Joseph Roth nació el 2 de septiembre de 1894 en Brody, Galizia, en lo que en esa época era el territorio del Imperio Austro-húngaro, que hoy está dividido entre Polonia y Ucrania. Era de ascendencia judía, pero se cree que él era católico y que luchó en el ejército austriaco en la Primera Guerra Mundial.
Con la disolución del Imperio, la patria de Roth desaparece y, en ese momento, decide establecerse en Berlín. Allí trabajará como corresponsal de varios periódicos desde 1921 hasta 1933, coincidiendo con la toma del poder de los nazis, abandona Berlín. Esto le permitió viajar por toda Europa y forjarse como un agudo observador de la situación.
Durante los doce años que vivió en Berlín, escribía reportajes para los periódicos y se los pagaban muy bien. Además, publicó más de la mitad de su obra literaria, compuesta fundamentalmente de novelas.
En aquellos años, publicó la que se ha considerado su obra maestra: La marcha de Radetzky (1932), así como Fuga sin fin (1927).
Roth murió en 1939, exilado en París, alcohólico y pobre. Debido a su temprana muerte no tuvo que sufrir el destino de su familia. Su mujer fue internada en un hospital para enfermos mentales y exterminada por los nazis con la repugnante excusa de mejorar la raza y el resto de su familia ingresó en los campos de concentración, donde fallecieron.
Géza von Cziffra fue uno de sus biógrafos y según cuenta, en una ocasión le entregó, una vez, un papelito arrugado, en el que le decía: “La verdad es que a mí no se me podía ayudar en la Tierra” y le pidió que esa frase, escrita por Heinrich Kleist, fuera escrita en su lápida.
La frase servía para Roth pero también era la frase perfecta para Franz Tunda, el protagonista de Fuga sin fin.
Roth contaba que no conoció a su padre, que vivía en un manicomio, y que había sido educado por un abuelo rabino, experto en la Torah. Pero, otras veces cambiaba la historia y decía que su padre era un funcionario austriaco corrupto y su madre una judía y pedía que le guardaran el secreto del segundo dato.
A Roth le gustaba tanto jugar con su biografía que algunas veces decía que era católico y otras judío; a veces monárquico, anticomunista y otras comunista o capitalista. A veces, se declaraba intolerante hacia los judíos y otras veces era uno de ellos.
Como curiosidad, diré que en su funeral había militantes del partido monárquico y del comunista, así como un cura y un rabino.
El apellido Roth viene seguramente de una concesión que quiso hacer el Emperador Francisco José de Habsburgo, a través de la que, no muchos años antes de su nacimiento, concedió a todos sus súbditos judíos apellidos alemanes.
En primer lugar, se dio a los judíos nombres de colores: Roth, rojo; Schwarz, negro; Braun, marrón; Weiss, blanco, etc. Después añadieron a los colores la palabra “Stein” que significa piedra y más adelante la palabra “Stern” que signifiaca estrella. De esta manera, podemos ver los apellidos Braunstern, Braunstein, Rothstern, Rothstein, etc.
Joseph Roth vivió toda su vida de un lado para otro como en una fuga sin fin, como en su novela. vivió en cuartos de alquiler y en hoteles dependiendo de su situación económica.
Todo su equipaje consistía en algo de ropa y muchísimos papeles de notas desordenadas que escribía constantemente.
Su escritura junto con prestamos que pedía a sus amigos le daban justamente para poder vivir.
Su gran problema fue el alcohol. Se emborrachaba todos los días. A consecuencia de una cirrosis, hundido y desesperado murió en París a los 45 años antes de que se desencadenara la Segunda Guerra Mundial, que el había profetizado.
Algunas de sus obras más importantes son:
Hotel Savoy
Confesión de un asesino