde toma el nombre la casa ducal de Osuna. Cardenio, en la obra de Cervantes, eran natural de Córdova y Osuna está a poca distancia de esta.

“–En esta Andalucía hay un lugar de quien toma título un duque, que le hace uno de los que llaman grandes en España. Éste tiene dos hijos: el mayor, heredero de su estado y, al parecer, de sus buenas costumbres, y el menor, no sé yo de qué sea heredero, sino de las traiciones de Vellido y de los embustes de Galón. Deste señor son vasallos mis padres…”

Dorotea en su discurso utiliza juegos de palabras como:

“Y como no siempre la fortuna con los trabajos da los remedios, no hallé derrumbadero ni barranco de donde despeñar y despenar al amo…”

“Apretóme más entre sus brazos, de los cuales jamás me había dejado. Y con esto, y con volverse a salir del aposento mi doncella, yo dejé de serlo y él acabó de ser traidor y fementido.”




Capítulo vigésimo noveno

El final del capítulo anterior se encadena con el principio de este, interrumpido exclusivamente por el título del capítulo. Esto favorece el dinamismo de la obra y su fluidez.

La narración de Dorotea viene a completar la de Cardenio, Luscinda y Fernándo y Dorotea. Esta novela amorosa se cuenta en siete fragmentos distintos intercalados en la narración del Quijote.

Con la historia de Dorotea comienza una nueva fase, ya no es don Quijote el que decide sus aventuras sino que las aventuras están pensadas por los otros. Como decía Unamuno aquí comienza la parte triste del Quijote. 

Además, Dorotea realiza una actuación perfecta debido a su profundo  conocimiento de los libros de caballerías. Ella había confesado al cura y a Cardenio que, algunas veces, le gustaba leer pero algún libro devoto. Ahora, revela que realmente le gustan y ha leído muchos libros de caballerías.

“A lo cual dijo Dorotea que ella había la doncella menesterosa mejor que el barbero, y más, que tenía allí vestidos con que hacerlo al natural, y que la dejasen el cargo de saber representar todo aquello que fuese menester parra llevar adelante su intento porque ella había leído muchos libros de caballerías y sabía bien el estilo que tenían las doncellas cuitadas cuando pedían sus dones a los andantes caballeros”

La historia amorosa de Dorotea, Fernando, Cardenio y Luscinda entra en este momento en relación con la historia principal de la obra, se conecta con las aventuras de don Quijote. Dorotea al hacerse pasar por una dama en apuros que pide ayuda a don Quijote pasa a ser parte de la trama principal.

En relación con el nombre que adquiere Dorotea, princesa Micomicona, podría tener un doble sentido. Primero, al pensar un nombre para Dorotea Cervantes pensó en un nombre digno de una novela de caballerías y buscó un nombre exótico. Además, Cervantes, probablemente, tuvo en cuenta que mico significa engañar y que Dorotea había sido engañada. Debido a esto, el nombre le ajusta perfectamente. 

En realidad, el nombre reitera el engaño y debería significar doblemente engañada. Esto se ajusta a un suceso posterior en la trama.

El segundo sentido del nombre podría tomarse en su sentido de mico como mono y este como símbolo de la sensualidad.

Dorotea alaba a don Quijote por su valía como caballero y el contesta con falsa modestia diciendo que la adulación ofende a sus “castas orejas” y además se siente avergonzado de tener que confesar que fue él el que liberó a los galeotes, cosa que “no osaba decir”.

En todo el fragmento Dorotea adquiere el habla caballeresca y de igual manera se producen las respuestas de don Quijote. Esto aumenta la comicidad de la situación.

A partir de este momento, se desarrollará una ficción dentro de otra, con el fin de intentar sacar a don Quijote de Sierra Morena.

Don Quijote pone tres condiciones para ayudar a la dama, siguiendo el código de los caballeros: Rey, patria y dama. 

“–Yo vos le otorgo y concedo –respondió don Quijote–, como no se haya de cumplir en daño o mengua de mi rey, de mi patria y de aquella que de mi corazón y libertad tiene la llave.”

El elemento religioso lo incluirá en oraciones posteriores.

“que con la ayuda de Dios y la de mi brazo, vos os veréis presto restituida en vuestro reino.”

“Vamos de aquí, en el nombre de Dios, a favorecer esta gran señora.”

En Este capítulo Sancho Panza será engañado. El engaño se produce con cierta facilidad ya que el cura y el barbero le habían tenido anteriormente al corriente de los planes de engaño para don Quijote y ahora se confía. Lo humorístico y poco verosímil es que Sancho crea verdadera una situación tan similar a la que habían preparado anteriormente para atraer a don Quijote fuera de la sierra.

“–Esta hermosa señora –respondió el cura–, Sancho hermano, es, como quien no dice nada, es la heredera por línea recta de varón del gran reino de Micomicón, la cual viene en busca de vuestro amo a pedirle un don, el cual, es que la deshaga un tuerto o agravio que un mal gigante le tiene fecho; y la fama que de buen caballero vuestro amo tiene por todo lo descubierto, de Guinea ha venido a buscarle la princesa.”

Asimismo, en este episodio podemos ver el interés que tenía Sancho por vivir una vida tranquila. Para esto, tenía que conseguir una buena situación económica. Aquí vemos la quijotización de Sancho que quiere creer en la historia de Micomicona. Se hace la ilusión de que va a poder traer esclavos negros a España para venderlos y de esta manera hacerse una buena posición económica.

“Con lo que quedó tan contento Sancho cuanto el cura admirado de su simplicidad, y de ver cuán encajados tenía en la fantasía los mesmos disparates que su amo, pues sin alguna duda se daba a entender que había de venir a ser emperador.”

“–¿Qué se me da a mí que mis vasallos sena negros? ¿Habrá más que cargar con ellos y traerlos a España, donde los podré vender, y adonde me los pagarán de contado, de cuyo dinero podré comprar algún título o algún oficio con que vivir descansado todos los días de mi vida?”

En la parte final del episodio, donde vemos la ¨caída de las barbas” del barbero, don Quijote finge creerse lo que le relatan pero se da perfecta cuenta del engaño. Nótese que en ningún momento habla de muelas sino de barbas. Al fingir don Quijote no enterarse de nada deja en evidencia la estupidez del cura, que resulta ser el engañador engañado.

Don Quijote dice:

“–¡Vive Dios, que es gran milagro éste! ¡Las barbas le ha derribado y arrancado del rostro, como si las quitaran a posta!

Al final del capítulo vuelve a aparecer la historia de los galeotes liberados por don Quijote y este empieza a darse cuenta de que aquella aventura le puede traer dificultades.

“Y es lo bueno que es pública fama por todos estos contornos que los que nos saltearon son de unos galeotes que dicen que liberó, casi en este memo sitio, un hombre tan valiente que  a pesar del comisario y de las guardas, los soltó a todos; y, sin duda alguna, él debía de estar fuera de juicio, o debe de ser tan grande bellaco como ellos, o algún hombre sin alma y sin conciencia, pues quiso soltar al lobo entre las ovejas…”

“Habíales contado Sancho al cura y al barbero la aventura de los galeotes, que acabó su amo con tanta gloria suya, y por esto cargaba la mano el cura refiriéndola, por ver lo que hacía o decía don Quijote, al cual se le mudaba la color a cada palabra, y no osaba decir que él había sido el libertador de aquella buena gente.”



Capítulo Trigésimo 

El capítulo comienza con la disparidad de criterios a cerca de la liberación de los galeotes.

En el capítulo anterior, este suceso se ha calificado de asalto al orden público. Pero, aquí, y desde el punto de vista del código caballeresco, don Quijote hizo lo que este código le pedía. 

“–Pues mía fe, señor licenciado, el que hizo esa fazaña fue mi amo, y no porque yo no le dije antes y le avisé que mirase lo que hacía, y que era pecado darles libertad, porque todos iban allí por grandísimos bellacos.

–Majadero –dijo a esta sazón don Quijote–, a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera, o están en aquella angustia, por sus culpas o por sus gracias; sólo le toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas, y no en sus bellaquerías.”

Al principio, nos sorprende también su falta de tino al afirmar el valor de su espada cuando no la lleva. Él mismo, más adelante declarará que no puede usar la espada porque Ginés de Pasamonte se la quitó.

“y esto le haré conocer con mi espada, donde más largamente se contiene.”

Con un elemento lingüístico Cervantes enfatiza el juego de perspectivas que comienza con las distintas opiniones sobre la liberación de los galeotes. Este juego se ve reforzado con algunos elementos lingüísticos. Cuando habla del Yelmo de Mambrino que para don Quijote es Yelmo y para Sancho es bacía de barbero, cuando se sustituye por un pronombre Cervantes la sustituye por la y no por él.

“Y esto dijo afirmándose en los estribos y calándose el morrión, porque la bacía de barbero, que a su cuenta era el yelmo de Mambrino, llevaba colgado del arzón delantero, hasta adobarla del mal tratamiento que la hicieron los galeotes.”

Aparecen algunos errores geográficos por parte de Dorotea/Micomicona que habla de España como parte de La Mancha y otorga a Osuna un puerto de mar. Esto incrementa el sentido humorístico de la burlona escena.

“y yo he acertado en encomendarme al señor don Quijote, que él es por quien mi padre dijo, pues las señales del rostro vienen con las de la buena fama que este caballero tiene no sólo en España, pero en toda La Mancha, pues apenas me hube desembarcado en Osuna, cuando oí decir tantas hazañas suyas”

Asimismo, como en tantas otras ocasiones Sancho deforma el idioma llamando Pandahilado al gigante Pandafilando. La confusión puede venir de la evolución de la f arcaica a la h. Además, podría haber una relación entre “pando” , encorvado o lento, y “raspahilando”, corriendo, huyendo, en el habla rústica de la época. Además Pandafiando rima con Fernando y podría estar relacionado con “panda”, término emparentado con pandilla y “apandillar” que en germanía significaba hacer fullerías, torcerse o “apandar,” tomar algo para sí.

Debemos resaltar también, que al igual que en el episodio de los batanes, cuando don Quijote se enfada con Sancho le habla de vos y cuando se le pasa el enfado vuelve a hablarle de tú.

“–¿Pensáis –le dijo a cabo de rato–,  villano ruin, que ha de haber lugar siempre para ponerme la mano en la horcajadura y que todo ha de ser errar vos y perdonaros yo?”

“Y ¿no sabéis vos, gañán, faquín, belitre…”

Pero a continuación:

“–Ahora te disculpo –dijo don Quijote–, y perdóname el enojo que te he dado; que los primeros movimientos no son en manos de los hombres.”

Casi al final del capítulo don Quijote, una vez reconciliado con Sancho, le inunda con una batería de preguntas sobre Dulcinea. Tanto en ese momento, como cuando está enfadado porque ha sentido que Sancho ofenda a Dulcinea,  se pone de manifiesto el amor cortés. 

“que si no fuese por el valor que ella infunde en mi brazo 

Don Quijote también sufre una cierta sanchificación y en este caso es él el que recurre al uso del refrán. 

“–Con todo eso –dijo don quijote–, mira, Sancho, lo que hablas, porque tantas veces va el cantarillo a la fuente…, y no digo más.”

Encontramos intercalado en el texto del capítulo la narración de la recuperación del Rucio escrito en cursiva. Este texto no aparece en la primera edición, pero sí en la segunda que también fue publicada en 1605.



Capítulo trigésimo primero

Aquí, toma relevancia la figura de Dulcinea del Toboso. Aumentando en este tema la ficción sobre la realidad. Dulcinea, realmente, no aparece, pero está presente en la mente de don Quijote y en la del lector, aunque este sabe, en todo momento, que lo que se cuenta de Dulcinea está en la mente de don Quijote pero no en la realidad.

Don Quijote pide a Sancho que le cuente como ha visto a Dulcinea y como ha reaccionado esta. Aunque es imposible que le haya dado tiempo a ir y volver, por eso le pregunta si ha ido y vuelto en volandas. A don Quijote no parece importarle que Sancho le mienta siempre que pueda amoldar las mentiras de Sancho a su ficción.

“¿Sabes de qué estoy maravillado, Sancho? De que me parece que fuiste y veniste por los aires, pues poco más de tres días has tardado en ir y venir desde aquí al Toboso, habiendo de aquí allá más de treinta leguas. Por lo cual me doy a entender que aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo, porque por fuerza le hay, y le ha de haber, so pena que yo no sería buen caballero andante, digo que este tal te debió de ayudar a caminar, sin que tú lo sintieses; que hay sabio déstos que coge a un caballero andante durmiendo en su cama, y sin saber cómo o en qué manera, amanece otro día más de mil leguas de donde anocheció.”

Don Quijote en cada pregunta incluye una respuesta que Sancho va desmontando transformando la imagen idealizada que imagina don Quijote en otra mucho más rústica. 

“¿Y qué hacía aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautivo caballero.

–No la hallé –respondió Sancho– sino ahechando dos hanegas de trigo en un corral de su casa.

–Pues haz cuenta  –dijo don Quijote– que los granos de aquel trigo eran granos de perlas, tocados de sus manos …”

Realmente, Sancho intenta rebajar la imagen de Dulcinea porque intenta que su amo acepte el matrimonio con Micomicona, ya que piensa que eso le traerá beneficios económicos. Aunque se tranquiliza cuando don Quijote le asegura que no tendrá que casarse con ella para conseguir dichos beneficios.

Sancho se inventa una historia para justificar ante don Quijote que realmente ha ido al Toboso y le ha dado la carta a Dulcinea. La historia que cuenta Sancho sobre esta, aunque realmente no la ha visto nunca, es la que parece real.

Don Quijote no quiere sacar a la luz la mentira de Sancho porque si esto se descubre se desmonta su ficción.

Cuando Sancho le dice que Dulcinea le pide que vaya a verla, él intenta cargarse de razones que justifiquen su falta de intención de ir a verla.

“Pero, dejando esto aparte, ¿qué te parece a ti que debo yo de hacer ahora cerca de lo que mi señora me manda que la vaya a ver? Que, aunque yo veo que estoy obligado a cumplir su mandamiento, véome también imposibilitado del don que he prometido a la princesa que con nosotros viene, y fuérzame la ley de caballería a cumplir mi palabra antes que mi gusto.”

Don Quijote practica el amor cortés. Este le explica a Sancho que en el amor cortés el amante es un vasallo de la dama y su obligación es servirla siempre y guardar silencio y secreto sobre los deseos de la amada.

“–Dígote, Sancho –dijo don Quijote, que estás en lo cierto, y que habré de tomar tu consejo en cuanto el ir antes con la princesa que a ver a Dulcinea. Y avísote que no digas nada a nadie, ni a los que con nosotros vienen, de lo que aquí hemos departido y tratado; que pues Dulcinea es tan recatada que no quiere que se sepan sus pensamientos, no será bien que yo, no otro por mí, los descubra.”

Sancho no entiende esta situación

“–Pues si eso es así –dijo Sancho–, ¿cómo hace vuestra merced que todos los que vence  por su brazo se vayan a presentar ante mi señora Dulcinea, siendo esto firma de su nombre que la quiere bien y que es su enamorado?”

En este capítulo encontramos una contradicción: en el capítulo veinticinco Sancho dijo que conocía a Aldonza Lorenzo, dando algunos detalles de la dama y aquí se contradice dando a entender que jamás la había visto.

“Detúvose don Quijote, con no poco gusto de Sancho, que ya estaba cansado de mentir tanto y temía no le cogiese su amo a palabras; porque, puesto que él sabía que Dulcinea era una labradora del Toboso, no la había visto en su vida”

Cervantes es el primer autor que utiliza la reaparición de personajes, aunque fue Balzac el que se atribuyó la invención de este recurso. 

Es el caso de Andrés, el joven que don Quijote creyó que había liberado de los azotes de su amo y también que este había saldado su deuda económica con el joven y esto, realmente, no había sido así. 

Al enterarse don Quijote de que el joven no había cobrado su dinero y que su amo a palos lo había mandado la hospital se siente responsable y quiere ir en busca de este. Sancho le recuerda que tienen otras obligaciones que cumplir primero.

El capítulo está lleno de humor e ironía. Don Quijote cuenta ante los demás como había ayudado al joven hasta que se entera de cual había sido la realidad.  Don Quijote siente aquí vergüenza lo mismo que le había sucedido en el capítulo de los batanes. Se siente ofendido por la ingratitud de Andrés.

“–Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi desgracia, que no será tanta, que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, a quién Dios maldiga, y a todos cuantos caballeros andantes han nacido en el mundo. 

íbase a levantar don Quijote para castigalle, mas él se puso a correr de modo que ninguno se atrevió a seguille. Quedó corridísimo don Quijote del cuento de Andrés, y fue menester que los demás tuviesen mucha cuenta con no reírse, por no acaballe de correr del todo.


Capítulo trigésimo segundo

El capítulo comienza cuando todo el grupo, don Quijote y todos los que le acompañaban llegan de nuevo a la venta. Aquí comienza la segunda estancia de don Quijote y Sancho en la venta de Juan Palomeque.

Al principio del capítulo la ventera le exige al barbero la restitución de la cola de buey donde colgaba su marido el peine. Por la forma en que está expresado se producen unos equívocos picantes.

“–Para mi santiguada, que no se ha aún de aprovechar más de mi rabo para su barba, y que me ha de volver mi cola; que anda lo de mi marido por esos suelos, que es vergüenza ; digo, el peine, que solía yo colgar de mi buena cola.”

Al poco de llegar se suscita la discusión sobre las distintas actitudes y opiniones de varios de los personajes ante las novelas de caballerías. 

El cura se muestra conforme hacia los posibles efectos negativos de la lectura de estas novelas de caballerías que cuentan muchas falacias contraponiéndolas a la veracidad de las biografías autenticas. Esto puede llevar al lector a grandes confusiones, como es el caso de don Quijote.

La novedad de esta discusión en la venta es que no sólo van a opinar personajes cultos sino también gente del pueblo como el ventero, su mujer, etc.

“–No sé yo cómo puede ser eso; que en verdad que, a lo que yo entiendo, no hay mejor letrado en le mundo, y que tengo ahí dos o tres dellos, con otros papeles, que verdaderamente me han dado la vida, no sólo a mí, sino a otros muchos. Porque cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí, las fiestas, muchos segadores, y siempre hay algunos que saben leer, el cual coge uno destos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quita mil canas; a lo menos, de mí sé decir que cuanto oyo decir aquellos furibundos y terribles golpes que los caballeros pegan que me toma ganan de hacer otro tanto, y que querría estar oyéndolos noches y días.”

El ventero disfruta de las novelas de caballerías identificándose, en cierto modo, con el caballero. A la ventera le sirven de distracción y a la hija le gustan las historias sentimentales que se narran en ellas.
El cura y el barbero hacen alusión a el escrutinio de libros efectuado en el capítulo seis. El ventero habla de quemar más libros, esto podría ser un descuido, ya que el debería desconocer este hecho y tal vez pueda ser una errata de “mis libros” en vez de “más libros”. También cabe la posibilidad de que imaginemos que el cura al explicar al ventero, en el capítulo veintisiete, el problema de la locura de don Quijote le contara lo que había pasado con los libros de este.

Cervantes plantea un tema importante. ¿Es bueno que la gente de toda condición lea aunque no sean lecturas cultas? 

También llega a otra conclusión: según las opiniones vertidas por los distintos personajes en este capítulo, el gusto por las distintas facetas que ofrecen las novelas de caballerías no depende de la cultura del lector sino más bien de su sexo o edad.

Lo que también vemos es que esto personajes tienen muy claro lo que es realidad y lo que es ficción y disfrutan de la lectura de las novelas, como puro entretenimiento, sin que les produzca ningún trastorno. 

Al final del capítulo los personajes quedan a la espera de escuchar la novela que algún huésped ha dejado olvidada en la venta: El curioso impertinente.

1 de mayo de 2017

Capítulos del 24 al 27

Capítulo vigésimo cuarto

 La historia de Cardenio que aparece inacabada en este capítulo es el segundo de los relatos intercalados de la obra. 

El relato de esta historia queda interrumpido porque Cardenio habla de la reina Madásima, personaje de Amadís de Gaula y don Quijote no puede evitar salir en su defensa. Este defiende con el mismo ardor a los personajes de los libros de caballerías que a las personas reales. 

En cuanto el Quijote oyó mencionar los libros de caballerías no pudo callar:

“–Con que me dijera vuestra merced, al principio de su historia, que su merced de la señora Luscinda era aficionada a libros de caballerías, no fuera menester otra exageración para darme a entender la alteza de su entendimiento; porque no le tuviera tan bueno como vos señor le habéis pintado, si careciera del gusto de tan sabrosa leyenda: Así que para conmigo, no es menester gastar más palabras en declararme su hermosura, valor y entendimiento; que, con sólo haber entendido su afición la confirmo por la más hermosa y más discreta mujer del mundo.”

Cardenio había advertido que si alguien interrumpía su relato el dejaría la historia en el lugar de dicha interrupción, como así será.

Además, Cardenio interviene de nuevo y dice: 

“ –No se me puede quitar del pensamiento ni habrá quien me lo quite en el mundo, ni quien me dé a entender otra cosa, y sería un majadero el que lo contrario entendiese o creyese sino que aquel ballaconazo del maestro Elisabat estaba amancebado con la reina Madásima.”

A esto don Quijote responde con cólera:

 “–Eso no, ¡voto tal! –respondió con mucha cólera don Quijote, y arrojóle, como tenía de costumbre–; y ésa es una muy gran malicia, o bellaquería, por mejor decir: La reina Madásima fue muy principal señora…”.

En este capítulo Cervantes hace una distinción entre el amor carnal o apetito erótico y el amor verdadero. El primero está encarnado por don Fernando, amigo de Cardenio y segundo hijo de un poderoso conde. Fernando es un hombre frívolo y mujeriego. Este seduce a una bella labradora prometiéndole casarse con ella y después de conseguirla huirá a casa de Cardenio para olvidar aquel capricho y poner tierra de por medio. 

Asimismo, Fernando le pide a Cardenio que le hable de Luscinda. Cardenio le cuenta sobre las cualidades de esta y sobre su hermosura, incluso le dejará verla. 

Cuando Fernando ve a aquella hermosa dama se encenderá su apetito carnal de nuevo. 

Cardenio notando este apetito en Fernando empezará a sentir celos de este.

Cardenio encarna el amor puro y sincero, que defiende por encima de todo a su dama y la respeta.

El relato quedará aquí interrumpido y no sólo interrumpido, sino que se monta una terrible trifulca en la que don Quijote, Sancho y el cabrero saldrán los tres malparados, al encenderse la locura de Cardenio.

Don Quijote comprende que esto ha sido un arrebato de locura y querrá encontrar a Cardenio para que le cuente el final de la historia.

La obra de don Quijote es una obra dinámica y fluida. A esto contribuyen los diálogos para esto Cervantes utiliza constantes encadenamientos entre pregunta y respuesta. La respuesta de don Quijote utiliza en sus primeras palabras los mismos términos que su interlocutor utiliza en su intervención anterior. Esto produce una sensación de fluidez. 

Además, al dinamismo de la obra contribuyen la acumulación de verbos. Vemos, también, que Cervantes utiliza un mismo verbo en distintos tiempos para enfatizar lo que se quiere decir:

“El Caballero del Bosque, que de tal manera oyó hablar al de la Triste Figura, no hacía sino mirarle, u remirarle, y tornarle a mirar de arriba abajo; y después que lo hubo bien mirado, le dijo…”

En este episodio vemos también que Cardenio utiliza la  misma razón que Sancho había utilizado anteriormente para interrumpir una narración. Este recurso le da a la obra una sensación de continuidad estructural.



Capítulo vigésimo quinto

En el título de este capítulo se hace mención a Beltenebros que es el nombre que adopta Amadís de Gaula durante su penitencia en la Peña del Pobre y que se lo puso aconsejado por el ermitaño que vivía allí. El significado de esta palabra es Bel Ténébreux que deriva del francés.

Este capítulo es un receso en la sucesión de aventuras de la obra y podríamos decir que casi hace una función de distribuidor de las mismas. En el aparecen alusiones a episodios pasados y anticipos a episodios futuros, aunque realmente el capítulo está centrado en la penitencia del caballero.

Don Quijote se dispone a hacer penitencia una costumbre muy frecuente entre los caballeros y que él tantas veces había leído en los libros de caballerías.

Asimismo, Sancho ruega a don Quijote que le levante el castigo de silencio que le había impuesto desde la aventura de los batanes. 

Aquí también comenzará el uso constante de refranes por parte de Sancho:

“Muchos piensan que hay tocinos y no hay siquiera las estacas de donde estos cuelgan.”

“Poner puertas al campo.”

“Digan, que de Dios dijeron.”

Don Quijote decide hacer penitencia en la Sierra impulsado por la actitud de Cardenio. En un principio duda si tomar la actitud de Roldán o de Amadís, decantándose finalmente por la de este último, con lo que queda mucho más definida la personalidad que él quiere adquirir.

Como nos dice Riquer, la penitencia en los caballeros era algo frecuente desde Li chevaliers au lion de Chrétien de Troyes de finales del siglo XII y Tristán de Leonís, Lisuarte de Grecia, el caballero del Febo y Rosicler entre otros.

Es verdad, que la inspiración más próxima es Cardenio con su penitencia pero no es menos cierto que toma como modelo a otros caballeros de la literatura que tomaron la misma actitud.

En una Lúcida conversación con Sancho, este se asombra de conocer la auténtica identidad de Dulcinea, Aldonza Lorenzo. Al revelar el nombre de su amada don Quijote la hace vulnerable y Sancho queda sorprendido de que esa dama fuera digna de la admiración y amor de don Quijote, pero este de una forma bastante cuerda reconoce que no le importa como es Dulcinea en realidad porque él en su imaginación la tiene guardada como la desea y para él en su imaginación vale tanto como cualquier dama noble.

Aquí Sancho muestra también su escepticismo a aceptar la bacía de barbero como el yelmo de Mambrino y don Quijote mostrará su idea del perspectivismo, diciendo que lo que a unos les parece una cosa a otros les parecerá otra.

En este episodio, Sancho adapta también algunos nombres a su lenguaje vulgar convirtiendo a Madásima en Magimasa y Elisabat en aquel abad de la misma manera que anteriormente había convertido a Esopo en Guisopete. Esto muestra el contraste lingüístico que existe entre el habla de Sancho que además estará, como ya hemos mencionado anteriormente, llena de refranes y expresiones vulgares con el de don Quijote y su utilización de palabras caballerescas que en muchas ocasiones son arcaicas.

Además, don Quijote revela su intención de convertir su vida en arte. Quiere imitar a Amadís que es un producto de lo artístico. Don Quijote quiere convertir su conducta en la imitación de una obra de arte y diserta sobre esto delante del pobre Sancho que está muerto de hambre, cansancio y miedo y con ganas de volver a su casa. La escena resulta cómica por el contraste que se produce entre los dos personajes.

Don Quijote va a realizar esta penitencia por voluntad propia y por coherencia con la vida que ha decidido seguir pero sin ninguna coherencia con el hilo argumental de la historia. No hay en este caso una relación de causa y efecto. Realmente no llegamos a saber el motivo por el que don Quijote decide hacer la penitencia, más allá de la voluntad del personaje y enmarcada en un contexto que en muchas ocasiones resulta un sin sentido para Sancho y una coherencia con su vida de caballero para don Quijote.

En el capítulo encontramos también una parte del texto escrita entre corchetes y en letra cursiva. Es la narración del robo del rucio de Sancho. El texto está también escrito por Cervantes pero se sabe que lo intercaló el impresor en la segunda edición de 1605 en el capítulo XXIII. En la edición de Hartzenbusch del XIX intercaló el texto en el capítulo XXV, corrigiendo así algunas incoherencias temporales. 

De lo que no se tiene constancia es de si Cervantes contemplaba la posibilidad de incluir este texto en la obra o no. Cervantes realizó múltiples cambios en la obra, cambiando algunos episodios de sitio, lo que podía producir alguna incoherencia. Por lo tanto, el mencionado texto se incluyo en este capítulo, simplemente por no crear problemas en la coherencia textual.



Capítulo vigésimo sexto


El capítulo comienza con don Quijote reflexionando sobre el caballero al que le gustaría emular. Roldán o Amadís. El caballero parece tenderse hacia Amadís.

“…y allí torno a pensar lo que otras muchas veces había pensado, sin haberse jamás resuelto en ello y era que cuál sería mejor y le estaría más a cuento: imitar a Roldán en las locuras desaforadas que hizo, o Amadís en las malencónicas…”

Después de esto se dispone a rezar pero no tenía rosario. Aquí se produce una hipérbole y una ironía sarcástica de las que esta llena la obra. El caballero se dispone a rezar y debe rezar un millón de avemarías y en esta ocasión lo hace tomando una tira de las faldas de la camisa, que no sabemos en que estado estaría y haciendo 12 nudos para componer un rosario improvisado. 

“Mas ya sé que lo más que él hizo fue rezar y encomendarse a Dios; pero, ¿qué haré de rosario, que no le tengo? En esto le vino al pensamiento cómo le haría, y fue que rasgó una gran tira de las faldas de la camisa, que andaban colgando, y diole once ñudos , el uno más gordo que los demás , y esto le sirvió de rosario el tiempo que allí estuvo, donde rezó un millón de avemarías.”

En el capítulo se intercalan tres pares de quintillas. La primera parece tener cierta seriedad pero en la segunda va tomando un tono cómico.

Aquí se producen dos historias que Cervantes nos las quiere presentar en un tiempo simultáneo. Don Quijote se queda en Sierra Morena haciendo su penitencia mientras Sancho emprende su viaje.

“ y será bien dejalle envuelto entre sus suspiros y versos por contar lo que le avino a Sancho panza en su mandadería.”

En el viaje de Sancho continúan las hipérboles humorísticas cuando Sancho se arranca las barbas y cuando compara a los pollinos con castillos.

“Cuando Sancho vio que no hallaba el libro, fuésele parando mortal el rostro; y tornándose a tentar todo el cuerpo muy apriesa, tornó a echar de ver que no le hallaba, y, sin más ni más, se echó entrambos puños a las barbas, y se arrancó la mitad dellas, y luego, apriesa y sin cesar, se dio media docena de puñadas en el rostro y en las narices, que se las bañó todas en sangre. Visto lo cual por el cura y el barbero, le dijeron que qué le había sucedido, que tan mal se paraba.”

En este capítulo se produce el encuentro de Sancho con el barbero y el cura que habían conocido en la venta en la que Sancho había sido manteado.

La comicidad continúa cuando Sancho comienza a recordar la carta de don Quijote a Dulcinea. Lo que recuerda Sancho, no la carta de don Quijote, está lleno de distorsiones idiomáticas y expresiones rústicas. Creando un episodio de gran comicidad.

“Alta y sobajada (sobada, manoseada) señora.
–No diría –dijo el barbero– sobajada, sino sobrehumana o soberana señora”

“Luego, si mal no me acuerdo, proseguía…, si mal no me acuerdo: “El llego y falto de sueó, y el ferido besa a vuestr merced las anos, ingrata y muy desconocida hermosa”, y no sé qué decía de salud y de enfermedad que le enviaba, y por aquí iba escurriendo, hasta que acababa en “Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura”.”

Según dice Salinas, Sancho es un mensajero absurdo, un mensajero que no lleva nada , un sin mensaje. Y en el torpe recuerdo de Sancho, la carta es el esperpento de la de don Quijote.

En este episodio, Sancho sufre en importante proceso de quijotización que se utiliza como recurso de comicidad así como expresiones como arzobispo andante o sin ínsulos ni ínsulas. 

“Dijo también cómo su señor, en trayendo que le trujese buen despacho de la señora Dulcinea del Toboso, se había se poner en camino a procurar cómo ser emperador, o, por lo menos, monarca, que así lo tenían concertado entre los dos; y era cosa muy fácil venir a serlo, según era el valor de su persona y la fuerza de su brazo; y que en siéndolo, le había de casar a él, porque ya sería viudo, que no podía ser menos, y le había de dar por mujer a una doncella de la emperatriz, heredera de un rico y grande estado de tierra firme, sin ínsulos ni ínsulas, que ya no las quería.” 

“Decía esto Sancho con tanto reposo, limpiándose de cuando en cuando las narices, y con tan poco juicio, que los dos se admiraron de nuevo, considerando cuán vehemente había sido la locura de don Quijote, pues había llevado tras sí el juicio de aquel pobre hombre”

El plan del cura y el barbero para sacar a don Quijote de Sierra Morena está lleno de arcaísmos lo que significa que la historia se encuadra en la misma que la de don Quijote, es su mundo y es el mundo en el que se meten los que quieren sacarle de su lugar de penitencia.

“…y que así irían adonde don Quijote estaba, fingiendo ser ella una doncella afligida y menesterosa, y le pediría un don, el cual él no podría dejársele otorgar, como valeroso caballero andante, Y que el don que le pensaba pedir era que se viniese con ella donde ella le llevase, a desfacelle un agravio que un mal caballero le tenía fecho…”



Capítulo vigésimo séptimo



En este capítulo Sancho encuentra al cura y al barbero en las inmediaciones de la venta de Juan Palomeque, donde él había sido manteado. Esta venta será un espacio fundamental en la narración.  En ella estuvieron don Quijote y Sancho, al lado de la misma pasará Sancho de camino al Toboso donde se encontrará con el cura y el barbero y más adelante veremos como vuelven a pasar con don Quijote en su regreso y más adelante pasarán de nuevo.

La venta tiene en la primera parte del Quijote la misma función que realizará el castillo de los duques en la segunda parte.

 El cura y el barbero acompañarán a Sancho y entrarán en Sierra Morena en la zona indicada por este, con el fin de encontrar a don Quijote y poner en marcha la simulación que habían preparado para sacarle de aquella situación. Esta simulación preparada por el cura y el barbero irá cambiando sobre la marcha. El primer cambio será el de los papeles a seguir, haciendo referencia el cura, de forma irónica,  a la dignidad de su cargo eclesiástico.

De la misma forma que en la aventura de los batanes se le daba a la historia un halo de misterio, aquí sucede lo mismo cuando comienza a oírse la voz cantando de Cardenio, que en un principio no se sabe de quien es. 

Pero cuando acceden a la zona de Sierra Morena indicada por Sancho, lo primero que encuentran es a Cardenio que termina de contar su historia de la que Sancho ya les había hablado. 

Cardenio narra como a consecuencia de la indecisión de los dos enamorados la historia termina en desgracia, ya que su enamorada termina casándose con don Fernando, amigo de Cardenio que con la excusa de ayudarle le había traicionado. 

Aquí Cervantes critica a las personas indecisas. Alude en este momento a la base de toda la historia. Don Quijote fue decidido y cambio una vida que no le gustaba por otra que le apasionaba. Cardenio, sin embargo, no consiguió casarse con su enamorada a causa de su indecisión.

Cuando Cardenio habla de la traición que sufre por parte de su amigo don Fernando nombra una lista de traidores de la historia.

habla de Mario que fue un cónsul romano; Catilina, fue un conocido conspirador político en Roma, contra el que Cicerón dirigió sus Catilinarias; Sila, cónsul romano que se vengó cuando Mario asesinó a sus amigos; Galalón, uno de los doce Pares de Francia y legendario traidor en Ronces Valles; Vellido Dolfos, caballero de Zamora que mató a traición al rey Sancho III de Castilla; el conde don Julián, gobernador de Ceuta, que según la leyenda, ayudó a los moros a entrar en la Península Ibérica y Judas Iscariote, que traicionó a Cristo. 
En este capítulo se habla también del matrimonio disoluble ya que Luscinda se había casado con don Fernando contra su voluntad y esto lo afirma el papel que ella había escrito y donde declaraba haber elegido como esposo a Cardenio. El contenido de este papel se conocerá en el capítulo siguiente. 

Al final de este capítulo, concluye la narración de Cardenio, que había quedado interrumpida en al capítulo veinticuatro. Aunque esta se irá complementando en capítulos posteriores.

Cuando concluye el capítulo se utiliza el mismo recurso de la voz que cuando el cura y el barbero encuentran a Cardenio. Se escuchan unos lamentos que dejan la historia en suspenso y le vuelven a dar un halo misterioso que en el siguiente capítulo quedará resuelto.

Asimismo, se volverá a citar al historiador Cide Hamete Benengeli.

“Aquí dio fin Cardenio a su larga plática y tan desdichada como amorosa historia; y al tiempo que el cura se precenía para decirle algunas razones de consuelo le suspendió una voz que llegó a sus oídos, que en lastimados acentos oyeron que decía lo que se dirá en la cuarta parte desta narración, que en este punto dio fin a la tercera el sabio y atentado (prudente) historiador Cide Hamete Benengeli.”









1 de marzo de 2017

Capítulos del 20 al 23

Capítulo vigésimo

En este capítulo, Sancho toma confianza con su señor e incluso se atreve a engañarle y a burlarse de él.

Primero ata las patas del caballo para que don Quijote no se pueda aventurar a entrar en conflicto con aquello que produce un ruido infernal pero que no saben lo que es. Además le engaña sirviéndose de la tendencia de don Quijote a creer en encantamientos y magias.

Durante la noche y a la espera de que amanezca Sancho cuenta un cuento a su señor que no satisface a este. Don Quijote le alabará el ingenio pero de forma irónica: 

“–Dígote de verdad –respondió don Quijote – que tu has contado una de las más nuevas consejas, cuento o historia, que nadie pudo pensar en el mundo, y que tal modo de contarla ni dejarla, jamás se podrá ver ni habrá visto en toda la vida, aunque no esperaba yo otra cosa de tu buen discurso; mas no me maravillo, pues quizá estos golpes que no cesan, te deben de tener turbado el entendimiento

El elogio es irónico porque este cuento era muy conocido en la tradición oral de la época y se podía encontrar en distintas colecciones de cuentos literarios.

Otro elemento de la narración que demuestra el acercamiento entre Quijote y Sancho es que este último se atreve a defecar en presencia de su señor aunque,  si bien es verdad, intentaba disimularlo: 

En esto parece ser, o que el frío de la mañana, que ya venía, o que Sancho hubiese cenado algunas cosas lenitivas, o que fuese cosa natural –que es lo que más se debe creer–, a él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él; mas era tanto el miedo que había entrado en su corazón, que no osaba apartarse un negro de uña de su amo. Pues pensar de no hacer lo que tenía gana, tampoco era posible; y así, lo que hizo…

En este fragmento del texto queda patente de forma clara el carácter más prosaico del escudero frente a los ideales caballerescos de don Quijote.

La manera de tratar la situación por parte de Cervantes es la de la perífrasis y la atenuación:

 “Huele y no a ámbar

Finalmente, tenemos constancia de la cercanía de Sancho a don Quijote en el momento en el que descubren el origen del terrorífico ruido. Sancho se burla de don Quijote y de la aventura y gloria que este deseaba obtener de la situación, al ver que el ruido estaba producido por unos batanes, es decir, unos palos de madera que estaban en una rueda movida por una corriente de agua para golpear paños y hacerlos más dúctiles: 

“Miró también don Quijote a Sancho, y viole que tenía los carrillos hinchados, y la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melancolía tanto con él, que a la vista de Sancho pudiese dejar de reírse; y como vio Sancho que su amo había comenzado, soltó la presa de manera que tuvo necesidad de apretarse las ijadas con los puños, por no reventar riendo.”

Sancho se burla de don Quijote. Cuando se descubre el origen del temible ruido este se propasa con sus palabras jocosas y declama burlonamente las mismas palabras que don Quijote había expresado el día anterior cuando estuvo a punto de lanzarse a la aventura. Don Quijote descarga su ira con violencia y Sancho finalmente acata la autoridad. A partir de este momento el escudero irá aprendiendo a actuar según su voluntad siempre bajo cuerda. Sancho tendrá el poder de la ironía, desencadenándose así una lucha de ironías que tendrá consecuencias importantes al final de la obra.

Esta aventura podríamos decir que es una “no aventura”. En ella Cervantes nos ofrece grandes expectativas. La aventura comienza con un gran suspense. El ruido es terrorífico, infernal. Gracias, a la habilidad de Sancho esperarán hasta el amanecer y a la luz del día descubrirán que realmente no había nada de lo que asustarse. 

Todas las situaciones aquí planteadas muestran con claridad el cambio de actitud en la relación entre escudero y caballero. El primer engaño que realiza Sancho abre la puerta o otros engaños que sucederán en la obra con posterioridad. Esto surgirá por la necesidad de Sancho de no quedarse sólo, en una situación que a él se le representa como pavorosa. El miedo le conduce a atreverse a engañar a su señor. Sancho encuentra la clave para conseguir convencer a don Quijote de cualquier cosa, le habla con su mismo lenguaje y de esta manera consigue lo que quiere. Asimismo, vemos que Sancho asciende de importancia en la obra, ya no es un mero escudero que se asombra de todas las situaciones y se deja dirigir por su señor. 



Capítulo vigésimo primero

Aquí aparece de nuevo el yelmo de Mambrino como elemento principal de la aventura que se desarrolla.

Don Quijote en esta aventura se deja llevar de las apariencias una vez más. Al ver algo brillar decide que tiene que ser el yelmo de Mambrino y no da oportunidad a la duda. todo lo arregla en su imaginación para que así sea: 

“De allí a poco, descubrió don Quijote un hombre a caballo, que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de otro, y aun él apenas le hubo visto, cuando se volvió a Sancho y le dijo: Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: Donde una puerta se cierra, otra se abre… “ 

“Digo esto, porque, si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramente que sabes.” 

“–respondió Sancho–; mas a fe que si yo pudiera hablar tanto como solía, que quizá diera tales razones que vuestra merced viera que se engañaba en lo que dice. 
-¿Cómo me puedo engañar en lo que digo traidor escrupuloso? –dijo don Quijote–. Dime, ¿No ves aquel caballero que hacia nosotros viene, sobre un caballo rucio rodado, que trae puesto en la cabeza un yelmo de oro? 
–Lo que yo veo y columbro –respondió Sancho– no es sino un hombre sobre un asno, pardo como el mío, que trae sobre la cabeza una cosa que relumbra.
–Pues ése es el yelmo de Mambrino –dijo don Quijote–”

Don Quijote consigue en esta aventura obtener el yelmo de Mambrino. Esto es una aventura caballeresca de gran alcance. Este “trofeo” de la aventura caballeresca tendrá una importante repercusión hasta muchos capítulos después, hasta el momento en que Sancho hace una de sus adaptaciones lingüísticas y le cambia de nombre llamándolo yelmo de Malino.

El yelmo de Mambrino, ya había sido presentado anteriormente en la obra, donde se contaba lo que le había costado a Sacripante conseguirlo. 

Como en otras ocasiones don Quijote adapta la realidad a su fantasía a pesar de las evidencias: 

“–¿Sabes qué imagino, Sancho? Que esta famosa pieza deste encantado yelmo, por algún extraño accidente debió de venir a manos de quien no supo conocer ni estimar su valor, y, sin saber lo que hacía, viéndola de oro purísimo, debió de fundir la otra mitad para aprovecharse del precio y de la otra mitad hizo ésta, que parece bacía de barbero, como tú dices.”

Así que, esta victoria compensa a don Quijote de todas sus desventuras anteriores. Incluso, Sancho, aunque de forma irónica, lo quiere presentar de esta manera diciendo: 

“–De qué ríes, Sancho? –dijo don Quijote. –Ríome  –respondió él– de considerar la gran cabeza que tenía el pagano dueño deste almete, que no semeja sino una bacía de barbero pintiparada.”

El yelmo de Mambrino pertenece a la literatura de Orlando, donde se cuenta la historia de este yelmo. Por este motivo resulta disparatado la identificación de don Quijote de una bacía de barbero con el importante yelmo.

Sin embargo, Sancho al recoger la bacía del suelo comenta: 

“Por Dios que la bacía es buena, y que vale un real de a ocho como un maravedí”. “Cuando Sancho oyó llamar a la bacía celada, no pudo tener la risa; mas vínosele a las mientes la cólera de su amo, y calló en a mitad della.”

Esta victoria le da al capítulo un aire victorioso. Desde este momento, ya no habrá más aventura en él. El desarrollo del capítulo a partir del momento de la obtención del yelmo será un diálogo entre caballero y escudero.

Sancho hará mención al ilustre historiador que pondrá por escrito las victorias de don Quijote.

Don Quijote contará una historia en la que a consecuencia de su valía como caballero se le terminará recompensado con la mano de una infanta y contará también las recompensas que conseguirá Sancho, concretándose en la ínsula Barataria.

En esta historia imaginaria, don Quijote narra una serie de situaciones muy frecuentes en los libros de caballerías. Esta narración está llena de arcaísmos y nombres cómicos.

La historia comienza con los verbos en tiempo futuro como si fuera algo que va a pasar. Más adelante, encontramos los verbos en presente y terminará  la narración con los verbos en pretérito como si fuera algo ya realizado. Este recurso del cambio de tiempo verbal imprime velocidad, brevedad y sensación de inmediatez. Asimismo, utiliza el asíndeton con la misma finalidad.

Al final, don Quijote habla del linaje. El está preocupado por el suyo  y dice a Sancho: 

“Porque te hago saber, Sancho que hay dos maneras de linajes en el mundo: unos que traen y derriban su descendencia de príncipes y monarcas, a quien poco a poco el tiempo ha deshecho y han acabado en punta, como pirámide puesta al revés; otros tuvieron principio de gente baja, y van subiendo de grado en grado, hasta llegar a ser grandes señores. De manera que está la diferencia en que unos fueron, que ya no son y otros son que ya no fueron; y podría ser yo déstos, que después famoso, con lo cual se debía de contentar el rey mi suegro…”

En la última parte hablan don Quijote y Sancho de títulos y Grandes de España también con cierta ironía:

”Los años pasados estuve un mes en la corte, y allí vi que, paseándose un señor muy pequeño, que decían que era muy grande, un hombre le seguía a caballo a todas las vueltas de daba, que no parecía sino que era su rabo. Pregunté que cómo aquel hombre no se juntaba con el otro, sino que siempre andaba tras dél. Respondiéronme que era su caballerizo, y que era uso de grandes llevar tras sí a los tales.”



Capítulo vigésimo segundo

El capítulo vigésimo segundo, comienza con un comentario humorístico, cuando llama autor arábigo y manchego a Cide Hamete Benengeli. Asimismo,  Cervantes consigue un tono jocoso cuando habla de una historia gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada. Contrapone lo ligero y lo importante, lo humilde y lo presuntuoso.

A continuación, se narra el encuentro de don Quijote y Sancho con los galeotes. Don Quijote está siempre dispuesto a salvar a los débiles y a los oprimidos y por supuesto a arreglar las injusticias. 

En esta aventura, es advertido por Sancho, ya que don Quijote al ver a los encadenados quiere una explicación de aquella situación y Sancho le dice:

 “–Ésta es cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a las galeras.” “–No digo eso –respondió Sancho–, sino que es gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las galeras, de por fuerza.”

Pero don Quijote se empeña y contesta a Sancho: 

“–En resolución –replicó don Quijote–, como quiera que ello sea, esta gente, aunque los llevan an de por fuerza, y no de su voluntad”

Así que, don Quijote exige una explicación por parte de los guardas. Estos le dicen al caballero que los propios galeotes le explicarán sus delitos. A través de estas explicaciones se expondrá la situación social de la época.

En este fragmento, se contraponen la justicia del rey que condena por sus delitos a esos jóvenes a servir en galeras con la justicia social y la misión de caballero que debe cumplir don Quijote. En el interrogatorio se establece una confusión lingüística ya que los galeotes se expresan en un registro y don Quijote lo interpreta en otro, lo que agrava su indignación, dejando clara su postura de oposición contra el maltrato hacia los humanos.

Cada uno le da su versión del delito que ha cometido, que el interpreta de tal manera que no consigue entender la situación. El momento más confuso para llega cuando interroga a un hombre de buen aspecto que dice llamarse Ginés de Pasamonte. Este hombre había sido condenado por estar “escribiendo su vida”. 

Don Quijote se siente, ante aquellos hombres, en la obligación de salir en su defensa pero en primera instancia quiere hacer las cosas de buena manera convenciendo a los guardas:

 “De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto, y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad…” 

“Todo lo cual se me representa a mí ahora en la memoria, de manera que me está diciendo, persuadiendo y aun forzando, que muestre con vosotros el efecto para que el cielo me arrojó al mundo, y me hizo profesar en él la orden de caballería que profeso, y el voto que en ella hice de favorecer a los menesterosos y opresos de los mayores.”

 “porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres…” “ Pido esto con esta mansedumbre y sosiego, porque tenga, si lo cumplís, algo que agradeceros; y cuando de grado no lo hagáis, esta lanza y esta espada, con el valor de mi brazo, harán que lo hagáis por fuerza.”

El criminal escritor de su autobiografía tiene el mismo apellido que Gerónimo de Pasamonte. Este era un aragonés que fue soldado en Italia en el mismo tercio donde sirvió Miguel de Cervantes. Además, luchó en Lepanto y tuvo experiencias similares a las de Cervantes, ya que Pasamonte terminó también preso de los turcos en Argel y escribió su autobiografía Vida y trabajos de Jerónimo de Pasamonte. 

Algunos estudiosos (Riquer) han identificado este personaje con Alonso Fernández de Avellaneda, defendiendo que este Jerónimo de Pasamonte fue realmente Alonso Fernández de Avellaneda, autor del Quijote apócrifo.

Esta aventura contrasta con la del capítulo anterior. En esta se intenta hacer una descripción de la realidad social de la época por medio de las historias que cuentan los galeotes a don Quijote, frente a la fantasía caballeresca del capítulo anterior. 

Podemos considerar este episodio como un cuadro satírico. Cervantes aquí habla de la justicia, de la picaresca y de la corrupción. El diálogo es ingenioso y esta lleno de equívocos.

Serrano Plaja explica que don Quijote impulsado por la “virtud entusiasta” al contemplar las cadenas y grilletes de los condenados, cree que “eso sólo es justicia, y, por lo tanto, injusto”(son ideas que Dostoievski recreará siglos después en sus novelas. Esta es la justificación de que el caballero se tome la justicia por su mano al margen de la ley.

Finalmente, don Quijote, en este capítulo libera a los galeotes haciendo alarde de los fines de la caballería medieval: luchar por la justicia y ayudar a los débiles y oprimidos. Aunque aquí, realmente, don Quijote tergiversa la situación y se extralimita en su función de justiciero llevado por su ofuscación mental.

Con esta aventura termina la serie de aventuras anteriores a la entrada de Sierra Morena.




Capítulo vigésimo tercero

Terminadas las aventuras anteriores don Quijote y Sancho entran en Sierra Morena. 

En este episodio comienza la aventura de Cardenio, que está incluida en las aventuras de don Quijote en Sierra Morena. Esta terminará cuando don Quijote y sus acompañantes regresen a la venta de Palomeque el Zurdo.

La aventura en Sierra Morena comienza cuando don Quijote y Sancho deciden retirarse para no ser capturados por la Santa Hermandad, después de haber liberado a los galeotes condenados por el rey.

Por consejo de Sancho, pero de acuerdo caballero y escudero decidirán retirarse a este agreste sitio, donde no les podrán encontrar.

A don Quijote le gusta la idea de adentrarse en esta Sierra, ya que le parece el lugar adecuado para que le sucedan emocionantes aventuras.

La primera aventura comienza con el hallazgo de una maleta de la que obtendrán algo de ropa para ponerse y también algún dinero que don Quijote permite que se lo quede Sancho. Asimismo, aparecerá un librito de memorias, donde están escritos poemas y cartas amorosas de algún enamorado.

Al poco tiempo, encontrarán en su camino un extraño hombre que casi desnudo y con el pelo largo y revuelto saltaba sobre unas rocas. Don Quijote piensa que la maleta debía de pertenecer a aquel sujeto. Como así será.

También encontrarán a la mula de Cardenio, muerta y destrozada por los animales carroñeros. 

En ese momento, ven a un cabrero que se acerca hacia ellos y les cuenta algunas cosas que sabía sobre aquella situación. Eran un joven de buen aspecto que llegó allí hace medio año para cumplir una penitencia. Con el pasar del tiempo, el joven se fue degradando y entrando en un estado de locura amorosa. 

En algunas ocasiones, Cardenio actuaba de forma razonable pero en otras se volvía agresivo. El joven solía mencionar a un tal Fernando que seguramente debía ser su oponente amoroso.

El capítulo termina con el encuentro y abrazo de don Quijote y Cardenio, los dos están presos de una locura amorosa. Los dos se observan y se contemplan con admiración. El caballero de la Triste Figura y el Roto de la Mala Figura.

En este capítulo, como en otras muchas ocasiones, se hacen recapitulaciones de hechos pasados o episodios futuros con el fin de fortalecer la unidad de la novela. En este caso se hace referencia a Marcela y Grisóstomo
22 de enero de 2017

Capítulos del 14 al 19


Capítulo decimocuarto

En este capítulo se cuentan los versos desesperados del difunto y otros sucesos. Esta parte del Quijote comenzó siendo la narración de una trágica historia de amor, que después pasa a ser un proceso contra Marcela, ya que muchos de los asistentes al entierro de Grisóstomo la veían como culpable de su muerte.

Aquí, se establece un contraste entre el lenguaje rústico y popular de los pastores cabreros que pudimos leer en el capítulo undécimo y el tono culto y pastoril del romance que leemos en este capítulo.

La canción está estructurada según el patrón métrico petrarquista, que consta de ocho estancias de dieciséis endecasílabos cada una y termina con cinco versos con un apóstrofe del poeta.

Asimismo, en la canción aparecen figuras mitológicas como Tántalo, castigado a no poder beber, estando rodeado de agua, y a no poder comer, estando rodeado de ramas de frutales llenos de fruta. Además, aparece también Sísifo, condenado a subir una enorme piedra a la cima de una montaña, que no podía sujetar y cada vez que estaba a punto de llegar a la cima se deslizaba montaña abajo.  

Aparece, también, la figura de Ticio, condenado a que su buitre le urge en las entrañas, así como Egión, castigado a permanecer atado a una rueda que gira eternamente, etc.

Parece ser que Cervantes ya tenía esta canción escrita con anterioridad al Quijote y por eso se vio en la obligación de hacer algunas aclaraciones a las contradicciones que presenta en cuanto a la virtud de Marcela.

“-Para que, señor, os satisfagáis desa duda, es bien que sepáis que cuando este desdichado escribió esta canción estaba ausente de Marcela, de quien él se había ausentado por su voluntad, por ver si usaba con él la ausencia de sus ordinarios fueros; y como al enamorado ausente no hay cosa que no le fatigue ni temor que no le dé alcance, así le fatigaban a Grisóstomo los celos imaginados y las sospechas temidas como si fueran verdaderas. Y con esto queda en su punto la verdad que la fama pregona de la bondad de Marcela; la cual, fuera de ser cruel, y un poco arrogante, y un mucho desdeñosa, la mesma envidia ni debe ni puede ponerle falta alguna.”

Continuando con nuestra lectura, encontramos que Ambrosio hace referencia a una tradición germánica por la que el muerto, en presencia del culpable de su muerte, vuelve a sangrar de sus heridas. A continuación hace alusión a Nerón y el incendio de Roma y a Tulia, esposa de Tarquinio, que hizo matar a su padre para que su esposo pudiera reinar. Aunque Cervantes dice de Tulia que es hija y no esposa como era en realidad.

–Vienes a ver, por ventura, ¡oh fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida? ¿O vienes a ufanarte en las crueles hazañas de tu condición, o a ver desde esa altura, como otro despiadado Nerón, el incendio de su abrasada Roma, o pisar arrogante este desdichado cadáver, como la ingrata hija el de su padre Tarquinio?.”

El parlamento que hace Marcela después de la canción de Ambrosio, es un canto a la concepción platónica del amor y de los conceptos de honestidad y, sobretodo, de la libertad de la mujer para elegir a su esposo. Además, Marcela transmite la idea renacentista de la naturaleza y la vida campestre.

Tanto del discurso de Marcela, como el de don Quijote, así como el epitafio de Ambrosio, se contraponen al lenguaje rústico del relato narrado por Pedro. 

Con la disertación de Marcela, esta contesta de forma casi inmediata a los versos leídos de Grisóstomo y el episodio al final termina con la ficción bucólica para pasar a dar importancia a la libertad de la mujer y la libertad en el amor.

En este capítulo, se juzga de una forma encubierta cuestiones como el matrimonio, la virginidad, el papel de la mujer en la pareja, la elección de vivir en soledad, etc.

El episodio terminará con don Quijote haciendo de juez, absolviendo a Marcela de toda culpa en relación con la muerte de Grisóstomo. Aunque, al final queda la causa abierta con el epitafio que Ambrosio manda grabar sobre la tumba.

Yace aquí de un amador
el mísero cuerpo helado, 
que fue pastor de ganado, 
perdido por desamor.

Murió a manos del rigor
de una esquiva hermosa ingrata, 
con quien su imperio dilata
la tiranía de amor.



Capítulo decimoquinto 

Uno de los rasgos principales de este capítulo es el diálogo. Elemento que ya  hemos visto que está presente desde la aparición de Sancho en la novela.

Cuando se encuentran escudero y caballero, apaleados en el suelo sin poderse mover, lo que les consuela es hablar y hablan largo y tendido a lo largo de casi seis páginas.

El afecto entre don Quijote y Sancho comienza a fortalecerse. Sancho empieza aquí su lento proceso de quijotización. En el diálogo utilizara el arcaísmo ‘feridas’ y además querrá el bálsamo de “feo Blas”

“El primero que se sintió fue Sancho Panza; y hallándose junto a su señor, con voz enferma y lastimada, dijo: 
–¡Señor don Quijote! 
–¿Qué quieres, Sancho hermano? –respondió don Quijote con el mesmo tono afeminado y doliente que Sancho.
–Querría, si fuese posible –respondió Sancho Panza–, que vuestra merced me diese dos tragos de aquella bebida del feo Blas, si es que la tiene vuestra merced aquí a mano. Quizá será de provecho para los quebrantamientos de huesos como lo es para las feridas.”

Asimismo, don Quijote comienza de forma afectuosa a aleccionar a Sancho para que este pueda evolucionar.

“–Con todo eso, te hago saber, hermano Panza  –replicó don Quijote–, que  no hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma.”

“–Siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas, para dar remedio a ellas –dijo don Quijote–. “

“–las feridas que se reciben en las batallas antes dan honra que la quitan”

En este capítulo, también se hace patente el optimismo de don Quijote, que quiere transmitir a Sancho la idea de que aunque hayan sido apaleados no lo han sido por otros caballero con lo que no tienen que sentirse ofendidos por ello.

Porque quiero hacerte sabidor, Sancho, que no afrentan las heridas que se dan con los instrumentos que acaso se hallan en las manos, Y esto está en la ley de duelo escrito por palabras expresas; que si el zapatero da a otro con la horma que tiene en la mano, puesto que verdaderamente es de palo, no por eso se dirá que queda apaleado aquel a quien dio con ella. Digo esto porque no pienses que, puesto que quedamos desta pendencia molidos, quedamos afrentados, porque la armas que aquellos hombres traían, con que nos machacaron, no eran otras que sus estacas, y ninguno dellos, a lo que se me acuerda, tenía estoque, espada ni puñal.

Aquí aparecerá de nuevo Cide Hamete Benengeli. Cervantes volverá a utilizar este elemento para relatar los hechos escudándose detrás de este narrador.

“Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli que, así como don Quijote se despidió de sus huéspedes y de todos los que se hallaron al entierro del pastor Grisóstomo, él y su escudero entraron por el memos bosque donde vieron que se había entrado la pastora Marcela…”

También utiliza al narrador para hablar sobre el arte de la literatura y elogiar a los libros de caballerías, haciendo referencias a estos.

“Porque el valeroso Amadís de Gaula se vio en poder de su mortal enemigo Arcalaus el encantador, de quien se tiene por averiguado que le dio, teniéndole preso, más de docientos azotes con las riendas de su caballo, atado a una columna de un patio…”

“Y uno déstos fue Amadís, cuando, llamándose Beltenebros, se alojó en la Peña Pobre, ni sé si ocho años o ocho meses, que no estoy muy bien en la cuenta: basta que él estuvo allí haciendo penitencia por no sé qué sinsabor que le hizo la señora 
Oriana.”

Como consecuencia de esta aventura Rocinante se ve humanizado, incluso Sancho dice: 

“Mire vuestra merced si se puede levantar, y ayudaremos a Rocinante, aunque no lo merece, porque él fue la causa principal de todo este molimiento. Jamás tal creí de Rocinante, que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo, En fin, bien dicen que es menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que no hay cosa segura en esta vida.”

Cervantes había estructurado su obra en partes. La primera estaba formada por los capítulos iniciales hasta el capítulo noveno donde comienza la segunda parte, historia del vizcaíno. Entre el final de la aventura del vizcaíno y la de los yangüeses, Cervantes intercala el episodio de los cabreros. Esta historia rompía la continuidad del hilo narrativo. En la historia de los cabreros se hablaba del amor en un marco pastoril, el suicidio, la elección de la soledad, la independencia de la mujer, etc. En este capítulo decimoquinto Cervantes trata el amor caballeresco de una forma burlesca, comenzando el capítulo con Rocinante persiguiendo a las yeguas. Se trata del deseo animal, carnal.



Capítulo decimosexto

En este capítulo volvemos a ver a un don Quijote optimista que todo lo que ve le parece bello y bueno. Además, la dignidad es uno de los valores principales para él.

Convierte a Maritornes, muchacha ruda y casquivana en una bella princesa enamorada a la que no puede aceptar a causa de su amor y fidelidad hacia su Dulcinea.

“–Quisiera hallarme en términos, fermosa y alta señora, de poder pagar tamaña merced como la que con la vista de vuestra gran fermosura me habedes fecho; pero ha querido la fortuna, que no se cansa de perseguir a los buenos, ponerme en este lecho, donde yago tan molido y quebrantado, que, aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra, fuera imposible. Y más, que se añade a esta imposibilidad otra mayor, que es la prometida fe que tengo dada a la sin par Dulcinea del Toboso…”

Aquí vuelve a adaptar la realidad a su fantasía convirtiéndolo todo en un cuento maravilloso

“Esta maravillosa quietud, y los pensamientos que siempre nuestro caballero traía de los sucesos que a cada paso se cuentan en los libros autores de su desgracia, le trujo a la imaginación una de las extrañas locuras que buenamente imaginarse pueden; y fue que él se imaginó haber llegado a un famoso castillo –que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde alojaba–, y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido que aquella noche a futuro de sus padres, vendría a yacer con él una buena pieza; y teniendo toda esta quimera que él se había fabricado, por firme y valedera, se comenzó a acuitar y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso aunque la mesma reina Ginebra con su dama Quintañona se le pusiera delante.”

En este fragmento vemos también el cuidado con el que Cervantes prepara sus escenas: maravillosa quietud, famoso castillo, la hija del señor del castillo. Con estos elementos se desata su imaginación. Esto podría ser también una parodia de situaciones similares en las clásicas novelas de caballerías.

La escena en la que don Quijote tiene agarrada fuertemente a Maritornes es la expresión de deseo sexual más clara de toda la novela. Cervantes le da a la escena un tono burlesco de entremés con una serie de sucesos y personajes encadenados, en los que unos personajes se desean y se persiguen y apalean unos a otros, obteniendo así la escena una gran comicidad. 

En el capítulo anterior hablábamos ya de la quijotización de Sancho que aquí también se hace patente. Sancho habla de que hace un mes que salieron de su aldea cuando en realidad sólo han pasado tres días. También habla del tipo de caballero que es su señor y de las aventuras que tendrán que correr y los beneficios que sacarán de ellas. 

“–¿Cómo se llama este caballero? –preguntó la asturiana Maritornes.
–Don Quijote de la Mancha –respondió Sancho Panza–; y es caballero aventurero, y de los mejores y más fuertes que de luengos tiempos acá se ham visto en el mundo.”

“–Pues ¿cómo vos, siéndolo deste tan buen señor –dijo la ventera–, no tenéis, a lo que parece, siquiera algún condado?
–Aún es temprano –respondió Sancho–, porque no ha sino un mes que andamos buscando las aventuras, y hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo sea.”

En este fragmento además de la quijotización de Sancho, podemos observar un juego de palabras. Don Quijote y Sancho no han encontrado ninguna aventura real hasta el momento y tampoco han encontrado aún ningún suceso venturoso en el camino.


Capítulo decimoséptimo

En este capítulo don Quijote confecciona por primera vez el Bálsamo de Fierabrás.  Don Quijote trás vivir una noche desastrosa llena de incidentes de todo tipo, toma el bálsamo y después de vomitar y dormir durante tres horas, se despertará absolutamente restablecido. Sin embargo, al pobre Sancho no le sucede lo mismo. Los dos, caballero y escudero, llegan a la conclusión de que el bálsamo sólo funciona si el que lo toma ya ha sido armado caballero.

Los hechos ocurridos en este capítulo llevan a Sancho a una situación desastrosa; vapuleado, manteado y casi envenenado por el bálsamo de fierabrás. 

Cuando llegan a la venta, Sancho advierte a don Quijote de que el lugar en el que se quieren alojar no es un castillo como el caballero pretende sino una venta. Don Quijote no tiene en cuenta la advertencia de Sancho, pero cuando al final del capítulo se despide del ventero y este le hace saber que debe abonar la cuenta y que aquello es una venta, lo admite sin problema y declara haber estado engañado durante todo el tiempo que allí había permanecido. Así, podemos ver que don Quijote admite la realidad dependiendo de la autoridad que ejerza la persona que se comunique con él.

Esta diferencia entre fantasía y realidad se refleja en el lenguaje que utiliza don Quijote. Podemos tomar como ejemplo, cuando don Quijote se despide del ventero con la idea de que es el señor del castillo se dirige a él y le ofrece sus servicios como caballero, utilizando arcaísmos caballerescos. Pero, cuando el ventero le exige el pago de su estancia en la venta, don Quijote cambia su registro y se dirige al ventero con un lenguaje llano y corriente.

Aquí, termina la narración de la obra como pretexto para criticar otras obras, como los libros de caballerías y dará comienzo las aventuras del Quijote según la imaginación del propio autor que utiliza la figura de Quijote y Sancho para ejemplificar de forma cómica.

El lenguaje de Sancho, en proceso de quijotización, se va transformando y utiliza arcaísmos que le dan un tono más culto, un mayor contraste con la realidad (Maritormes tenía una fealdad real que contrasta con la hermosura imaginaria que le otorga don Quijote)  y al mismo tiempo aumentan su comicidad: 

“Pero dígame, señor, ¿cómo llama a ésta buena y rara aventura, habiendo quedado della cual quedamos? Aun vuestra merced menos mal, pues tuvo en sus manos aquella incomparable fermosura que ha dicho, pero yo ¿qué tuve sino los mayores porrazos que pienso recebir en toda mi vida?.”

En este mismo capítulo, aparece otro ejemplo de la quijotización de Sancho cuando le pide al cuadrillero los ingredientes para realizar el bálsamo de fierabrás y utiliza algún arcaísmo caballeresco: 

“–Señor, quien quiera que seáis, hacednos merced y beneficio de darnos un poco de romero, aceite, sal y vino, que es menester para curar uno de los mejores caballeros andantes que hay en la tierra, el cual yace en aquella cama malferido por las manos del encantado moro que está en esta venta.”

Así que el tono cómico, en ocasiones, arcaizante y la forma en que Sancho va adquiriendo algunos rasgos del habla de don Quijote en la conversación tanto entre Quijote y Sancho, así como con otros personajes que se encuentran en la venta, será uno de los rasgos más relevantes de este capítulo.


Capítulo decimoctavo

En este capítulo podemos observar el talento artístico de Cervantes que le concede a don Quijote el talento de describir a los ejércitos con todas sus armas y escudos llenos de fantasía y color.

La descripción es tan real y convincente que en un primer momento Sancho cree que es cierto lo que don Quijote le describe y piensa que es el que no ve la realidad.  Por otra parte, don Quijote ve la realidad cuando se ve derribado por los pastores. Aunque le dice a Sancho que si va detrás de los rebaños verá cómo se convierten en ejércitos, la realidad es que le entretiene para que en vez de ir detrás le ayude y se olvide del asunto.

Quijote y Sancho salen de nuevo a los caminos en busca de nuevas aventuras y por supuesto, es imposible no encontrarlas. A pesar de la recomendación de Sancho, que en un primer momento, después del manteo sufrido en la venta, pide a su caballero que retornen a la tranquilidad de su casa.

Don Quijote no quiere ver el mundo según su realidad, el quiere que el mundo sea otro, más emocionante y lleno de color. Por este motivo, no ve la realidad de los rebaños sino que prefiere seguir lo dictado en los libros de caballerías, que es mucho más emocionante. No se trata de alucinaciones consecuencia de su locura, sino de imaginación literaria. 

Cualquier asunto que encuentren en el camino, que a don Quijote le recuerde algún hecho literario de los libros de caballerías, hará que su imaginación comience a desbordarse. Cuando esto sucede no hay nadie que pueda quitarle de la cabeza su fantasía y esto Sancho lo conoce muy bien. 

Además, siempre hay alguna magia o fantasma que pueda justificar sus derrotas. Nunca admitirá su equivocación, incluso llega a decirle a Sancho que es él el que no ve la realidad cegado por su miedo, haciendo con esto alusión al perspectivismo, otro de los temas principales de la obra.

Como es posible que en esta aventura pudiera don Quijote describir con tanto detalle las armas y los escudos con todas sus formas y colores entre tanta polvareda.: 

“Pero estáme atento y mira, que te quiero dar cuenta de los caballeros más principales que en estos dos ejércitos vienen. Y para que mejor los veas y note, retirémonos a aquel altillo que allí se hace, de donde se deben de descubrir los dos ejércitos”.
Hiciéronlo ansí, y pusiéronse sobre una loma, desde la cual se vieran bien las dos manadas que a don Quijote se lo hicieron ejército, si las nubes de polvo que levantaban no les turbara y cegara la vista; pero, con todo esto, viendo en su imaginación lo que no veía ni había, con voz levantada comenzó a decir: …”

Sin embargo, Cervantes después de narrar un episodio lleno de fantasía siempre vuelve a la realidad más prosaica. En esta aventura de los rebaños el contraste es enorme. La narración de los ejércitos está llena de poesía y colorido pero al final del capítulo esta magia y fantasía desaparecen cuando don Quijote vomita como efecto del bálsamo y Sancho hace lo mismo, en su caso movido por el asco que le produce el vómito del caballero sobre sus propias barbas.

Para terminar el capítulo imprime al texto de un dulce patetismo entre Señor y escudero. Asimismo utiliza otro de sus tópicos: el caballero tiene que sufrir.



Capítulo decimonoveno 

En este capítulo aparece por primera vez don Quijote como el Caballero de la Triste Figura. Este apelativo es fruto de la admiración que siente Sancho por don Quijote. Don Quijote se sentirá muy satisfecho de este nombre que le introduce en la lista de famosos caballeros y que el propio don Quijote enumera. 

La tradición de otorgar un nombre al caballero se remonta al siglo XII en las novelas artúricas francesas de Chrétien de Troyes, que fueron el origen de la tradición literaria de los libros de caballerías en Europa.

En estos libros de caballeros se concedía un nombre al caballero una vez que este había llevado a cabo algunas aventuras con éxito. Este nombre que se le concedía al caballero funcionaba como una seña de identidad propia y pública. Es decir, les otorgaba la fama de caballero heroico conocido por sus hazañas. 

Cuando Sancho le otorga el título de Caballero de la Triste Figura, para don Quijote es un honor que se le concede tras la victoria con los encamisados.

Este sobrenombre remite al príncipe Deocliano, de la novela Don Clarián de Landanís de 1518, al que llaman el Caballero de la Triste Figura, debido al rostro de una doncella triste y llorosa que llevaba pintada en su escudo.

El título de Caballero de la Triste Figura es ambiguo en cuanto a su significado. La triste figura no sabemos si se refiere a un estado anímico o al aspecto de don Quijote, delgado, apaleado y con la falta de muelas que le había dejado la pedrada de los pastores en la anterior aventura. Así que este título que don Quijote siente como un honor lleva también una parte patética en cuanto a su aspecto y una parte cómica referida también a su aspecto así como a lo que representa.

Don Quijote acepta el título de Caballero de la Triste Figura como si en cierto modo reconociera la gran diferencia que había entre los grandes caballeros, héroes de los libros de caballería y él que a duras penas conseguía llevar a buen término alguna de sus aventuras.

El tratamiento del narrador en este capítulo es también interesante. El narrador aparece como un todopoderoso que puede hacer lo que quiera con los personajes. Los personajes terminarán diciendo lo que el narrador quiera. Al final de esta aventura Cervantes hace decir a Sancho cosas que realmente él quiere decir y don Quijote es consciente de este poder y achaca lo que le pasa a ese poder del narrador. Cervantes pone en boca de don Quijote que el autor hace decir a Sancho algo que en realidad es el propio autor el que lo quiere decir. 

En cuanto al lenguaje vemos que Sancho sigue confundiendo las palabras debido a su adaptación a la etimología de palabras populares. Sancho cambia el nombre de Mambrino por el de malandrín con su significado de bellaco. 

Aparece la expresión ‘modos hay de composición’ que se refiere a las bulas de composición que las concedía la iglesia a los que deseaban restituir bienes ajenos pero sin dueño conocido.

Una de las partes de esta aventura que también llama la atención es la conversación de don Quijote con el bachiller. Los grados universitarios de la época eran bachiller, licenciado y doctor. Alonso López, en un principio, se presenta como licenciado aunque más adelante se corrige y dice que es bachiller y don Quijote lo tratará como tal. Pero lo que más llama la atención y resulta incoherente en esta conversación es la coherencia, la agilidad, el ingenio y el humor que muestra el bachiller que con la pierna quebrada, como el dice, es capaz de seguir la conversación con don Quijote con toda tranquilidad.

La diferencia entre la aventura narrada en este capítulo y las anteriores es que realmente la escena parecía tener algo fantasmagórico e irreal no sólo producto de la imaginación de don Quijote. Esa procesión nocturna de encamisados con hachas encendidas en la soledad nocturna del bosque parecía, realmente, una imagen del otro mundo.  En esta aventura la realidad está a la misma altura que la imaginación de don Quijote. 

A consecuencia de la extraña realidad que se presenta ante sus ojos Sancho no discute con don Quijote intentándole convencer de la irrealidad de la aventura. Todo lo contrario, aquí el escudero siente una profunda admiración por su señor que sin pensarlo arremete contra aquello que realmente parecía algo maligno.

La aventura en el bosque con la comitiva nocturna tiene algo de  relato maravilloso, que son relatos breves de origen popular y en los que intervienen seres sobrenaturales y suceden situaciones mágicas.
1 de diciembre de 2016

Capítulos del 7 al 13

Capítulo séptimo

Comienza la segunda salida de don Quijote. No existe una interrupción entre el último capítulo de la primera salida y el primero de la segunda. La historia va fluyendo como algo continuo.

El cura y el barbero continúan con el escrutinio de los libros hasta que don Quijote comienza a dar voces llevado por un sueño de caballero.

Al comienzo de este capítulo, los de la casa, ya dan por hecha su locura y entran en su juego. Esto se constata en el momento en el que le dicen a don Quijote que la habitación ha sido tapiada por un mago, como si esto fuera lo más normal del mundo. Lo curioso de esto es que le queman los libros para que olvide sus fantasías pero ellos las fomentan entrando en su ficción.

En el título de este capítulo, “De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha”, es llamado caballero porque ya ha sido armado como tal, aunque dicha investidura fuera fallida por no tener los requisitos requeridos para tal fin.

En este capítulo, el escrutinio de libros queda interrumpido y el torneo soñado por don Quijote También. 

Aquí, la locura don Quijote sufre una transformación. Hasta el momento, el caballero había confundido su fantasía con la historia real pero en este momento pasa a confundir el sueño con la vigilia.  Esta vez, sueña que es Reinaldos de Montalbán. Don Quijote en esta escena se siente Reinaldos luchando contra Orlando por el amor de Angélica (poema caballeresco Orlando enamorado, de M. Boiardo)

A continuación, se terminarán de quemar todos los libros de mano del ama, que termina con los que quedaban, sin escrutinio alguno. De esta manera, parece que se quemaron algunos que debieron quedar. 

Más tarde, deciden tapiar la habitación donde estaban los libros. Así, don Quijote no podría volver a leer ningún libro pero, en este momento, tampoco le hace falta. Los tiene todos en la imaginación. Además,  el vive dentro de una aventura de ficción, en una novela de caballerías, que no es una sola, sino la síntesis de muchas de las que había leído. 

La desaparición de la biblioteca se le atribuye a un mago y don Quijote automáticamente piensa en el mago Frestón.

“–Así es –dijo don Quijote–; que ése es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero a quien él favorece, y le tengo de vencer, sin que él lo pueda estorbar y por esto procura hacerme todos los sinsabores que puede; y mándole yo que mal podrá él contradecir ni evitar lo que por el cielo está ordenado.”

Según dice Torrente Ballester: “Con la ficción del sabio Muñatón en boca de la sobrina, los demás personajes empiezan a entrar en el juego de don Quijote, quien, a su vez, encuentra empleado aquí el recurso de los encantadores, que él manejará “como una maza apabullante” para explicar las metamorfosis de la realidad”

Es en este punto de la novela, en la introducción de Sancho en la trama y en la decisión de realizar una nueva salida, donde algunos críticos piensan, que Cervantes dio el paso de la novela corta que tenía pensado escribir a la novela extensa. Otros piensan, que siempre tuvo en mente escribir una novela larga. 

El contraste entre la primera salida y la segunda, está en que esta salida se realiza de una forma mucho más tranquila. Don Quijote haciendo caso al ventero, realiza la segunda salida, en la compañía de su escudero, Sancho Panza y también reúne algún dinero para su viaje. En este momento, no anticipa ningún rasgo de lo que será el personaje de Sancho. En un primer momento, Este se presenta como un personaje simple y pegado a la realidad, aunque en el diálogo final ya asomará un rasgo de agudeza burlesca. 

“Dio luego don Quijote orden en buscar dineros, y, vendiendo una cosa, y empeñando otra, y malbaratándolas todas, llegó una razonable cantidad, Acomodóse asimesmo de una rodela, que pidió prestada a un su amigo, y , pertrechando su rota celada lo mejor que pudo, avisó a su escudero Sancho del día y de la hora que pensaba ponerse en camino, para que él se acomodase de lo que viese que más le era menester. Sobre todo le encargó que llevase alforjas; e dijo que sí llevaría, y que ansimesmo pensaba llevar un asno que tenía muy bueno, porque él no estaba duecho a andar mucho a pie.”

En este capítulo, podemos ver la polionomasia que se le aplica también a la mujer de Sancho que a lo largo de la novela aparecerá como Juana Gutierrez, Juana Panza, Teresa Panza y Teresa Cascajo.

Con la aparición de Sancho, comenzará el diálogo, que ya se había dado en el prólogo con el amigo imaginario y también con el ventero que le arma caballero. Desde el momento que aparece Sancho, cambia el rumbo de la estructura de la novela y se hace frecuentemente dialogada. El diálogo entre don Quijote y Sancho es uno de los rasgos técnico-estilísticos más importantes de la obra.


Capítulo octavo

Nada más empezar el capítulo octavo, comienza la famosa aventura de los molinos de viento. En esta aventura se enfrenta el héroe, en una batalla desigual, contra la fuerza bruta de unos gigantes que representan la personificación del mal. Sin mediar palabra, el héroe se enfrenta a ellos, no tiene duda de que representan al mal y se lanza sin miedo de forma justiciera contra ellos. Ese era uno de los objetivos principales del caballero don Quijote, combatir el mal. 

La estructura de la escena es a tres bandas, por una parte esta el héroe que quiere vencer al mal, por otra parte tenemos al escudero, Sancho, con su visión realista y por último están los gigantes o molinos. 

Después de haber pasado a la acción y haber salido don Quijote malparado, caballero y escudero comentan la acción. En ese diálogo cada uno opina sobre lo acontecido se reafirma en su posición y ve la situación según su manera de ver la vida. Este perspectivismo será una constante en toda la novela. Constantemente, asistiremos a los diálogos entre don Quijote y Sancho donde aparecerán las dos diferentes posturas ante la realidad.  Cervantes parece querer mostrar que ante un mismo hecho siempre habrá visiones distintas.

Se han hecho muchas interpretaciones sobre esta aventura. Algunos han reseñado la fuerza de voluntad del débil contra el fuerte. Otra interpretación, subraya la trascendencia que puede tener, el correr un riesgo desmesurado al servicio de un idealismo.  Asimismo, algunos lectores del Quijote han interpretado esta aventura con la que, según ellos, Cervantes quiso hacernos ver la importancia prioritaria de la motivación sobre el cálculo que se pueda hacer del posible resultado.

Tras esta aventura, vemos que don Quijote se sobrepone a su fracaso, pues no reconoce su error. Lo prioritario para él sigue siendo terminar con el mal del mundo y el orgullo de poder ofrecérselo a su amada Dulcinea.

“No fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. 

Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo: 

–Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino…”


Siguiendo con la lectura, encontramos la ya anunciada aventura de Puerto Lápice. Es una aventura de carácter novelesco, casi podríamos decir que con esos personajes podría escribirse una historia mucho más amplia. Personajes como la dama que viaja en el coche con destino a Sevilla, donde piensa embarcar para las Indias y su marido vizcaíno que ocupará un puesto de gobierno, son personajes que podrían evolucionar.  

Cervantes retrata aquí al vizcaíno cómico con su manera de hablar castellano, que se había convertido en un tópico literario de la época. 

A diferencia de la aventura de los molinos, la de Puerto Lápice tiene un contexto histórico.  

Al comienzo de esta aventura, Cervantes utiliza la hipérbole exagerando así el tamaño de los animales en los que venían montados dos frailes de la orden de San Benito.

“Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios: que no eran más pequeñas dos mulas en que venían.”

La escena podría ser cinematográfica y resulta muy moderna. Suceden dos hechos simultáneos. Los mozos apaleando a Sancho y don Quijote hablando con la dama que viaja en el carruaje. 

“Los mozos, que no sabían de burlas, ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de allí, hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y dieron con él en el suelo, y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo, sin aliento ni sentido.”

Al final del capítulo, hay una inesperada interrupción de la narración que le da suspense a la historia y muestra que la obra esta llena de dinamismo.
En este parte del capítulo, se hace mención a un segundo narrador. Sabemos que el primer narrador es Cide Hamete Benengeli pero el segundo narrador podría ser Cervantes. Este juego de narradores muestra, también, el carácter irónico de la obra. El carácter irónico lo encontramos, asimismo, cuando se refiere a esta aventura como una apacible historia. 

“Bien es verdad que el segundo autor desta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, no que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de La Mancha, que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famosos caballero tratasen; y así, con esta imaginación no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda parte.”



Capítulo noveno

 Como ya hemos dicho, al final del capítulo anterior, aparece un segundo narrador que podemos identificarlo con Cervantes. Con esto, se hace patente, que el autor deseaba aparecer en la obra, como el auténtico escritor de la misma, aunque en ocasiones desaparezca, tapado por otros supuestos autores.

Aquí aparece también, el primer anotador de su obra. Debemos apuntar la ironía del nombre del primer cronista de las aventuras de don Quijote, Cide Hamete Benengeli. Cide es la traducción de señor, Hamete podría tomarse como una deformación de Hamed (el que alaba) y Benengeli es una deformación humorística de la palabra berenjena, todo ello tomado del árabe.

La estructura narrativa del Quijote es compleja porque además del primer cronista árabe, ya mencionado, está el traductor morisco y en tercer lugar Cervantes. Este quedaría como segundo autor que escribe la obra que el traductor le proporciona del autor árabe. De esta forma, Cervantes se siente libre para realizar los comentarios que le parezcan oportunos. 

Cervantes comenta la posible o no veracidad de los hechos narrados. El autor árabe es un historiador pero como árabe puede ser mentiroso y, además, Cervantes está escuchando la historia de boca de un traductor que no sabe hasta que punto es fiable.

Este capítulo supone un paréntesis en la dinámica de la narración hasta que, al final del mismo, se narra la historia ocurrida entre don Quijote y el vizcaíno. 

El autor, Aquí, introduce al propio autor como personaje y nos lo muestra paseando por una calle de tiendas de Toledo. Asimismo, aprovecha el paréntesis para hablar sobre la obra que está leyendo y comentar que esta es cercana e interesante.

También, Cervantes aprovechará para hacer una parodia de los libros de caballerías, utilizando recursos utilizados en muchas de estas obras. Un ejemplo de esto es que, el Quijote, lo va a encontrar en una tienda de Toledo, en un manuscrito escrito en árabe por lo que va a necesitar un traductor. 

En el prólogo del Amadís de Gaula Montalvo dice: “que por gran dicha paresció en una tumba de piedra que debajo de la tierra en una ermita, cerca de Constantinopla, fue hallada, y traído por un húngaro mercadero a estas partes de España, en letra y pergamino tan antiguo, que con mucho trabajo se pudo leer por aquellos que la lengua sabían.”

El manuscrito del Quijote llevaba un título concreto “Historia de don Quijote de la Mancha”, que no coincide con el de Cervantes, con lo que queda clara la autoría de dicho manuscrito independiente de su obra.

Cervantes crea en este capítulo el inicio de la novela moderna. No sólo crea una historia, sino que nos cuenta como la crea.  

A partir de este momento, el narrador no va a cambiar. Ya se da por hecho que la historia sale del manuscrito escrito por el historiador árabe, traducido por el morisco y editado y comentado por Cervantes.

Es de suponer, que el manuscrito encontrado por Cervantes en Toledo, contaba toda la historia narrada hasta el momento o incluso algo más. Quizá algo más de la vida de Alonso Quijano, pero esto nunca llegaremos a saberlo porque Cervantes retoma la historia donde la dejó, en la aventura con el vizcaíno.



Capítulo décimo

“De lo que más le avino a don Quijote con el vizcaíno, y del peligro en que se vio con una turba de yangüese”

Este título resulta ser un despropósito. Cuando llegamos a este capítulo la aventura con el vizcaíno ya ha finalizado y la aventura con los yangüeses aun no comenzará hasta el capítulo XV.

Por primera vez, vemos un tranquilo diálogo entre don Quijote y Sancho, en el que queda expresada con mayor claridad la personalidad de Sancho. El diálogo, que va a constituir uno de los principales elementos de la novela, conseguirá que puedan sentirse acogidos el uno por el otro en las aventuras y desdichas que les ocurrirán a los dos. Este recurso, evita tener que utilizar un narrador omnisciente.

Al terminar la aventura, Sancho solicita a su señor que le de la ínsula prometida. De esta forma, la ínsula pasará a ser la excusa para que Sancho permanezca al lado de don Quijote.

Aquí, Cervantes menciona también el Bálsamo de Fierabrás. Fierabrás era un personaje de las leyendas carolingias que poseía un bálsamo milagroso capaz de curarlo todo y que se suponía que procedía del bálsamo utilizado para embalsamar a Cristo. 

“Si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás, que con sola una gota se ahorraran tiempo y medicinas. –¿Qué redoma y qué bálsamo es ése? –dijo Sancho Panza. 
–Es un bálsamo –respondió don Quijote– de quien tengo la receta en la memoria, con el cual no hay que tener temor a la muerte, ni hay pensar morir de ferida alguna.”

Asimismo, habla también del yelmo de Mambrino, al que se le suponía poderes mágicos. El que lo llevara estaría protegido. En este pasaje hace alusión al Orlando Furioso de Ariosto, en el que Reinaldos de Montalbán, protegido por el yelmo de Mambrino, que él había ganado, protegía su vida y terminó con la vida de Dardinel de Almonte, que en la obra no se sabe si Cervantes o don Quijote lo confunde con otro personaje de la obra de Ariosto, llamado Sacripante.

Avanzando en la lectura, hay una referencia a un episodio de Orlando enamorado de Boiardo, en el que un ejército de más de dos millones de soldados sitió el castillo de Albraca, en Asia, donde el rey de Catay había encerrado a su hija Angélica.

“–Engañaste en eso  –dijo don Quijote–; porque no habremos estado dos horas por estas encrucijadas, cuando veamos más armados que los que vinieron sobre Albraca, a la conquista de Angélica la Bella.”

A continuación, alude  a Soliadisa, nombre de una princesa del libro de caballerías Clamades y Clarmonda, pero cambia el nombre de la princesa y con él se refiere a Sobradisa que era un reino, que junto a Dinamarca formaban el mapa imaginario de Amadís de Gaula.

“–Ya te he dicho, Sancho, que no te dé eso cuidado alguno; que cuando faltare ínsula, ahí está el reino de Dinamarca o el de Soliadisa, que vendrán como anillo al dedo, y más que por ser en tierra firma, te debes más alegra.”

En este capítulo, Cervantes vuelve a recordar los romances cuando habla de la dura vida del Marqués de Mantua tras la muerte de Valdovinos, personajes que ya habían aparecido en la primera salida. 

Cervantes introduce, aquí también, un elemento de humanidad en el héroe, que en otros libros de caballerías no lo encontrábamos. Hablan de las necesidades de comer y de otros menesteres naturales, dándole a la ficción una perspectiva de realidad. 

“Pero dejemos esto para su tiempo, y mira si traes algo en esas alforjas que comamos, porque vamos luego en busca de algún castillo donde alojemos esta noche y hagamos el bálsamo que te he dicho; porque yo te voto a Dios que me va doliendo mucho la oreja.”

“ Y aunque se deja entender que no podían pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales, porque, en efecto, eran hombres como nosotros, hase de entender también que andando lo más del tiempo de su vida por las forestas y despoblados, y sin cocinero, que su más ordinaria comida sería de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me ofreces.”

En el capítulo, encontramos, también, un malentendido lingüístico. Sancho entiende mal la palabra homicidios, ya que en aquella época era una palabra culta y el la desconocía y la confunde con omecillos, que era un término popular que significaba riñas o rencores.



Capítulo undécimo 

Lo más relevante, aquí, es el discurso que hace don Quijote sobre la Edad de Oro.  La contemplación de un mundo apacible y el sabor de las bellotas transportarán a don Quijote a un mundo de otros tiempos, en el que la vida era distinta. 

Asimismo, se considera de interés la canción que canta Antonio acompañándose de un rabel. Este canta un romance muy al gusto de la época. Además, esta perfectamente adecuado al mundo de los pastores, con un lenguaje popular.

En sus últimos versos, este romance, tiene alguna inspiración religiosa. la expresión Lazadas de sirgo es una metáfora sobre el matrimonio y el cuello en la gamella exactamente lo mismo.

“Coyundas tiene la Iglesia
que son lazadas de sirgo,
pon tú el cuello en la gamella,
verás como pongo el mío.


En este capítulo, Cervantes coloca el escenario en el que se va a desarrollar la historia que nos contará en los cuatro siguientes. Estos cuatro capítulos formarán la primera novelita que encontramos intercalada dentro del Quijote

Don Quijote se encuentra cómodo entre los cabreros y acepta su realidad que la acomoda a su fantasía de caballero andante, sin ningún problema.

En este capítulo no existe acción, ni ninguna aventura que narrar, pero esto lo suple Cervantes con el dinamismo del discurso.

El capítulo comienza y finaliza con dos diálogos entre caballero y escudero. 

Queda patente, aquí también, las dos perspectivas de la vida de los dos protagonistas de la historia. Sancho más práctico en cuanto a sus necesidades y don Quijote, mucho más romántico.




Capítulo duodécimo

Cervantes introduce el primer relato del Quijote, el relato de Grisóstomo y Marcela. Se piensa que quizá podría haber pensado en intercalar relatos para entretener al lector. En la primera parte del Quijote tenemos muchos relatos intercalados. En la segunda parte, la de 1615, Cervantes ya sabía que su libro tenía éxito sin necesidad de intercalar otros relatos y estos aparecen, en esta segunda parte, en mucha menor cuantía.

Cervantes introduce el relato, de tal forma que Pedro, un cabrero, es el que cuenta, a don Quijote y al lector, la historia del pastor fallecido y su amor por Marcela. Todos los cabreros y la gente del pueblo conocían la historia pero no don Quijote. 

La historia de Grisóstomo y Marcela se divide en tres partes. En la primera, un mozo que abastece a los cabreros es el que les lleva la noticia de la muerte de Grisóstomo. Este relato comienza in media res. En la segunda parte, Pedro, el cabrero pone tanto a don Quijote como a los lectores, al corriente de la historia. La tercera parte es en la que se narran las consecuencias de la historia de amor pero completamente introducidas en el presente. 

La narración comienza contando una historia en pasado pero se enlaza con el presente, de tal forma que queda integrada en la historia principal, la del caballero don Quijote. De esta manera, consigue la unión de dos planos de la narración. En un primer momento don Quijote no es más que el auditorio de un relato para pasar, en la conclusión de la historia, a formar parte de la misma, dándole, de esta manera, una verosimilitud a la historia.

Durante la narración de la historia, don Quijote interrumpirá en distintos momentos a Pedro, para corregirle algunos vocablos mal empleados.

“–Principalmente, decían que sabía la ciencia de las estrellas, y de lo que pasan, allá en el cielo, el sol y la luna, porque puntualmente nos decía el cris del sol y de la luna.
–Eclipse se llama, amigo, que no cris, el escurecerse esos dos luminares mayores –dijo don Quijote.”

“Asimesmo adevinaba cuándo había de ser al año abundante o estil.
–Estéril queréis decir, amigo –dijo don Quijote.”

Sin darnos cuenta el cabrero en este relato pasará de una narración plagada de vulgarismos rústicos, propios de un cabrero, a epítetos y cultismos hacia el final de la misma, lo que nos introduce en el mundo pastoril renacentista.

“Cuál hay que pasa todas las horas de la noche sentado al pie de alguna encina o peñasco, y allí, sin plegar los llorosos ojos, embebecido y transportado en sus pensamientos, le halló el sol a la mañana, y cuál hay que , sin dar vado ni tregua a sus suspiros, en mitad del ardor de la más enfadosa siesta del verano, tendido sobre la ardiente arena, envía sus quejar al piadoso cielo.”



Capítulo decimotercero

Termina la historia de Marcela y Grisóstomo. En el capítulo anterior es Pedro el que cuenta tanto a don Quijote como al lector la historia de estos dos pastores. En este capítulo la historia continúa pero en la realidad presente. Don Quijote y otros pastores van caminando y charlando hasta el lugar donde Grisóstomo había dejado dicho que quería que le enterraran. Los que en el capítulo anterior formaban parte de los que escuchaban el relato, pasan a ser parte del mismo, los que representaban el papel de emisor y receptor, en este capítulo, pasan a ser actores y espectadores directos del desenlace de dicha historia.

La noche y el descanso son los elementos que utiliza Cervantes para rompen la situación que pasa de relato a vida real.

En su caminar hasta el lugar del entierro, se irá juntando cada vez más gente a la comitiva y de ella sobresale Vivaldo que actúa, en este caso, como interlocutor de don Quijote, volviendo a la aventura principal del caballero y trayendo, de nuevo, la locura de don Quijote al primer plano.

La voz de Vivalvo es la única que se oirá después del panegírico que hace Ambrosio por su amigo muerto.  Aquí el personaje demuestra su cultura y sus conocimientos sobre la retórica y será capaz de percibir en dicho panegírico tanto el elogio al amigo muerto como el reproche hacia Marcela.

Esta narración empezaba como un cuento y terminará con Ambrosio como acusador de Marcela.

Cervantes realiza una descripción del atuendo de luto típico de los pastores.

“vestidos con pellicos negros y coronadas las cabezas con guirnaldas de ciprés y de amarga adelfa. Traían cada uno un bastón de acebo en la mano.”

En la conversación entre don Quijote y Vivaldo, este último demuestra sus conocimientos de los libros de caballerías y sobre las normas de los caballeros andantes, llegando en alguna ocasión a corregir a don Quijote. 

En este capítulo, se hace referencia también al legendario rey Arturo de Gales que dio lugar a la leyenda de la Tabla Redonda, que dio lugar a una orden de caballería fundada en la corte de este rey, en la que había personajes como Lanzarote del Lago y la reina Ginebra.

Asimismo, se menciona a la dueña Quintañona que aparece como medianera de los amores adúlteros de Lanzarote y Ginebra y que pertenece al romancero castellano.

Además, don Quijote habla de Amadís de Gaula y todas las novelas de caballerías que se iniciaron en este libro. A continuación apareció el Esplandián que es hijo de Amadís, así como Amadís de Grecia que era el nieto.

“Pues desde entonces de mano en mano, fue aquella orden de caballería extendiéndose y dilatándose por muchas y diversas partes del mundo, y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadís de Gaula, con todos sus hijos y nietos.








24 de octubre de 2016

Capítulos de 1 al 6

En estos seis primeros capítulos, Cervantes presenta a los personajes principales. También, narra la preparación y la primera salida de don Quijote. Alonso Quijano hará esta primera salida solo y volverá apaleado, pero desde su punto de vista, hasta cierto punto, triunfante por haber conseguido ser armado caballero y haber comenzado a hacer realidad su transformación.

¿Qué aventuras vivirá don Quijote en esta primera salida?  Las primeras aventuras que se nos presentan en estos primeros seis capítulos son: Arrieros en la venta, Andrés y Juan Haldudo, y los mercaderes.

Primer capítulo

Las seis primeras palabras de esta obra pertenecen a un octosílabo de un romance-ensaladilla (romance cantado a más de una voz,habitualmente a tres voces) anónimo. En estas primeras palabras, el autor indica que no quiere acordarse del lugar en el que vivía don Quijote. De esta manera, está defendiendo su libertad como creador, ya que así, su personaje está libre de todo determinismo. 

Cervantes utilizaba esta fórmula para comenzar su historia, dándole un comienzo de cuento popular sin importancia. Ya en su principio, el libro se opone a los comienzos de los libros de caballerías, que tenían, mayoritariamente, unos primeros pasos ampulosos.

En este primer capítulo, Alonso Quijano se presenta como un apasionado lector de libros de caballerías. A tanto llega su pasión que desatiende su hacienda por la lectura y la compra de nuevos libros.

 “se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos…”

En un primer momento, Alonso Quijano se propone escribir o finalizar una novela de caballerías. 

“Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, com allí se promete y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran ”

Aquí, se refiere Cervantes a la novela de caballerías de Jerónimo Fernández, Don Belanís de Grecia. Obra compuesta por cuatro libros, en los que su autor dice traducir el libro del original griego del sabio Fristón. El autor de esta obra, la termina diciendo que había perdido el libro y que autorizaba a quien lo encontrara a terminarla.

Pero más adelante decide convertirse él mismo en caballero.

“En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes ejercitaban…”

Como dice Javier Marías: “Aquí tenemos un caso en el que  –primer tema importante– la literatura va a intentar convertirse en vida, al contrario de todas las tendencias realistas habidas y por haber, que intentan plasmar la vida en la literatura. Y es más: Don Quijote va a intentar hacer literatura de su vida”
Ya desde el principio de la obra se hace patente el tema de la locura de don Quijote.  Esta locura, es en cierto modo, una locura pensada. Don Quijote decide hacerse caballero y lo piensa. Asimismo, piensa en su nombre, en el de su caballo, en sus armas. No sucede, que, de la noche a la mañana, don Quijote piense que es caballero, sino que piensa que le gustaría armarse caballero. Esto nos lleva a tener la idea de que Alonso Quijano quería ser otro distinto del que era y decide romper con su vida anterior, si bien es verdad que, esto lo hace llevado de una desbordante pasión y de una manera extenporánea.

Además, cuando Alonso Quijano confunde los héroes realmente históricos y los de las novelas de caballerías. Concede la misma importancia al Cid que a Amadís de Gaula.

Cuando Alonso Quijano prepara sus armas, las limpia, las arregla, empieza ya a crear el personaje imaginario y pasa de la realidad a lo imaginario. Comienza a ajustar la realidad a su imaginación.

Tenemos que tener en cuenta que Alonso Quijano era un hidalgo de un pueblo de la Mancha. Los hidalgos conformaban el escalafón más bajo dentro del estamento de los privilegiados.  La nobleza, en general, ya no se dedicaba a las hazañas heroicas. Esta función la cumplía un ejercito profesional. Los nobles se dedicaban a medrar en la administración y a disfrutar de sus rentas.  En las zonas rurales, y más siendo solo un hidalgo, las posibilidades eran básicamente las de sobrevivir intentando sacar adelante las tierras.  Algunos hidalgos podían participar en justas que se organizaban en Zaragoza, donde había competiciones y festejos similares. Pero en la Mancha esto era también muy improbable, al tratarse de una tierra con muy escasa población. Así que, llevado del aburrimiento, era bastante lógico que Alonso Quijano hubiera caído en la pasión de los libros de caballerías.

El paso de hidalgo aburrido en sus tierras a caballero, le proporcionaba a Alonso Quijano, relevancia social, prestigio y además traía de vuelta el pasado glorioso de los caballeros y le proponía un futuro.

Al comienzo de la historia Cervantes nos habla de Alonso Quijano como si fuera un persona real y habla de la incertidumbre de su nombre que parece que finalmente es Quijano. Esto le aporta al personaje realidad histórica.

Por supuesto, que Cervantes no puede evitar el utilizar la ironía también en este primer capítulo. Hablando de forma irónica sobre el prestigio de las que se llamaron universidades menores, una de las cuales era la de Sigüenza.

“Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar –que era hombre docto, graduado en Sigüenza– sobre cuál había sido mejor caballero…”

En cuanto al nombre elegido de Quijote, como nos dice Salvador de Madariaga, en su libro  Guía del lector del Quijote. Cervantes hace un juego de palabras con el apellido Quijano y el sufijo -ote que viene del nombre de Lanzarote, en las leyendas artúricas. Aunque, sin duda, también tiene su parte humorística ya que quijote era el nombre de la pieza de la armadura que cubría el muslo.

El nombre de rocinante también tiene su parte humorística. Como sabemos rocinante era un pobre caballo escuálido. Por este motivo es rocín antes. Pero también podría ser ante-rocín y de esta manera pasaría a ser el primero y mayor rocín.

En la elección del nombre de Dulcinea, hay una explicación etimológica. Dulcinea era una moza labradora de nombre Aldonza, nombre de origen visigótico y vulgar. Don Quijote toma parte de la palabra y la identifica con el nombre Dulce de origen latino y culto, esta es la forma en la que Aldonza pasa a llamarse Dulcinea.


Segundo capítulo

El segundo capítulo comienza con la primera salida de don Quijote. Al principio, vemos, como en el capítulo anterior, que la locura de don Quijote no es clara o no es total. Él quiere cambiar, quiere convertirse en un caballero afamado y correr aventuras heroicas. Así que, no le cuenta a nadie su intención de cambiar de vida y sale de su casa, muy temprano, con el aspecto de un caballero, montado en su Rocinante y sin que nadie le vea.

“Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rociante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, uy por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo..”

En este capítulo, don Quijote menciona en numerosas ocasiones que sus andanzas heroicas las contarán los cronistas.

Alonso Quijano ha pasado a ser don Quijote y ya no hay vuelta atrás. Es un hombre que se ha transformado en otro ser. Ha cambiado de nombre y ha nacido el caballero andante sin pasado, pero con un futuro prometedor.

“Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera?”

“Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a la luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro. ¡Oh tú, sabio encantador, quienquiera que seas, a quien ha de tocar el ser coronista desta peregrina historia , ruégote que no te olvides de mi buen Rocinante, compañero eterno mío en todos mis caminos y carreras!”

Cuando habla el narrador, da por hecho que don Quijote es un personaje famoso y que en distintas crónicas se pueden encontrar sus hazañas. pero, también tiene su parte irónica porque si su primera aventura no fue la de Puerto Lápice ni la de los Molinos, será que realmente esta primera aventura no tenía nada interesante que contar.

“Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisiera topar luego luego con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo. Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice; otros dicen que la de los molinos de viento; pero lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de La Mancha, es que él anduvo todo aquel día…”

Aquí, como en casi toda la obra don Quijote adapta la realidad a su imaginación. 
Transforma la venta en castillo y las rameras en hermosas doncellas. Incluso, se comporta y utiliza el lenguaje que había aprendido en los libros de caballerías.

“y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata…”

Según nos dice Javier Marías en este capítulo la innovación y el recurso son sorprendentes y comienza a complicar los planos narrativos: “un autor inventa un personaje; sin embargo, de ese personaje se insinúa que ya “algo” alguien sabe; ese personaje es uno (Alonso Quijano), pero decide convertirse en otro (Don Quijote); ese otro, el personaje que se ha inventado a sí mismo, el que ya no es la invención del autor, propone a un “sabio” (es decir, al autor) que escriba su historia y la empiece de determinada manera cuanto ése ya la ha comenzado.”

Cervantes narra aquí un amanecer mitológico haciendo una crítica irónica del estilo ampuloso de los libros de caballerías.

“Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas negras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada Aurora que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famosos caballero don Quijote de la Mancha dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel.”

Don Quijote despierta la risa de las personas con las que se cruza, no sólo por el lenguaje que utiliza, como cuando se dirige al huésped y a las rameras, sino por su aspecto. Además de no ser el tiempo de los caballeros andantes, las armas que llevaba no se correspondían con el atuendo de estos. La brida era la manera propia de montar de los caballeros andantes de caballería pesada y la adarga y coselete eran armadura ligera.

En esta, su primera aventura, el ventero entra en el juego de don Quijote, no sabemos si por miedo o para reírse de él y le llama señor caballero.

“Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén del lecho (porque en esta venta no hay ninguno), todo lo demás se hallará en ella en mucha abundancia.”

También, introducen algunos versos que proceden de romances muy conocidos en la época:

Mis arreos son las armas,
mi descanso el pelear,etc.

El ventero contestará con los dos versos con los que continúa el romance:

mi cama las duras peñas,
mi dormir siempre velar.

Asimismo, se hace una adaptación de uno de los versos de un famosos romance de Lanzarote del Lago:

Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera don Quijote
cuando de su aldea vino:
doncellas curaban dél;
princesas, del su rocino

Finalmente, el capítulo se cierra con la cómica cena que con la imaginación de don Quijote y una mala interpretación lingüística transformará el alimento de modestas truchuelas (abadejo) en suculentas truchas.

Como dice Francisco Rico: “El buen humor del ventero y de las rameras, así como la afortunada coincidencia del cuerno del porquero con el que don Quijote piensa que es recibido y al final agasajado, colman plenamente las expectativas de esta su primera salida y le ayudan a ajustar la prosaica realidad al arquetipo formal de la aventura caballeresca fijado por sus lecturas. El sueño de don Quijote contrasta con la grotesca realidad descrita, y del cruce brota la burla, la risa de todos los allí presentes, incapaces de entender la chifladura de un hidalgo que desea ser caballero andante.”



Tercer capítulo

En este capítulo, Cervantes no deja de jugar con el lenguaje, como en el resto de la obra.


“No se curó el arriero destas razones (y fuera mejor que se curara, porque fuera curarse en salud; antes trabando de las correas, las arrojó gran trecho de sí”


Cervantes utiliza el verbo curar en los dos sentidos que tenía anteriormente. Utilizaba la palabra curar con el sentido de prestar atención que ya era un uso arcaico en aquella época y con el sentido de sanar.


Cuando don Quijote dice:


“Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallo pecho se le ofrece: no me desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo.”


se sitúa en la tradición del amor cortés. El caballero amante sirve a la mujer amada, que es la señora guía y protectora del caballero.
Cervantes, en este tercer capítulo, cuenta la humorística manera que tuvo don Quijote de armarse caballero.


La importancia fundamental de este capítulo, es que don Quijote es armado caballero. Esta era una cuestión que tenía preocupado a don Quijote desde que salió de su casa, ya que este sabía que si no era armado caballero no podía ejercer la caballería de manera legítima. De esta manera, su preocupación queda solventada.


En la Edad Media, esta ceremonia era muy solemne y había que estar preparado tanto física como mentalmente para desempeñar las funciones de caballero. La ceremonia se consideraba un paso de la juventud a la madurez y se le daba un significado religioso. Por eso, don Quijote buscaba la iglesia del castillo para velar sus armas.


Don Quijote, a pesar de su edad, se sentía preparado y dispuesto para armarse caballero porque, además, en los libros de caballerías había encontrado personajes que habían sido armados caballeros a una edad avanzada, rozando prácticamente la vejez.


El problema de la ceremonia es que, el que le arma caballero, el ventero era un bellaco que no tenía poder para llevar a cabo la ceremonia armar y, además, el armado caballero, don Quijote, es un loco. 


En la venta tanto el ventero como las dos rameras no intentan traer a don Quijote a la realidad sino que le siguen la corriente y se hacen pasar por caballero y doncellas.


Don Quijote había decidido, en el capítulo anterior, salir de su propia realidad para vivir otra vida con más emoción y aventura que la suya propia. En el caso del ventero y las rameras , no quieren traer a la realidad a don Quijote porque sus vidas también son aburridas y esto es una oportunidad para reírse y hacer algo diferente.


Asimismo, el ventero, como su padrino, le da una serie de consejos, que más tarde le moverán a buscarse un escudero. Asimismo, le cuenta sus aventuras como pícaro transformándolas en aventuras caballerescas y realizando un paseo por toda la geografía picaresca de la España de la época. Aquí, queda patente los conocimientos que sobre libros de caballerías tenía el ventero. 


Como ya hemos dicho, tanto el ventero como las dos rameras, siguen la corriente a don Quijote en su locura pero también encontramos que, más adelante, es el narrador el que le sigue la corriente de forma humorística.


“Advertido y medroso desto el castellano, trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas, y, leyendo en su manual  –como que decía alguna devota oración–, en mitad de la leyenda alzó la mano y diole sobre el cuello un buen golpe, y tras él, con su mesma espada un gentil espaldarazo –siempre murmurando entre dientes, como que rezaba–”


Como el padrino de la ceremonia podríamos decir que es un pícaro, esta resulta humorística.


La primera parte de la ceremonia se realiza en el corral a la luz de la luna y ante el jolgorio de todos los huéspedes de la venta, que se convierte en una escena de entremés donde además no faltarán las pedradas y los golpes. Finalmente, y a causa  del revuelo, el ventero se ve en la obligación de acortar la ceremonia que la limita a la pescozada y el espaldarazo. A esto viene a añadirse la intervención de las dos rameras en la ceremonia, quitándole toda seriedad al acto.


A causa de la invalidez de la ceremonia y de la locura de don Quijote este no podrá ser realmente un caballero aunque él, que se encuentra en su mundo de irrealidad, se siente absolutamente competente para realizar sus funciones como tal.




 Cuarto Capítulo

El capítulo cuarto comienza con: “La del alba”. En este comienzo se sobreentiende la palabra hora (la hora del alba), palabra con la que termina el capítulo anterior: 


“le dejó ir a la buena hora.”


Esta relación entre la última palabra del capítulo anterior y el comienzo del siguiente, parece que podría demostrar que Cervantes no se había planteado, en principio, el escribir una novela de las dimensiones del Quijote. Podría tratarse, de una novela corta sin capítulos, como las novelas ejemplares, en la que la posterior división en capítulos habría podido causar estas relaciones sintácticas entre el final de un capítulo y el comienzo del otro. Aunque algunos críticos piensan que esto es un recurso para darle fluidez a la obra y no producir un corte entre capítulos.


Aquí, don Quijote está pensando en la recomendación que le había dado su padrino de armas, cuando le recomendó que sería de gran interés tener un escudero. Don Quijote hace la primera alusión a Sancho, pero sin mencionar su nombre.


“Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recibir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería.”


En este capítulo se desarrolla la característica que va asociada a los caballeros y a la idea de la caballería de don Quijote, su sentido de la justicia.  Esto se realiza a través del incidente del apaleamiento de Andrés, donde encontramos una de las pocas ocasiones en la que realmente aparece este intento de justicia social y, además, no sólo la idea de justicia, sino también la satisfacción del propósito cumplido.


El Quijote se veía como un libro cómico, porque las acciones de los hombres no se juzgaban por su intención sino por su resultado.


En esta aventura tenemos dos factores para analizar. ¿Es justo que don Quijote le hiciera pagar al labrador el dinero que debía a Andrés? Lo que no era correcto es que Andrés estuviera atado a un árbol y le estuvieran apaleado sin poderse defender.  El problema de la justicia es si, realmente, Andrés era culpable o no de lo que se le acusaba. 


Como vemos la acción de don Quijote es satisfactoria para él, pero no para Andrés. Este resulta peor parado a consecuencia de la intervención de don Quijote. Esto en la época resultaba cómico y hoy en día lo veríamos como el resultado de una acción ingenua.


Sin duda, en este capítulo, don Quijote queda consagrado como Caballero, aunque el resultado no fuera el ideal.  El tiene la potestad de actuar como justiciero sin tener la ley en consideración.


Cervantes no olvida aquí tampoco, jugar con el lenguaje :


“–Bien está todo eso –replicó don Quijote–; pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado; que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagaste, vos le habéis rompido el de su cuerpo; y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado.”


En esta aventura, don Quijote vuelve otra vez al amor cortés. Vuelve a colocar a su amada en lo más alto. Dulcinea es un cúmulo de perfecciones.


“–Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de La Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.”


Cuando don Quijote menciona, defendiendo a Dulcinea, el ámbar y la algalia se refiere a unos ungüentos utilizados en la fabricación de perfumes. En ese mismo párrafo hace referencia a los husos de Guadarrama que eran famosos por su calidad y estaban fabricados en madera de haya que nunca se torcía.


“no le mana, digo eso que decís sino ámbar y algalia entre algodones y no es tuerta ni corcovada, sino más derecha que un huso de Guadarrama.”


Otra característica del lenguaje de Cervantes, que observamos en este fragmento, es el uso de palabras del juego de cartas. Envidar el resto es apostar todo a una sola carta. En este caso se refiere a descargar toda su cólera sobre don Quijote.


“Dábanle voces sus amos que no le diese tanto y que le dejase; pero estaba ya el mozo picado y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera…”




Quinto capítulo

Don Quijote lleva su locura hasta otro plano. Encontrándose apaleado y sin poderse mover, ya no sólo se siente don Quijote sino cualquier otro caballero andante reconocido. En un momento, se cree Valdovinos, Abindarráez y Reinaldos de Montalbán. Menéndez Pidal centra mucho su atención en el cariz que toma la locura de don Quijote en este capítulo y hablaba de ello, en un discurso, que leyó en 1920 en el Ateneo de Madrid, titulado “Un aspecto de la elaboración del Quijote” y que posteriormente quedó recogido en el libro De Cervantes y Lope de Vega.


Al principio de este capítulo, don Quijote parece estar decidiendo por que parcela de su locura se decide. 


“Viendo, pues que en efecto no podía menearse, acordó de acogerse a su ordinario remedio , que era pensar en algún paso de sus logros y trújole su locura a la memoria aquel de Valdovinos y del marqués de Mantua, cuando Carloto le dejó herido en la montaña…”


Siempre que no le gusta su vida o la situación en la que se encuentra, don Quijote, busca una salida satisfactoria en los libros de caballerías. Estos resultan para él un manual de como debe comportarse en su nueva y más excitante vida.


Además, un poco más adelante incluye unos versos de un romance en el que se cuentan acciones caballerescas del Marqués de Mantua y su sobrino Valdovinos.


_ ¿Dónde estás, señora mía,
que no te duele mi mal?
O no lo sabes, señora, 
o eres falsa y desleal.


A lo largo del Quijote, vemos que el nombre real de este hidalgo cambia varias veces. En este capítulo, aparece como Quijana.  En el primer capítulo, ya nos decían que podía ser Quijana, Quejan o Quesada. Esto puede ser una intención de Cervantes de darle un sentido libre. De la misma forma, que no se acuerda del lugar de la Mancha donde vivía el hidalgo, tampoco lo sujeta a ningún árbol genealógico.


Dentro de este mismo capítulo, en un momento en el que don Quijote iba sobre su borrico tan quebrantado que apenas se sostenía en él, olvida la historia de Valdovinos y se convierte en el moro Abindarráez, cuando el Alcaide de Antequera, Rodrigo de Narváez, le prendió y llevó cautivo, en la novela morisca El Abencerraje y la hermosa Josefa. 


Avanzando un poco más en la lectura, don Quijote vuelve a dar un giro a su locura y cuando el labrador le dice:


“–Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo de Narváez , no el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Valdovinos, no Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana”


Don Quijote responde:


“–yo sé quién soy –respondió don Quijote–, y sé que puedo ser no sólo los que he dicho sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por ´si hicieron, se aventajarán las mías.”


El sabe, quizá, realmente quien es, pero quiere ser otra cosa y quiere otra vida y se siente capaz de alcanzar las más grandes hazañas.


En cuanto al lenguaje, se siguen utilizando algunos arcaísmos como malferido o feridas, que ya eran arcaicas en aquel momento pero se utilizan de forma burlesca siguiente el lenguaje utilizado por don Quijote.


“-Abran vuestras mercedes al señor Valdovinos y al señor marqués de Mantua, que viene malferido, y al señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera”


“–Ténganse todos, que vengo malferido por la culpa de mi caballo. Llévenme a mi lecho y llámense, si fuera posible, a la sabia Urganda, que cure y cate mis feridas.”


También el narrador entra en el juego del lenguaje arcaizante y dice:


“Lleváronle luego a la cama, y, catándole las feridas, no le hallaron ninguna.”


Cuando el ama menciona a “Hurganda” hace una deformación humorística del nombre de Urganda que era la maga amiga de Amadís y que don Quijote había pedido que la llamaran para curar sus heridas.


Terminando ya la aventura de la primera salida del Quijote, termina la influencia del Entremés de los romances, anónimo y del siglo XVI, en el que un labrador, Bartolo,  quería imitar a los héroes del Romancero y sale en busca de aventuras hasta que termina apaleado.  




Sexto capítulo 

Los seis primeros capítulos de la primera parte del Quijote, podrían ser una novela independiente con trama propia y conclusión pero veremos que después tendrá secuelas que irán formando la novela en su totalidad.


A lo largo del capítulo y con la excusa de revisar la biblioteca de Alonso Quijano, se hace un repaso a la literatura de la época. 


En un principio sólo se habla de las novelas de caballerías como única lectura del Quijote, pero aquí se amplía a otros géneros: la novela pastoril, la poesía heroica, y la lírica amorosa.


Además, Cervantes aprovecha para hace una crítica a algunas traducciones de obras en verso.


En este capítulo, vemos que la librería de don Quijote era extensa, más de cien volúmenes, y que muchos de ellos eran obras recientes del momento. Lo que sí vemos, es que la biblioteca era poco variada en cuanto a su temática. Alonso Quijano no parecía mostrarse interesado por los libros de picaresca, ni por los libros de historia, ni cancioneros o romanceros.


La sobrina es la que denuncia la situación y como si fuera un tribunal inquisitorial, el cura y el barbero, pero particularmente el cura es el que decide los libros que se salvan y los que se queman. Todo el proceso se llevará a cabo de una manera burlesca.


Finalmente, tampoco son tan duros en la condena de los libros. de los veintinueve títulos que se le presentan solo condena a trece y absuelve a otros trece incluidos tres libros de caballerías (el Amadís, el Palmerín y el Tirante). Además salvan tres de pastores (la Diana enamorada de Gil Polo, El pastor de Fílida y Los diez libros de fortuna de amor). También salvan siete de poesía entre los que se encuentra La Galatea del propio Cervantes.


Este juicio sobre los libros de la época, vas más allá de lo que se atrevió a hacer la inquisición que no se decidió a prohibir los libros de caballerías. Tampoco los censores reales pudieron impedir su exportación a América. 


A través de las opiniones y críticas que realiza el cura sobre los libros de don Quijote, Cervantes aprovecha a expresar sus opiniones sobre la literatura de la época, aunque no podemos identificar en su totalidad dichas opiniones con las de Cervantes y tampoco podemos confundir al autor con el personaje. Lo que sí queda patente en este y otros capítulos es la importancia que tienen los libros dentro del Quijote.


Finalmente, deberíamos hacer una mención sobre la importancia de la inclusión de La Galatea dentro de las obras que forman la biblioteca de don Quijote, así como de su autor, Cervantes. El cura es el que introduce a Cervantes en la obra y dice que es su amigo convirtiendo así al autor en un personaje real y de ficción al mismo tiempo y consiguiendo, de esta manera, darle a la obra sensación de realidad.


Con este capítulo se da por finalizada la primera parte del Quijote, aunque realmente la salida termina en el capítulo anterior.