24 de abril de 2014

Crónicas marcianas

               

Ray Bradbury


¿Una novela o un libro de relatos breves?
Quizá las dos cosas a la vez.





Crónicas marcianas es lo que se podría llamar literatura prospectiva, es decir, que se interesa por las inquietudes socioculturales (filosóficas, económicas, políticas, ideológicas…) del ser humano.
Trata de temas universales fuera de las 
coordenadas espacio-temporales de la literatura más realista. 
La especulación sobre el futuro permite al lector desfamiliarizarse de su contexto temporal empírico y proyectar los conflictos hacia un mundo posible que no choca contra los supuestos de su mundo real.

¡TE ESPERAMOS el 24 de abril!

 

22 de abril de 2014

¿Quién es Ray Bradbury?

Raymond Douglas Bradbury nació el 22 de agosto de de 1920 en Waukegan, Illinois. Vivió siempre rodeado de libros, ya que su familia tenía una editorial de libros y revistas. Sus padres desarrollaron la costumbre de leerle todos los día antes de dormir y desde muy pequeño, historias de Edgar Allan Poe, Hawthorne, Stevenson y otros autores. Su obra tuvo una profunda influencia europea provocada por su madre que era sueca. Con tanta aventura, la imaginación de Bradbury se desarrolló muy tempranamente. Al mismo tiempo, en sus ratos libres, se dedicaba a fomentar sus otras aficiones: la magia y el cine de terror. En 1932 su familia se mudó a Arizona, después de haber perdido a un hermano y una hermana. Allí Ray comenzó a leer y familiarizarse con algunas publicaciones de ciencia ficción de los años 30. Esas publicaciones desarrollarán, aun más, su brillante imaginación. En ese momento, comenzó a escribir sus propias historias de ciencia ficción. Trás pasar dos años en Arizona la familia se trasladó nuevamente, esta vez a California. Publicó sus primeros relatos y algunos poemas en la revista del instituto al que asistía en Los Ángeles. Allí descubrió también, autores como Hemingway y Thomas Wolf. Bradbury escribió poemas, relatos, novelas, obras teatrales, guiones cinematográficos y televisivos. En un principio escribía sobretodo relatos de fantasía y terror. Muchos de estos relatos los ambientó en Irlanda tomando como modelo a los escritores de la Generación Perdida. Unos años más tarde, asistió, también en Los Ángeles, a una importante convención de ciencia ficción que cambiará su vida. Este evento le impulsó a escribir casi de forma compulsiva. Envió todos aquellos relatos a los autores que conoció en la convención. Se graduó en Los Angeles High School, en 1938 pero no pudo asistir a la universidad por razones económicas. Comenzó a trabajar como vendedor de periódicos, aunque seguía escribiendo y formándose de manera autodidacta, por lo que pasaba la mayor parte de su tiempo libre en la biblioteca. En sus inicios, alrededor del año 1940, vendió sus relatos a algunas revistas, con los que posteriormente se hizo una recopilación “Dark Carnival” en 1947. Ese mismo año se caso con Marguerite McClure con la que tuvo cuatro hijas. Curiosamente conseguirá cierta notoriedad con un relato, que no era de ciencia ficción, publicado en una conocida revista, con el que recibirá el reconocimiento de autores absolutamente ajenos a este género. Desde ese momento sus relatos se publicarán con cierta frecuencia en acreditadas publicaciones. En 1942 decide abandonar su puesto de trabajo, como vendedor de periódicos para dedicarse de forma profesional a la escritura. Como escritor profesional irá abandonando poco a poco los temas de fantasía y policiacos y se centrará en la ciencia ficción aunque no focalizándolos en los avances científicos sino en la psicología de los personajes. En 1950, reunirá una serie de relatos que había ido escribiendo sobre la vida de los marcianos y su extinción y que también hablaban sobre la soledad y el miedo. Pero no sólo los reunirá sino que transformará sus trabajos independientes y los estructurará para que adquieran cuerpo de libro. Estos se publicarán con el nombre de “Crónicas Marcianas”, pudiéndose leer, estos relatos, como capítulos de una novela. Desde entonces, afincado siempre en Los Angeles, Ray Bradbury seguirá escribiendo otros libros como: Las manzanas doradas del sol, El hombre ilustrado, Fahrenheit 451, Medicina para la melancolía y Las máquinas de la alegría, hasta su muerte. Bradbury llegará a ser considerado por la crítica como uno de los escritores con más talento de la narrativa estadounidense del siglo XX. Con su extraordinaria prosa, sobrepasó el marco de la ciencia ficción. Se ha hablado mucho de su prosa poética dentro de su género. Aunque, a la hora de clasificar su obra deberíamos colocarla dentro del género de la ciencia ficción de su época, como Arthur C. Clark, Isaac Asimov, Paul Anderson y el que él consideraba su maestro Henry Kuttner entre otros, su obra es casi inclasificable. Podríamos decir que se trata de una novela de ciencia ficción, psicológica y de introspección. Las influencias más apreciables en su obra son de escritores como Lewis Carroll, Edgar Allan Poe, Bram Stoker, Nathaniel Hawthorne, R.L. Stevenson, H.G. Wells, Franz Kafka o H.P. Lovecraft, Así como las narraciones breves de Hemingway. Bradbury ha trabajado también como guionista en diversas series televisivas y películas. Las más destacables han sido: la adaptación que realizo de Moby Dick que dirigió John Huston en 1956 y por supuesto Fahrenheit 451 de François Truffaut de 1966. Como curiosidad, podemos decir que se le ha dado su nombre a un asteroide, el 9766, al que se ha calificado “Bradbury” en su honor. Ray Bradbury falleció en junio de 2012 a los 91 años de edad, en Los Ángeles, California. En su lápida funeraria esta escrito el epitafio: “Autor de Fahrenheit 451” (Pilar Aguilar)

20 de abril de 2014

Cronicas Marcianas – Breve apunte

La acción de estas crónicas transcurre entre junio de 1999 y octubre de 2026, en 25 capítulos. La obra esta compuesta por distintas narraciones que podrían ser independientes, muy bien hilvanadas por una serie de pequeños relatos intercalados entre las distintas historias. El narrador es heterodiegético omnisciente, ya que sabe todo lo que ocurre, así como también los sentimientos, emociones y pensamientos de cada uno de los personajes. El lenguaje es sencillo pero, Bradbury siempre impregna sus obras de lenguaje poético, bastante infrecuente en este género. El narrador cuenta la historia de forma cronológica desde “El verano del cohete” en 1999 hasta que termina la historia en octubre de 2006 en “El picnic de un millón de años”. La obra critica a la sociedad norteamericana de los años cincuenta. El autor se vio influido por el contexto histórico de su época: el racismo y los avances tecnológicos de los años cincuenta, el fin de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, los inicios de la carrera espacial y el temor a la guerra nuclear. Gracias a las “Crónicas marcianas” podemos tomar distancia, colocándonos fuera de nosotros mismos e incluso fuera de nuestro planeta y observar nuestro modo de vida, nuestra sociedad, nuestro sistema político etc. Utilizando su imaginación, Bradbury nos ofrece un muestrario de las distintas posibilidades de supervivencia de nuestra especie. En esta obra, como en casi todas sus obras, la ciencia ficción se utiliza como soporte para realizar un estudio psicológico y sociológico de sus personajes y el tiempo y el ámbito donde los sitúa. Bradbury nos muestra en estas Crónicas Marcianas la dualidad que el observaba en el hombre de su época. Una energía idealista que le permitirá alcanzar otro planeta y una enorme capacidad autodestructiva que le llevará hasta la desaparición de la tierra en una guerra nuclear. Al comienzo de la narración la Tierra se encuentra inmersa en un invierno sin fin, en un contexto de crisis y guerras nucleares. Durante este período, el gobierno norteamericano lanza expediciones de cohetes al espacio con la esperanza de que la vida en Marte fuera posible y poder encontrar un lugar a donde escapar en caso de llegarse a la imposibilidad de supervivencia en la Tierra. Algunos humanos abandonan la Tierra, en la que ya no pueden vivir a consecuencia de la guerra nuclear, pero con esa acción, al abandonarla, también están dejando atrás sus raíces, sus costumbres, sus cosas, sus casas y sus juegos. Recordarán, cómo en el frío invierno terrestre se lanzaban con sus trineos por las pendientes riéndose y gritando. ¿Qué encontrarán en Marte? Todo viaje es un camino hacia lo desconocido, al riesgo, al peligro, al asombro, a novedades, a nuevas oportunidades y al intento de adaptación. Y, también, todo viaje, y más si es definitivo, deja atrás siempre la seguridad de lo conocido, la rutina que puede ser insoportable pero, en algunas ocasiones, puede resultar reconfortante. En la primera crónica, “El verano del cohete”, dice: “Un minuto antes era invierno en Ohio; las puertas y las ventanas estaban cerradas, la escarcha empañaba los vidrios…” “Y de pronto una larga ola de calor atravesó el pueblo…” “los carámbanos cayeron, se quebraron y se fundieron. Las puertas se abrieron de par en par; las ventanas se levantaron; los niños se quitaron las ropas de lana; las mujeres guardaron en los armarios los disfraces de oso; la nieve se derritió, descubriendo los prados verdes y antiguos del último verano”. Aunque, por otra parte, también: “El caluroso aire desértico cambió los dibujos de la escarcha en los vidrios, borrando la obra de arte. Los esquíes y los trineos fueron de pronto inútiles” Con el calor y el relax, de “El verano del cohete” y el que también encontrarán en Marte, recuperarán la capacidad para jugar, disfrutar y asombrarse, en definitiva, la posibilidad de recuperar la parte infantil y lúdica que encierra todo adulto. Pero siempre podemos sentir una inquietud de fondo que antes de las guerras nucleares no parecía existir. Algo han perdido los humanos por el camino. Después de la breve introducción en “El verano del cohete”, la obra comienza con las primeras expediciones de terrícolas a Marte en Febrero 1999. La primera expedición se narrará en “Ylla”. Con esta historia, Bradbury nos sorprenderá, al descubrir que los comportamientos que manifiestan los marcianos, nos resultan completamente humanos. Este relato nos cuenta una historia de insatisfacción y celos . En la segunda expedición en agosto de 1999, “Los hombres de la Tierra”, descubrimos el poder de la telepatía marciana. Los marcianos están tan seguros de sus costumbres y capacidades que sin intención de hacer daño a los terrícolas que les visitan terminan con ellos, al pensar que de lo que les habla el capitán Williams no es mas que una ilusión de un trastornado: “_¡Váyanse! _les gritó a los cadáveres. ¡Váyanse! _le gritó al cohete. Se examinó las manos temblorosas. _Contaminado _susurró_. Víctima de una transferencia. Telepatía. Hipnósis. Ahora soy yo el loco. Contaminado. alucinaciones en todas sus formas. _Se detuvo y con manos entumecidas buscó el arma alrededor._ Hay sólo una cura, sólo una manera de que se vayan, de que desaparezcan. Se oyó un disparo. Los cuatro cadáveres yacían al sol; el señor Xxx cayó junto a ellos. El cohete, reclinado en la colina soleada, no desapareció”. La tercera expedición se produce en abril de 2000 y se titula “Tercera expedición”. Aquí asistiremos a un escalofriante suceso en el que los marcianos utilizan la violencia mental que más adelante pasará a ser física y que resulta mucho mas agresiva y dañina que cualquier ejercito por preparado y armado que este. Como hemos tomado distancia, podremos utilizar este Nuevo Mundo, Marte, como una utopía. Es como si allí se pudiera empezar desde cero e intentar no cometer los errores que nuestra civilización ha cometido. Nos abre una puerta hacia la salvación y la esperanza. Con las distintas historias, Bradbury intentará mostrar diferentes reacciones humanas en el intento de salvar al hombre de la sociedad podrida de la Tierra y casi podríamos decir, en ocasiones, incluso de sí mismo. “Crónicas marcianas”, muestra al cohete como la única invención científica del hombre que le puede salvar de la Tierra degenerada en la que está viviendo y llevarle a una Tierra Prometida, donde encontrará un verano, que aunque artificial, le proporcionará todos sus beneficios. En la siguiente expedición en junio de 2001, “Aunque siga brillando la luna”, el capitán John Black no entiende por qué los marcianos les odian. Los humanos nunca habían tenido ningún contacto con los marcianos y tampoco iban con ninguna intención violenta. En este episodio, desconocen cuantos humanos de otras expediciones han conseguido llegar a Marte o sobrevivir allí. Se encuentran con que todo es casi idéntico a lo que han dejado en la Tierra y con unas increíbles sorpresas. Los marcianos conseguirán acabar con los humanos con mucha facilidad, utilizando sólo sus poderes mentales. Desde su imaginación, dirigiéndose directamente a los recuerdos y a los sueños de los humanos. Esto lo harán por medio de su poder telepático, con el que ya hemos entrado en contacto en anteriores capítulos. Los marcianos consiguen entrar en el mundo interior de los humanos, lo invaden y después de manipularlo, cuando los tienen acorralados como animales asustados, en algunos casos, y totalmente ignorantes en otros, pasan a la violencia física y los matan. Jeff Spender , protagonista de “Aunque siga brillando la luna”, es uno de los personajes más interesantes de estas Crónicas Marcianas, Spender intentará comprender, desde la música y el estudio, un mundo que ha desaparecido pero que aún se se adivina entre sus restos, tanto como para trastornarle: “_Es magnífico ese pueblo. _No es sólo eso. Sí, sus ciudades son hermosas. Los marcianos sabían cómo unir el arte y la vida. El arte fue siempre algo extraño entre nosotros. Lo guardamos en el cuarto del loco de la familia, o lo tomamos en dosis dominicales, tal vez mezclado con religión. bueno, estos marcianos tenían arte, y religión y todo. _Usted cree que habían llegado al fondo de las cosas, ¿no es así? _Estoy seguro”. Spender, es un hombre que intentará impedir por todos los medios que otros humanos colonicen la nueva tierra, recurriendo incluso al asesinato y llegando a su justificación, en cierta medida, como única salvación para los terrícolas que quieran comenzar realmente una nueva sociedad desde cero: “Para el norteamericano común, lo que es raro no es bueno”, “Si todo marcha bien, esperan establecer en Marte tres laboratorios de investigaciónes atómicas y carios depósitos de bombas…”, “_Luego vendrán los otros grandes intereses. Los hombres de las minas, los hombres del turismo…”, “¿No les basta haber arruinado un planeta y tienen que arruinar otro más? ¿Por qué han de ensuciar una casa que no es suya? En la crónica de “Las langostas” tratan el tema de la colonización e invasión de Marte, por parte de los humanos. Bradbury le da un tratamiento metafórico al hablar de una plaga de langostas: “Los cohetes vinieron redoblando como tambores en la noche. Los cohetes vinieron como langostas y se posaron como enjambres envueltos en rosadas flores de humo. Y de los cohetes salieron de prisa los hombres armados de martillos, con las bocas orladas de clavos como animales feroces de dientes de acero, y dispuestos a dar a aquel mundo extraño una forma familiar, dispuestos a derribar todo lo insólito…” 
 En el relato de un “Encuentro nocturno” , presenta lo que hubiera podido ser una oportunidad para formar una comunidad conjunta, en la que unos escuchan y acogen a los otros y en la que se acepta la diferencia y cada uno no pelea por su verdad, sino que intenta convivir con las dos verdades: “_Admitamos nuestro desacuerdo _dijo el marciano_. ¿Qué importa quién es el pasado o el futuro, si ambos estamos vivos? Lo que ha de suceder sucederá, mañana o dentro de diez mil años. ¿Cómo sabes que esos templos no son los que tu propia civilización, dentro de cien siglos, desplomados y en ruinas? No lo sabes. No preguntes entonces. La noche es muy breve. Allá van por el cielo los fuegos de la fiesta, y los pájaros. Tomás tendió la mano. El marciano lo imitó. Las manos no se tocaron, se fundieron atravesándose . _¿Volveremos a encontrarnos? _¡Quién sabe! Quizás alguna otra noche. _Me gustaría ir contigo a ese festival. _Y a mí me gustaría ir a tu ciudad y ver esa nave de que me hablas y esos hombres, y oír todo lo que ha pasado. _Adiós_ dijo Tomás. _Buenas noches”. Esto hubiera podido ser un concepto de comunidad muy alejado de la idea de colonización, en la que se imponen las leyes, las costumbres e incluso los nombres. Tendríamos que tratar de comprender la posición del otro sin invadirle. La novela nos ofrece otra posible solución. La narrada en “Usher II”. Se trata de una fantasía que permite a Stendahl vengarse y resarcirse de las intolerancias vividas en la Tierra. Pero esta solución sólo supone una estrategia de venganza que no genera un mundo nuevo sino la destrucción final. En “Un camino a través del aire” utiliza Marte para proporcionar una salida simple a los problemas raciales que vivían los estadounidenses de los años cincuenta. Se trata de una huida a otro mundo como solución a la discriminación racial. Los negros buscaban una salida, un mundo nuevo para poder vivir tranquilos sin tener que someterse a las leyes de los blancos. Esta historia nos produce un sentimiento de liberación ante un problema, pero no lo soluciona. Debemos pensar en las migraciones forzosas que han realizado diferentes pueblos a lo largo de la historia por razones de raza. Estas migraciones forzosas, realmente no solucionan los problemas, sino que muchas veces, de forma contraria acaban por enquistarlos y dejarlos abiertos y sin solución. Las “Crónicas marcianas” nos muestran, en cada una de sus historias, unos personajes nada alejados de nosotros, muy humanos, aunque realmente algunos fueran marcianos. El problema de la identidad es, también, un tema importante en esta obra, que provoca multitud de conflictos a todos los niveles. En “El Marciano” podríamos encontrar sugerencias para poder afrontar este problema del que tantas veces se habla y, sin embargo, nunca se encuentra una solución. En este relato tanto marcianos como terrícolas quieren convivir de forma tolerante y en cierto modo ofreciéndose mutuamente lo que necesitan: “_Eres Tom, eras Tom. ¿verdad? ¡No estarás bromeando con un viejo! ¡No serás realmente Lavinia Spaulding!. _No soy nadie; soy sólo yo mismo. dondequiera que esté soy algo, y ahora soy algo que no puedes impedir. _No estás seguro en el pueblo. Estarás mejor en el canal, donde nadie puede hacerte daño _suplicó el viejo. _Es cierto. _La voz titubeó. _Pero he de pensar en ellos. ¿Qué sentirían mañana al despertar cuando vieran que me fui de nuevo, y esta vez para siempre? Además, la madre sabe lo que soy; lo ha adivinado como tú. Creo que todos lo adivinaron, aunque no hicieron preguntas. A la providencia no se le hacen preguntas. Cuando no puedo tener la realidad, bastan los sueños”. La idea ofrecida en este relato sobre el problema de la identidad y su relación con la diferencia, resultarían fundamentales a la hora de formar una nueva sociedad. El autor en esta obra nos propone un viaje en cohete que nos llevará fuera de la Tierra. Allí nos encontraremos cara a cara con lo desconocido, con lo distinto. En este caso, con Marte y los marcianos. Pero que finalmente resultará muy humano y conocido. En “El picnic de un millón de años”, historia que cierra estas crónicas, dejará una puerta abierta a la esperanza. ¿La familia Thomas será capaz de darle una oportunidad a la humanidad? “_Vuestra madre y yo procuraremos instruiros _dijo papá_. Tal vez fracasemos, pero espero que no. Hemos visto muchas cosas y hemos aprendido mucho. Este viaje lo planeamos hace varios años, antes de que nacierais. Creo que aunque no hubiese estallado la guerra habríamos venido a Marte y habríamos organizado aquí nuestra vida. La civilización terrestre no hubiese podido envenenar a Marte en menos de un siglo… “_Siempre quise ver a los marcianos _dijo Michael_ ¿Dónde están papá? me lo prometiste. _Ahí están_ dijo papá…señalando las aguas del canal…Thimothy se estremeció. Los marcianos estaban allí, en el canal reflejados en el agua: Timothy y Michael y Robert y papá y mamá. Los marcianos les devolvieron una larga, larga mirada silenciosa desde el agua ondulada…” (Pilar Aguilar)