7 de febrero de 2018

¿Quién es Joseph Roth?

Joseph Roth nació el 2 de septiembre de 1894 en Brody, Galizia, en lo que en esa época era el territorio del Imperio Austro-húngaro, que hoy está dividido entre Polonia y Ucrania. Era de ascendencia judía, pero se cree que él era católico y que luchó en el ejército austriaco en la Primera Guerra Mundial. 


Con la disolución del Imperio, la patria de Roth desaparece y, en ese momento, decide establecerse en Berlín. Allí trabajará como corresponsal de varios periódicos desde 1921 hasta 1933, coincidiendo con la toma del poder de los nazis, abandona Berlín. Esto le permitió viajar por toda Europa y forjarse como un agudo observador de la situación. 

Durante los doce años que vivió en Berlín, escribía reportajes para los periódicos y se los pagaban muy bien. Además, publicó más de la mitad de su obra literaria, compuesta fundamentalmente de novelas. 

En aquellos años, publicó la que se ha considerado su obra maestra: La marcha de Radetzky (1932), así como Fuga sin fin (1927).

Roth murió en 1939, exilado en París, alcohólico y pobre. Debido a su temprana muerte no tuvo que sufrir el destino de su familia. Su mujer fue internada en un hospital para enfermos mentales y exterminada por los nazis con la repugnante excusa de mejorar la raza y el resto de su familia ingresó en los campos de concentración, donde fallecieron.  

Géza von Cziffra fue uno de sus biógrafos y según cuenta, en una ocasión le entregó, una vez, un papelito arrugado, en el que le decía: “La verdad es que a mí no se me podía ayudar en la Tierra” y le pidió que esa frase, escrita por Heinrich Kleist,  fuera escrita en su lápida. 
La frase servía para Roth pero también era la frase perfecta para Franz Tunda, el protagonista de Fuga sin fin
Roth contaba que no conoció a su padre, que vivía en un manicomio, y que había sido educado por un abuelo rabino, experto en la Torah. Pero, otras veces cambiaba la historia y decía que su padre era un funcionario austriaco corrupto y su madre una judía y pedía que le guardaran el secreto del segundo dato. 
A Roth le gustaba tanto jugar con su biografía que algunas veces decía que era católico y otras judío; a veces monárquico, anticomunista y otras comunista o capitalista. A veces, se declaraba intolerante hacia los judíos y otras veces era uno de ellos.
Como curiosidad, diré que en su funeral había militantes del partido monárquico y del comunista, así como un cura y un rabino. 
El apellido Roth viene seguramente de una concesión que quiso hacer el Emperador Francisco José de Habsburgo, a través de la que, no muchos años antes de su nacimiento, concedió a todos sus súbditos judíos apellidos alemanes. 
En primer lugar, se dio a los judíos nombres de colores: Roth, rojo; Schwarz, negro; Braun, marrón; Weiss, blanco, etc. Después añadieron a los colores la palabra “Stein” que significa piedra  y más adelante la palabra “Stern” que signifiaca estrella. De esta manera, podemos ver los apellidos Braunstern, Braunstein, Rothstern, Rothstein, etc. 
Joseph Roth vivió toda su vida de un lado para otro como en una fuga sin fin, como en su novela. vivió en cuartos de alquiler y en hoteles dependiendo de su situación económica.
Todo su equipaje consistía en algo de ropa y muchísimos papeles de notas desordenadas que escribía constantemente.
Su escritura junto con prestamos que pedía a sus amigos le daban justamente para poder vivir. 
Su gran problema fue el alcohol. Se emborrachaba todos los días.  A consecuencia de una cirrosis, hundido y desesperado murió en París a los 45 años antes de que se desencadenara la Segunda Guerra Mundial, que el había profetizado.
Algunas de sus obras más importantes son:
Hotel Savoy
Confesión de un asesino

6 de febrero de 2018

Fuga sin fin – Breve apunte

Joseph Roth escribió esta breve obra, Fuga sin fin, en 1927. El libro fue publicado por primera vez en Múnich, por el editor Kurt Wolff y en España lo publica ahora, la editorial Acantilado, traducida con esmero al español por J. L. Vernal. En la obra se ofrece una visión, bastante precisa, de la sociedad del período de entre guerras. 

La novela se escribe como si fuera un testimonio real de un europeo, Franz Tunda, que vivió unos acontecimientos decisivos para la historia de Europa.

“En las páginas que siguen voy a relatar la historia de mi amigo, camarada y correligionario Franz Tunda.

Seguiré en parte sus anotaciones, en parte sus relatos.

No he inventado ni compuesto nada, no se trata ya de “hacer literatura”. Lo más importante es lo observado.”

La historia, que transcurre entre los años 1919 y 1926 parece, en un principio, que va a narrar batallas y hechos históricos con un héroe encarnado en el personaje de Tunda, pero ya en el tercer capítulo empieza a cambiar el tono y encontramos la fina ironía de Joseph Roth.

En la novela se narra el viaje del protagonista, Franz Tunda, desde que combate como teniente del ejército austriaco en la Primera Guerra Mundial y como exiliado en Rusia hasta volver a Berlín, finalmente se instalará en París. A través de este duro viaje que Tunda tiene que realizar durante años, el narrador, Joseph Roth de la ficción, reflexiona  sobre los acontecimientos más relevantes de la Europa del primer cuarto del siglo XX. Así, nos narra la caída del Imperio Austro-húngaro, la revolución bolchevique, la decadencia de la aristocracia y ascenso de la burguesía. 

Esta novela pudo basarse en las historias que al parecer contaba su autor, Roth, cuando se encontraba en los cafés de Viena o Berlín, sobre su heroica vida en el ejercito. En innumerables ocasiones, después de haber bebido demasiado. 

El problema era que cada día cambiaba su historia, por lo que debía ser, en su mayor parte, inventada.  Debido a su condición física, no parecía ser cierto que Roth hubiera podido servir como soldado del ejercito del Imperio. Quizá, colaboró en la guerra en alguna otra función más burocrática, pero este llegó incluso a enseñar una medalla al mérito de guerra recibida por su valentía. 

Roth nació en la provincia de Galitzia en el Imperio Austro-húngaro y estaba acostumbrado a convivir con personas de otras culturas e idiomas. Esto está presente en la novela desde el primer momento.

“Tunda no tenía ninguna razón para temer que le persiguieran. Nadie lo conocía. Era hijo de un comandante austríaco y una judía polaca; había nacido en una pequeña ciudad de Galitzia donde estaba la guarnición de su padre. Hablaba polaco y había servido en un regimiento galitziano.”

Después de la Primera Guerra Mundial, Alemania y Austria se convirtieron en países intolerantes y muy nacionalistas, producto, entre otras cosas, de las dificultades económicas y de las ideologías políticas traspasadas a otros entornos de la sociedad como escritores y artistas. La libertad de expresión y la libertad artística mal entendida ayudó a promover la intolerancia que, más adelante, pasó a ser discriminación y finalmente desembocó en odio y violencia.

Por otra parte, fueron momentos en los que en algunas ciudades y en determinados estatus sociales se vivió la Belle Époque, de manera inconsciente y pensando que duraría siempre. Esta sociedad no quiso ver sus problemas y la situación se degradó tanto que terminó desembocando en la Segunda Guerra Mundial.

Joseph Roth nunca consiguió adaptarse al cambio y se vio inmerso en una sociedad en la que él no encontraba su lugar, como le sucede a Tunda, personaje protagonista de su novela Fuga sin fin.

La obra es una reflexión sobre el período entre las dos guerras, la del 14 y la del 39, provocadas, entre otras cosas, por la incapacidad de la sociedad para manejar el bienestar, en muchos casos, debido a la superficialidad y a la obsesión por vivir el presente de la mejor manera posible. Esto pudo ser el fruto de los sufrimientos padecidos durante la Primera Guerra.

Tunda salió de su patria para luchar por el Imperio al que nunca podría volver porque había desaparecido, no solo físicamente, sino su espíritu y su forma de vida. El desconcierto que produjo esto en Tunda marcará toda su vida.

Franz Tunda viajará de un lado a otro intentando encontrar un lugar que nunca encuentra, una patria perdida, una manera de vivir familiar y conocida para él. De ahí el título de la novela Fuga sin fin.

La distancia que siente Tunda hacia la sociedad que le toca vivir después de la Guerra, le permite tener una visión bastante global y acertada de la deriva hacia la que iba dicha sociedad. 

El Tunda que salió de su patria jamás contempló la posibilidad de la derrota. Siempre pensó que llegaría victorioso a su lugar de origen y que retomaría su vida: sus amigos, su novia, su familia, trabajo y posición. Pero la realidad fue muy distinta. Tunda se plantea si realmente había merecido la pena haber padecido tanto en la guerra para finalmente encontrarse en aquella situación.

En un primer momento, el protagonista de la novela cambia de identidad y adopta el apellido de la persona que le acoge: Baranowicz. Esto supuso el comienzo de una nueva vida, pero siempre con la idea de, en algún momento, recuperar al antiguo Tunda.

“Además se contaba con un final feliz y se esperaba la marcha triunfal de las tropas vencedoras por la Ringstrasse, después las insignias doradas de comandante. el Estado Mayor, y, finalmente, la graduación de general, todo ello envuelto en el suave repiqueteo de los tambores de la marcha de Radetzky.

Ahora, en cambio, Franz Tunda era un joven anónimo, sin importancia, sin título, sin dinero y sin profesión, apátrida y sin ningún derecho.”

“Le pareció más conveniente andar por Rusia con su nombre falso, que ya le resultaba tan familiar como el propio. Sólo después de haber pasado la frontera pensaba volver a utilizar sus antiguos documentos.”

“Tunda podía sacar fácilmente del bolsillo de la chaqueta el recorte con el retrato cada vez que sentía ganas de contemplar a su novia. La lloraba ya antes de haberla visto. La amaba doblemente: como a un fin y como a alguien a quien se ha perdido.”

“Junto con su desconsuelo crecía la esperanza de que sólo gracias a ese peligroso retorno volvería a ser un hombre respetado.”

Sin embargo, a pesar de la penosa situación en la que se encontraba,  Tunda es capaz de reflexionar a cerca de los males de la sociedad en la que había vivido en el Imperio.

“Irene había esperado realmente mucho tiempo. en la clse social a la que pertenecía la señorita Hartmann se da una fidelidad convencional, un amor por razones de oportunidad, y una castidad por falta de oferta y como consecuencia de un gusto complicado”

“El padre de Irene, un fabricante de aquellos tiempos en los que aún la honestidad de un hombre se medía por el tanto por ciento que obtenía de sus mercancías, perdió su fábrica por causa de los mismos reparos por los que Irene casi sacrificó su vida. No pudo decidirse a emplear mina de mala calidad, a pesar de que los consumidores no eran en absoluto exigentes. Hay un cariño misterioso y conmovedor por la calidad del producto propio, la autenticidad del cual repercute en el carácter del fabricante, una fidelidad al producto que equivale aproximadamente a patriotismo de los hombres que subordinan su propia existencia a la grandeza, la belleza y el poder de la patria. “

“El viejo señor pertenecía a aquel tiempo en el que la voluntad determinaba la calidad, y en el que se ganaba dinero con ética”

Tunda, después de haber vivido en el imperio y haber padecido la guerra se encuentra sin quererlo en la Revolución Rusa. En un principio, era algo antinatural que hiciera la revolución perteneciendo a una familia acomodada del antiguo imperio, pero por supervivencia, atraído por una mujer, Natasha, y también por la busca de otro tipo de sociedad que no cometiera los fallos del Imperio, Tunda participa de la revolución. A diferencia de Natasha que era una revolucionaria convencida, el es capaz de observar lo positivo y lo negativo de la revolución.

“Ahora el orden diario se había adueñado de esta gran muerte roja, convirtiéndola en una muerte totalmente vulgar que se deslizaba de casa en casa como un mendigo y recogía sus muertos como limosnas. Eran enterrados en ataúdes rojos y algún coro lanzaba al aire unas estrofas ante la tumba; los vivos volvían y se sentaban de nuevo en sus oficinas, hacían registros y estadísticas, solicitudes de ingreso para los nuevos miembros y juicios contra los expulsados. 

No es ningún consuelo pensar que probablemente no es posible crear un mundo nuevo sin escritorios ni plumas, sin bustos de yeso, sin escaparates con adornos revolucionarios, sin monumentos y secantinas con la cabeza de Babel por puño; no es ningún consuelo, ninguna ayuda.”

Llegará un momento en el que la revolución también le decepcionará, no le gustan los fanatismos y Natasha es una completa fanática. Se refugia en otra mujer, Alja, que es el polo opuesto de Natasha. Alja es una mujer extremadamente callada, que dará pie a Tunda a recuperar su serenidad y prepararse para el regreso al que antes había sido su mundo.

Tunda tendrá un encuentro con una mujer que viene de París. Esta le acerca a su pasado y le despierta el deseo de recuperar el mundo de la elegancia y la belleza. Así que, en ese momento, se  encontrará preparado para recuperar su nombre y volver.

Es ahí, donde aparece Roth en la ficción. el protagonista le escribe una carta comunicándole que ha regresado a lo que antes era su país.

“Querido amigo Roth: anoche, por casualidad, me enteré de tu dirección. Hace dos meses que he vuelto a mi país, aunque no sé si esta expresión e la adecuada. Do momento vivo del subsidio de paro y he presentado una solicitud para un puesto de escribiente en el Ayuntamiento de Viena.”

“Supongo que te preguntarás por qué me fui de Rusia. No sabría qué contestarte. Tampoco me avergüenzo. No creo que haya ninguna persona en el mundo que te pueda decir con la consciencia más tranquila por qué ha hecho esto o dejado de hacer lo otro. si pudiera, no sé si mañana me iría a Australia, América, China, o si volvería a Siberia a casa de mi hermano Barranowicz. Sólo sé que lo que me ha impulsado no ha sido lo que suele llamarse “desasosiego” sino, por el contrario, una completa paz. no tengo nada que perder. Ni soy valiente ni busco aventuras. me dejo llevar por el ciento y no tengo miedo a la caída.”

Recorro por lo menos tres veces al día la Ringstrasse, y también voy por la mañana al Graben cuando la gente elegante sale a pasear. Me estoy dejando barba, ya que de cualquier forma, no paso inadvertido.
Hace diez años yo formaba parte de ese público.”

Asimismo, en la carta aprovecha para hacer una crítica al sistema soviético. 

“Pero en los estados soviéticos existe un enorme sistema administrativo extendido y confuso; deliberada, artística y refinadamente confuso, dentro del cual cada individuo es un punto, mayor o menor que está en conexión con otro punto de la magnitud siguiente, sin tener idea de su significado en el conjunto. en la vida, en las calles, en las oficinas, ves esos puntos que están en una relación secreta e importante contigo, incluso en una relación muy cercana, pero ignoras cuál es esa relación, Hay algunos puntos, más elevados, que conocen todas las relaciones que te ven, en cierto modo, a vista de pájaro. Pero tú no sabes que están colocados más alto. No sabes si podrás quedarte tranquilo en tu puesto. Es posible que, de pronto, en un momento, te trasladen, pero no desde arriba, sino, por así decirlo, desde la base misma sobre la que estás. Imagínate un tablero de ajedrez en el que las figuras no están simplemente colocadas sobre él , sino hundidas en él y a mano del jugador que está sentado debajo de la mesa y las dirige desde allí.”

“Lo pero es que te observan constantemente, y no sabes quién es el que te observa. En la oficina donde trabajas hay un miembro de la policía secreta. Puede ser la mujer de la limpieza que friega el suelo todas las semanas, o el erudito profesor que está componiendo un alfabeto de la lengua tártara. Puede ser la secretaria a la que dictas, o el administrador que se ocupa del material de oficina y manda poner nuevos los cristales rotos de las ventanas. Todos te dicen lo mismo: “camarada”. Y tú a todos les llamas lo mismo: “camarada”. Pero tú ves en cada uno de ellos a un espía, y sabes que todos te toman a ti por un espía.”

“Para esa vida se necesitan nervios muy templados y una gran dosis de convicción revolucionaria, pues hay que suponer que la revolución está rodeada de enemigos y no tiene otra posibilidad de asegurar su poder que sacrificar, cuando es necesario, a cualquier individuo. Imagínate tantos años sobre un altar y sin ser sacrificado.”

En su país Tunda se encuentra extraño, todo había cambiado después de la guerra. Observa los defectos de la sociedad europea de la posguerra. Es un observador externo de la situación porque no está integrado en la sociedad y es capaz de ver errores gravísimos, que más adelante llevarán a Europa a la Segunda Guerra Mundial. Una sociedad que vive al margen de los necesitados, materialista y con graves problemas de desigualdad.

“Durante todo el tiempo se preguntaba qué diría la señora G. si a él se le ocurriera pedirle dinero. ¿Hasta qué grado le horrorizaría, primero que no tuviera dinero; segundo, que hablara de eso en su presencia; tercero, que no tuviera preocupación más importante que la de comer al día siguiente? ¡Cómo lo despreciaría! ¡Qué horrible es el dinero que no se tiene! ¡Y cuánto más horrible cuando se necesita en medio de la ciudad más bella del mundo y ante una mujer hermosa! Ser pobre para ella era lo menos viril , y no sólo para ella. En este mundo, la pobreza falta de virilidad era estupidez, cobardía y vicio.”

“El mundo estaba detrás de un cristal, como tapices antiguos y valiosos en un museo, cuya destrucción se teme.”

“Tunda advirtió que toda su experiencia no era suficiente para adquirir seguridad en un mundo que le era extraño, y de una vez comprendió la timidez de los inválidos, de esos inválidos que, en el purgatorio de la guerra, han perdido ojos, narices, orejas y piernas, y que de retorno a su país, obedecen las órdenes de una criada que les hace entrar por la puerta de servicio.”

“La deferencia con que aún hoy lo trata el criado sería semejante a la imperturbabilidad con que lo rechazaría mañana, cuando hubiera caído definitivamente, y de forma visible para todos, en la categoría de los solicitantes fracasados. No hay excepción.”

“En la mirada del señor presidente ya encontró, sin embargo, todo el cambio de su situación. Porque los poseedores, los tranquilos, los despreocupados, incluso los que están medianamente asegurados, desarrollan un instinto de defensa contra toda invasión de su mundo protegido, temen el menor contacto con alguien que les pueda pedir algo, y presienten la proximidad de la falta de recursos con la seguridad propia de los animales de la pradera ente un incendio.”


En esta obra, el personaje principal es el que ocupa casi toda la narración. El resto de personajes aparecen, algunos con cierta frecuencia y la mayoría de forma fugaz, aunque todos tienen un papel importante en la vida de Tunda. Este, como la mayoría de los personajes de Roth, se debate entre situaciones extrañas y a veces increíbles. Tan pronto se encuentra alternando en la alta sociedad como en la pobreza más absoluta.

Fuga sin fin es una novela breve que podría haber sido el origen de varias extensas novelas. Si releemos el libro siempre encontraremos algo nuevo y un sentido distinto a la vida de su protagonista. Joseph Roth consigue en esta obra plasmar una vida real que parece, en ocasiones, narrativamente poco coherente dada su “extrema realidad”. Plasma los sin sentidos que existen en toda vida y en muchas de las reacciones humanas que desgraciadamente influyen en el discurrir de la historia.

La novela está estructurada en capítulos breves lo que junto con el lenguaje que utiliza y la sintaxis consigue darle un ritmo ágil. Las descripciones son agudas y premonitorias. 

El narrador también participa como personaje en la obra y el autor juega con los cambios de narrador. Esto le imprime a la narración de la vida de Tunda un estilo de crónica periodística. Apareciendo, principalmente, de forma alterna, la tercera persona y la primera, unas veces de Tunda y otras del narrador, el Joseph Roth de la ficción.

La novela comienza en tercera persona: 

 “ El teniente del ejercito austríaco Franz Tunda cayó en poder de los rusos….”

Al principio del capítulo cuarto entra el narrador a formar parte de la novela como un cronista de los sucesos de la vida de Tunda:

”Ya he contado cómo empezó Tunda a luchar por la revolución…”

El capítulo séptimo comienza también con:

“ Ya he contado que a Tunda le gustaba…”

En el capítulo noveno por medio de la introducción de un fragmento del diario de Tunda, es él mismo el que cuenta su historia en primera persona:

“ Ayer a las diez y media de la noche, y con un retraso de tres horas, llegó el vapor Grashdanin. Yo estaba, como siempre, en el puesto, y observaba…”

En el capítulo décimo primero vuelve a estar el narrador en primera persona y por medio de una carta retoma la primera persona de Tunda:

“ A finales de abril recibí la siguiente carta de Franz Tunda: …”

“Querido amigo Roth: anoche, por causalidad, me enteré de tu dirección. Hace dos meses que he vuelto a mi país..”

En el capítulo décimo segundo vuelve  a la tercera persona y al final del capítulo vigésimo primero se recupera la primera persona de Tunda a través de sus escritos:

“Mi total inactividad, escribía en su diario, no me angustia en absoluto en esta ciudad, Y aunque trabajara todavía menos, me seguiría pareciendo que soy muy útil…”

En el capítulo vigésimo segundo retoma la primera persona del narrador:

“En aquella época yo vivía en Berlín…”

A partir del capítulo vigésimo tercero se mantiene la tercera persona omnisciente, prácticamente, hasta el final, en el que con un maestro golpe de efecto, reaparece el narrador en la última linea del penúltimo capitulo cuando dice:

“Iba con ella por las calles. En la plaza frente a la Madeleine se detuvo y miró hacia la rue Royale.

En ese momento encontré a Tunda.”

Tunda ya no pertenece a la sociedad acomodada que vive en su falsa seguridad. Ahora, vive de préstamos y trabajos temporales. Es un hombre sin objetivo, que no espera nada del destino, en un mundo al que no pertenece. Anticipándose a la historia, Roth como Tunda ven un futuro poco esperanzador, en el que predice un desastre igual o incluso peor que el que ya les ha tocado vivir. Era 1926 pero Roth veía asentarse y crecer las raíces para el nuevo desastre que él no llegó a ver.
Franz Tunda, igual que el verdadero o falso teniente Roth, ven de forma clara y lúcida el desmoronamiento de la idea de una Europa libre y tolerante que habían vivido casi como una ilusión, en una época anterior al estallido de la guerra, donde había parecido posible la integración de los judíos con los cristianos y los ateos. Era el mundo que Stefan Zweig nos describió en su Mundo de ayer y que parecía una estabilidad imposible de romper en los primeros años del siglo XX. Aunque, como se pudo ver, no fue más que un espejismo que muchos creyeron real.
En el último capítulo de la novela el narrador dice: 

“Nadie en el mundo era más superfluo que él.” 

¿Quién es Tunda?: Un ex teniente, un ex bolchevique, un ex hijo de familia acomodada y después ayudado por su hermano. Es un apátrida sin familia, sin profesión, sin dinero, sin casa y lo peor de todo sin ilusiones, ni ambiciones.