Don Quijote de la Mancha / Don Quijote segunda parte

Don Quijote de la Mancha – Capítulos 20 al 25 de la segunda parte

13 de mayo de 2020

Capítulo vigésimo 
 En el comienzo de este capítulo, don Quijote mira a Sancho mientras duerme. En su reflexión se ve el afecto que don Quijote siente por su escudero y en cierto modo envidia esa forma tan despreocupada de dormir. Pero por otra parte le refuerza en su idea de que él es distinto, él es un elegido para llevar a cabo grandes acciones.
–¡Oh, tú bienaventurado sobre cuantos viven sobre la haz de la tierra, pues din tener invidia ni ser invidiado, duermes, con sosegado espíritu, no te persiguen encantadores, ni sobresaltan encantamientos! Duerme, digo otra vez, y lo diré otras ciento, sin que te tengan en contina vigilia los celos de tu dama, ni te desvelen pensamientos de pagar deudas que debas, ni de lo que has de hacer para comer otro día tú pequeña y angustiada familia. Ni la ambición te inquieta, ni la pompa vana del mundo te fatiga, pues los límites de tus deseos no se extienden a más que a pensar tu jumento; que el de tu persona sobre mis hombros le tienes puesto, contrapeso y carga que puso la naturaleza y la costumbre a los señores. 
Cuando llegan a las bodas caballero y escudero, lo primero que describe el autor es lo que ve Sancho. Muestra al escudero como hombre primitivo, disfrutando de todas las viandas que allí se ofrecen. Y como hombre primitivo que es, cambia de parecer. En el anterior capítulo había tomado partido por Basilio, siguiendo la teoría de Teresa Panza. Pero aquí, después de probar la comida y ver la abundancia no duda en defender a Camacho frente a Basilio.
Sobre un buen tiro de barra o sobre una gentil treta de espada no dan un cuartillo de vino en la taberna. Habilidades y gracias que no son vendibles, mas que las tenga el con Dirlos; pero cuando las tales gracias caen sobre quien tiene buen dinero, tal sea mi vida como ellas parecen. Sobre un buen cimiento se puede levanta un buen edificio, y el mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero.
Sancho Panza, que lo escuchaba todo, dijo: –el rey es mi gallo: a Camacho me atengo. –En fin  –dijo don Quijote–, bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dicen: “¡Viva quien vence!”  –No sé de los que soy –respondió Sancho–, peo bien sé que nunca de ollas de Basilio sacaré yo tan elegante espuma como es esta que he sacado de las de Camacho.
Don Quijote no está tan preocupado de las viandas y el vino, sino que observa la belleza de los bailes y la riqueza de sus trajes. Pero su camino es justo el contrario del de Sancho. Además, don Quijote destaca que Sancho no para de hablar.
–Por quien Dios es, Sancho –dijo a esta sazón don Quijote–, que concluyas con tu arenga, que tengo para mí que si te dejasen seguir en las que a cada paso comienzas, no te quedaría tiempo para comer ni para dormir; que todo le gastarías en hablar.
Don Quijote no recuerda que hubiesen hablado de ello anteriormente y realmente es así. No aparece registrado con anterioridad que llegaran a ningún acuerdo con respecto a este problema. Don Quijote demuestra de esta manera su buena memoria, aunque el autor quiera dejar al lector con la duda.
En las danzas que había presenciado don Quijote, había visto una parte en la que las danzas eran habladas. Estas tenían un contenido alegórico, que señalaban a Basilio y Camacho. Estaban presentes los personajes de Cupido e Interés. Acompañados por las ninfas asedian el castillo, de forma alternativa, donde se encuentra la bella doncella. Interés triunfará porque tira un bolsón lleno de dinero contra el castillo y este se desencaja con lo que interés podrá cautivar a la doncella y la encadenará con una gran cadena de oro de la que Cupido intentará liberarla, pero no lo conseguirá. 
El significado de la danza es que al final triunfa la riqueza frente al amor. Esto hay que encuadrarlo en el contexto de finales del siglo XVI y principios del XVII, en los que España se encontraba en una gran crisis económica y el dinero se veía como creador de poder y nobleza. 
Aunque realmente, la escena termina con los cuatro salvajes recomponiendo el castillo y salvando a la dama, que se refugia en el ultimo momento nuevamente en el castillo.
Sancho interpreta bien la danza. Los dos linajes que hay en el mundo son: tener y no tener. Camacho tiene y Basilio no tiene. A pesar de que el dinero triunfe, Sancho piensa que tal vez quedará alguna puerta de salida para el ingenio y el arte. 

Capítulo vigésimo primero 
Este capítulo, continua con el relato del anterior, contando las bodas de Camacho y Quiteria. Aquí, no se narra la descripción de la fiesta, como en el anterior, sino que el capítulo comienza con una voces, que hacen presagiar algún conflicto.
Cuando estaban don Quijote y Sancho en las razones referidas en el capítulo antecedente, se oyeron grandes voces y gran ruido, y dábanlas y causábanle los de las yeguas, que con larga carrera y grita iban a recebir a los novios, que, rodeados de mil géneros de instrumentos y de invenciones, venían acompañados del cura, y de la parentela de entrambos…
A continuación, Sancho ve a la novia y hace una de sus discursos en el que muestra su admiración por la novia con lenguaje, que de tan rústico resulta cómico.
…y empedrados con perlas blancas como una cuajada, que cada una debe valer un ojo de la cara. ¡Oh hideputa, y qué cabellos, que si no son postizos, no los he visto más luengos ni más rubios en toda mi vida!…
Al poco tiempo de aparecer en escena los novios, el cura y los invitados; aparece Basilio. 
En llegando más cerca fue conocido de todos por el gallardo Basilio, y todos estuvieron suspensos, esperando en qué habían de para sus voces y sus palabras, temiendo algún mal suceso de su venida en sazón semejante.
Este, aparentemente, destrozado de amor y pasión, capaz de cualquier locura por amor, recordando a un nuevo Cardenio. El lector está esperando el desenlace fatal.
…pero tú, echando a las espaldas todas las obligaciones que debes a mi buen deseo quieres hacer señor de lo que es mío a otro, cuyas riquezas le sirven no sólo de buena fortuna, sino de bonísima ventura.
Después de reprocharle a Quiteria su interés por lo económico y haberle dejado a él, al que en realidad amaba, es creíble el desenlace que parece suceder. 
¡Viva , viva el rico Camacho con la ingrata Quiteria largos y felices siglos, y muera, muera el pobre Basilio, cuya pobreza cortó las alas de su dicha y le puso en la sepultura!
Cervantes utiliza en este dramático suceso, las reduplicaciones de los verbos vivir y morir, con el fin de enfatizar la expresión. Esto es un recurso estilístico, que se encuentra con cierta frecuencia en el Quijote. Después de esta dramática declaración de Basilio llega el desenlace 
Y diciendo esto, asió del bastón que tenía hincado en el suelo, y quedándose la mitad dél en la tierra, mostró que servía de vaina a un mediano estoque que en él se ocultaba; y puesta la que se podía llamar empuñadura en el suelo, con ligero desenfado y determinado propósito se arrojó sobre él, y en un punto mostró la punta sangrienta a las espaldas, con la mitad del acerada cuchilla, quedando el triste bañado en su sangre y tendido en el suelo, de sus mismas armas traspasado.
Todos los invitados quedan impresionados. En ese momento Basilio suplica a Quiteria que se case con él. Ella va a quedar viuda inmediatamente, y podrá entonces casarse con Camacho.En un primer momento parece que la novia no va a acceder, pero finalmente sí lo hace y Basilio y Quiteria se casan. Aquí, queda realizado el engaño, que seguramente el lector ya esperaba. Cervantes da un tono al suceso, que hace que el lector espere algo más de él.
Para estar tan herido este mancebo –dijo a este punto Sancho Panza–, mucho habla; háganle que se deje de requiebros, y que atienda a su alma…
El cura, desatentado y atónito, acudió con amabas manos a tentar la herida, y halló que la cuchilla había pasado, no por la carne y costillas de Basilio, sino por un cañón hueco de hierro que, lleno de sangre, en aquel lugar bien acomodado tenía preparada la sangre,según después se supo, de modo que no se helase.
La utilización de una bolsa o caña llena de sangre, escondida en la parte del pecho, se ha utilizado en otras obras como el Baldus de Teófilo  Folengo y viene de una tradición folclórica del siglo XVI, en el que se encuentran otras narraciones con burlas semejantes. Cervantes se ha basado principalmente en uno de los engaños utilizados por los familiares de Santa Quiteria, para demostrar su fingida santidad, utilizando falsos milagros
Constatado el engaño y, viendo que Basilio estaba en perfecto estado, los amigos del novio piden venganza y sacan las armas, pero los de la parte de Basilio hacen lo mismo. En ese momento, como ya ha pasado en reiteradas ocaciones, don Quijote media en la situación para que las cosas se arreglen sin derramamiento de sangre.
–Teneos, señores, teneos; que no es razón toméis venganza de los agravios que el amor nos hace; y advertid que el amor y la guerra son una misma cosa, y así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada.
Do Quijote toma claro partido por Basilio
Camacho es rico, y podrá comprar su gusto cuando, donde y como quisiere. Basilio no tiene más desta oveja, y no se la ha de quitar alguno, por poderoso que sea; que a los que Dios junta no podrá separar el hombre, y el que lo intentare, primero ha de pasar por la punta desta lanza.
…Y en esto, la blandió tan fuerte y tan diestramente, que puso pavor en todos los que no le conocían…
En conclusión, se ve que don Quijote apoya el amor y los ideales y Sancho va más por lo práctico y lamenta la perdida de la vida que hubiera tenido Quiteria con Camacho.
Finalmente, no hubo derramamiento de sangre y los de Quiteria y Basilio se fueron hacía la aldea de este y los de Camacho decidieron continuar con la fiesta.
Don Quijote y Sancho se fueron con los de Basilio, a pesar del disgusto de Sancho.




Capítulo vigésimo segundo
Este capítulo, es una transición entre las bodas de Camacho y Quiteria y la aventura de la cueva de Montesinos.
En un primer momento el narrador cuenta como los novios agradecían a don Quijote la ayuda que les había prestado.
Grandes fueron y muchos los regalos que los desposados hicieron a don Quijote, obligados de las muestras que había dado defendiendo su causa , y al para de la valentía le graduaron la discreción, teniéndole por un Cid en las armas y por un Cicerón en la elocuencia 
El narrador explica, aquí, salvaguardando la inocencia de Quiteria, que el plan de burla tramado para impedir la boda, había sido sólo urdido por Basilio.
Don Quijote, insiste, en la idea del capítulo anterior, en la que defendía que por una causa de amor estaba justificado el engaño.
–No se puede ni deben llamar engaños –dijo don Quijote– los que ponen la mira en virtuosos fines.
Don Quijote, a continuación, hace uno de sus discursos hablando sobre el amor y la necesidad, que es lo único que puede enturbiar el amor. Asimismo, defiende los valores de la honradez y sobre todo la buena fama que debe tener la mujer frente a los de la belleza. 
Don Quijote da consejos sobre el matrimonio, aunque el matrimonio él ni siquiera lo contempla en su vida. No es una prueba de que haya perdido su amor por Dulcinea, sino que son las leyes del amor cortés.
Aunque, esto se podría tomar como parte del juego de don Quijote. Este juega a ser caballero andante y a tener una enamorada como Dulcinea.
Lo primero le aconsejaría que mirase más a la fama que a la hacienda; porque la buena mujer no alcanza la buena fama solamente con ser buena, sino con parecerlo; que mucho más dañan a las honras de las mujeres las desenvolturas  libertades públicas que las maldades secretas.
En este capítulo, podemos comprobar que don Quijote es cada vez menos “andante”, aunque siga siendo caballero. Hemos visto como al principio de la segunda parte descansa en un bosque y después, de nuevo, vuelve a descansar. Además permanece unos días en casa del Caballero del Verde Gabán y ahora otros días en casa de Basilio.
Aquí, por primera vez Sancho habla mal de Teresa Panza. 
–No es mala –respondió Sancho–, pero no es muy buena; a lo menos, no es tan buena como yo quisiera.
–Mal haces, Sancho -dijo don Quijote–, en decir mal de tu mujer, que , en efecto, es madre de tus hijos.
–No nos debemos nada –respondió Sacho–; que también ella dice mal de mí cuando se le antoje, especialmente cuando está celos; que entonces súfrala el mesmo Satanás.
Después de estos discursos sobre el amor y la mujer, hay un cambio del estilo indirecto al directo y el lector será conducido hacia la aventura de la cueva de Montesinos.
En esta aventura, les acompañará a don Quijote y Sancho un personaje primo del licenciado esgrimista, del que no conocemos el nombre. El narrador cuenta sobre la erudición de este personaje, pero en tono de burla. dice que es como Polidoro Vergilio, que fue un historiador y humanista italiano autor de diversas obras sobre erudición y curiosidades históricas, tan farragosos, que resultaban inútiles. Cervantes hace una crítica a la erudición pedante y a la investigación sin sentido.
En el camino preguntó don Quijote al primo de qué género y calidad eran sus ejercicios, su profesión y estudios. A lo que él respondió que su profesión era ser humanista, sus ejercicios y estudios, componer libros para dar a la estampa, todos de gran provecho y no menos entretenimiento para la república; que el uno se titulaba el de las libreas […] Otro libro tengo también, a quien he de llamar Metamorfóseos, o Ovidio español, de invención nueva y rara, porque en él, imitando a Ovidio a lo burlescos, pinto quién fue la Giralda de Sevilla, y al Ángel de la Madalena […] Otro libro tengo, que le llamo Suplemento de Virgilio Polidoro, que trata de la invención de las cosas, que es de grande erudición y estudio, a causa que las cosas que se dejó de decir Polidoro de gran sustancia, las averiguo yo, y las declaro por gentil estilo.
Sancho, con su sabiduría popular, hace al primo un par de preguntas en tono burlesco.
–Dígame, señor, así Dios le dé buena manderecha en la impresión de sus libros: ¿sabríame decir, que sí sabrá, pues todo lo sabe, quién fue el primero que se rasó en la cabeza, que yo para mí tengo que debió ser nuestro padre Adán?
Don Quijote prepara la aventura alimentando su fantasía y a las dos de la tarde atándose con una cuerda para tener cierta seguridad y encomendándose a su amada, se adentra en la oscura cueva, cuya entrada estaba llena de maleza y vuelan aves de mal agüero. 
Sancho y su acompañante van soltando la cuerda hasta que no notan ningún movimiento al otro lado y asustados recogen la cuerda sacando de la cueva a un don Quijote, aparentemente, dormido.
Sancho se asusta, pensando que este ha fallecido, pero don Quijote despierta y dice que ha visto algo extraordinario.
Cervantes hace, aquí, un uso particular de la cueva. Hasta el momento la cueva había sido utilizada como recurso, incluso por él mismo, de moral. Había sido utilizado como símbolo de infierno y de paraíso, símbolo de lo mágico y de lo oculto.
Tanto la lírica como la épica, las mística, las hagiografías, el mester de clerecía y las crónicas medievales habían utilizado la cueva como lugar mágico. Asimismo, se había utilizado en obras de teatro, novelas pastoriles y en las leyendas populares.
Él mismo había utilizado la alegoría de la cueva en un romance y en la comedia de La casa de los celos y la había convertido en una fabulación ingeniosa, en La cueva de Salamanca, para retomarla con una nueva idea, haciendo crítica en el Persiles. 
Pero, Cervantes hacer aquí un uso particular de la cueva. Realmente, este uso proviene de la influencia de las novelas de Caballerías, novelas de aventura, novelas bizantinas y la influencia de Ariosto.
En este episodio, como en toda la obra se mezcla la parte épica con la burlesca.
Platón había utilizado la cueva para explicar el conocimiento en el hombre. Don Quijote encuentra dentro de la cueva en contraposición a Platón, una nueva realidad.
Resulta también paródico que don Quijote, tenga hambre y quiera saciar esta, antes de relatar lo que allí abajo había visto.
Capítulo vigésimo tercero
Después de haber satisfecho su necesidad de comer, don Quijote cuenta a Sancho y al primo del licenciado, lo que ha visto en la cueva de Montesinos.
las cuatro de la tarde serían, cuando el sol, entre nubes cubierto, con luz escasa y templados rayos, dio lugar a don Quijote para que sin calor y pesadumbre contase a sus dos clarísimos oyentes lo que en la cueva de Montesinos había visto…
El narrador dará directamente la palabra a don Quijote para que narre, en primera persona y de forma vívida, la experiencia que ha tenido en la cueva.
Este descenso a la cueva, es una parodia de episodios similares de la literatura caballeresca. Tiene que ver con el descenso, en las leyendas clásicas, del héroe a los infiernos. Toda la narración está elaborada de manera artística y exagerada. Para ello utiliza la antítesis (aquí… allí), sinónimos (bello, deleitoso, ameno), el hipérbaton y la hipérbole.
Despabilé los ojos, limpiémelos, y vi que no dormía, sino que realmente estaba despierto; con todo esto, me tenté la cabeza y los pechos, por certificarme si era yo mimo el que allí estaba, o alguna fantasma vana y contrahecha; pero el tacto, el sentimiento, los discursos concertados que entre mí hacía, me certificaron que yo era allí entonces el que soy aquí ahora. 
…sin saber cómo ni cómo no, desperté dél y me hallé en la mitad del más bello, ameno y deleitoso prado…
Lo primero que hace don Quijote es una descripción detallada de la cueva, para darle veracidad a su relato. 
–A obra de doce o catorce estados de la profundidad desta mazmorra, a la derecha mano, se hace una concavidad y espacio capaz de poder caber en ella un gran carro con sus mulas. Éntrale una pequeña luz por unos resquicios o agujeros que lejos le responden, abiertas en la superficie de la tierra…
Sancho está expectante ante lo que don Quijote va a contar, y el relato no le proporcionará ninguna credibilidad, a diferencia de su acompañante que escucha a don Quijote absolutamente crédulo. Sancho frente a la fantasía que le presenta don Quijote, permanece aferrado a la realidad.
–Creo –respondió Sancho– que aquel Merlín o aquellos encantadores que encantaron a toda la chusma que vuestra merced dice que ha visto y comunicado allá bajo, le encajaron en el magín o en la memoria toda esa máquina que nos ha contad, y todo aquello que por contar le queda.
En un primer momento, don Quijote dice que se durmió profundamente, casi sin darse cuenta, pero a continuación deja claro que despertó y que todo lo que allí vio era real.
Don Quijote despertó en un magnífico prado y vio un alcázar cristalino. Por allí pasaban, además, un desfile de personajes que eran al mismo tiempo muy reales y oníricos.
Fui recogiendo la soga que enviábades, y, haciendo della una rosca o rimero, me senté sobre él pensativo además, considerando lo que hacer debía para calar al fondo, no teniendo quién me sustentase; y estando en este pensamiento y confusión, de repente y sin procurarlo, me salteó un sueño profundísimo y cuando menos lo pensaba, sin saber cómo ni cómo no, desperté dél.
En cuanto a los personajes que se le aparecen en la cueva; Montesinos, Durandarte y Belerma son personajes de romances carolingios españoles, pero aquí, no están tratados con su habitual tono elevado. Ramón de Hoces, es un personaje del que no se tiene noticia. Se piensa que quizá pudo ser un espadero de Sevilla, de cuando Cervantes estuvo allí preso.
Es posible, que para crear las leyendas sobre el Guadiana y las Lagunas de Ruidera, Cervantes echara mano de las historias populares de la época. Se creía que por la cueva de Montesinos pasaba un gran río e inventó que Belerma tenía una dueña llamada Ruidera y Durandarte un escudero llamado Guadiana. Todos estaban encantados por Merlin, este tuvo compasión de Ruidera y Guadiana y fueron convertidos en Lagunas y río respectivamente, intentando parodiar las transformaciones mitológicas.
Fantasía y realidad se van mezclando en este relato. Un relato, que resulta trágico pero con la expresión “paciencia y barajar” que pertenecía a la jerga de los jugadores, le da el aire burlesco, que busca Cervantes. Una expresión de jugador de cartas dicha por un personaje noble de la corte de Carlomagno, le quita toda su solemnidad y le da un aire absolutamente cómico.
–Y cuando así no sea –respondió el lastimado Durandarte con voz desmayada y baja–, cuando así no sea, ¡oh primo!, paciencia y barajar. Y volviéndose de lado, tornó a su acostumbrado silencio, sin hablar más palabra.
En este capítulo, el lector encuentra una reflexión sobre el tiempo. En realidad, ha pasado media hora, pero don Quijote dice que han sido cuatro días. Esta es la diferencia entre el tiempo exterior, real y el tiempo interior, psíquico, que no se puede medir con un reloj. Cervantes, con esta situación antitética, abre la puerta a la vida del subconsciente.
–Yo no sé, señor don Quijote, cómo vuestra merced en tan poco espacio de tiempo como ha que está allá bajo, haya visto tantas cosas y hablado y respondido tanto. –¿Cuánto ha que bajé? –preguntó don Quijote. –Poco más de una hora –respondió Sancho. –Eso no puede ser –replicó don Quijote–, porque allá me anocheció y amaneció, y tornó a anochecer y amanecer tres veces de modo que, a mi cuenta tres días he estado en aquellas partes remotas y escondidas a la vista nuestra.
En esta bajada a la cueva, es de los pocos momentos en los que Cervantes muestra a don Quijote en soledad.  En esta soledad, don Quijote inventa su historia y se pone frente a sí mismo, en busca del autoconocimiento.
Las palabras de Durandarte, muestran que la presencia de don Quijote no es de utilidad para los encantados de la cueva, lo que presenta el debilitamiento del caballero.
En la cueva de Montesinos, aparece también Dulcinea, que quedará para siempre atada al lugar.  De esta manera, quedan ligados para siempre los dos motivos centrales de esta segunda parte: el encantamiento de Dulcinea y el descenso a la cueva de Montesinos.
Don Quijote devuelve la burla a Sancho. Sancho se ríe de don Quijote, porque el es responsable del secreto del “encantamiento” de Dulcinea y don Quijote está en el secreto del secreto y finalmente es el que ríe el último.
Capítulo vigésimo cuarto
Aparentemente, este capítulo es un conjunto de historietas con poca conexión y coherencia, con el único fin de enlazar una aventura con otra, el de la cueva de Montesinos y la del retablo de maese Pedro. Pero es uno de los capítulos más excepcionales de la segunda parte, por su composición.
Lo más importante son los dos primeros párrafos, donde se encuentran las meditaciones de Cide Hamete Benengeli, “autor de la obra”. Benengeli, reflexiona sobre la verosimilitud de lo ocurrido en la cueva de Montesinos.
El “autor” incita al lector a intervenir en el proceso de estructuración de la novela, como si fueran los que tienen que juzgar el comportamiento de los personajes y tuvieran que reflexionar sobre la verosimilitud de la historia. 
Parece probable que en la primera redacción del capítulo, este terminara cuando deciden ir a la venta, debido a que el ermitaño no está en la ermita y lo único que les pueden ofrecer allí es agua y todos estaban deseosos de beber de vino. 
Lo que demuestra este cambio es la incoherencia narrativa. Existe una oración que debía estar en la primera narración y que por error no se eliminó. Esto crea una incoherencia temporal. 
Hízose así, subieron a caballo y siguieron todos tres del derecho camino de la venta, a la cual llegaron un poco antes de anochecer.
Esta misma idea se expresa de manera más breve en el último párrafo del capítulo.
Y en esto llegaron a la venta, a tiempo que anochecía…
Si se elimina esta oración la coherencia regresa a la narración.
Don Quijote se está transformando y cuando Sancho le dice unas palabras, que en otro momento, le hubieran hecho enfurecer. Además, no ve la venta como un castillo, sino que aquí, sigue viendo la realidad.
Aunque, en esta segunda parte, don Quijote ha ido sosegándose, el descenso a la cueva de Montesinos ha resultado ser para él un rito iniciático. 
Este capítulo hace de puente entre dos historias, que podrían pertenecer a novelas clásicas sobre transformaciones iniciáticas. Una las bodas de Camacho y otra la aventura del rebuzno, que podría estar basada en El asno de oro de Apuleyo.
Capítulo vigésimo quinto 
Sorprende, en este capítulo, la humildad mostrada por don Quijote, realizando tareas que no le son propias, por la curiosidad de escuchar lo que aquel hombre tenía que contar.
Esto es, de alguna manera, una señal del debilitamiento de don Quijote, que irá apareciendo paulatinamente.
–No quede por eso –respondió don Quijote–; que yo os ayudaré a todo. Y así lo hizo, ahechándole la cebada y limpiando el pesebre, humildad que obligó al hombre a contarle con buena voluntad lo que le pedía… 
En el cuento de los rebuznos, aparece este elemento, que como ya está dicho anteriormente, está basado en la novela latina de Apuleyo, El asno de oro, en la que se desarrolla una situación similar. 
Aquí, se vuelve a introducir un cuento, pero en este caso, como en los anteriores de la segunda parte, don Quijote y Sancho están escuchándolo y queda perfectamente integrado en la trama principal. Lo que sí puede comprobar el lector es que se le da voz a la persona que está narrando la historia.
–Sabrán vuesas mercedes que en un lugar que está cuatro leguas y media desta venta sucedió que a un regidor…
Además, era típico en el época, que pícaros y villanos presumieran de poder imitar los rebuznos de los asnos. Cervantes, aquí quiere satirizar el empeño de algunos en practicar habilidades ridículas y sin sentido, que en ocasiones hace rivalizar a la gente por asuntos absolutamente triviales.
Mirad, compadre: una traza me ha venido al pensamiento, con la cual sin duda alguna podremos descubrir este animal, aunque esté metido en las entrañas de la tierra, no que del monte, y es que yo sé rebuznar maravillosamente, y si vos sabéis algún tanto, dad el hecho por concluido.
En el capítulo, pueden llamar la atención algunas expresiones. Cuando nombra a La Mancha de Aragón, no se refiere realmente a Aragón, sino a la zona más oriental de La Mancha, cercana a Albacete, donde hay un pequeño cerro que se llama Monte Aragón.
–Éste es un famoso titerero, que ha muchos días que anda por esta Mancha de Aragón…
Es también llamativa la expresión ¿qué peje pillamo?. Esto es una castellanización  de la expresión italiana che pesce pigliamo: que pez cogemos, que realmente quiere referirse a ¿qué hacemos?
–Dígame vuestra merced, señor adivino: ¿Qué peje pillamo? ¿Qué ha de ser de nosotros? Y vea aquí mis dos reales
Así como también, la expresión por espacio de un credo para referirse a en un instante.
Y dando con la mano derecha dos golpes sobre el hombro izquierdo, en un brinco se le puso el mono en él, y llegando la boca al oído, daba diente con diente muy apriesa; y habiendo hecho este ademán por espacio de un credo, de otro brinco se puso en el suelo, y al punto, con grandísima priesa, se fue maese Pedro a poner de rodillas ante don Quijote…
Por último, es reseñable la expresión dos columnas de Hércules. Expresión que se utilizaba en honor a Hércules, que unía el mar Mediterráneo con el océano Atlántico. 
–Estas piernas abrazo, bien así como si abrazara las dos columnas de Hércules…
Aquí, a don Quijote le sorprende que el mono pueda decirle a maese Pedro, las conclusiones a las que parece llegar. Además, cada contestación la cierra el mono con la frase “Y que esto es lo que sabe, y no otra cosa”, en cuanto a esta pregunta. Esta fórmula, se usaba para cerrar las declaraciones de los testigos en los interrogatorios judiciales.
–El mono dice que parte de las cosas que vuesa merced vio, o pasó, en la dicha cueva son falsas, y parte verisímiles, y que esto es lo que sabe, y no otra cosa en cuanto a esta pregunta…
En el Quijote, se encuentran con cierta frecuencia, formulas jurídica y de los escribanos, que contribuyen a enriquecer los distintos niveles de habla, que se encuentran en la obra.
Aprovechando la situación, Sancho quiere que don Quijote, a través del mono, se convenza de que todo lo que piensa que vio en la cueva de Montesinos, no era real.
–¿No le decía yo –dijo Sancho–, que no se me podía asentar que todo lo que vuesa merced, señor mío, ha dicho de los acontecimientos de la cueva era verdad no aun la mitad?
Como en otras ocasiones, el capítulo enlaza con el siguiente y don Quijote y Sancho se disponen a ver el retablo de maese Pedro.
Obedeciéronle don Quijote y Sancho, y vinieron donde ya estaba el retablo puesto y descubierto, lleno por todas partes de candelillas de cera encendidas, que le hacían vistoso y resplandeciente.